lunes, 25 de mayo de 2020

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Margaret Mead en Samoa

Lily King
DIARIO


12 de febrero
Esta mañana, gran conmoción en el agua. Los barcos de las mujeres, que habían zarpado pacíficamente poco antes, han regresado a toda prisa, entre gritos y chapoteos y, cuando he llegado a la playa, he visto que todos esos gritos procedían de una mujer, Sali, que gemía con fuerza y chillaba con estridencia, y luego soltó un grito descarnado como el de un puma con una flecha clavada en el costado. Bajó de la canoa como pudo, llegó a la arena y se agachó para tener a su bebé. Unas cuantas ancianas extendieron unas telas de corteza por debajo. Todas empezaron a cantar para llamar al niño. Yo suponía que se impondrían los tabúes y no me dejarían quedarme, pero nadie me echó, ni a mí ni a nadie, ni siquiera a los pocos hombres que se habían reunido tras nosotras, bajo los árboles. Vi a Wanji entre ellos y lo envié a la casa en busca de agua hirviendo y toallas. Me coloqué junto a Malun.
    Ayudé en el parto. Vi la cabeza del bebé que salía y se retiraba, salía y se retiraba como una luna cambiando de fase a toda prisa, y de pronto asomó a través de los labios de un rojo intenso, mientras Sali soltaba un aullido de dolor. Luego se quedó tan callada que pensé que había muerto, pero al poco volvió a gritar y apareció un hombro, un bultito diminuto comparado con la enorme cabeza, y con la siguiente oleada de dolor tiré de aquel pequeño hombro y salió el otro, seguido de la barriga y las piernas, pequeñas y regordetas, y ahí estaba: un niño, como traído por la marea. Malun y su hermana se reían de mis lágrimas, pero yo estaba sobrecogida por la llegada de una nueva vida y recordaba las piernas gordas de mi hermana Katie y me invadió una esperanza egoísta y salvaje de que, ahora que mi cuerpo había visto la simplicidad del acto, pudiera afrontarlo algún día. Malun rompió el cordón con los dientes y fijó el resto con un junco. Aparecieron muchas manos que frotaban al bebé para arrancarle la capa blanca que lo cubría, y me pregunté si sería aquél el origen del mito del Rey de Australia de los mumbanyo, que dice que el primer hombre aparece saliendo de la piel blanca que lo envuelve. Por fin llegó Wanji con el agua hervida y las toallas, pero ya no las necesitábamos. Subimos por la playa y Kolun, el marido de Sali, se adelantó para coger a su hijo sin dudarlo. El bebé se acurrucó como un gatito en el hueco junto a su cuello. Unos cuantos hombres tenían sus flautas y tocaron una melodía informe. Sali se puso en pie sin ayuda y se puso a charlar con sus dos hermanas y su prima. Ojalá hubiera podido entender lo que decía, pero era demasiado rápido, demasiado íntimo.

16 de febrero
El bebé de Sali ha muerto. No mamaba.

17 de febrero
Fen está insufrible. Ha abofeteado a Wanji por coger unas cuantas gomas elásticas sin pedirlas y ahora el chico está llorando desconsoladamente, Fen gritando y el niño de Sali sigue muerto.

Lily King
Euforia, capítulo 9
Ediciones Malpaso, 2016

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