domingo, 31 de octubre de 2021

Casa de citas / Jon Fosse / El alcohol y la escritura

 

Jon Fosse


Jon Fosse
EL ALCOHOL Y LA ESCRITURA

Hay una relación, de eso no cabe duda, que se remonta a tiempo atrás. En la antigua Atenas se hablaba de los poetas borrachos. Ese espacio seguro que encontré en la escritura a los 12 años nunca ha cambiado, siempre escribo desde ahí. He tenido críticas malas y muchas crisis, pero nunca ha afectado a ese espacio. Nunca he podido escribir cuando bebía, porque me volvía sentimental, perdía la precisión, la agudeza, el foco, la claridad; incluso con una pequeña cantidad de alcohol mi escritura se volvía pésima. No escribo todos los días, pero cuando lo hacía, la combinación durante muchos años era escribir de día y beber de noche. Cuando empecé a hacerlo por las mañanas tuve que parar. Y lo logré.


Jon Fosse / “Nunca he podido escribir cuando bebía"



Casa de citas / Jon Fosse / Noruega

Jon Fosse

 

Jon Fosse
Noruega

Noruega es aún un país joven. Fue declarado independiente de Suecia en 1905 y los escritores de alguna manera se convirtieron en el rostro de la nación recién nacida. Ibsen, por ejemplo, tenía una ayuda o beca permanente y alcanzó fama mundial en ese momento. Noruega es inseparable de su literatura. El Estado lo tiene tan claro… Pero nuestro mercado es pequeño, somos poca población y sobrevivir como escritor sin las becas y sin ningún tipo de ayuda pública sería muy complicado. No tenemos ningún filósofo famoso y no hay tampoco grandes científicos, se nos conoce por los artistas básicamente y por la literatura.


Jon Fosse / “Nunca he podido escribir cuando bebía"



sábado, 30 de octubre de 2021

Casa de citas / Jon Fosse / Sobre la escritura

 

Jon Fosse


Jon Fosse
SOBRE LA ESCRITURA

I

Suelo decir que para mí escribir es escuchar. Pero lo que estoy escuchando, en realidad lo que estoy escribiendo, tiene que ser nuevo de alguna manera. Tiene que transformar lo común en algo más o menos diferente. Escribir es saltar a lo desconocido, y si tengo suerte puedo llegar a conseguir algo que antes no existía, una manera de ver, de experimentar, con unos personajes que nunca habían visto la luz antes de que yo los creara. Nunca preparo nada cuando escribo. Me siento y empiezo a trabajar. Si el comienzo es bueno, entonces todo el asunto, por así decirlo, la trama, está contenida en las primeras páginas. Así es como lo veo. Y en un momento dado, siento que todo está ya escrito, que ya está ahí, en algún lugar del aire, o donde sea, y sólo tengo que escribirlo lo más rápido posible antes de que desaparezca. Suelo decir que para mí escribir es escuchar. Pero lo que estoy escuchando, en realidad lo que estoy escribiendo, tiene que ser nuevo de alguna manera. Tiene que transformar lo común en algo más o menos diferente. Tengo la idea de que cuando un buen pintor, o un buen escritor, ha hecho su trabajo, podemos ver y experimentar la vida, y el mundo, de una manera diferente a como lo hacíamos antes de que este trabajo de pintura, o de escritura, existieran.

II

Supongo que podría decirse que la escritura es mi mayor obsesión. Una vez la bebida se convirtió en una obsesión para mí, pero ya llevo  sobrio desde hace siete años. Marguerite Duras habló sobre la enfermedad de escribir, y entiendo lo que quiso decir. Empecé escribiendo muy joven, alrededor de los doce años, y experimenté que escribir de alguna manera me daba cobijo, me proporcionaba un tipo de protección. Era como si tuviera un lugar secreto dentro de mí. Y todavía estoy dentro de él, todavía estoy escribiendo desde ese lugar secreto. Y lo bueno es que se trata de un lugar que no está influenciado por la repercusión que tengan mis escritos, ni por las buenas o malas críticas, ni por el éxito o el fracaso. Escribí mi primer libro, una novela, cuando tenía veinte años y se publicó cuando tenía veintitrés. Llevo escribiendo durante, digamos, unos cuarenta años y, aunque lo hubiera hecho durante mucho más tiempo, seguiría teniendo la misma necesidad, la misma urgencia, de escribir. Quizás ahora incluso se haya acentuado más que nunca. Lo mejor de la escritura es la escritura en sí misma, cómo consigue alejarme de mi persona, cómo da vida a algo que antes no existía. Experimento la escritura como un regalo. Lo que escribo me lo dan a mí. Sólo tengo que escuchar y expresar por escrito lo que de alguna manera estoy oyendo.

III

No planeo nada antes de empezar a trabajar. Me siento y empiezo a escribir. Y si hay algo en el principio, entonces, hasta cierto punto, todo está ahí, al menos así es como lo siento. Sólo tengo que escribirlo antes de que desaparezca. Y sí, he tenido la idea de que escribir es una especie de oración. Lo dije en una entrevista y sentí que había dicho algo estúpido. Más tarde me enteré de que esto ya lo había dicho Franz Kafka. ¡Así que no podía ser tan estúpido!


Trilogía, de Jon Fosse / Cuando la literatura se hace música




Casa de citas / Jon Fosse / Escribir es como rezar

Jon Fosse, 2011
Foto de Jerle Vines

Jon Fosse
ESCRIBIR ES COMO REZAR

 “¿Para quién escribo yo? Para Dios. Escribir es como rezar”.


Jon Fosse / “Para mi, escribir es como rezar”





viernes, 29 de octubre de 2021

Casa de citas / George Steiner / Escritores y lenguas

 

Jorge Luis Borges



Georges Steiner
ESCRITORES Y LENGUAS

El escritor como erudito lingüístico, igualmente cómodo en varias lenguas, es algo muy nuevo. Que quienes son probablemente las tres figuras geniales de la narrativa contemporánea –Nabokov, Borges y Beckett– tengan un dominio de virtuoso de varias lenguas, que Nabokov y Beckett hayan producido grandes obras en dos o más lenguas completamente distintas, es un hecho de enorme interés. Sus repercusiones por lo que concierne el nuevo internacionalismo de la cultura apenas han sido entendidas. Los logros de los tres y, en menor grado, los de Pound –con su deliberado apresuramiento de diversas lenguas y alfabetos– indica que el movimiento modernista puede verse como una estrategia de exilio permanente. El artista y el escritor son incesantes turistas que se dedican a ver escaparates por toda la brújula de las formas disponibles. Las condiciones de estabilidad lingüística, de conciencia local y nacional de uno mismo, en las que floreció la literatura entre, pongamos, el Renacimiento y la década de 1950 se hallan sometidas a extrema tensión. Tal vez se considere un día a Faulkner y a Dylan Thomas como los últimos grandes “propietarios de viviendas” de la literatura. Tal vez el empleo de Joyce en Berlitz y la residencia de Nabokov en un hotel lleguen a ser signos de una época. De manera creciente, todo acto de comunicación entre seres humanos parece un acto de traducción.

George Steiner
Del matiz y el escrúpulo, 1968
The New Yorker




jueves, 28 de octubre de 2021

Casa de citas / Dennis Cooper / Sobre la naturaleza del deseo

Dennis Cooper

Dennis Cooper
SOBRE LA NATURALEZA DEL DESEO

Supongo que en cierto sentido mi obra trata sobre la naturaleza del deseo pero, en otro más amplio, creo que versa sobre la emoción. Me interesa fundamentalmente expresar y representar la emoción, esa clase de emoción tan profunda, personal e inevitablemente confusa que, en esencia, resulta casi imposible de definir mediante los parámetros habituales de lo políticamente correcto, lo socialmente aceptable o, lo más importante para mi trabajo, el lenguaje. El deseo me interesa de forma especial en cuanto funciona como detonante para que esa emoción aflore en la superficie a menudo con brutal intensidad. Se vuelve visible y es posible describirla en el contexto de esos arrebatos de deseo pero tan sólo se tratará de una versión descontrolada por lo que, aún así, la emoción se mantendrá misteriosa e inasible. Me gusta el desafío de intentar extraer y modelar la representación de ese arrebatamiento que surge de lo más profundo para tratar de darle al deseo y al erotismo la entidad que les corresponden pero, por encima de todo, lo que más me interesa es observar el deseo desde la perspectiva de un extraño que busca la entrada secreta hacia la profunda emoción.


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”


DE OTROS MUNDOS
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Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”
Chaperos
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FICCIONES
Casa de citas / Dennis Cooper / Sobre la destrucción
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Casa de citas / Dennis Cooper / Chaperos
Casa de citas / Dennis Cooper / La ciberconectividad
Casa de citas / Dennis Cooper / Provocador
Casa de citas / Dennis Cooper / Guía
Casa de citas / Dennis Cooper / Autores
Casa de citas / Dennis Cooper / Sobre la naturaleza del deseo

MESTER DE BREVERÍA
Dennis Cooper / El muerto
Dennis Cooper / Niña
Dennis Cooper / Hacha
Dennis Cooper / El cerdo




Casa de citas / Dennis Cooper / Autores

 


Dennis Cooper
AUTORES

En realidad, no siento una particular filiación respecto a Burroughs. En Estados Unidos suele compararse mi obra con la suya y respeto lo que hizo pero no fue un escritor especialmente significativo para mí. Mi conocimiento de la literatura española y latinoamericana es más bien escaso. No tengo idea del porqué pero nunca me ha obsesionado esta literatura como la francesa o la alemana, entre otras. Es extraño. Todo lo que puedo decir es que los escritores españoles y latinoamericanos que he leído con mayor interés son Goytisolo, Cela, Cortázar, Infante, Vargas Llosa, Lispector, Fuentes y Rulfo.


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”






miércoles, 27 de octubre de 2021

Casa de citas / Dennis Cooper / Guía

 


Dennis Cooper
GUÍA

¿Es Guía la favorita entre mis lectores incondicionales? ¡Qué interesante! Si es así, no estoy seguro de por qué podría ser aunque yo también la considero una de mis mejores novelas. Quizás la gran integración de la cultura popular en esta novela contribuya a hacerla más atractiva. Me interesaba trabajar con una voz y un estilo de no ficción para comprobar cuánto podía complicar este tipo de escritura. Quizás esa voz y esa sensación de realismo resulte seductora debido a que, en su rutina diaria, la gente está más acostumbrada a leer no ficción enfrentándose a ella de manera casual, sin la solemnidad de la literatura, y tal vez eso provoque que la novela resulte más accesible. La verdad es que no lo sé. Sobre el concepto de Guía como mapa del cerebro de su autor; esa era una de de las estrategias pero es ficción y no autobiografía por tanto las lecturas como un retrato exhaustivo y fiel de mi mente o mi persona han de ser necesariamente incorrectas. No, no pienso que esté tan mal de la cabeza. No, en absoluto, de verdad. Ese estribillo en la novela es una estrategia para hacer frente a la posibilidad de que los lectores puedan pensar que “Dennis” es un enfermo mental y tratar de impugnar esa interpretación. 


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”

Casa de citas / Dennis Cooper / Provocador

 


Dennis Cooper
PROVOCADOR

Por extraño que parezca, no me veo como un provocador en absoluto. No creo que el simple hecho de tratar el sexo y la violencia de manera explícita en mi obra me convierta en un transgresor. Sigue sorprendiéndome y confundiéndome que la gente se sienta amenazada por las representaciones explícitas del sexo y la violencia en la ficción. No logro entender que no comprendan que el uso del lenguaje explícito para hablar de sexo, el cual es de por sí un acto inherentemente explícito, es precisamente la técnica más lógica y razonable para representar la angustia de los personajes buscando su desahogo. No entiendo por qué la gente reacciona a la ficción, y en especial a una ficción tan experimental de la mía, como si  fuera el mundo real contenido en palabras.


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”


martes, 26 de octubre de 2021

Casa de citas / Dennis Cooper / La ciberconectividad



Dennis Cooper
LA CIBERCONECTIVIDAD
No veo la ciberconectividad como una droga. La veo como una gran apertura de posibilidades a la hora de hacer amigos, compañeros, encontrar amantes, acceder a la educación y así sucesivamente. La veo como una ampliación de la realidad y de lo que esta ofrece y no como un mecanismo de turbación o escapismo. Para nada las personas absortas en sus teléfonos, sus portátiles o sus tabletas me parecen drogadas o anestesiadas; simplemente están tan concentradas en lo que sea que estén haciendo del mismo modo que lo harían si estuviesen hablando con un amigo en persona, leyendo un libro o viendo una película y, de alguna manera, no me resultan tan distintos del aspecto que puede ofrecer un artista concentrado en su obra. No comparto la idea de que el mundo real y su funcionamiento se hayan visto amenazados por la irrupción de Internet como nueva forma de comunicación. Creo que es emocionante. Estoy convencido de que despierta más conciencias de las que aletarga.

 

Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”




Casa de citas / Dennis Cooper / Chaperos

 

Dennis Cooper


Dennis Cooper
CHAPEROS
Creo que el hecho de que Chaperos se desarrolle en Internet y se sirva de las estructuras, el estilo y los mecanismos propios de la interacción en la Red motivó un especial interés en la gente a causa, supongo, de haber sido una de las primeras novelas que se desarrollaba en su interior más allá de utilizarla como un mero elemento más de la ambientación. Coincido en que, quizás, el hecho de que la pornografía sea un aspecto tan común e integral de la Red puede haber facilitado que lo explícito de la novela resulte más aceptable. También pienso que el tono mucho más abiertamente cómico de Chaperos respecto a la mayoría de mis otros libros ha contribuido a hacerla más digerible. Esas son mis sensaciones.


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”






lunes, 25 de octubre de 2021

Casa de citas / Dennis Cooper / Franceses

 

Dennis Cooper


Dennis Cooper
FRANCESES

Creo que la principal diferencia radica en que en Europa está enraizada la idea de que una literatura que se enfrente a cuestiones tan complicadas como las que a mí me interesan es plenamente legítima. Europa en general y Francia en particular tienen una larga tradición de grandes escritores que han explorado con desafío los llamados temas controvertidos o perturbadores. En cambio, en Estados Unidos los escritores como yo son demasiado escasos por lo que nuestra obra requiere de mucho más tiempo para ser aceptada por el establishment literario. Lo fundamental es que, por más que soy consciente de que en Europa hay gente a la que mi obra no le gusta por múltiples razones, casi nunca me he visto atacado personalmente por ello e, incluso en el caso de que manifiesten su disgusto, no lo hacen refiriéndose a mi como a una especie de monstruo, un ser malvado y horrible y todo eso. En Estados Unidos, sin embargo, todavía hay críticos y lectores aferrados a la casposa idea de que la ficción ha de ser una especie de confesión o un revelador retrato psicológico de la persona que la ha escrito de modo que me siguen acusando y pidiendo responsabilidades por ella. “Gracias a Dios, existen los franceses”, estoy de acuerdo en todos los sentidos (con esta frase de Woody Allen). Soy un eterno francófilo.


Dennis Cooper / “Si pudiese sintetizar lo que hago en un Tweet, no seguiría escribiendo novelas”





Casa de citas / Dennis Cooper / Sobre la destrucción

Dennis Cooper

Dennis Cooper
SOBRE LA DESTRUCCIÓN
En mi obra, matar es una manera de detener el dolor que provoca no ser capaz de entender y poseer a la gente que amas. Nunca funciona, pero es el único método que mis personajes creen tener para unirse con el objeto de su obsesión. Ven una lógica en eso: si no son suyos de una forma completa, al menos pueden congelarlos cuando los poseen. La destrucción es una manera de borrar el pasado y el futuro, y así la víctima queda suspendida en la eternidad con su amante.


Dennis Cooper / El creep entre nosotros



domingo, 24 de octubre de 2021

Poemas como heridas / José Manuel Arango / XXI / Ironía

 

Girl with a dead bird, 1890
Henri Guillaume Schlesinger

José Manuel Arango
XXI
IRONÍA


ante el obstinado embate del pájaro
contra el cielo falso de la vidriera

no cabe
ironia



sábado, 23 de octubre de 2021

Casa de citas / George R.R. Martin / Tyrion en el muro


George R.R. Martin

TYRION EN EL MURO

 —Que los dioses se apiaden de mí si no duermo un poco esta noche. Yoren está decidido a partir con la primera luz del alba. —Tyrion se puso en pie, somnoliento por el vino y cansado de tantas predicciones funestas—. Quiero daros las gracias por vuestra amabilidad, Lord Mormont.
    —Decídselo, Tyrion. Decídselo a todos, y conseguid que os crean. Es el único agradecimiento que necesito. —Silbó, y el cuervo descendió para posársele en el hombro.
    Mormont sonrió, le dio unos granos de maíz que llevaba en el bolsillo y en ello seguía cuando Tyrion salió.
    En el exterior el frío cortaba como un cuchillo. Tyrion Lannister se ajustó las pieles, se puso los guantes y saludó a los pobres desgraciados que tenían que montar guardia ante el Torreón del Comandante. Cruzó el patio en dirección a sus habitaciones en la Torre del Rey, a toda la velocidad que le permitían las piernas. La nieve crujía bajo sus pies a medida que rompía con las botas la capa de hielo nocturno, y su aliento ondeaba ante él como un estandarte. Se metió las manos bajo las axilas y caminó aún más deprisa, sin dejar de rezar por que Morree hubiera recordado caldearle la cama con ladrillos calientes de la chimenea.
    Detrás de la Torre del Rey, el Muro brillaba a la luz de la luna, inmenso, misterioso. Tyrion se detuvo un instante para contemplarlo. Le dolían las piernas por el frío y el paso acelerado.
    De repente, se apoderó de él una extraña locura, un ansia desesperada de mirar una vez más hacia el fin del mundo. Pensó que sería su última oportunidad. Al día siguiente cabalgaría hacia el sur, y nunca tendría motivos para regresar a aquel desierto gélido. La Torre del Rey se alzaba ante él, con la promesa de una cama blanda y caliente, pero Tyrion pasó de largo y se dirigió hacia la extensión blanca del Muro.
    Una escalerilla de madera ascendía por la cara sur, apoyada en vigas rudimentarias que se clavaban profundamente en el hielo. Los hermanos negros le habían asegurado que era mucho más resistente de lo que parecía, pero a Tyrion le dolían demasiado las piernas sólo con imaginarse el ascenso. De manera que se dirigió hacia la jaula de hierro que había junto al pozo, se metió dentro y tiró de la cuerda con fuerza tres veces.
    Tuvo que esperar lo que le pareció una eternidad entre los barrotes, con el Muro a su espalda. Tanto como para que a Tyrion le diera tiempo a preguntarse por qué estaba haciendo aquello. Estaba a punto de optar por olvidarse de su capricho repentino e irse a la cama cuando la jaula sufrió una sacudida y empezó a ascender.
    Al principio subía a trompicones, luego con un movimiento más fluido. El suelo se alejó de la jaula bamboleante, y Tyrion tuvo que aferrarse a los barrotes de hielo. Sentía el frío del metal incluso a través de los guantes. Advirtió con alegría que Morree tenía encendida la chimenea de su habitación, pero la del Lord Comandante estaba a oscuras. Por lo visto el Viejo Oso tenía más sentido común que él.
    La jaula siguió ascendiendo poco a poco, y las torres quedaron abajo, junto con todo el Castillo Negro, bañado por la luz de la luna. Desde allí arriba se veía bien lo lúgubre y desierto que estaba: torreones sin ventanas, muros derrumbados, patios llenos de escombros... A lo lejos se divisaban las luces de Villa Topo, la pequeña aldea situada media legua más al sur a la vera del camino real, y de cuando en cuando la luz de luna arrancaba destellos al agua, allí donde los arroyos gélidos descendían de las montañas para correr por las llanuras. El resto del mundo era un desierto negro de colinas azotadas por el viento y extensiones rocosas salpicadas de nieve.
    —Por los siete infiernos, si es el enano —resonó al fin una voz ronca.
    La jaula se detuvo con un último movimiento brusco, y se quedó suspendida, meciéndose mientras las cuerdas crujían.
    —Pues tráelo aquí, maldita sea.
    Se oyó un gruñido y el gemido de la madera a medida que la jaula se deslizaba hacia un lado, y por fin tuvo el Muro a sus pies. Tyrion esperó a que la jaula se detuviera antes de abrir la puerta y saltar al hielo. Una figura recia vestida de negro estaba apoyada contra la manivela, mientras que otra sujetaba la jaula conmanos enguantadas. Tenían los rostros protegidos por bufandas de lana, de manera que sólo se les veían los ojos.

    —¿Qué quieres, a estas horas de la noche? —preguntó el de la manivela.
    —Echar un último vistazo.
    Los dos hombres intercambiaron una mirada de desagrado.
    —Mira cuanto quieras —dijo el otro—. Pero ten cuidado no te vayas a caer. El Viejo Oso nos despellejaría.
    Bajo la enorme grúa había un pequeño cobertizo, y Tyrion atisbó el resplandor mortecino de un brasero, al tiempo que le llegaba una breve ráfaga de aire tibio cuando el hombre de la manivela abrió la puerta para volver al interior. Pronto estuvo solo.
    Allí, el frío era espantoso, y el viento tironeaba de la ropa como un amante insistente. La cima del muro era más ancha que algunos tramos del camino Real, así que Tyrion no corría peligro de caerse, aunque la superficie era más resbaladiza de lo que le habría gustado. Los hermanos solían espolvorear piedras machacadas por la zona de tránsito, pero el peso de infinitas pisadas fundía el Muro, de manera que el hielo parecía crecer en torno a la gravilla y engullirla hasta que la superficie quedaba lisa de nuevo, y había que echar más piedra machacada.
    Pero no era ningún obstáculo insalvable para Tyrion. Miró hacia el este y hacia el oeste, todo el tramo del Muro que se divisaba era un vasto camino blanco sin principio ni fin, con un abismo negro a cada lado. Hacia el oeste, decidió sin ningún motivo concreto, y echó a andar en esa dirección por la zona más cercana al norte, que parecía tener más gravilla.
    Tenía las mejillas enrojecidas por el frío, y a cada paso que daba sus piernas protestaban más y más, pero Tyrion no les hizo caso. El viento soplaba contra él, la gravilla crujía bajo las botas, y al frente la cinta blanca seguía el perfil de las colinas y se elevaba más y más hasta perderse en el horizonte occidental. Pasó junto a una catapulta gigantesca, alta como el muro de una ciudad, cuya base se hundía profundamente en el muro. En algún momento habían quitado el brazo para repararlo y no habían vuelto a ponerlo; yacía junto a la estructura principal como un juguete roto, incrustado en el hielo.
    Una voz amortiguada le dio el alto desde el otro lado de la catapulta.
    —¡Alto! ¿Quién va?
    —Si me quedo quieto mucho tiempo me congelaré, Jon —dijo Tyrion, que se había detenido, cuando una forma blanquecina y peluda se deslizaba hacia él en silencio y le olisqueaba las pieles—. Hola, Fantasma .
    Jon Nieve se acercó a él. Con las diversas capas de piel y cuero parecía más corpulento. Llevaba la cara casi oculta por la capucha de la capa.
    —Lannister —dijo al tiempo que se aflojaba la bufanda para dejarse la boca al descubierto—. Éste es el último lugar donde esperaría encontrarte. —Llevaba una lanza con punta de hierro muy pesada, más alta que él, y tenía una espada enfundada al costado. Cruzado sobre el pecho llevaba un cuerno negro con bandas de plata.
    —Éste es el último lugar donde esperaba estar —admitió Tyrion—. Ha sido un capricho. Si toco a Fantasma , ¿me arrancará la mano de un mordisco?
    —No mientras esté yo aquí —le aseguró Jon.
    Tyrion rascó al lobo blanco detrás de las orejas. Los ojos rojos lo miraron impasibles. La bestia ya le llegaba al pecho. Tyrion tuvo la sensación de que, en menos de un año, sería él quien tendría que alzar la vista para mirarlo.
    —¿Qué haces aquí arriba esta noche? —preguntó—. Aparte de congelarte las pelotas...
    —Me toca guardia —dijo Jon—. Otra vez. Ser Alliser ha tenido la amabilidad de pedir al comandante al cargo de los turnos que se ocupe de mí. Por lo visto cree que, si me mantienen despierto la mitad de la noche, me dormiré durante los entrenamientos de la mañana. Hasta ahora he conseguido decepcionarlo.
    —¿ Fantasma sabe ya hacer malabarismos? —preguntó Tyrion con una sonrisa.
    —No —respondió Jon, también sonriente—, pero esta mañana Grenn se ha defendido bien de Halder, y a Pyp ya no se le cae la espada tan a menudo.
    —¿Pyp?
    —Se llama Pypar. Es el chico menudo, el que tiene las orejas tan grandes. Me vio entrenar con Grenn y me pidió ayuda. Thorne ni se había molestado en enseñarle a sujetar bien la espada. —Se giró hacia el norte—. Tengo que vigilar un tercio de legua de Muro. ¿Quieres caminar conmigo?
    —Siempre que camines despacio... —accedió Tyrion.
    —El comandante al cargo de los turnos me ha dicho que tengo que andar para que no se me hiele la sangre, pero no a qué velocidad.
    Echaron a andar. Fantasma iba junto a Jon como una sombra blanca.
    —Me marcho mañana —dijo Tyrion.
    —Ya lo sé —dijo Jon con una extraña tristeza.
    —Tengo pensado detenerme en Invernalia en el camino de vuelta hacia el sur. Si quieres que lleve algún mensaje de tu parte...
    —Dile a Robb que seré comandante de la Guardia de la Noche y que conmigo estará a salvo, así que más vale que se vaya a coser con las niñas, y que Mikken le funda la espada para hacer herraduras.
    —Tu hermano es más alto que yo —dijo Tyrion con una carcajada—. Me niego a entregar ningún mensaje que conlleve mi pena de muerte.
    —Rickon preguntará que cuándo voy a volver. Si puedes, intenta explicarle dónde estoy. Dile que mientras tanto se puede quedar con todas mis cosas. Eso le gustará mucho.
    —Oye, no sé si lo sabes, pero eso mismo lo podrías decir por carta. —Tyrion Lannister tenía la sensación de que aquel día la gente le estaba pidiendo demasiado.
    —Rickon aún no sabe leer. Y en cuanto a Bran... —Se detuvo bruscamente—. No sé qué mensaje enviarle a Bran. Ayúdalo, Tyrion.
    —¿Cómo quieres que lo ayude? No soy un maestre que pueda aliviarle el dolor. Ni conozco hechizos que le devuelvan las piernas.
    —A mí me ofreciste ayuda cuando la necesitaba.
    —No te ofrecí nada más que palabras.
    —Entonces, dale palabras también aBran.
    —Le estás pidiendo a un cojo que enseñe a bailar a un tullido —dijo Tyrion—. Por sincera que sea la lección, el resultado no puede ser más que grotesco. Pero sé lo que es querer a un hermano, Lord Nieve. Prestaré a Bran la poca ayuda que esté en mi mano.
    —Gracias, mi señor de Lannister. —Se quitó el guante y le tendió la mano desnuda—. Amigo mío.
    Tyrion se sintió extrañamente conmovido.
    —La mayor parte de mis parientes son bastardos —dijo con una sonrisa irónica—, pero eres el primero al que me une la amistad. —Se quitó el guante con los dientes, y estrechó la mano de Nieve, carne contra carne. El apretón del chico era firme y fuerte.
    Jon Nieve se puso de nuevo el guante, se dio media vuelta bruscamente y caminó hacia el gélido antepecho norte. Más allá, el Muro era un precipicio abrupto. Más lejos, solamente había oscuridad inexplorada. Tyrion se reunió con él, y juntos contemplaron el fin del mundo.
    La Guardia de la Noche no permitía que el bosque se acercara a menos de un kilómetro de la cara norte del muro. Hacía siglos que habían talado la espesura de palo santo, robles y árboles centinelas para crear una ancha franja de terreno descubierto en la que no pudiera ocultarse enemigo alguno. Tyrion había oído que en algunas zonas del Muro, entre las tres fortalezas, la espesura había recuperado terreno a lo largo de las décadas, y que había centinelas verde grisáceos y arcianos blancos enraizados al pie de la muralla de hielo. Pero el Castillo Negro era un voraz consumidor de madera para las chimeneas, y allí las hachas de los hermanos negros detenían el avance del bosque.
    Aun así, el bosque nunca estaba lejos. Desde donde se encontraban, Tyrion alcanzaba a verlo, divisaba los árboles oscuros que se alzaban amenazadores más allá de la franja de terreno abierto, como un segundo muro paralelo al primero, un muro de noche. Pocas veces se había blandido un hacha contra aquella madera negra, ni la luz de la luna conseguía penetrar en el viejo entramado de raíces, ramas y matorrales espinos. Allí los árboles crecían inmensos, y no era de extrañar que la Guardia de la Noche llamara a aquella espesura el Bosque Encantado.
    Allí de pie, observando aquella oscuridad en la que no ardía hoguera alguna, a merced del viento y sintiendo el frío como una lanza en las entrañas, Tyrion Lannister pensó que casi podía creer los rumores sobre los Otros, el enemigo en la noche. Sus bromas sobre grumkins y snarks ya no le parecían tan divertidas.
    —Mi tío está ahí afuera —dijo Jon Nieve en voz baja; se apoyó en la lanza y escudriñó la oscuridad—. La primera noche que me enviaron aquí, pensé: «Ahora vendrá el tío Benjen, seré el primero en verlo y haré sonar el cuerno». Pero no vino. Ni esa noche ni ninguna otra.
    —Dale tiempo —dijo Tyrion.
    Mucho más al norte un lobo empezó a aullar. Otro se unió a su llamada, y otro más. Fantasma inclinó la cabeza y escuchó. El muchacho le puso la mano encima.
    —Si no vuelve, Fantasma y yo iremos a buscarlo —prometió Jon.
    —Te creo —dijo Tyrion.
    Pero lo que pensaba era: «¿Y quién irá a buscarte a ti?». Se estremeció.

George R.R. Martin
Juego de tronos
Bogotá, Ramdom House, 2015, pp. 204 - 209


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viernes, 22 de octubre de 2021

Casa de citas / George R.R. Martin / Jon y Tyrion rumbo al muro

Tyrion Lannister


George R.R. Martin
JON Y TYRION
RUMBO AL MURO

Al final de la primera semana Tyrion tenía los muslos en carne viva de tanto cabalgar, sentía calambres atroces en las piernas y estaba helado hasta los huesos. Pero en ningún momento se quejó. Antes la muerte que dar aquella satisfacción a Benjen Stark.
    Saboreó un atisbo de venganza con el asunto de sus ropas de montar, unas pieles de oso andrajosas, viejas y malolientes. Stark se las había ofrecido en un alarde de la galantería propia de la Guardia de la Noche, esperando sin duda que él las rechazara elegantemente. Tyrion las aceptó con una sonrisa. Cuando salieron de Invernalia llevaba las ropas más abrigadas que tenía, y pronto descubrió que eran del todo insuficientes. Allí arriba hacía frío, mucho frío, cada vez más. Por las noches las temperaturas descendían muy por debajo del punto de congelación, y cuando soplaba el viento era como un cuchillo que cortara sus mejores ropajes de lana. Sin duda Stark lamentaba ya su impulso caballeroso. Quizá hubiera aprendido la lección. Los Lannister no rechazaban nada, ni elegantemente ni de ninguna manera. Los Lannister aceptaban todo lo que se les ofrecía.
    A medida que avanzaban hacia el norte las granjas y los refugios eran cada vez más escasos y pequeños, y estaban más adentrados en el Bosque de los Lobos, hasta que al final ya no les quedaron más techos bajo los que cobijarse; a partir de allí sólo podrían contar con sus recursos.
    Tyrion no servía de gran cosa a la hora de montar ni de levantar un campamento; demasiado pequeño, demasiado cojo, siempre estorbando. Así que, mientras Stark, Yoren y los demás hombres erigían refugios rudimentarios, se ocupaban de los caballos y encendían una hoguera, adoptó la costumbre de coger sus pieles y un odre, y alejarse de todos para leer.
    En la decimoctava noche de viaje, el vino era dulce y ambarino, una delicia poco común de las Islas del Verano que había llevado consigo todo el trayecto desde Roca Casterly, y el libro, una reflexión sobre la historia y características de los dragones. Lord Eddard Stark le había dado permiso para llevarse prestados unos cuantos volúmenes de la biblioteca de Invernalia, que eran auténticas rarezas, y Tyrion los había cogido para su viaje hacia el norte.
    Encontró un lugar cómodo lejos del ruido del campamento, junto a un arroyo de aguas rápidas, tan transparentes y frías como el hielo. Se refugió del viento cortante tras un roble viejo y retorcido, se arrebujó en las pieles con la espalda apoyada contra el tronco, bebió un sorbo de vino y empezó a leer acerca de las propiedades del huesodragón. «El color negro del huesodragón se debe a su alto contenido en hierro —le informó el libro—. Es fuerte como el acero, pero más ligero y mucho más flexible, y por supuesto completamente incombustible. Los dothrakis valoran en sobremanera los arcos de huesodragón, y no es de extrañar. Estos arcos tienen un alcance muy superior a los de madera.»

    Tyrion sentía una fascinación morbosa por los dragones. La primera vez que fue a Desembarco del Rey, para asistir al matrimonio de su hermana con Robert Baratheon, se había propuesto buscar los cráneos de dragón que habían decorado los muros de la sala del trono en tiempos de los Targaryen. El rey Robert los había sustituido por estandartes y tapices, pero Tyrion porfió en su empeño hasta que encontró los cráneos en el sótano húmedo donde los tenían almacenados.
    Había esperado toparse con algo impresionante, quizá incluso aterrador, no que fueran hermosos. Y lo eran. Negros como el ónice, tan lustrosos que parecían resplandecer a la luz de la antorcha. Tyrion presintió que les gustaba el fuego. Metió la antorcha entre las fauces de uno de los cráneos más grandes, y las sombras saltaron y danzaron en el muro, tras él. Los dientes eran cuchillos largos y curvos de diamante negro. La llama de la antorcha no era nada para ellos, se habían bañado en el calor de llamas mucho más intensas. Cuando se alejó, Tyrion habría jurado que las cuencas vacías de los ojos de la bestia lo seguían.
    Había diecinueve cráneos. El más viejo tenía tres mil años, el más joven apenas siglo y medio. Los recientes eran los más pequeños; había una pareja, no mucho más grandes que cráneos de mastín, con extrañas malformaciones. Le recordaron a los dos últimos cachorros nacidos en Rocadragón. Eran los últimos de los dragones de los Targaryen, quizá los últimos del mundo, y no habían sobrevivido mucho tiempo.
    Los demás cráneos iban aumentando de tamaño hasta llegar a los tres grandes monstruos de las canciones y las leyendas, los dragones que Aegon Targaryen y sus hermanas habían liberado en los Siete Reinos de antaño. Los bardos les habían dado nombres de dioses: Balerion , Meraxes y Vhaghar . En aquel sótano, Tyrion se situó entre sus fauces abiertas, mudo de admiración. Un guerrero podría haber entrado a caballo por el gaznate de Vhaghar , aunque no le habría sido tan fácil salir. Meraxes era aún más grande. Y el mayor de todos, Balerion , el Terror Negro, podría haber engullido un uro entero, o incluso uno de los mamuts lanudos que, según se decía, vagaban por las frías llanuras más allá del Puerto de Ibben.
    Tyrion pasó un largo rato en el sótano húmedo mientras se le consumía la antorcha, contemplando el enorme cráneo de ojos vacíos de Balerion , tratando de aprehender el tamaño del animal cuando vivía, de imaginar cómo habría sido cuando desplegaba las grandes alas negras y surcaba los cielos, respirando fuego.
    Un antepasado lejano de su familia, el rey Loren, de la Roca, intentó enfrentarse al fuego cuando unió fuerzas con el rey Mern, del Dominio, para oponerse a la conquista de Targaryen. Habían pasado casi trescientos años desde aquellos tiempos en que los Siete Reinos eran reinos de verdad, y no simples provincias de un reino mucho más grande. Entre los dos reyes reunían seiscientos abanderados, cinco mil caballeros con sus monturas, y cincuenta mil jinetes libres y soldados. Según las crónicas, las fuerzas de Aegon Lordragón eran menos de una quinta parte, y en su mayoría se componían de soldados reclutados entre las filas del último rey que había asesinado, con lo que su lealtad era más que dudosa.
    Las huestes chocaron en las amplias llanuras del Dominio, en medio de campos dorados de trigo listo para la cosecha. Cuando los dos reyes iniciaron la carga, el ejército de Targaryen se estremeció y huyó en desbandada. Los cronistas escribieron que, durante unos momentos, aquello fue el fin de la conquista... pero sólo durante esos pocos momentos, antes de que Aegon Targaryen y sus hermanas entraran en combate.
    Fue la única ocasión en que liberaron a Vhaghar , a Meraxes y a Balerion a la vez. Los bardos lo llamaron «Llanura de Fuego».
    Aquel día ardieron casi cuatro mil hombres, entre ellos el rey Mern, del Dominio. El rey Loren consiguió escapar, y vivió lo suficiente para rendirse, jurar fidelidad a los Targaryen y engendrar un hijo, cosa por la que Tyrion le estaba muy agradecido.
    —¿Por qué lees tanto?
    Tyrion alzó la vista al oír aquella voz. Jon Nieve estaba a poca distancia de él y lo miraba con curiosidad. Cerró el libro, dejando dentro el dedo para marcar la página.
    —Mírame bien y dime qué ves.
    —¿Es un truco o qué? —El chico le lanzó una mirada desconfiada—. Te veo a ti, Tyrion Lannister.
    —Para ser un bastardo estás muy bien educado, Nieve —dijo Tyrion con un suspiro—. Lo que ves es un enano. ¿Qué edad tienes, doce años?
    —Catorce —dijo el chico.
    —Catorce, y eres más alto de lo que yo seré en la vida. Tengo las piernas cortas y retorcidas, y me cuesta caminar. Necesito una silla de montar especial para no caerme del caballo. Por cierto, la diseñé yo mismo, ya que hablamos del tema. Tenía que elegir entre eso o ir en poni. Tengo fuerza en los brazos, pero también son cortos. Nunca seré un espadachín. Si hubiera nacido en una familia de campesinos seguramente me habrían abandonado a la intemperie para que muriera, o me habrían vendido como monstruo de feria. Pero soy un Lannister de Roca Casterly, y eso que se perdieron las ferias. Se esperan cosas de mí. Mi padre fue Mano del Rey veinte años. Después resulta que mi hermano mató a ese mismo rey, ironías de la vida. Mi hermana se casó con el nuevo rey, y ese odioso sobrino que tengo será rey tras su muerte. Debo hacer algo por el honor de mi casa, ¿no te parece? Pero, ¿qué? Puede que tenga las piernas cortas en relación con mi cuerpo, pero la cabeza la tengo demasiado grande, aunque yo prefiero pensar que es del tamaño adecuado para mi mente. Tengo una idea bastante precisa de cuáles son mis puntos fuertes y mis puntos débiles. Mi mejor arma está en el cerebro. Mi hermano tiene su espada, el rey Robert tiene su maza, y yo tengo mi mente... Pero una mente necesita de los libros igual que una espada de una piedra de amolar, para conservar el filo. —Tyrion dio un golpecito a la tapa de cuero del libro—. Por eso leo tanto, Jon Nieve.
    El chico absorbió la información en silencio. No tenía el apellido de los Stark, pero sí el rostro: alargado, solemne, cauteloso, un rostro que no delataba nada. Fuera quien fuera su madre, no había dejado gran cosa en su hijo.
    —¿De qué trata ese libro? —preguntó.
    —De dragones.
    —¿Y para qué te sirve? Ya no existen —dijo el chico, con la inmensa seguridad que da la juventud.
    —Eso dice la gente —replicó Tyrion—. Qué pena, ¿no? Cuando yo era de tu edad soñaba con tener un dragón para mí solo.
    —¿De verdad? —inquirió Jon, desconfiado.
    Quizá pensara que Tyrion se estaba burlando de él.
    —De verdad. Hasta un niño feo y deforme puede mirar el mundo desde arriba si va a lomos de un dragón. —Tyrion apartó a un lado las pieles de oso y se puso en pie—. A veces encendía hogueras en las entrañas de Roca Casterly, y me pasaba las horas contemplando las llamas, haciendo como si fueran fuegodragón. A veces me imaginaba que mi padre ardía en ellas. Otras, que era mi hermana. —Jon Nieve lo miraba tan horrorizado como fascinado. Tyrion se echó a reír a carcajadas—. No pongas esa cara, bastardo. Yo sé tu secreto. Tienes los mismos sueños.
    —No —se espantó Jon—. Yo jamás...
    —¿No? ¿Nunca? —Tyrion arqueó las cejas—. Vaya, me imagino que los Stark han sido muy, pero que muy buenos contigo. Seguro que Lady Stark te trata como si fueras hijo suyo. Y en cuanto a tu hermano Robb, siempre ha sido cariñoso contigo, ¿por qué no? Él se quedará con Invernalia, y tú con el Muro. En lo que respecta a tu padre... bueno, seguro que ha tenido excelentes motivos para despacharte a la Guardia de la Noche...
    —Basta ya —dijo Jon Nieve, con el rostro contraído por la rabia—. ¡La Guardia de la Noche es una vocación muy noble!
    —Eres demasiado listo para creerte semejante cosa —dijo Tyrion después de reírse—. La Guardia es un pudridero para los inadaptados de todo el reino. Ya he visto cómo mirabas a Yoren y a sus pupilos. Ésos son tus nuevos hermanos, Jon Nieve, ¿te gustan? Campesinos hoscos, deudores, cazadores furtivos, violadores, ladrones y bastardos como tú. Todos acabáis en el Muro, vigilando por si aparecen grumkins, snarks y todos los monstruos con los que te asustaba tu ama de cría. Lo bueno es que los grumkins y los snarks no existen, así que como trabajo no es muy peligroso. Lo malo es que se te congelarán los huevos, pero como de todos modos no te dejan tener hijos tampoco importa mucho.
    —¡Basta ya! —chilló el chico.
    Dio un paso hacia adelante con los puños apretados, al borde de las lágrimas.
    De pronto, sin motivo, Tyrion se sintió culpable. Se adelantó para dar al chico una palmadita en la espalda, o murmurar alguna disculpa.
    No vio al lobo, no supo dónde estaba ni cómo llegó hasta él. En un momento dado estaba avanzando hacia Nieve, y al siguiente se encontraba tendido de espaldas contra el suelo de roca dura, el libro se le había caído de las manos, el impacto lo había dejado sin aliento y tenía la boca llena de tierra, sangre y hojas podridas. Cuando trató de levantarse sintió un doloroso calambre en la espalda. Se había hecho daño en la caída. Apretó los dientes frustrado, se agarró a una raíz y se incorporó. Tendió una mano hacia el chico.
    —Ayúdame —pidió. Y de pronto el lobo estaba entre ellos. No gruñó. Aquel animal del infierno nunca emitía el menor sonido. Se limitó a mirarlo con sus brillantes ojos rojos y a enseñarle los colmillos, cosa que fue más que suficiente. Tyrion volvió a dejarse caer al suelo con un quejido—. Pues no me ayudes. Me quedaré aquí hasta que os vayáis.
    —Pídemelo con educación. —Jon acarició el espeso pelaje blanco de Fantasma . Ahora sonreía.
    Tyrion Lannister sintió que la rabia hervía en su interior, y la dominó a fuerza de voluntad. No era la primera vez que lo humillaban, y tampoco sería la última. Y quizá en aquella ocasión se lo merecía.
    —Estaría muy agradecido si me prestaras tu ayuda, Jon —dijo con voz dócil.
    —Al suelo, Fantasma —dijo el chico.
    El lobo huargo se sentó sobre sus cuartos traseros. Los ojos rojos no se apartaron ni por un momento de Tyrion. Jon dio la vuelta para situarse tras él, le deslizó las manos por debajo de los brazos y lo levantó sin esfuerzo. Luego recogió el libro y se lo devolvió.
    —¿Por qué me ha atacado? —preguntó Tyrion después de mirar de soslayo al lobo huargo y limpiarse la sangre de la boca con el dorso de la mano.
    —A lo mejor ha pensado que eras un grumkin.
    Tyrion le lanzó una mirada agria. Luego se echó a reír, con un bufido de diversión que le salió por la nariz sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
    —Oh, dioses —dijo entre carcajadas entrecortadas—. Sí, me imagino que tengo pinta de grumkin. ¿Qué hará entonces con los snarks?
    —Mejor que no lo sepas.
    Jon recogió el odre y se lo tendió. Tyrion quitó el tapón, echó la cabeza hacia atrás, apretó el odre y bebió un largo trago. El vino fue como un fuego fresco que le bajó por la garganta y le calentó el estómago. Luego se lo tendió a Jon Nieve.
    —¿Quieres?
    —Es verdad, ¿no?  —dijo el chico tras aceptarlo y beber un sorbo con cautela—. Lo que me has dicho de la Guardia de la Noche es cierto. —Tyrion asintió. Jon Nieve apretó los labios—. Pues si es así, que así sea —dijo al final.
    —Muy bien, bastardo —dijo el hombre sonriéndole—. Casi todos los hombres prefieren negar la verdad antes que enfrentarse a ella.
    —Casi todos —repitió Jon—. Pero no es tu caso.
    —No —admitió Tyrion—. No es mi caso. Ya no acostumbro a soñar con dragones. Los dragones no existen. —Recogió las pieles de oso—. Vamos, tenemos que estar de vuelta en el campamento antes de que tu tío convoque a los abanderados.
    El campamento no estaba lejos, pero el terreno era irregular y, cuando llegaron, tenía calambres en las piernas. Jon Nieve le tendió la mano para ayudarlo a salvar unas raíces protuberantes, pero Tyrion lo rechazó. Se iba a abrir camino por sus medios, como había hecho toda la vida. Aun así, se alegró de llegar al campamento. Las tiendas ya estaban alzadas contra el muro de un refugio que llevaba mucho tiempo abandonado y ahora les servía como escudo contra el viento. Los caballos estaban atendidos y la hoguera encendida. Yoren se había sentado en una piedra para despellejar una ardilla. El olor delicioso del guiso inundó las fosas nasales de Tyrion. Llegó como pudo hasta donde Morree, su criado, removía el caldero. Morree le tendió el cucharón sin decir palabra. Tyrion lo probó y se lo devolvió.
    —Más pimienta —dijo.
    —Ah, ya estás aquí —dijo Benjen Stark saliendo de la tienda que compartía con su sobrino—. No vuelvas a alejarte sólo, Jon. Pensé que los Otros te habían cogido.
    —Fueron los grumkins —le dijo Tyrion con una carcajada.
    Jon Nieve sonrió. Stark miró a Yoren, desconcertado. El viejo gruñó, se encogió de hombros y volvió a su sangrienta labor.
    La ardilla dio algo de sustancia al guiso, y aquella noche lo comieron junto a la hoguera, acompañado de pan de centeno y queso duro. Tyrion pasó de mano en mano su odre de vino hasta que incluso Yoren se suavizó. Uno a uno, se fueron retirando a las tiendas para dormir, todos menos Jon Nieve, a quien había correspondido el primer turno de guardia.
    Tyrion fue el último en retirarse, como siempre. Antes de entrar en la tienda que sus hombres le habían alzado se detuvo un instante y miró hacia atrás, en dirección a Jon Nieve. El chico estaba de pie junto a la hoguera, con el rostro imperturbable y tenso y la mirada fija en las llamas.
    Tyrion Lannister sonrió con tristeza y fue a acostarse.


George R.R. Martin
Juego de tronos
Bogotá, Ramdom House, 2015, pp. 122 - 128


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