EL CONFINAMIENTO
I
El confinamiento despierta nuestras pulsiones más primitivas. Son las pulsiones de amar, de sexo, de autoconservarse y también las pulsiones agresivas. Las pulsiones más primitivas son las que nos acercan al otro y las que nos separan del otro. El confinamiento estimula, excita, los dos tipos de pulsiones: las que separan y las que unen. Un ejemplo de pulsión que une: tengo dos pacientes, en el teléfono, que parecía que se hubieran copiado las dos. Una me decía: "Doctor, ¡no puedo más! Mi marido quiere hacer el amor todo el tiempo. Como no sabe qué hacer, a él lo único que se le ocurre es tener sexo. ¡No aguanto más! No sé cómo decirle que no, doctor. Nos estamos peleando por eso". Y la segunda, que me llamó, idéntica. Yo digo, ¿pero qué está pasando?
II
Las pulsiones sexuales están excitadas. Las pulsiones de comer tambien. Se come más que antes. La pulsión de dormir: se duerme más que antes. Las pulsiones de mirar, de autoconservación, de amor, de apego, están aumentadas. Pero también, las pulsiones de separación, agresivas. Por eso hay muchas disputas, muchas peleas. Entre padres e hijos, entre adolescentes, que no aguantan estar confinados con los padres. El adolescente necesita más que nunca separarse de los padres. La presencia de los padres lo transforma en un nene y no quiere ser un niño. Quiere ser grande. El confinamiento parece que lo obligara a ser un niño. Ahí aparecen las peleas entre padres y adolescentes. Están las peleas más clásicas, entre el hombre y la mujer, que no se soportan. La mujer, que le dice al marido o le ha dicho durante años: "Por favor, me dejas sola, nunca estás acá" . Ahora que el marido está obligado a estar ahí, no lo aguanta.
Juan David Nasio / Estamos en todo el mundo aprendiendo a vivir confinados
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