miércoles, 30 de noviembre de 2011

Casa de citas / Thomas Bernhard


Thomas Bernhard
CITAS

En realidad, por las catástrofes no hay que preocuparse, porque ya vendrán.

T

Todo hombre quiere al mismo tiempo participar y que lo dejen en paz.

T

Se sabe que estar solo es mucho más agradable, pero por otra parte, no se puede estar solo.

martes, 29 de noviembre de 2011

Casa de citas / Kenne Tyan / Crítico

Ilustración de Triunfo Arciniegas


Kenne Tyan
CRÍTICO

Crítico es el hombre que conoce el camino pero es incapaz de manejar.




jueves, 10 de noviembre de 2011

Casa de citas / Proverbios africanos


proverbios
africanos
Las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran.
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Cuando dos elefantes luchan es la hierba la que sufre.
Ψ Ψ Ψ
Una cabra no puede llevar la cola de otra cabra.
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La familia es como el bosque. Desde fuera, sólo ves su densidad. Desde dentro, cada árbol tiene su propia posición.
Ψ Ψ Ψ
El cazador no se frota con grasa y se pone a dormir junto al fuego.
Ψ Ψ Ψ
El cazador que persigue a un elefante no se detiene para tirar piedras a los pájaros.
Ψ Ψ Ψ
Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de caza siempre glorificarán al cazador.
Ψ Ψ Ψ
El matrimonio es como un cacahuete, hay que romper la cáscara para ver lo que hay dentro.
Ψ Ψ Ψ
La lluvia moja las manchas del leopardo pero no se las quita.
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Un hombre no vaga lejos de donde se está asando su maíz.
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Aquellos que llegan antes al río encuentran el agua más limpia.
Ψ Ψ Ψ
Las cosas importantes quedan en el cajón.
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Si usted puede caminar, usted puede bailar; si usted puede hablar, usted puede cantar.
Ψ Ψ Ψ
Imitando a los demás todo el tiempo, el mono un día se cortó su propia garganta.  
Ψ Ψ Ψ
Hay quien tiene cabeza pero no tiene gorra para ponerse, y hay quien tiene gorra pero no tiene cabeza.
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Para rehusar curarte, te pide cuernos de perro.
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El enfermo quiere su vida, y el médico sus honorarios.
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La cabra come el césped allí donde se ata.
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No hay donde ocultarse en la superficie de agua.
Ψ Ψ Ψ
Recuerda, si hay tormenta habrá arco iris.
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La enfermedad y los desastres van y vienen como la lluvia, pero la salud es como el sol que ilumina el pueblo entero.
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Cuando el león envejece hasta las moscas le atacan.
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El dueño de la casa sabe donde gotea su tejado.
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Una mentira puede matar mil verdades.
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Los tambores de guerra son tambores de hambre.
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La muerte de un anciano es como una biblioteca que se quema.
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Un perro sabe donde se tira comida.
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El amo no obedece a su perro.
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Quien hace preguntas no es tonto.
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Cada arroyo tiene su fuente.
Ψ Ψ Ψ
Cada hombre deja sus propias huellas.
Ψ Ψ Ψ
Un padre sin hijos es como un arco sin flechas.
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Un perro no entra a la casa donde reina el hambre.
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Si no tapas los agujeros, tendrás que levantar las paredes.
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Tengo que aprender a caminar con tres patas dice la hiena cuando es vieja.
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La pasión y el odio son hijos de bebidas que embriagan.
Ψ Ψ Ψ
La cola de la vaca mira a derecha e izquierda.
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El día nunca retrocede.
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La boca de un hombre mayor está sin dientes, pero nunca sin palabras de sabiduría.
Ψ Ψ Ψ
Si molestas al perro, molestas al dueño.
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Las lenguas de los que critican son como las patas de las moscas, aterrizan en cualquier cosa que encuentran.
Ψ Ψ Ψ
El rico nunca está satisfecho.
Ψ Ψ Ψ
Usted no puede enseñar el camino al gorila viejo.
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Sólo los pies del viajero saben el camino.
Ψ Ψ Ψ
Las palabras ásperas hieren más que una flecha envenenada.
Ψ Ψ Ψ
Quien dice la verdad nunca se equivoca.
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No puedes esconder el humo si encendiste fuego.
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No se enseña a correr a una jirafa.
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La espina saldrá por donde entró.
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Un amigo es como una fuente de agua durante un largo viaje.
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Si tienes mucho tiene mucho, da un poco de lo que tienes. Si tienes poco, da algo de corazón.
Ψ Ψ Ψ
Hay más sabiduría escuchando que hablando.
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Una familia unida come del mismo plato.
Ψ Ψ Ψ
Un amigo trabaja a la luz del sol, un enemigo en la oscuridad.
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El puente sólo se repara cuando alguien se cae al agua.
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Entre hermanos, si la prueba se gana o se pierde, da lo mismo.
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El río se llena con arroyos pequeños.
Ψ Ψ Ψ
El mosquito no se apiada del hombre, por más flaco que esté.
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Durante la estación seca hay que hacerse amigo del dueño de la piragua.
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Cuando se es rico, siempre se baila bien.
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Cuando se monta un elefante, no molesta el rocío.
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Después de haber recorrido el mundo entero en busca de la felicidad, te das cuenta de que estaba en la puerta de tu casa.
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Dios da, nunca vende.
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Dios habla una lengua extranjera.
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El carcelero es un prisionero más.
Ψ Ψ Ψ
El ojo no lleva carga, pero sabe cuánta puede soportar la cabeza.
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Entre camellos nadie se burla de las jorobas.
Ψ Ψ Ψ
La reunión en el rebaño obliga al león a acostarse con hambre.
Ψ Ψ Ψ
La sal no dice de sí misma que es salada.
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Las pulseras de metal suenan si son dos.
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Más vale que los dientes no riñan con la lengua.
Ψ Ψ Ψ
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo.
Ψ Ψ Ψ
Nadie prueba la profundidad del río con ambos pies.
Ψ Ψ Ψ
Nuestro amor es como la llovizna que cae quedamente, pero desborda el río.
Ψ Ψ Ψ
Nunca se olvidan las lecciones aprendidas en el dolor.
Ψ Ψ Ψ
Ni un solo dedo puede atrapar un piojo ni una sola mano basta para subirse a la palmera.
Ψ Ψ Ψ
No hay madre como la de uno.




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Casa de citas / Billy Wilder / Es más interesante cuando alguien entra por la ventana

Jack Lemmon y Billy Wilder
BILLY WILDER
Es más interesante cuando alguien entra por la ventana


El mejor director es el que no puedes ver.



Nunca me retiraré. Tendrán que quitarme la cámara para que deje de hacer películas. Moriré haciendo películas.



No tengo tiempo para considerarme un inmortal del arte. Hago películas sólo para entretener a la gente y las hago tan honradamente como puedo.



Si quieres decirle a la gente la verdad, sé divertido o te matarán.



Dicen que no encajo en este mundo. Francamente, considero esos comentarios un halago. ¿Quién diablos quiere encajar en estos tiempos?



Trabajar en el cine era vergonzoso, era lo más despreciable. Gracias a Dios se inventó la televisión.



Lo único que me partiría el corazón sería que me quitaran la cámara y no me dejaran volver a hacer películas.



He hecho películas que a mí me hubiera gustado ver. Y yo sólo quiero ver películas que me entretengan.



La televisión es lo más maravilloso que podía habernos sucedido. Siempre hemos sido lo más bajo de lo bajo, pero ahora han inventado algo a lo que podemos mirar desde arriba.



Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos... Y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones.



Me gustaría morir a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido que me acabara de pillar, in fraganti, con su joven esposa.



Un húngaro es alguien que entra contigo en una puerta giratoria y sale antes que tú.



Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el Cine ha alcanzado su objetivo.



He vivido la época en que se temió que el cine se viera desplazado por la novedad de la televisión. Pero no he compartido ese miedo porque sé que la radio y los discos no pueden destruir la ópera. La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oír las risas de otras personas.



Ninguna buena acción queda sin castigo.



Confía en tu propio instinto. Los errores bien pueden ser tuyos en lugar de los de alguien más.



Tienes que tener un sueño, así en la mañana puedes levantarte.



Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate.



Un director tiene que ser policía, comadrona, psicoanalista, adulador y bastardo.




Normalmente, cuando te encuentras con una persona que parece insignificante y que no llama la atención se dice: detrás de esa fachada, hay más de lo que parece. En mi caso sucede lo contrario: detrás de mi apariencia hay menos de lo que parece.



Hay algo sorprendente: cuando reflexiono sobre todas mis películas, me llama la atención que, en las épocas en que estuve deprimido hice comedias. Y cuando me sentía feliz, rodé temas más bien trágicos. Quizás intente inconscientemente compensar cada uno de mis estados de ánimo.



No voy a la iglesia. Arrodillarme me hace bolsas en los pantalones.



Una vez me preguntaron: ¿Es importante que un director sepa escribir? Y yo respondí: no, pero sí es útil que sepa leer.



Escribir un guión no es esperar a que llegue la musa y te bese en la frente; es un trabajo muy duro. He hecho ambos trabajos, y sé que dirigir es un placer y escribir un guión es un rollo.



Para hacer una película hay una sola regla: sólo hay que hacer aquello que sea de utilidad a la película.



Es aburrido ver a alguien entrar en una casa por la puerta. Es mucho más interesante cuando alguien entra por la ventana.



Pienso rodar algunas escenas fuera de foco... Quiero ganarme el Oscar a la mejor película extranjera.



Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir! El décimo dice: tienes que tener derecho al montaje final de la película.



Todos los días miro los obituarios de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría es más joven que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor se han olvidado de mí.



Me aburro si hago siempre lo mismo. Admiro a Hitchcock; pero no podría trabajar como él, porque siempre hacía la misma película.




No es verdad que todos mis colaboradores forzosamente acaben dándose a la bebida. Algunos también se suicidan. ¡Yo no tengo infartos, los provoco!


Casa de citas / Billy Wilder / Marilyn Monroe


martes, 8 de noviembre de 2011

Casa de citas / Sylvia Plath


Sylvia Plath
CITAS

Prefiero a los médicos, a los abogados, a las parteras... Cualquiera antes que a los escritores. Son la cosa más narcisista que existe.

r

Le hablo a dios pero el cielo está vacío.

o

La realidad es relativa, depende de con qué lente la mires.

R

Desde las cenizas me levanto, con mi cabello rojo y devoro hombres como el aire.

a

Si nunca esperas nada de nadie nunca te decepcionarás.

e

Tomé una respiración profunda y escuché el viejo rebuzno de mi corazón: soy yo, soy yo, soy yo.

Z

La perfección es terrible, ella no puede tener niños.

P

Tengo que admirar profundamente a alguien para valorarlo como amigo.

m

Tanto trabajando, leyendo, pensando, viviendo para hacer. El curso de la vida no es suficientemente largo.

V

Tus propias limitaciones te crucifican.

a

Quizás cuando nos encontramos deseando todo, es porque estamos peligrosamente cerca de no desear nada.

D


Mi alma debe estar detrás de ti. Estoy matando mi carne sin ella.

P

Me encuentro absolutamente colmada cuando he escrito un poema.

o

¡Satisfacción! No podría vivir sin ella. Es como agua o pan, o algo absolutamente esencial para mí.

s

La poesía es una disciplina tiránica; vas tan lejos, tan rápido, que en un espacio reducido tienes que desviarte a toda la periferia.

n

Saltos y espirales tan puros sin duda recorren eternamente el mundo, y no me quedaré despojada de belleza: el don de tu pequeña vida, tu olor a pasto mojado cuando duermes, azucenas, azucenas que no pueden compararse con tu carne.

r

Mis poemas surgen inmediatamente de la experiencia sensitiva y emocional que tengo.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Triunfo Arciniegas / Los besos de María


Triunfo Arciniegas
Biografía
LOS BESOS DE MARÍA


Antes de partir a la guerra, un hombre dejó a su novia una docena de besos. "María, voy a salvar la patria, te dejo doce besos que son la vida mía, cuídalos", dijo el hombre en la puerta. "No te preocupes, Federico", dijo María y le hizo adiós con un pañuelo.

María iba a todas partes con sus besos, bien repartidos por toda la cara. Amaba a todos y todos amaban a María, pero el más gracioso le bailaba en la nariz y el preferido le volvía la boca como una rosa recién cortada. Los hombres la seguían como perros muertos de sed. "María, vida mía, tírame un beso", le decían, muertos de la necesidad. María no se sentía sola, no sabía mucho de la guerra y se declaraba feliz.

El lunes recibió una carta de Federico, que le contaba que la guerra iba bien, más o menos empatados en muertos y heridos, pero la extrañaba, y que por favor le enviara un beso. María se arrancó un beso de la mejilla y se lo entregó al cartero, que lo guardó en la cartera, subió a la bicicleta y echó a rodar calle abajo.

Con once besos María todavía era feliz.

El martes recibió otra carta. María vivía en la parte más alta de la ciudad y el cartero llegaba sudoroso y con la lengua afuera. Apartó las nubes para tocar la puerta y le sugirió a María que viviera un poco más abajo, donde su casa no se confundiera con las nubes, porque sus viejos huesos no daban para tanto, o le rogara a su enamorado que no le escribiera tan seguido. 

-¿Cómo sabes que son cartas de amor? -preguntó María.

-Sólo llevo cartas de amor -explicó el cartero-. Las reconozco por el olor, María. Huelen como los duraznos a las tres de la tarde.

Federico necesitaba otro beso porque lo habían herido en el corazón. "Seguramente se enamoró de un enemigo de ojos verdes", pensó María y al momento se arrepintió de pensarlo. Envió el beso por entrega inmediata y al día siguiente recibió las gracias y la solicitud de otro beso, esta vez para el capitán, que agonizaba con un balazo en la cabeza.

"La guerra se pone dura", decía Federico en la carta que María recibió el jueves. El beso para el capitán llegó tarde. Tres soldados malheridos se disputaron el beso de María y encontraron alivio. Soñaron con María.

María dejó de recibir cartas, para dicha del cartero, que pensó que el hombre había muerto de amor. Con nueve besos María aún era feliz. "Mira esa mujer llena de besos", decía la gente a su paso. María sonreía.

Un payaso en bicicleta le robó un beso. María lo persiguió pero no lo alcanzó. 

-Ese beso te va a matar -gritó María.

Le quedaban ocho. En eso pensó antes de dormir. Se los contempló en el espejo, toda vanidosa, toda feliz.

Al despertar, sólo tenía siete. "¿Cómo es posible que me roben mientras duermo?" Se lo preguntó al espejo y el espejo no respondió. Pensó que tal vez un ángel había entrado a su cuarto, tal vez un vampiro, tal vez quién sabe. Sacudió la cama, buscó debajo, entre los zapatos y las medias, revolvió todo el cuarto porque un beso se puede encontrar en cualquier parte, y luego toda la casa. El corazón le subía y le bajaba como un yoyo. Al fin, desde la ventana, descubrió que su gato se relamía de gusto en el jardín. "Miserable ladrón", gritó "Te voy a volver al revés y te sacaré el beso." El gato no se volvió a dejar ver.

María se dedicó a cuidar los besos.

-¿Quién fuera un pájaro en ese árbol de besos? –decían los hombres.

-Ay –decían otros-. ¿Quién fuera el cielo de semejante enjambre de estrellas?

Un limosnero ciego inventó una canción. Al poco tiempo toda la gente cantaba la canción de los besos de María en todas partes. Furiosa, María buscó al limosnero y le hizo algunos reclamos. "Mis besos son mis besos", gritó María. ¿Quién le daba derecho a cantar sobre sus besos? 

-No se habla de otra cosa en la ciudad -dijo el limosnero-. Vas de boca en boca, María. 

La mujer precisó ciertas inexactitudes, y el limosnero aceptó modificar algunas estrofas. 

-Me tomé algunas libertades por el afán de cuadrar la rima –se disculpó-. Y me imaginé qué pasaría con el resto de los besos. 

María le arrojó una moneda y le aseguró que no pensaba perder un beso más.

Eso pensaba María. Los besos estaban inquietos, se le saltaban de la cara, se le escapaban en la oscuridad. María no quería quedarse sin besos, pero los besos como que buscaban dueño.

Un viento terrible le arrancó tres besos.

La lluvia le derritió otro.

De tres besos dependía la vida de María cuando se enamoró del negro Nicanor.

-Aléjate, llevas besos de otro -dijo el negro.

-Ay, Nicanor, son besos de María -dijo María.

-Se nota que son de otro.

-Prueba y verás que son míos -dijo María.

-¿Cuál vas a darme? 

-El que tú quieras -dijo María.

El negro pidió el beso de la frente. "Sabe a chocolate", dijo, relamiéndose. "Espérame el domingo en el parque de los girasoles." Y se fue volando.

María llegó temprano y se sentó a esperar.

El negro apareció pronto con un copito de nieve y una cometa de corazones. Fueron al monte de los suspiros a elevar la cometa. El beso que le quedaba en la nariz a María subió por la cuerda, llegó a la cometa y se extravió entre las nubes.

Al anochecer, el negro le pidió el último beso.

-María, dame el beso de tu boca.

María se lo dio con gusto y durmió feliz.

Entonces apareció el hombre que se había ido a la guerra. "Federico, te daba por muerto", gritó María, muerta del asombro. El hombre no reconoció a María sin sus besos. Se despidió casi de inmediato y compró el periódico para saber dónde había otra guerra. Allí murió con una bala en el corazón y el dulce nombre de María en la boca.