miércoles, 27 de mayo de 2020

Casa de citas / Lily King / Bankson ha vuelto

Jeffrey R Badger | Costa Rica | Night Sky over Jungle & Ocean, Uvita

Lily King
BANKSON HA VUELTO

Bankson ha vuelto hoy, así que hemos pasado dos días con él en un estado de salud decente. Le hemos llevado a las otras aldeas tam (o más bien nos ha llevado él en su barca, que surca las aguas a toda velocidad para asombro de todos los que pescan con el agua hasta las rodillas). En las aldeas hemos podido cubrir mucho terreno. Muchos le entienden cuando habla en kiona. Él intenta adoptar nuestros métodos etnográficos, pero no le salen de forma natural. Te imaginas las dificultades que tendría para pedir fuego en un pub. Pero es un teórico excelente con el que se puede hablar sin parar. Temas que sin duda provocarían tensiones con Fen, con B. se convierten en discusiones productivas. Fen se muestra más razonable cuando habla con él, y yo también. Bankson está de acuerdo con mi conclusión sobre dónde se concentra el poder —en las mujeres tam— y podemos tener conversaciones útiles los tres. B. se ha dado cuenta por sí solo de la naturaleza posesiva de F., así que no he tenido que decir una palabra, como anoche, cuando hablamos de los roles sexuales en Occidente y B. y yo nos entendimos perfectamente. Notaba que podíamos llevar nuestros planteamientos mucho más lejos, pero B. redirigió la conversación a los dobu de Fen en el momento justo. Gestiona cada situación como si le hubiera dado un mapa de bambú y conchas para situarse y ocupar exactamente el lugar que esperamos.
    Anoche nos sacó de casa para dar un paseo. La luna estaba casi llena y lo iluminaba todo con un brillo plateado. Las estrellas en los extremos del cielo giraban y caían a tal velocidad que incluso los insectos parecían esquirlas de meteorito cayéndonos encima desde lo alto. Había unas cuantas personas fuera y nos siguieron por el camino, pero cuando giramos para tomar un sendero hacia las colinas nos susurraron una advertencia y se volvieron atrás. A los kirakira no les daba miedo la noche, pero los anapa, los mumb y los tam desconfían mucho de los espíritus de la jungla, que te roban el alma a la mínima ocasión. Bankson recogió unas cuantas ramas podridas cubiertas de algo que llamó hiri, un hongo fluorescente que emitía una pálida luz con que iluminaba el terreno mientras ascendíamos. F. y B. se hicieron los gallitos y fuimos ascendiendo cada vez más hasta que encontramos un pequeño lago casi perfectamente redondo, con el reflejo de la luna justo en el centro. F. y B. se lanzaron al agua. Yo no quería mostrarle a Bankson que no sabía nadar (se asombraría y querría enseñarme allí mismo, y F. podría tomárselo a la vez como una crítica y como una amenaza), así que chapoteé un poco cerca de la orilla, contemplamos las estrellas, hablamos de la muerte, nombramos a todos nuestros muertos e intentamos hacer una canción con todos sus nombres.
    Bankson nos contó lo que había aprendido de los ataques de los kiona: que el vencedor, al final de la batalla, se ponía de pie en su canoa con la cabeza de su enemigo en la mano y decía: «Me voy con mis bellas danzas, con mis bellas ceremonias. Decid su nombre». Y los derrotados, en la playa, decían el nombre del muerto, y luego les gritaban a los vencedores mientras éstos partían: «Marchaos. Marchaos con vuestras bellas danzas, con vuestras bellas ceremonias». Bankson dijo que una vez intentó explicarles la guerra y los dieciocho millones de muertos a los teket, que no podían comprenderlo. Ni el número en sí mismo ni que pudiera morir tanta gente en un único conflicto. B. dijo que no habían llegado a encontrar el cuerpo entero de su hermano en Bélgica. Dijo que sin duda era más civilizado matar a un hombre cada pocos meses, levantar su cabeza para que todos la viesen, decir su nombre y regresar a casa para celebrarlo que masacrar a millones de personas anónimas. Estábamos en el agua, muy quietos, y en ese momento me habría gustado abrazarlo.
    Estamos los tres en una especie de danza. Pero el equilibrio es mayor cuando B. está con nosotros. El carácter exigente, rígido y decidido de Fen pesa mucho en un plato de la balanza, y la naturaleza más flexible y adaptable que tenemos Bankson y yo, en el otro, iguala las cosas. No puedo evitar pensar que puedo usar esta teoría incipiente en mi obra, que encontrar el equilibrio de la propia naturaleza puede ser importante, que quizá una cultura que prospera es una cultura que ha encontrado un equilibrio parecido a éste entre sus miembros. No lo sé. Estoy demasiado cansada para seguir pensando. Quizá sea que estamos ambos un poco enamorados de Andrew Bankson.



Lily King
Euforia, capítulo 14
Ediciones Malpaso, 2016

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