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viernes, 14 de febrero de 2020

Pär Lagerkvist / El campanario

Campanario
Oleo de Ramón Silva


Pär Lagerkvist
EL CAMPANARIO


Los trabajos del campanario han comenzado y hemos ido a ver hasta dónde han llegado. Se alzará por encima de la cúpula de la catedral y cuando en él suenen las campanas parecerá como que suenan en el cielo. Es una bella idea, como debe serlo toda idea que se respeta. Serán las más elevadas de todas las campanas de Italia. 
El príncipe se preocupa mucho por esa obra, lo que se explica. Ha examinado de nuevo los diseños en el lugar, y se ha entusiasmado con los bajorrelieves que representan las escenas de la Pasión y con los cuales se adornará la parte inferior del campanario. El trabajo no ha progresado mucho. 
Quizá no se termine nunca. Muchas de las otras construcciones proyectadas por mi señor no se terminaron jamás. Allí están, a medio hacer, bellas como las ruinas de algo concebido en grande. Pero las ruinas también son los monumentos recordatorios de quienes las edificaron y yo no he negado nunca que él sea un gran príncipe. Cuando va por las calles no tengo inconveniente alguno en caminar a su lado. Todos lo miran, nadie me ve. Es natural. Lo saludan con todo respeto, como se saluda a un ser superior, pero es porque son un vil rebaño de aduladores, no porque lo amen o respeten, como él se lo figura. Si me paseo solo por la ciudad me notan en seguida y las injurias me persiguen: "¡Ahí va! ¡Ése es su enano! ¡Si a él le das un puntapié, se lo das también a su señor!" No se atreven a hacerlo pero me arrojan ratas muertas y otras inmundicias que sacan de los cajones de basura. Cuando ya exasperado desenvaino mi espada se ríen de mí a carcajadas. "¡Qué poderoso señor tenemos!", gritan. No puedo defenderme porque no luchamos con las mismas armas. 
Me veo obligado a huir con las ropas manchadas. 
Un enano siempre sabe de todo mucho más que su señor.
Pär Lagerkvist
El enano
Barcelona, Círculo de Lectores, 1972, pp. 14-15

Casa de citas / Pär Lagerkvist / Mi madre

Ilustración de Tanino Liberatore


Pär Lagerkvist
MI MADRE


Así fui vendido por mi madre, que se apartó de mí horrorizada al ver qué ser había dado a luz, sin pensar que yo descendía de una raza muy antigua. Recibió por mí veinte escudos y con ellos compró tres medidas de género y un perro para sus ovejas.

Pär Lagerkvist
El enano
Barcelona, Círculo de Lectores, 1972, p. 13

Pär Lagerkvist / La princesa Teodora

Ilustración de Tanino Liberatore


Pär Lagerkvist
LA PRINCESA TEODORA


La felicidad de la princesa Teodora depende mucho de mí. Yo llevo su secreto en mi corazón, pero nunca se me ha escapado una palabra. No revelaría nada aunque me sentaran sobre el potro, o me condenaran a los horrores de la cámara de torturas. ¿Por qué? No sé. La odio, quisiera verla muerta, quisiera verla arder en los fuegos del infierno, con las piernas abiertas, y las llamas lamiéndole su vientre repugnante. Aborrezco la depravación de sus costumbres, las cartas lascivas que me hace llevar a sus amantes, sus palabras de amor que queman mi corazón. Pero no la traiciono. Y constantemente arriesgo mi vida por ella. 
Cuando me llama a sus departamentos privados y me confía en voz baja su mensaje, escondo la carta de amor en mi jubón, y todo mi cuerpo se estremece mientras la sangre me sube a la cabeza. Pero ella no advierte nada, ni siquiera se le ocurre pensar que estoy exponiendo mi vida. ¡La suya no, la mía! Ella sólo sonríe con esa sonrisa casi imperceptible y distraída que le es propia, y me deja partir con mi peligrosa misión. Para ella, la parte que yo tomo en su vida secreta no cuenta para nada. Pero confía en mí. 
Odio a sus amantes. Siempre he deseado arrojarme sobre ellos y hundirles mi puñal para ver correr su sangre. Odio particularmente a Don Ricardo, a quien conserva desde hace varios años, y de quien ni siquiera intenta desligarse. Lo detesto. 
A veces me hace venir a su cámara, antes de levantarse, y se muestra ante mí con toda su impudicia. Ya no es joven, los senos le cuelgan cuando está en el lecho jugando con sus joyas, sacándolas una a una del cofre que le presenta una doncella. No entiendo cómo puede haber quien se enamore de ella. No tiene nada que para un hombre pueda considerarse tentador. Sólo se ve que todo en ella ha sido hermoso alguna vez. Me consulta sobre las joyas que debe usar ese día. Le gusta hacerme esa pregunta. Las deja deslizarse entre sus finos dedos y se estira voluptuosamente bajo el pesado cubrecama de seda. Es una cortesana. Una cortesana en el lecho de un grande y magnífico príncipe. El amor llena toda su vida. Sonríe como en éxtasis al contacto de las joyas entre sus dedos. 
En semejantes ocasiones suele ponerse triste, o finge estarlo. Con un lánguido movimiento de la mano pasa un collar alrededor de su cuello, y, mirando cómo brillan los gruesos rubíes sobre su todavía hermoso pecho, me pregunta si me agradaría que se quedara con él. Alrededor de su lecho hay un olor que me produce náuseas. La aborrezco, y quisiera, verla arder en los fuegos del infierno. Le contesto que debe quedarse precisamente con ese collar y me dirige una mirada de agradecimiento como si, participando de su pena, le hubiera yo procurado un melancólico consuelo. 
Suele llamarme su único amigo. Una vez me preguntó si estaba enamorado de ella.

Pär Lagerkvist
El enano
Barcelona, Círculo de Lectores, 1972, pp. 7-9




jueves, 13 de febrero de 2020

Casa de citas / Pär Lagerkvist / El libro de la noche

El enano, lectura jugosa
Cuatrovientos, 2020
Fotografía de Triunfo Arciniegas


Pär Lagerkvist
EL LIBRO DE LA NOCHE

Yo también leo en el libro de la noche. (p. 12)

Un enano sabe de todo mucho más que su señor. (p. 15)

El amor es algo que muere. Y cuando muere se pudre, pero puede servir de humus para un nuevo amor. De modo que aquel amor ya muerto continúa viviendo una vida secreta en el nuevo amor, y así nos hallamos con el amor es inmortal. (p. 19)

Pär Lagerkvist
El enano
Barcelona, Círculo de Lectores, 1972