Lily King
UN IDILIO ENTRE LAS OLAS
Supuse que yo no me parecía en absoluto a Fen. Nell miró a su marido, que estaba sumido en un sueño profundo a su lado, con los labios fruncidos y la frente arrugada, como si le estuvieran dando de comer y él se negara.
—¿Cómo os conocisteis?
—En un barco. Después de mi primer viaje de trabajo.
—Un idilio entre las olas —constaté, aunque casi parecía una pregunta, como si tuviera dudas sobre si había sido demasiado precipitado, y enseguida añadí, sin mucho empeño—: Es lo mejor.
—Sí. Fue muy repentino. Yo regresaba de las Salomón. Había un grupo de turistas canadienses que estaban muy impresionados con el hecho de que hubiera estudiado a los nativos sin acompañante, y yo tenía un montón de historias que contarles. Fen se pasó unos días merodeando entre las sombras. Yo no sabía quién era (nadie lo sabía), pero era el único hombre de mi edad y no quería bailar conmigo. Y de pronto un día se me acercó en el desayuno y me preguntó qué había soñado aquella noche. Me contó que había estado estudiando los sueños de una tribu llamada dobu, y que se dirigía a Londres para dar clase. La verdad es que descubrir que aquel australiano robusto y moreno era antropólogo como yo fue una gran sorpresa. Ambos regresábamos de nuestro primer viaje de estudio sobre el terreno y teníamos mucho de lo que hablar. Se lo veía lleno de energía y de buen humor. Los dobu son todos hechiceros, así que Fen se dedicó a lanzar embrujos y maleficios a todo el mundo, nos escondíamos y observábamos a ver si funcionaban. Éramos como niños excitados al encontrar a un amigo entre todos aquellos adultos estirados. Y a Fen le encanta vivir con esa mentalidad de «nosotros contra el mundo» que al principio resulta muy atractiva. El resto de los pasajeros fueron desapareciendo. Nos pasamos el viaje hasta Marsella hablando y riendo. Dos meses y medio. Después de todo ese tiempo con una persona acabas convencido de que la conoces.
Tenía la mirada puesta en algún punto por encima de mi hombro izquierdo. No pareció darse cuenta de que había dejado de hablar. Me pregunté si se habría dormido con los ojos abiertos. Entonces retomó el discurso:
—Él se fue a Londres a dar clase durante un semestre. Yo me fui a Nueva York a escribir mi libro. Un año más tarde estábamos casados y volvimos aquí.
Lily King
Euforia
Ediciones Malpaso, 2016
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