Maj Sjöwall / Per Wahlöö
EL HOMBRE DEL BALCÓN
4
En fin —dijo Ahlberg—. Esto fue lo que ocurrió: por las noches hacía un poco de frío. El tipo tenía una de esas viejas estufas eléctricas… y la puso junto a la cama. Luego, dormido, se sacudió la manta, que cayó sobre el radiador y empezó a arder.
—Parece completamente plausible —prosiguió Ahlberg—. El informe forense nos ha llegado hoy. Intenté llamarte, pero y a te habías ido.
Estaban en el lugar del incendio, en Borenshult. Entre los árboles se vislumbraba el lago y la esclusa donde, tres años atrás, había aparecido el cadáver de una mujer. De la casa quemada apenas quedaban más que los cimientos y la chimenea. Sin embargo, los bomberos habían logrado salvar un pequeño cobertizo.
—Allí dentro hemos descubierto algún que otro objeto robado —dijo Ahlberg —. El viejo Larsson era perista. Pero tenía antecedentes, así que tampoco nos ha sorprendido mucho. Vamos a mandar una lista de las cosas.
Martin Beckvolvió a asentir. Al cabo de un rato dijo:
—Comprobé lo del hermano de Estocolmo. Murió esta primavera. De apoplejía. También perista.
—Quizá sea genético —comentó Ahlberg.
—Al hermano nunca le pillaron, pero Melander se acordaba de él.
—¡Ah, sí!, Melander —repitió Ahlberg—. El de la memoria de elefante. Ya no trabajáis juntos, ¿a que no?
—Sólo de vez en cuando. Ahora está en Kungsholmsgatan. Kollberg también, a partir de hoy. ¡Maldita sea, no paran de trasladarnos de un lado para otro!
Dieron la espalda al lugar del incendio y volvieron al coche en silencio. Un cuarto de hora más tarde, Ahlberg se detuvo delante de la comisaría, un edificio de ladrillo amarillento situado en la esquina de Prästgatan y Kungsgatan, cerca de la plaza mayor y de la estatua de Baltzar von Platen.
Miró de reojo a Martin Beck y dijo:
—Ya que estás aquí y encima tienes vacaciones, ¿por qué no te quedas unos días?
Martin Beckasintió.
—Podemos dar una vuelta con la lancha motora —añadió Ahlberg.
Por la noche cenaron una exquisita trucha del lago Vättern en el Stadshotellet. Además, se tomaron unas copas.
El sábado salieron con la lancha motora. El domingo también. El lunes Martin Beck la tomó prestada. El martes también. El miércoles se fue a Vadstena, a ver el castillo.
El hotel en el que se alojaba en Motala era moderno y cómodo. Estaba a gusto con Ahlberg. Leyó una novela de Kurt Salomonsson titulada El hombre de afuera. Se sentía bien.
Se lo merecía. Había sido un invierno duro y una primavera terrible. Todavía guardaba la esperanza de que el verano resultara tranquilo.
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