Woody Allen y Diane Keaton Annie Hall |
Woody Allen
ANNIE HALL
La primera escena que rodamos juntos, en el día uno de Dos extraños amantes (Annie Hall), fue la escena de la langosta. Diane Keaton, como siempre, estaba llena de brillo. Para aquel entonces Tony Roberts y yo nos habíamos hecho muy buenos amigos y los tres nos divertimos mucho haciendo la película. La terminé a tiempo con mucha confianza, lo cual sólo podía significar que estábamos en problemas. Terminamos el montaje rápidamente y cuando Marshall vio la película que había coescrito la encontró incoherente. El concepto central de que la historia fuera una suerte de “corriente de conciencia” no había funcionado y lo único que sí funcionaba era mi relación con Keaton. Armamos un nuevo montaje. Volví a filmar. Volvimos a editar. Volví a filmar. Teníamos media docena de finales diferentes y eventualmente elegimos el que puede verse en la película. Le pusimos de título “Anhedonia”, que es un síntoma psicológico en el cual uno no puede experimentar placer. A la gente de United Artists, que amaba la película, no le gustaba el título. Elegimos “Sweethearts”, aunque luego nos dimos cuenta de que no podíamos utilizarlo porque ya existía un film con ese título. Marshall sugirió, de manera sardónica, optar por “Doctor Shenanigans”. Me reí; United Artists entró en pánico, temiendo que fuera en serio. Jugamos con la posibilidad de “Alvy y Annie”, pero finalmente opté por Annie Hall, usando el nombre de nacimiento de Keaton. La película se estrenó y rápidamente se transformó en la favorita de todo el mundo. La gente estaba enamorada de ella. Como buen viejo cínico que soy, eso hizo que de inmediato comenzara a sospechar de su calidad. Fue nominada a varios premios Oscar. La noche de la ceremonia estaba tocando jazz en Nueva York. Recuerdo estar tocando “Jackass Blues”, una melodía que hizo famosa King Olivier. Usé ese gig como una excusa, pero no hubiera ido de todas maneras, aunque hubiera estado libre. No me gusta la idea de entregar premios a las cosas artísticas. No son creadas con el propósito de competir; están hechas para satisfacer una comezón artística y, en el mejor de los casos, entretener. No me interesan los pronunciamientos de un grupo respecto de cuál es la mejor película del año o el mejor libro o el jugador más valioso. (…) Esa noche de Oscars toqué el mejor blues que pude, me fui a casa a dormir y a la mañana siguiente, en la primera página del Times, leí que habíamos ganado cuatro premios, incluido el de Mejor Película. Mi reacción fue similar a cuando me enteré del asesinato de JFK. Pensé en ello por un minuto, terminé mi bol de Cheerios, fui hacia la máquina de escribir y me puse a trabajar.
Woody Allen
A propósito de nada
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