domingo, 31 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Escritores de café



Triunfo Arciniegas
ESCRITORES DE CAFÉ
31 de enero de 2021

En alguna reunión o en la calle, alguien soltó una frase brillante y Oscar Wilde la alabó de inmediato. "No tardará en ocurrírsete", comentó el amigo que lo acompañaba. Cuando García Márquez publicó "El ahogado más hermoso del mundo", Álvaro Cepeda Samudio le dijo: "Ese cuento es mío".

Seguramente Cepeda Samudio contó la anécdota del ahogado en una reunión, en una borrachera, donde fuera, y García Márquez la oyó en persona o la supo por alguien más, y empezó a darle vueltas en la cabeza. Seguramente la idea es de Cepeda Samudio, la semilla de la historia, pero la escritura, el tratamiento estético, el árbol con hojas, flores y frutos le pertenece a García Márquez. Las ideas vuelan pero hay que estirar la mano para atraparlas y, sobre todo, darles forma. Cepeda nunca escribió la historia. Tan desordenado como era, sin duda alguna montones de ideas se perdieron con su muerte. Un escritor de menor talla pudo tomar la idea y escribir un cuento que no valiera la pena. Así que es por García Márquez que hoy sabemos la historia del ahogado y leemos un cuento maravilloso, una obra maestra.

La idea de "El general en su laberinto", la obra sobre el último viaje de Simón Bolívar por el río Magdalena, era de Álvaro Mutis, quien nunca la escribió. En esta ocasión García Márquez fue caballeroso. Habló con su amigo del alma, le pidió permiso para escribir la novela y, por supuesto, se la dedicó. Como en Ciudad de México eran más o menos vecinos, me lo imagino yendo a la casa de Mutis con las mismas intenciones de un asaltante de bancos. "Fue un zarpazo certero después de un acecho de diez años", dice García Márquez en las páginas de los agradecimientos. 

El texto parece afirmar que la idea no es de quien la concibe sino de quien la publica. Como los inventos, que pertenece a quien primero los registra. Lo demás es cuestión de ética. No se puede demandar una idea. Se puede demandar un texto cuando existe otro publicado anteriormente, pero sería absurdo demandar a alguien por una idea que nos ronda y nunca hemos concretado.

Existe una divertida especie que podríamos llamar los escritores de café. O de cocteles. Los imagino arreglándose para salir a disfrutar del coctel y pastorear el ego. Allí hablan de sus proyectos de escritura y critican los libros que nunca han leído porque no tienen tiempo debido, entre otras cosas, a los cocteles. Vuelven a casa felices y ebrios mientras la vida pasa y sus ideas duermen en el limbo de los imposibles.

Los escritores de café se reúnen a menudo para hablar de sus grandes libros, de las historias que nunca escribirán. Vuelven famoso el sitio que frecuentan. El dueño les concede trato preferencial: son buenos clientes. Ríen, se divierten, poseen el don de la amistad y en la mesa todos son buenas personas. A veces uno habla mal de otro a sus espaldas o se olvida de pagar un préstamo o no devuelve un libro, pero son males menores, y la amistad sigue en pie. Seguramente sueltan ideas magníficas pero nunca tienen el tiempo para escribirlas. Deben acudir al café.

sábado, 30 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Sueños



Triunfo Arciniegas
SUEÑOS
29 de enero de 2021

Con tres sueños Tolstói arma un capítulo de la Sexta parte de Guerra y paz, tres sueños que seguramente el mismo escritor tuvo alguna vez y que decidió atribuír a Pierre. O Përt. O Pedro. Depende de la edición. Del tercer sueño no estoy seguro, pero los dos primeros retratan a Tolstói de pies a cabeza. Tormentos así fueron su pan de cada día. De la edición también dependen los detalles de los sueños, pues los traductores de Tolstói hacen lo que les da la gana. La Virgen de uno se convierte en apenas en una doncella en manos de otro, por ejemplo. Un caballo cambia de categoría según el traductor que se le atraviesa. O un oso desparece como por arte de magia. 

El primer sueño trata de unos perros que atacan a Pierre hasta que logra treparse a una valla, donde sus piernas cuelgan de un lado y el resto del cuerpo del otro, y entonces alguien le señala un sendero y un jardín con un hermoso edificio.  Los perros no son otra cosa que las pasiones, que le impiden alcanzan el templo de la virtud. 

El segundo sueño trata del sexo como deber conyugal. Un amigo le dice a Pierre que a la esposa no debe privársele de caricias. Pero no hay que olvidar que la esposa es Elen Kuragina, uno de los personajes más perversos de toda la novela y a quien precisamente no le faltan las caricias.

El tercer sueño sucede en Moscú. Pierre advierte que Osip Alekseevich ha sufrido una transformación. Va a su encuentro, lo abraza y le besa las manos. Los rusos son muy dados a estas manifestaciones. Al menos en su literatura. "¿No has notado que tengo otra cara?", pregunta el mismo Osip. Pierre, por su parte, restándole importancia al asunto, dice que si lo hubiera encontrado al azar lo habría reconocido. El amigo adquiere un aspecto cadavérico. Luego sucede una especie de resurrección y entran al despacho, donde observan un libro con ilustraciones de enamorados y una virgen con ropas transparente que ascendía al cielo y que Pierre considera una figura del Cantar de los Cantares. Siente que comete una mala acción al contemplarla pero no puede evitarlo. Pide ayuda a Dios, porque teme desfallecer: "Si me abandonáis totalmente sucumbiré por mi depravación". Y con estas palabras tan intensas concluye el capítulo. 

De alguna manera mi sueño de anoche tiene que ver con el capítulo de Tolstói. La pasión y la culpa van juntas en la concepción cristiana. La lujuria es pecado. La religión prepara a la gente de tal manera para la otra vida que termina desbaratando la breve dicha de la existencia. 

No quiero ahondar en mi propio sueño. Tal vez temo que aparezca una Elen en mi vida. Tal vez temo reconocer que la he tenido. La he tenido. Tal vez la lujuria ha sido el más grande de mis pecados.

Íbamos a casarnos, pero no estaba convencido. Miraba sus piernas, espléndidas y apetitosas, pero me preocupaba la duración del contrato. Nos casábamos para siempre. El asunto no se acabaría nunca. Sabía que no siempre estaríamos tan compenetrados como ahora. Aunque no necesitaba la respuesta, pregunté cuántas horas faltaban para el momento de la boda. "Tres horas", me dijeron, y entonces desperté y me dije, aliviado: "Menos mal que faltaban tres horas".


viernes, 29 de enero de 2021

Casa de citas / Gardner Botsford / Cómo se edita un texto

La Femme supérieure
Balzac

Gardner Botsford
CÓMO SE EDITA UN TEXTO

Para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. 


Cuanto menos competente sea el escritor, mayores serán sus protestas por la edición. La mejor edición, le parece, es la falta de edición.


Los buenos escritores se apoyan en los editores; no se les ocurriría publicar algo que nadie ha leído. Los malos escritores hablan del inviolable ritmo de su prosa.


Puedes identificar a un mal escritor antes de haber visto una palabra que haya escrito si utiliza la expresión «nosotros, los escritores». 


Al editar, la primera lectura de un manuscrito es la más importante. En la segunda lectura, los pasajes pantanosos que viste en la primera parecerán más firmes y menos tediosos, y en la cuarta o quinta lectura te parecerán perfectos. Eso es porque ahora estás en armonía con el escritor, no con el lector. Pero el lector, que solo leerá el texto una vez, lo juzgará tan pantanoso y aburrido como tú en la primera lectura. En resumen, si te parece que algo está mal en la primera lectura, está mal, y lo que se necesita es un cambio, no una segunda lectura.


Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. La buena edición ha salvado la mala escritura con más frecuencia de lo que la mala edición ha dañado la buena escritura. Eso se debe a que un mal editor no conservará su trabajo mucho tiempo, mientras que un mal escritor puede continuar para siempre, y lo hará. La buena escritura existe al margen de la ayuda de cualquier editor. Por eso un buen editor es un mecánico, o un artesano, mientras que un buen escritor es un artista.



jueves, 28 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / La montonera y la gramática

 



Manuscritos de Marcel Proust


Triunfo Arciniegas
LA MONTONERA Y LA GRAMÁTICA
28 de enero de 2021

Se regodean con un error gramatical como si fueran dueños y señores de la gramática. Apedrean felices porque así es la montonera. Porque apedrear es el pan de cada día en las redes. Qué fácil resulta repetir o parafrasear lo que dicen los otros. Qué cómodo encajar en la vorágine, en la experiencia colectiva, y hacer leña del árbol caído. Hasta pensarán que piensan.

Lean comentarios en Facebook o donde sea, revisen los letreros callejeros o los avisos parroquiales, repasen cartas o sus propias conversaciones en el celular, y encontrarán innumerables atropellos gramaticales y ortográficos, tantos como estrellas en una noche despejada. Imagino que aquellos que más se regodean son precisamente los que peor escriben. Y estoy hablando ante todo de la escritura, no de su razonamiento, donde el desempeño suele ser más miserable.

Lo que digo es que nadie está libre de culpa. Ninguno de nosotros. Digo que una carta de amor mal escrita todavía es una carta de amor. Entonces se agradece y festeja el sentimiento en vez de señalar la sintaxis retorcida o la pobreza semántica. Si alguien me acompaña en mi dolor, todas sus palabras son benditas. Paula Andrea Tamayo expresó mucho mejor la idea: "Sólo sé que todas las formas del querer son válidas en momentos tan aciagos".

Escribir o hablar bien es un asunto sumamente difícil. No creo que se llegue a dominar una lengua en su totalidad. Después de décadas de escritura y docenas de libros publicados, un escritor debe acudir a uno y otro diccionario, a uno y otro tratado de gramática, y aún tiene sus dudas. En las editoriales siempre hay correctores y las discusiones son inevitables. No hay un manuscrito absolutamente limpio. 

¿Entonces qué tan sabios son todos estos señores que apedrean aprovechando una equivocación ajena? ¿Han escrito libros? ¿Y qué tan buenos son? ¿Se han enfrentado alguna vez a esa fiera terrible que es el público? ¿Se consideran tan buenos oradores como para caer en gavilla sobre el otro? 

No se trata de política ni de defender a quien no merece defensa alguna sino de humanidad. ¿Me creo tanto o tengo tanta autoridad como para burlarme del otro? Los únicos que tal vez podrían hacerlo serían los viejos gramáticos, que han pasado su vida desentrañando la maravillosa complejidad de la lengua y ahora duermen en el polvo de las bibliotecas, sin alientos ni ganas de arrojar piedras, ajenos a las sandeces que nos ocupan.

Mi abuela hablaba de una manera rara y misteriosa, con términos y conjugaciones que hacían reír al niño que yo era entonces. Y esa manera murió con ella. Mucho tiempo después encontré expresiones suyas en Don Quijote de la Mancha. Ahora, cuando algo me han enseñado los años, qué daría por una tarde de conversación. Bebería sus palabras como el agua fresca de la tinaja.

Todavía decimos "a donde fueres haz lo que vieres", pero se trata de una conjugación desaparecida, un futuro en absoluto desuso, y lo digo para insistir en la complejidad de la lengua. ¿Qué tanto sabemos de la evolución del idioma? ¿Qué tanto sabemos de latín, madre de las lenguas romances? Nuestra lengua alguna vez no fue más que latín vulgar. ¿Qué quedó del dominio árabe en nuestra lengua? Preguntas para los viejos gramáticos. Entendemos algunas cosas y nos defendemos, es cierto, pero deberíamos comportarnos con más humildad.

Y otra cosa, la última. Cuando uno habla, y mucho más ante un público, está más expuesto a cometer errores. A veces ni se da cuenta que los está cometiendo. Además, el dolor o la euforia, las emociones intensas, nos desorden. A menudo pienso en el gramático que se ahogó porque no encontró la forma correcta de pedir auxilio. Le dio tantas vueltas a las frases que se le ocurrieron que se le hizo tarde. Si es difícil escribir con absoluta propiedad, con tantas herramientas a la mano, con el tiempo para elaborar una y otra versión, muchísimo más es hablar sin cometer errores. Lo que se dijo se dijo. No existe un borrador. Cuando uno habla es juzgado por la primera versión, aquella que el escritor nunca publica, la misma que arroja a la basura.

miércoles, 27 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Rodez y el arte de la desaparición

 

Bocaflor y Bariloche
Ilustración de Rodez



Triunfo Arciniegas
RODEZ Y EL ARTE DE LA DESAPARICIÓN
27 de enero de 2021

No ha muerto. Lo que pasa es que Rodez es difícil de encontrar. Tal vez lo están buscando como Edgar Tito Rodríguez Acevedo. ¿Y además para qué? Si no quiere dejarse ver, será por algo. Por decisión propia o lo que sea.

Perderse es y ha sido una habilidad de Rodez. Sucedió unos quince años, cuando ilustró como nadie uno de mis libros, "Bocaflor": no representó ninguno de los personajes. De nada sirvieron mis largos y minuciosos textos sobre esa negra gorda que traga flechas y ese pequeño viejo que enamora muchachas en un sillón volador. Rodez resolvió la materia narrativa a su antojo, sin permiso de nadie, y el resultado me sorprendió y me encantó.





La belleza de sus ilustraciones compensó la espera y la angustia. Cuando presenté el manuscrito de "Bocaflor" a los editores, les sugerí a Rodez como ilustrador y estuvieron de acuerdo. El hombre aceptó y, por supuesto, desapareció. Seis meses después los editores me llamaron para preguntarme por él. No les dije que no había nada que hacer sino que iba a ver qué podía hacer. No hice nada. La publicación del libro se retrasó. Rodez apareció otros seis meses después con las ilustraciones, se hizo el libro y nunca más lo llamaron. Se sabe que Rodez pierde oportunidades por esa persistente práctica del arte de la desaparición. "Es famoso por eso", me dijo Olga Cuellar.

Alguna vez me confesó que quería hacer su propia edición de "Caperucita Roja y otras historias perversas", pero le dije que no tenía los derechos. En algún momento los tuve y le pedí que aprovechara. No lo hizo, por desgracia, y firmé otro contrato. Me hubiera encantado ver esa edición.

Alekos cuenta en Facebook una anécdota: "A mediados de los años ochenta -no hace falta ser exactos-, fuimos con Ródez a un encuentro de gentes de la industria editorial, organizado por Andigraf en la ciudad de Medellín. Éramos los flamantes presidente y vicepresidente, de la primera asociación de ilustradores que se creaba en Colombia. Cuando nos acercamos a inscribir nos preguntaron el oficio y se nos hizo agua la boca para decir: ¡ilustradores! Hubo una sonrisita sardónica por parte de las chicas de la inscripción. Al día siguiente, ya con más confianza, nos preguntaron a bocajarro: ¿Qué es lo que ustedes son? ¿Ilustrabotas?"

En 2010 recorría las calles de Quito y de pronto, asombrado y feliz, reconocí el estilo de Rodez en una pared. Esas criaturas de seis ojos, largos picos y fantásticas plumas solamente vienen de un planeta. La contemplación fue un relámpago pero el instante se registró en el hotel de mi memoria no como un huésped ocasional sino como residente definitivo. Luego, en la Feria del Libro de Bogotá, le pregunté a Rodez si era suyo el trabajo y, muy emocionado, dijo que sí.
Pocos saben su verdadero nombre, y medio mundo lo reconoce como uno de los grandes ilustradores colombianos. Ha puesto su inconfundible sello en más de cincuenta libros para niños y adultos, en revistas y periódicos de América Latina y Europa. Es tanto su impulso y tan vertiginoso su ritmo que saltó de las páginas a las calles. Primero en Bogotá y luego en Argentina, Ecuador, Alemania, República Checa, España, en espacios públicos y privados. Para Rodez, el mundo es ancho pero no ajeno.

Este loco feliz con barba de chivo, con un pie en Colombia y otro en cualquier otro país o en cualquier dimensión, se define como un artista visual. Su creatividad es un animal hambriento. Del papel y los muros pasó a la ropa y los objetos de uso cotidiano. No le bastan los libros, no le bastan los muros. Ha ilustrado pieles. Es el colmo. Ha ilustrado mujeres. Qué arrogancia. Ha pintado niñas. La envidia me carcome.

¿Dónde andará metido ahora? Rodez me hace acordar de un bellísimo poema de Vallejo sobre los hermanos que juegan al escondite. 

"Ahora yo me escondo, 
como antes, 
todas estas oraciones 
vespertinas, y espero que tú no des conmigo. 
Por la sala, el zaguán, los corredores. 
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo."

Con estas líneas termina el poema: 

"Oye, hermano, no tardes 
en salir, ¿Bueno? Puede inquietarse mamá."


martes, 26 de enero de 2021

Armando Manzanero / Yo te propongo

https://www.youtube.com/watch?v=FGut5ugJ8TM

Armando Manzanero

https://www.youtube.com/watch?v=qL7b1MFAvjc

Roberto Carlos

Armando Manzanero
YO TE PROPONGO
Yo te propongo
que nos amemos, 
nos entreguemos, 
en el momento 
que el tiempo afuera 
no corra más. 

Yo te propongo 
darte mi cuerpo 
después de amar 
y mucho abrigo.
Y más que todo,
después de todo, 
brindarte a ti mi paz. 

Yo te propongo 
de madrugada 
si estás cansada
darte mis brazos, 
y en un abrazo 
hacerte a ti dormir. 

Yo te propongo 
no hablar de nada,
seguir muy juntos 
la misma senda 
y continuar 
después de amar 
al amanecer. 

Casa de citas / Armando Manzanero / La herencia

Armando Manzanero

María Elena Manzanero
LA HERENCIA

No hay nada que repartir, mi papi nos repartió todo en vida. Nos íbamos de vacaciones y la gente le preguntaba "¿Qué hace por aquí, maestro?", y él bromeaba y les respondía: "Gastándonos una herencia".


Triunfo Arciniegas / Manzanero




lunes, 25 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Una mañana kafkiana

 

Ilustración de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
UNA MAÑANA KAFKIANA
23 de enero de 2021

Voy a la oficina de Movistar porque ayer me robaron el celular en Cuatro Esquinas y me interesa mantener el número. Necesito conseguir una nueva simcard y otro aparato. Necesito acordarme de un montón de claves para recuperar mis asuntos. Presento la cédula pero no es suficiente: exigen las huellas dactilares. El lector óptico no consigue leerlas. No es mi culpa: cumplo con traer las huellas. Las de siempre. No me gusta improvisar en este campo. Me chorrean alcohol en los dedos una y otra vez y me pregunto si no será mejor beberlo: me pondré oscuro pero tal vez las huellas se aclaren. Me lamo el dedo de turno sin ningún propósito erótico, me lo restriego en la camisa y el cabello, con el afán de quien requiere aliviar la vejiga y no encuentra las llaves de la casa, y nada. Me mandan al baño a lavarme las manos. "No es cuestión de mugre", digo. Tengo el hábito indígena de bañarme todos los días. “De paso, hace chichí.” No lo dijeron, pero oí una vocecita.

Aparto un trapero y un balde para alcanzar la llave y, como cualquier político, como una lady Macbeth que no acaba de despertar, me lavo las manos. Que se vayan las culpas o que se noten menos que las huellas. El agua sucia del balde me da mala espina. Pienso en los ríos de la patria pero no consigo redondear la frase. ¿Habrán llorado ahí otros usuarios de Movistar con problemas peores que el mío? O ocaso más culpables. Me siento como en un sueño, un cristal me separa de las cosas. Tal vez sólo sea mala suerte: la novia me deja, pierdo al mismo tiempo el celular y las huellas, no he podido escribir en forma, sólo hace falta que me muerda un perro. Un baño de flores me caería bien. Sacudo las manos como peluquero en aprietos porque no hay aire ni papel, vuelvo y lo mismo: el lector no me lee. 

Se me ocurre decirles que a mí me leen mucho pero temo que no lo entiendan. "Voy a dedicarme a asaltar bancos", digo, aunque en el fondo me aflige pasar sin dejar huella. Me fusilan con las preguntas del computador sobre números telefónicos y cuentas bancarias, y resulta que repruebo. Caigo, herido de muerte, me desangro, estoy a punto de viajar al paraíso y nadie sabrá nunca cómo me fue porque no tendré a la mano un celular para comunicarme. Ni siquiera podré enviar una foto. ¿Qué gracia tiene viajar entonces? Acá no saben que la gente de antes visitaba otros países por el placer de enviar una postal a la familia. ¿Cómo explicarles que a veces necesito un año para memorizar un número? ¿Cómo hacerles ver que, si el presente me resulta confuso, el pasado es una telaraña? No ven que cada día veo menos. 

Total, ese computador (le dicen sistema) sabe más que yo de mi propia vida, qué manera que restregarle a uno la ignorancia y en estos miserables tiempos de coronavirus, putas y ladrones, cuando uno anda tan sensible y más desorientado que virgen en orgía, cuidando con extremo recelo lo poco o mucho que tiene y aun así se deja robar un celular que para nada le estorbaba y con el cual mantenía el cariño limpio y puro de los boleros, más profundo o al menos más constante que el de algunas novias. Me veo en aprietos para demostrar que soy yo. Parece que estuviera razonando con policías, que sólo piensan, dicen y hacen lo que les enseñaron: lucen uniformes y la misma cara de palo. Como los policías, ni más ni menos, pero sin bolillo. Ando en modo budista y no me quiero desbordar al territorio de los insultos. Llamarían a los aguacates como me sucedió en la fila del supermercado en los primeros días de la pandemia y seríamos uno contra todos y todos contra uno, este bebedor de relámpagos contra el mundo. "Soy yo, ahí está la cédula", digo, sin levitar, y me contestan con la misma cara de palo que cualquiera puede presentarse con mi cédula. Al carajo con la cédula entonces. Derogada con una sola frase. Pero que miren la foto mientras la cosa se hace oficial en el País del Desangrado Corazón, ese señor se parece a mí, digo apartando el tapabocas, puedo firmar muy parecido si quieren. ¿La cara del santo no hace el milagro? ¿Y qué pasó con el sagrado principio de darle la razón al cliente? Qué más puedo decir. Soy yo. Encontré mi epitafio: Soy yo. Si estoy aquí, en carne y hueso, cómo demonios unas preguntas de seguridad pueden deducir que yo no soy yo. Soy el hijo de mi madre. No lo digo porque en este templo sin dioses han perdido la fe y, además, si se ponen exigentes, me queda difícil traerles a mi santa madre desde el más allá. Tan imbéciles. Tengo el budista a punto de mentarles la madre. Las preguntas de seguridad se justifican en un trámite a distancia, por teléfono, para verificar la identidad de la voz.

Perdí un iPhone de tres millones, es decir, tres putos salarios mínimos, tres meses de pegar ladrillo bajo el sol y la lluvia o más de noventa días de madrugar con la mujer a hacer empanadas para repartirlas por la ciudad hasta las seis de la tarde, perdí miles de fotos, audios, contactos, preciosas conversaciones, quedé desconectado de medio mundo como bien sabe cualquiera que pasa por este trance, y ahora estoy perdiendo el tiempo. Y la identidad. Les confieso que me están haciendo dudar y que cuando salga de ahí no sabré para dónde coger porque ya no soy quien solía ser. 

Estoy sudando, cansado, exasperado. Me duele la espalda. Entonces, más iluminado que el árbol de Navidad, digo que si no me van a vender la simcard que cancelen mi plan, y me voy con la competencia, a la vuelta de la esquina. Como por arte de magia, vamos a una máquina, pago seis mil pesos, el mismo precio de tres refrescos, y me dan la pinche simcard.


domingo, 24 de enero de 2021

Casa de citas / Kelly Link / Sobre las historias

Kelly Link

Kelly Link
SORE LAS HISTORIAS


En una historia, algo le pasa a alguien. O alguien hace algo. Ese algo puede ser "real" o puede ser "irreal". Puede ser ambos al mismo tiempo, que es mi preferencia.


  Triunfo Arciniegas / Tres disparatadas historias de Kelly Link



Casa de citas / Kelly Link / Poética

 

Kelly Link


Kelly Link
POÉTICA

Lo irreal requiere lo real, aunque lo real no requiere lo irreal.

 

 Triunfo Arciniegas / Tres disparatadas historias de Kelly Link



 

Kelly Link / Casa de citas / Una parte de ti

Kelly Link
UNA PARTE DE TI

Una parte de ti siempre viaja más rápido, delante de ti. Incluso cuando te estás moviendo, nunca es lo suficientemente rápido para satisfacer esa parte de ti.

Kelly Link
Las cosas más extrañas pasan




sábado, 23 de enero de 2021

Casa de citas / Kelly Link / Todo depende

 

Kelly Link

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TODO DEPENDE


No puedes fiarte de las apariencias. Si esta historia tiene o no final feliz, depende por supuesto de quien la lea. De si eres un lobo o una chica. Una chica, un monstruo o ambos. En un cuento no todos consiguen el final feliz. No todos los que leen un cuento piensan lo mismo del final, y si vuelves al principio y lo lees de nuevo, quizá descubras que no se trata de la misma historia que creías haber leído. Las historias cambian de forma.

Kelly Link
Magia para lectores




Casa de citas / Kelly Link / Dragones

 



Kelly Link
DRAGONES


Los dragones comen todo lo que les da curiosidad.

Kelly Link
Monstruos preciosos






Casa de citas / Kelly Link / Grace Paley

 


Kelly Link

GRACE PALEY

Amaría las historias de Paley solo por sus primeras frases: "Había una vez dos maridos decepcionados por los huevos". Estas son las historias más verdaderas, divertidas y testarudas que conozco sobre familias y matrimonios, amor y clase.

Kelly Link / Books that changed me


viernes, 22 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Tres disparatadas historias de Kelly Link

Kelly Link

Triunfo Arciniegas
TRES DISPARATADAS HISTORIAS DE KELLY LINK
22 de enero de 2021

En el cuento de la escritora norteamericana Kelly Link, "The Girl Who Did Not Know Fear", una mujer varada en el aeropuerto de Detroit durante cuatro días trata de volver a su hogar en Massachusetts, donde la esperan su esposa y su hija. Así comienza, dando al lector la síntesis perfecta de la trama: "A few years ago, I was on my way home to Massachusetts when bad weather stranded me in the Detroit airport for four days". Link describe la desesperación de los días en el aeropuerto y el hastío de las noches en la piscina del hotel y al final el vuelo de regreso cuyo retraso ya parecía la historia de la eternidad. Nunca había leído una historia así. Todos los personajes son mujeres, y todas, lesbianas. Sin explicación alguna, los hombres han desaparecido. La muchacha del título es la protagonista de la historia que una mujer cuenta a las demás pasajeras del vuelo a Detroit, una versión (o perversión) del famoso cuento de hadas del muchacho que no le temía a nada. Kelly Link retuerce los antiguos cuentos de Perrault y los hermanos Grimm. En "Catskin" ("Piel de gato") funde "Hansel y Gretel" con "Piel de asno", y ese retorcimiento resulta más acentuado en "Travels with the Snow Queen" ("Viajes con la Reina de las Nieves"), donde las princesas definitivamente ya no son lo que eran. La desbordada imaginación de Link sumerge al lector en el territorio de los sueños o al menos en un país cuyos límites se desvanecen. Un párrafo de "Piel de gato" como prueba, un fragmento de la conversación de un disparatado personaje con un gato.

"Verás, no todo el mundo puede dar a luz su propia casa, sino que en general la mayoría de personas dan a luz a sus hijos. Y cuando tienes hijos necesitas una casa en la que meterlos. Así que, hijos y casas: la mayoría de las personas paren lo primero y se construyen lo segundo, es decir, las casas. Hace mucho, mucho tiempo, cuando un hombre y una mujer iban a construir una, primero hacían un agujero en el suelo y dentro erigían una pequeña habitación, una casa diminuta de madera de un solo espacio. Entonces robaban o compraban un niño para meterlo en la casita del agujero, para que viviera allí. Después, encima, edificaban su propia casa."

 "The Girl Who Did Not Know Fear", "Catskin" y "Travels with the Snow Queen" fueron publicados hoy mismo en DRAGON. Por favor, pulse los respectivos enlaces para leer las traducciones al español de los dos últimos, "Piel de gato" y "Viajes con la Reina de las Nieves". Ambos cuentos hacen parte de Magic for Beginners, traducido al español, desafortunadamente, como Magia para lectores. Seix Barral publicó A mí no me engañas (Get in Trouble) en 2015. Otros libros de Kelly Link se consiguen en español: Monstruos preciosos, Las cosas más extrañas pasan, El divorcio de la gata blanca y Gigamesh 37

Profesora de escritura creativa en prestigiosa universidades de Estados Unidos, Kelly Link ha ganado un Premio Hugo y tres premios Nebula y ha sido finalista del Pulitzer. Jonathan Lethem la considera "la mejor, la más extraña y divertida escritora de relatos sobre la faz de la tierra", y Michael Chabon, "la voz más oscuramente lúcida de la ficción estadounidense". No son los únicos. Para Neil Gaiman "es única y debería ser declarada tesoro nacional" y, para Alice Sebold, "la mejor escritora de su generación".

Kelly Link dirige con su marido la editorial Small Beer Press.

jueves, 21 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Pedazos

 



Triunfo Arciniegas
PEDAZOS
21 de enero de 2021

Abre los ojos y espera que los pedazos se reúnan, se junten, se adhieran con fuerza suficiente para soportar la vigilia. Las mujeres se desvanecen con el rumor del agua, el tibio abrazo se aleja y las palabras felices se confunden en enjambres de abejas. Amanece. Es el mismo país de la amargura y las heridas abiertas, las mismas manchas en la pared y los libros desparramados en el otro lado de la cama. Se levanta y algunos pedazos rezagados le dan alcance. Al fin, casi completo, se dispone a sobrevivir otro de sus miserables días.

miércoles, 20 de enero de 2021

Borrachos con tapabocas

 



Triunfo Arciniegas
BORRACHOS CON TAPABOCAS
20 de enero de 2021

En realidad, se puso de moda la expresión “medidas de bioseguridad”, y todo el mundo hace lo que se le da la gana. En las filas de los bancos se establece la distancia de dos metros pero en los aviones los pasajeros van uno al lado del otro, compartiendo por igual el aire y el destino.

La gente no se aguanta las ganas de sacar a relucir su propia estupidez, como si se tratara de un objeto precioso que los demás se mueren por ver. En plena pandemia, con semejante cantidad de muertos, alguien anuncia que con su novia le dará la vuelta al país en motocicleta y, para que no haya dudas, tan vanidoso como imbécil, enseña el mapa con el recorrido. Este tipo se creyó la frase de un comercial reciente: “Las carreteras están esperando que las recorras”. Ya nada debe extrañarnos si nos llegan noticias de conciertos y orgías.

Otra cosa es la pandemia de ciclistas. Gente que nunca había salido a correr se compró una bicicleta. Las carreteras solitarias de antes ahora parecen hormigueros. ¿Por qué lo hacen? Si es por vivir más años diría que están en realidad reduciéndolos a meses o tal vez días. ¿O se trata de bienestar? A la gente no le basta con estar bien: necesita estar mejor. Mata por esa cosa extra. Sacrifica su vida por ese añadido. ¿Qué hay de insoportable en quedarse en casa unos cuantos meses dedicándonos a otros placeres? Nadie puede alegar que sale a trotar o montar en bicicleta a ganarse la vida porque, en las actuales circunstancias, en realidad sale a "correr" riesgos. Como en una película de dibujos animados, pedalean como locos hacia el abismo.

¿Pero puede haber algo más estúpido que ese otro comercial sobre gente que, en plena pandemia, se reúne en un bar a beber cerveza con tapabocas? ¿A qué publicista se le ocurrió la idea?  Un comercial es una labor colectiva. ¿Por qué nadie en el proceso pensó que era una idea estúpida? Uno se pregunta si se la gente se emborracha así, usando el tapabocas de colador. Por supuesto que no. ¿Una vez borrachos, a la hora de los abrazos o las peleas, todavía se acordarán del tapabocas? Al día siguiente no recordarán ni siquiera dónde estuvieron. Tan miserable es el comercial como la gente que se lo cree y lo lleva cabo. Por imbéciles así, después de todas esas fiestas y reuniones, estamos como estamos.


martes, 19 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Los cien años de Patricia Highsmith

 

Patricia Highsmith
Ilustración de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
LOS CIEN AÑOS DE PATRICIA HIGHSMITH
19 de enero de 2021


Historias misóginas es uno de los cinco o diez libros que me llevaría a una isla desierta. Historias terribles, despiadadas, que vuelvo a leer una y otra vez con absoluto regocijo. Así como "La heroina", "La tortuga", "El observador de caracoles" y otros cuentos. Muchísimos. Porque Patricia Highsmith es una magnífica cuentista. Nos dejó uno de los personajes más completos e intrigantes de la literatura, Ripley, protagonista de cinco de sus novelas. Nos dejó Carol, preciosa novela sobre el amor entre mujeres, y Suspense, una recopilación de textos sobre los secretos de la escritura, entre otras maravillas. Graham Green dice, y la definición es simplemente perfecta, que Highsmith escribía sobre los seres humanos como lo haría una araña sobre las moscas. Los lectores de Highsmith nos mantenemos en constante peligro. No sabemos cuál puerta se abrirá ni qué monstruo surgirá ante nosotros. No sabemos si en realidad hay o no un monstruo, no sabemos si la puerta se abrirá o no, pero la tensión resulta intolerable.

Era una persona horrible, hosca, que prefería los caracoles a los seres humanos, racista y misógina. Es cierto, lesbiana y misógina a la vez. Pero, sin duda alguna, una maravillosa escritora. Una gran escritora. De muchacha fue bella, pero los años pronto la maltrataron, como a todos.

No es mi problema la manera cómo vivió, no exijo santidad a los autores, no estoy interesado en leer a la Madre Teresa y me aburren los santos. Por otra, quien se considere libre de culpa que arroje la primera piedra.

Hoy cumpliría cien años. Sus primeros cien. Murió en 1995. Pero su obra no. Por supuesto que no.










lunes, 18 de enero de 2021

Triunfo Arciniegas / Diario / Manzanero




Triunfo Arciniegas
MANZANERO
17 de enero de 2021

El 7 de diciembre de 2020, el maestro Armando Manzanero viajó de Mérida a Oaxaca a celebrar su cumpleaños en el restaurante La Capilla de Zaachila, donde se contagió de coronavirus. Lo mismo les sucedió a sus hijos Diego, Armando y Mainca. En una de las fotos del festejo se ve al maestro entre la gente con el tapabocas de corbatín. Su última esposa ni siquiera lo lleva en el cuello o colgado de una oreja. Juan Pablo Manzanero, que no asistió a la fiesta, menciona con tristeza la foto que su padre se tomó con una treintena de personas sin tapabocas. El 7 de diciembre el maestro inauguró en Yucatán la Casa Manzanero, el 14 cayó enfermo y falleció dos semanas después.

En un mundo dominado por la devastadora fuerza del rock y luego, en estos tiempos, por una monotonía de ruidos que algunos consideran música, con frases obscenas, prosaicas y ridículas, mal escritas y peor pronunciadas, Manzanero se distinguió con melodías suaves y lentas como la luz al final de la tarde, y letras limpias, precisas e inspiradas, que envidiaría cualquier poeta, hazaña nada fácil en un México lindo y querido que ha forjado con la música popular la educación sentimental del continente entero y cuyos compositores mantienen su vigencia: Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel, Joan Sebastian. "Dormir contigo es el camino más directo al paraíso" y "Es sólo el corazón que desayuna, come y cena de tu amor" son dos líneas suyas.


Armando Manzanero



No poseía una gran voz. "Me considero un cantante frustrado", dijo. Ni pinta ni voz. Bromeaba que le hubiese gustado ser Luis Miguel, con quien mantuvo una difícil relación. Lo admiraba demasiado como cantante pero poco como persona. “Es más fácil que un elefante logre pasar por el ojo de una aguja a que Luis Miguel haga algo por el prójimo”, dijo Manzanero. El Sol de México, dándole la razón, ni siquiera se manifestó tras la muerte del maestro.

Poseía poesía y formación musical y, por lo tanto, como compositor era otro cuento. Sus canciones suenan mejor en otras voces, es cierto, pero es por su armazón tan perfecta, por el exquisito maridaje de letra y melodía, que resultan perdurables. “Para mí componer es como respirar”, dijo en una entrevista de 2017. “Si tengo una canción que hace falta la compongo, y si no, la guardo. Le voy a decir que como algunos entran a tomarse un trago o se meten a la computadora, yo me siento en mi piano.” Así, noche tras noche, día tras día, compuso más de cuatrocientas canciones. Juan Pablo Manzanero precisa que hay 450 registradas y entre ciento cincuenta y doscientas inéditas. Unas cincuenta fueron éxitos internacionales. Se trata del trabajo de toda la vida, desde los años cincuenta, intenso, constante y bien remunerado. La fortuna de Armando Manzanero se calcula en 45 millones de dólares.

Aparte de su innegable talento, de sus inmortales boleros, que agregaron felicidad a nuestras vidas, Manzanero era un caballero, todo un señor, agradecido, amable y generoso, y por supuesto, una persona muy querida. “En el arte, nadie es más amado que los músicos”, dijo Fran Lebowitz. Manzanero se paseó por la vida sin la arrogancia de los genios. Él mismo cuenta que cuando preguntaba cuánto le faltaba para el metro, la gente hacía una seña con el pulgar  y el índice antes de responderle: "Un tantito así".

Nunca perdió el acento. De niño hablaba maya y luego lo olvidó. Pero siempre mantuvo esa manera de hablar lenta y reposada tan propia de su gente. "Los yucatecos somos mal hablados", dijo más de una vez, pero no lo demostraba. Sabía que hay lugares para maldecir, y que maldecir resulta inevitable. Disciplinado, estricto, puntual, amante de la buena comida, la armonía y la belleza. Si viajaba, por ejemplo, le encargaba a alguien el cuidado de las plantas. Era un enamorado. "Siempre que me he enamorado me he casado", confesó alguna vez. Se enamoró cinco veces entonces. Sus mujeres fueron blancas, altas, hermosas, como si la una fuera el retrato de la otra. "Lo único mejor que una mujer son dos", dijo. 

Amarrados
Armando Manzanero y Susana Zabaleta

No creo que el maestro haya sido exacto en cuanto al asunto del enamoramiento y los matrimonios. En la cuenta oficial no entra la bellísima Susana Zabaleta. Brotaban chispas en Amarrados, el espectáculo que montaron juntos y, diez años después, la pandemia echó a perder la gira que se llamaría Contigo aprendí. "Me quedé con las ganas", dijo Susana. Y en cámara, junto a Manzanero, precisó: "Yo aprendí mi vida con este señor". Si fue real, si fue platónico, poco importa en las páginas de la eternidad: se amaron.

La gente abrazaba a Manzanero en la calle y él, feliz como un niño, y no solo por su breve estatura, posaba para cuanta foto le pidieran, hasta que su mujer, alta y enorme a su lado, se lo llevaba de la mano. Así vivía, en su Mérida natal.

Así llegaron los ochenta y cinco, y el maestro no resistió la tentación del festejo. En México todo se hace en grande, todos van a todas partes. “Vivimos amontonados, es que somos tantos”, me dijo alguna vez la princesa de Copilco Elia Crotte. No conozco gente más generosa y más hospitalaria que los mexicanos. Su mesa es de una exuberancia embriagadora. Abren su corazón y su casa sin restricciones, “mi casa suya de usted”, convirtiendo a los extraños en parte de la familia.

"Oye, pa, no andes saliendo", le dijo Juan Pablo al maestro. Y menos con diabetes y el riñón "jodido". Pero el destino estaba escrito. “Si no salgo, me muero”, dijo Manzanero.

domingo, 17 de enero de 2021

Tolstói / Guerra y paz / Si me abandonas totalmente

 

Marc Chagall

León Tolstói

SI ME ABANDONAS TOTALMENTE

Traducción de Lydia Kúper


Sexta parte

IX

9 de diciembre
    He tenido un sueño del que desperté con el corazón palpitante. Soñé que estaba en el diván de mi casa de Moscú; Osip Alexéievich salía de la sala. Comprendí inmediatamente que el gran proceso de renovación se había operado ya en él y corrí a su encuentro. Lo abracé, le besé las manos y él me dijo: “¿Has observado que tengo otra cara?”. Yo lo miré sin dejar de abrazarlo; su rostro era el de un joven, pero no tenía cabellos y sus rasgos eran muy distintos. Le dije: “Lo habría reconocido aunque lo hubiese encontrado por casualidad”. Y al decir esas palabras, pensé: “¿He dicho la verdad?”. De pronto me pareció que yacía como un cadáver. Después, poco a poco, volvió a la vida y entró conmigo en el despacho grande; tenía un libro voluminoso, como un códice alejandrino; le dije: “Lo he escrito yo”, y él hizo con la cabeza una señal afirmativa. Abrí el libro; cada página estaba ilustrada con bellísimos dibujos que representaban las amorosas aventuras del alma con su amante; también vi la figura de una hermosa doncella, de ropa y cuerpo transparentes, que subía al cielo. Me pareció saber que la doncella era una representación del Cantar de los Cantares. Pensé que no obraba bien, contemplando los dibujos, pero no podía apartar mis ojos de ellos. ¡Dios mío, ayúdame! Si es esto lo que quieres, que se cumpla tu voluntad; pero si yo mismo soy el causante, enséñame lo que debo hacer. Si me abandonas totalmente sucumbiré por mi depravación.

León Tolstói
Guerra y paz, sexta parte

sábado, 16 de enero de 2021

Tolstói / Guerra y paz / Retrato de un matrimonio


León Tolstói

RETRATO DE UN MATRIMONIO 

Traducción de Lydia Kúper


Sexta parte

IX


    Entonces, como siempre, la alta sociedad que se reunía en la Corte y en los grandes bailes estaba dividida en varios grupos, cada uno de los cuales presentaba un matiz especial. De todos, el más numeroso era el francés, favorable a la alianza con Napoleón, del conde Rumiántsev y de Caulaincourt. Desde su regreso a San Petersburgo y su vida en común con Pierre, Elena ocupaba una de las más destacadas posiciones en ese grupo. Frecuentaban sus salones los miembros de la embajada francesa y buen número de personas de las mismas tendencias, conocidas por su inteligencia y amabilidad.
    Elena estuvo en Erfurt, durante la famosa entrevista de los Emperadores, donde se relacionó con todos los personajes napoleónicos de Europa. Su éxito en Erfurt había sido brillantísimo. El mismo Napoleón, que la había visto en el teatro, preguntó por ella y alabó su belleza. Su éxito como mujer hermosa y elegante no asombró a Pierre, ya que, con los años, Elena embelleció aún más; lo que sí lo dejó perplejo es que en esos dos años hubiera ganado la reputación “d'une femme charmante, aussi spirituelle que belle”. El famoso príncipe Ligne le escribía cartas de ocho páginas; Bilibin guardaba sus mots para ofrecer las primicias a la condesa Bezújov. Ser admitido en los salones de la condesa equivalía a certificado de inteligencia. Los jóvenes, antes de ir a una velada de Elena, procuraban leer algún libro para tener tema de conversación en sus salones y los secretarios de embajada y los mismos embajadores le confiaban secretos diplomáticos, por lo cual Elena era, en cierto modo, una potencia. Pierre, que conocía su estupidez, asistía a veces a sus fiestas y comidas, donde se hablaba de política, de poesía y de filosofía, con un extraño sentimiento de perplejidad y miedo. En aquellas veladas experimentaba un sentimiento parecido al de un ilusionista que teme a cada instante que su engaño quede al descubierto. Pero, ya fuese que para dirigir un salón así era precisa la estupidez, o porque los propios engañados sintieran un verdadero placer en el engaño, la falsedad no se revelaba nunca y la reputación
d’une femme charmante, aussi spirituelle que belleconquistada por Elena Vasílievna Bezújov, era tan sólida, que podía decir las cosas más triviales y absurdas sin que nadie dejara de entusiasmarse con sus palabras ni de buscar en ellas un sentido profundo y recóndito que ni ella misma sospechaba.
    Pierre era precisamente el marido adecuado para una brillante mujer de mundo como Elena. Era un hombre extravagante y distraído, un marido grand seigneur que a nadie estorbaba y que lejos de empañar la impresión general sobre el alto nivel intelectual de la velada, en contraste con la discreción y elegancia de su mujer, contribuía a darle mayor realce. Durante aquellos dos años, gracias a su incesante preocupación por temas abstractos y a su sincero desprecio por todo lo demás, había adoptado, en medio de la sociedad que no le interesaba y rodeaba a su mujer, el tono indiferente, negligente y bonachón en su trato con todos que no se adquiere de manera artificial y por ello inspira un involuntario respeto. Entraba en el salón de su mujer como en un teatro; conocía a todos, se alegraba por igual al verlos y sentía la misma indiferencia hacia todos. A veces se mezclaba en una conversación que le interesaba y entonces, sin preocuparse de si los señores de la Embajada estaban presentes o no, expresaba opiniones con frecuencia contrarias al tono del instante político. Pero la opinión general sobre el extravagante marido de la femme la plus distinguée de Pétersbourg  era tan firme, que nadie tomaba en serio sus ocurrencias.
    Entre los numerosos jóvenes que frecuentaban diariamente la casa de Elena estaba Borís Drubetskói. Había progresado ostensiblemente en su carrera y a la vuelta de Elena de Erfurt pasó a ser un íntimo de la casa. Elena lo llamaba mon page (mi paje) y lo trataba como a un niño. Le sonreía como a los demás, pero esa sonrisa resultaba a veces desagradable a Pierre. Drubetskói mostraba hacia Pierre un especial respeto, digno y melancólico, respeto que lo inquietaba. Pierre había sufrido tanto hacía tres años a causa de la ofensa que le había infligido su mujer que ahora evitaba cualquier posibilidad de otra ofensa semejante, ante todo porque él no era el marido, y después porque no se permitía sospechar de ella.
    “No, ahora que se ha convertido en un intelectual, habrá renunciado a las aventuras de otros tiempos —se decía—. No hay ni un ejemplo de mujeres de esta especie que se dejen llevar por las pasiones”, y se repetía esta regla cuya procedencia ni él mismo conocía pero que consideraba indudable. Sin embargo, era extraño que la presencia de Borís en el salón de su mujer (y estaba casi siempre) actuara físicamente sobre Pierre; parecía agarrotar todos sus miembros, poniendo fin a su espontaneidad y libertad de movimientos.
    “Es rara esta antipatía —pensaba Pierre—. Antes llegaba a serme muy agradable.”
    A los ojos del mundo, Pierre era un gran señor, marido un tanto ciego y cómico de una mujer célebre, un hombre original e inteligente que no hacía nada ni dañaba a nadie: una excelente persona. Durante aquel tiempo, en el alma de Pierre iba desarrollándose un complejo y difícil trabajo interior que le revelaba muchas cosas y le deparaba numerosas dudas y alegrías espirituales.


León Tolstói
Guerra y paz, Sexta parte