domingo, 31 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Escritores de café
sábado, 30 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Sueños
Con tres sueños Tolstói arma un capítulo de la Sexta parte de Guerra y paz, tres sueños que seguramente el mismo escritor tuvo alguna vez y que decidió atribuír a Pierre. O Përt. O Pedro. Depende de la edición. Del tercer sueño no estoy seguro, pero los dos primeros retratan a Tolstói de pies a cabeza. Tormentos así fueron su pan de cada día. De la edición también dependen los detalles de los sueños, pues los traductores de Tolstói hacen lo que les da la gana. La Virgen de uno se convierte en apenas en una doncella en manos de otro, por ejemplo. Un caballo cambia de categoría según el traductor que se le atraviesa. O un oso desparece como por arte de magia.
El primer sueño trata de unos perros que atacan a Pierre hasta que logra treparse a una valla, donde sus piernas cuelgan de un lado y el resto del cuerpo del otro, y entonces alguien le señala un sendero y un jardín con un hermoso edificio. Los perros no son otra cosa que las pasiones, que le impiden alcanzan el templo de la virtud.
El segundo sueño trata del sexo como deber conyugal. Un amigo le dice a Pierre que a la esposa no debe privársele de caricias. Pero no hay que olvidar que la esposa es Elen Kuragina, uno de los personajes más perversos de toda la novela y a quien precisamente no le faltan las caricias.
El tercer sueño sucede en Moscú. Pierre advierte que Osip Alekseevich ha sufrido una transformación. Va a su encuentro, lo abraza y le besa las manos. Los rusos son muy dados a estas manifestaciones. Al menos en su literatura. "¿No has notado que tengo otra cara?", pregunta el mismo Osip. Pierre, por su parte, restándole importancia al asunto, dice que si lo hubiera encontrado al azar lo habría reconocido. El amigo adquiere un aspecto cadavérico. Luego sucede una especie de resurrección y entran al despacho, donde observan un libro con ilustraciones de enamorados y una virgen con ropas transparente que ascendía al cielo y que Pierre considera una figura del Cantar de los Cantares. Siente que comete una mala acción al contemplarla pero no puede evitarlo. Pide ayuda a Dios, porque teme desfallecer: "Si me abandonáis totalmente sucumbiré por mi depravación". Y con estas palabras tan intensas concluye el capítulo.
De alguna manera mi sueño de anoche tiene que ver con el capítulo de Tolstói. La pasión y la culpa van juntas en la concepción cristiana. La lujuria es pecado. La religión prepara a la gente de tal manera para la otra vida que termina desbaratando la breve dicha de la existencia.
No quiero ahondar en mi propio sueño. Tal vez temo que aparezca una Elen en mi vida. Tal vez temo reconocer que la he tenido. La he tenido. Tal vez la lujuria ha sido el más grande de mis pecados.
Íbamos a casarnos, pero no estaba convencido. Miraba sus piernas, espléndidas y apetitosas, pero me preocupaba la duración del contrato. Nos casábamos para siempre. El asunto no se acabaría nunca. Sabía que no siempre estaríamos tan compenetrados como ahora. Aunque no necesitaba la respuesta, pregunté cuántas horas faltaban para el momento de la boda. "Tres horas", me dijeron, y entonces desperté y me dije, aliviado: "Menos mal que faltaban tres horas".
viernes, 29 de enero de 2021
Casa de citas / Gardner Botsford / Cómo se edita un texto
jueves, 28 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / La montonera y la gramática
Manuscritos de Marcel Proust
miércoles, 27 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Rodez y el arte de la desaparición
Bocaflor y Bariloche Ilustración de Rodez |
Triunfo Arciniegas
RODEZ Y EL ARTE DE LA DESAPARICIÓN
No ha muerto. Lo que pasa es que Rodez es difícil de encontrar. Tal vez lo están buscando como Edgar Tito Rodríguez Acevedo. ¿Y además para qué? Si no quiere dejarse ver, será por algo. Por decisión propia o lo que sea.
Perderse es y ha sido una habilidad de Rodez. Sucedió unos quince años, cuando ilustró como nadie uno de mis libros, "Bocaflor": no representó ninguno de los personajes. De nada sirvieron mis largos y minuciosos textos sobre esa negra gorda que traga flechas y ese pequeño viejo que enamora muchachas en un sillón volador. Rodez resolvió la materia narrativa a su antojo, sin permiso de nadie, y el resultado me sorprendió y me encantó.
La belleza de sus ilustraciones compensó la espera y la angustia. Cuando presenté el manuscrito de "Bocaflor" a los editores, les sugerí a Rodez como ilustrador y estuvieron de acuerdo. El hombre aceptó y, por supuesto, desapareció. Seis meses después los editores me llamaron para preguntarme por él. No les dije que no había nada que hacer sino que iba a ver qué podía hacer. No hice nada. La publicación del libro se retrasó. Rodez apareció otros seis meses después con las ilustraciones, se hizo el libro y nunca más lo llamaron. Se sabe que Rodez pierde oportunidades por esa persistente práctica del arte de la desaparición. "Es famoso por eso", me dijo Olga Cuellar.
Alguna vez me confesó que quería hacer su propia edición de "Caperucita Roja y otras historias perversas", pero le dije que no tenía los derechos. En algún momento los tuve y le pedí que aprovechara. No lo hizo, por desgracia, y firmé otro contrato. Me hubiera encantado ver esa edición.
Alekos cuenta en Facebook una anécdota: "A mediados de los años ochenta -no hace falta ser exactos-, fuimos con Ródez a un encuentro de gentes de la industria editorial, organizado por Andigraf en la ciudad de Medellín. Éramos los flamantes presidente y vicepresidente, de la primera asociación de ilustradores que se creaba en Colombia. Cuando nos acercamos a inscribir nos preguntaron el oficio y se nos hizo agua la boca para decir: ¡ilustradores! Hubo una sonrisita sardónica por parte de las chicas de la inscripción. Al día siguiente, ya con más confianza, nos preguntaron a bocajarro: ¿Qué es lo que ustedes son? ¿Ilustrabotas?"
martes, 26 de enero de 2021
Armando Manzanero / Yo te propongo
https://www.youtube.com/watch?v=FGut5ugJ8TM
Armando Manzanero
https://www.youtube.com/watch?v=qL7b1MFAvjc
Roberto Carlos
Casa de citas / Armando Manzanero / La herencia
Armando Manzanero |
No hay nada que repartir, mi papi nos repartió todo en vida. Nos íbamos de vacaciones y la gente le preguntaba "¿Qué hace por aquí, maestro?", y él bromeaba y les respondía: "Gastándonos una herencia".
Triunfo Arciniegas / Manzanero
lunes, 25 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Una mañana kafkiana
Ilustración de Triunfo Arciniegas |
domingo, 24 de enero de 2021
Casa de citas / Kelly Link / Sobre las historias
Kelly Link |
Kelly Link
SORE LAS HISTORIAS
En una historia, algo le pasa a alguien. O alguien hace algo. Ese algo puede ser "real" o puede ser "irreal". Puede ser ambos al mismo tiempo, que es mi preferencia.
Triunfo Arciniegas / Tres disparatadas historias de Kelly Link
Casa de citas / Kelly Link / Poética
Kelly Link |
Kelly Link
POÉTICA
Lo irreal requiere lo real, aunque lo real no requiere lo irreal.
Triunfo Arciniegas / Tres disparatadas historias de Kelly Link
Kelly Link / Casa de citas / Una parte de ti
UNA PARTE DE TI
Una parte de ti siempre viaja más rápido, delante de ti. Incluso cuando te estás moviendo, nunca es lo suficientemente rápido para satisfacer esa parte de ti.
sábado, 23 de enero de 2021
Casa de citas / Kelly Link / Todo depende
Kelly Link |
Kelly Link
TODO DEPENDE
No puedes fiarte de las apariencias. Si esta historia tiene o no final feliz, depende por supuesto de quien la lea. De si eres un lobo o una chica. Una chica, un monstruo o ambos. En un cuento no todos consiguen el final feliz. No todos los que leen un cuento piensan lo mismo del final, y si vuelves al principio y lo lees de nuevo, quizá descubras que no se trata de la misma historia que creías haber leído. Las historias cambian de forma.
Kelly Link
Casa de citas / Kelly Link / Dragones
Kelly Link
DRAGONES
Los dragones comen todo lo que les da curiosidad.
Casa de citas / Kelly Link / Grace Paley
Kelly Link
GRACE PALEY
Amaría las historias de Paley solo por sus primeras frases: "Había una vez dos maridos decepcionados por los huevos". Estas son las historias más verdaderas, divertidas y testarudas que conozco sobre familias y matrimonios, amor y clase.
Kelly Link / Books that changed me
viernes, 22 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Tres disparatadas historias de Kelly Link
jueves, 21 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Pedazos
miércoles, 20 de enero de 2021
Borrachos con tapabocas
martes, 19 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Los cien años de Patricia Highsmith
Patricia Highsmith Ilustración de Triunfo Arciniegas |
lunes, 18 de enero de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Manzanero
Armando Manzanero |
domingo, 17 de enero de 2021
Tolstói / Guerra y paz / Si me abandonas totalmente
Marc Chagall |
León Tolstói
SI ME ABANDONAS TOTALMENTE
Traducción de Lydia Kúper
Sexta parte
IX
sábado, 16 de enero de 2021
Tolstói / Guerra y paz / Retrato de un matrimonio
León Tolstói
RETRATO DE UN MATRIMONIO
Traducción de Lydia Kúper
Sexta parte
IX
Elena estuvo en Erfurt, durante la famosa entrevista de los Emperadores, donde se relacionó con todos los personajes napoleónicos de Europa. Su éxito en Erfurt había sido brillantísimo. El mismo Napoleón, que la había visto en el teatro, preguntó por ella y alabó su belleza. Su éxito como mujer hermosa y elegante no asombró a Pierre, ya que, con los años, Elena embelleció aún más; lo que sí lo dejó perplejo es que en esos dos años hubiera ganado la reputación “d'une femme charmante, aussi spirituelle que belle”. El famoso príncipe Ligne le escribía cartas de ocho páginas; Bilibin guardaba sus mots para ofrecer las primicias a la condesa Bezújov. Ser admitido en los salones de la condesa equivalía a certificado de inteligencia. Los jóvenes, antes de ir a una velada de Elena, procuraban leer algún libro para tener tema de conversación en sus salones y los secretarios de embajada y los mismos embajadores le confiaban secretos diplomáticos, por lo cual Elena era, en cierto modo, una potencia. Pierre, que conocía su estupidez, asistía a veces a sus fiestas y comidas, donde se hablaba de política, de poesía y de filosofía, con un extraño sentimiento de perplejidad y miedo. En aquellas veladas experimentaba un sentimiento parecido al de un ilusionista que teme a cada instante que su engaño quede al descubierto. Pero, ya fuese que para dirigir un salón así era precisa la estupidez, o porque los propios engañados sintieran un verdadero placer en el engaño, la falsedad no se revelaba nunca y la reputación
d’une femme charmante, aussi spirituelle que belle, conquistada por Elena Vasílievna Bezújov, era tan sólida, que podía decir las cosas más triviales y absurdas sin que nadie dejara de entusiasmarse con sus palabras ni de buscar en ellas un sentido profundo y recóndito que ni ella misma sospechaba.
Pierre era precisamente el marido adecuado para una brillante mujer de mundo como Elena. Era un hombre extravagante y distraído, un marido grand seigneur que a nadie estorbaba y que lejos de empañar la impresión general sobre el alto nivel intelectual de la velada, en contraste con la discreción y elegancia de su mujer, contribuía a darle mayor realce. Durante aquellos dos años, gracias a su incesante preocupación por temas abstractos y a su sincero desprecio por todo lo demás, había adoptado, en medio de la sociedad que no le interesaba y rodeaba a su mujer, el tono indiferente, negligente y bonachón en su trato con todos que no se adquiere de manera artificial y por ello inspira un involuntario respeto. Entraba en el salón de su mujer como en un teatro; conocía a todos, se alegraba por igual al verlos y sentía la misma indiferencia hacia todos. A veces se mezclaba en una conversación que le interesaba y entonces, sin preocuparse de si los señores de la Embajada estaban presentes o no, expresaba opiniones con frecuencia contrarias al tono del instante político. Pero la opinión general sobre el extravagante marido de la femme la plus distinguée de Pétersbourg era tan firme, que nadie tomaba en serio sus ocurrencias.
Entre los numerosos jóvenes que frecuentaban diariamente la casa de Elena estaba Borís Drubetskói. Había progresado ostensiblemente en su carrera y a la vuelta de Elena de Erfurt pasó a ser un íntimo de la casa. Elena lo llamaba mon page (mi paje) y lo trataba como a un niño. Le sonreía como a los demás, pero esa sonrisa resultaba a veces desagradable a Pierre. Drubetskói mostraba hacia Pierre un especial respeto, digno y melancólico, respeto que lo inquietaba. Pierre había sufrido tanto hacía tres años a causa de la ofensa que le había infligido su mujer que ahora evitaba cualquier posibilidad de otra ofensa semejante, ante todo porque él no era el marido, y después porque no se permitía sospechar de ella.
“No, ahora que se ha convertido en un intelectual, habrá renunciado a las aventuras de otros tiempos —se decía—. No hay ni un ejemplo de mujeres de esta especie que se dejen llevar por las pasiones”, y se repetía esta regla cuya procedencia ni él mismo conocía pero que consideraba indudable. Sin embargo, era extraño que la presencia de Borís en el salón de su mujer (y estaba casi siempre) actuara físicamente sobre Pierre; parecía agarrotar todos sus miembros, poniendo fin a su espontaneidad y libertad de movimientos.
“Es rara esta antipatía —pensaba Pierre—. Antes llegaba a serme muy agradable.”
A los ojos del mundo, Pierre era un gran señor, marido un tanto ciego y cómico de una mujer célebre, un hombre original e inteligente que no hacía nada ni dañaba a nadie: una excelente persona. Durante aquel tiempo, en el alma de Pierre iba desarrollándose un complejo y difícil trabajo interior que le revelaba muchas cosas y le deparaba numerosas dudas y alegrías espirituales.