domingo, 24 de mayo de 2020

Casa de citas / Lily King / Cartas y amores

Peacock Feather Heart Art Print – River Luna

Lily King
CARTAS Y AMORES

Acabo de repasar el correo. Cartas exuberantes y deliciosas de Mary G. y Charlotte. Cartas superficiales de Edward, Claudia y Peter. Boas me ha hecho reír al decirme que ahora los misioneros acuden en tropel a las Islas Salomón a convertir las almas descarriadas de los nativos. Me siento aturdida. La investigación sobre el bebé de Lindbergh y la criada que ingiere abrillantador para la plata, Hoover desalojando a los militares que se manifiestan, Gandhi de nuevo con su huelga de hambre. Y luego todo el asunto del libro. Si estuviera casada con un banquero, ¿podría disfrutar más de este éxito? ¿Podría enseñarle la carta del director de la Asociación Antropológica Nacional o la invitación de Berkeley? Estoy tan acostumbrada a que Fen le quite importancia a mi éxito que se me está pegando, hasta el punto de que, en cuanto me concedo unos minutos de placer privado, enseguida me reprimo yo misma. Pero entonces me sorprende, saca una carta de sir James Frazer y dice: «Felicidades, Nellie. Ésta tenemos que enmarcarla».
    Cincuenta y tres cartas de lectores. Fen leyó alguna de ellas impostando la voz: «Querida señora Stone, me parece una gran ironía que pretenda “liberar” a nuestros niños con sus descripciones gráficas de conductas cuya simple lectura los condenará al fuego eterno del infierno». La expresión de Fen al pronunciar «fuego eterno» me hacía llorar de la risa. Me ha recordado a la señora Merne, en el barco, la que chasqueaba la lengua ante nuestra conducta durante toda la travesía del océano Índico, hasta que por fin bajó en Adén. Nos va bien cuando relacionamos cualquier cosa con el barco. ¿Será así siempre con los hombres, será ese primer estallido amoroso, o el sexo, lo que nos une? ¿Habrá que volver siempre a esas primeras semanas, cuando sólo con su forma de caminar por la habitación te daban ganas de quitarte toda la ropa? Qué diferente era con Helen. El deseo nacía de otra cosa, al menos para mí. ¿De un lugar más profundo? No lo sé. Lo que sí sé es que puedo pasarme despierta toda la noche, y que me siento como si alguien me estuviera abriendo el vientre en dos del horrible dolor que padezco por haberla perdido. Y estoy furiosa por que me hicieran escoger, por que tanto Fen como Helen necesitaran que escogiera, que me convirtiera en objeto de su propiedad exclusiva, cuando yo no quería una propiedad exclusiva. Me encantó aquel poema de Amy Lowell la primera vez que lo leí, cuando decía que su amante era al principio como el vino tinto y luego se convertía en pan. Pero eso a mí no me ha ocurrido. Mis amores para mí siguen siendo vino, y sin embargo yo enseguida me convierto en pan para ellos. Fue injusto, que tuviera que decidirme por uno o por la otra en Marsella. Quizá tomara la opción convencional, lo más fácil para mi trabajo, mi reputación y, por supuesto, para tener un niño. Un niño que no llega. Falsa alarma este mes.

Lily King
Euforia, capítulo 9
Ediciones Malpaso, 2016

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