Isaías Arciniegas (1932-2021) y María Herminia Cáceres (1940-2000) Málaga, 1956 |
martes, 30 de noviembre de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Mi padre murió esta madrugada
Casa de citas / Tatiana Tibuleac / Kalo
Cata lectora 30 de noviembre de 2021 Fotografía de Triunfo Arciniegas |
"La madre de Kalo se había ido a España para dar masajes a un oligarca ruso -esta era su versión, por supuesto-. Salvo Kalo, todos sabían a qué se dedicaba su madre, pero se lo callaban porque era un chico muy majo. Y lo era. Retrasado, pero majo." (p. 9)
"Jim, si es que no ha muerto de sobredosis y si su padre le ha dejado todo el dinero, tal vez esté vivo. Cuando tienen mucho dinero, a los enfermos siquiátricos se les llama excéntricos, y Jim era además simpático. No me sorprendería encontrármelo metido en política. Sin embargo, no creo que Kalo esté vivo. Me pregunto si acabaría por descubrir finalmente en qué consistían los masajes de su madre." (p. 31)
lunes, 29 de noviembre de 2021
Casa de citas / Ana María Shua / Patricia Highsmith
Patricia Highsmith |
Casa de citas / Otto Penzler / Patricia Highsmith
Casa de citas / Patricia Highsmith / Sobre los premios
domingo, 28 de noviembre de 2021
Un libro / Dulce animal de compañía, de Triunfo Arciniegas
Fotografía de Patricia Gómez |
Dulce animal de compañía, de Triunfo Arciniegas
Dulce animal de compañía / Las trampas del amor de Triunfo Arciniegas
Yenny Tatiana Aristizábal Márquez / Dulce animal de compañía
Elmer Mendoza / Dulce animal de compañía / Reseña
Domingo 2 de mayo de 2021
Triunfo Arciniegas |
Triunfo Arciniegas
Editorial Alfaguara
2019
Bogotá
242 páginas
sábado, 27 de noviembre de 2021
Triunfo Arciniegas / Diario / Françoise Gilot cumple cien años
Françoise Gilot |
viernes, 26 de noviembre de 2021
Casa de citas / Patricia Highsmith / El precio de la sal
Patricia Highsmith
EL PRECIO DE LA SAL
¿Piensa K. en mí en este largo silencio? Sé que lo hace. Tenemos una extraña comunicación psíquica, nosotros dos. Comencé mi novela, "Argumento de Tántalo" [más tarde titulada "El precio de la sal"]. Siete u ocho páginas que avanzaron con esa facilidad y fluidez (de vocabulario) que generalmente significa que no hay que cambiar mucho después. Naturalmente, hoy soy muy feliz. La más feliz desde que dejé a Kathryn.
5 de octubre de 1949
Página 28 de "Tantalus". No tengo ningún detalle claro de lo que ocurre una vez que Therese conoce a Carol. Pero se va dando vueltas, como lo hago yo. Todo es mi propia reacción a las cosas, y en los extremos, sólo algunas extensiones para seguir más de cerca las actitudes de mi personaje principal. Esta noche el mar se agita con fuerza. No pude dormir hasta las 2 de la mañana.
9 de octubre de 1949
Nunca he sentido tal efusión de mí misma, en todas las formas de escritura. Un gran borbotón. Quiero sacar este libro en el menor tiempo posible, sin detenerme siquiera a ganar un poco de dinero.
by Patricia Highsmith
October 2, 1949
Does K. think of me in this long silence? I know she does. We have a strange psychic communication, we two. I began my novel, “Argument of Tantalus” [later titled “The Price of Salt”]. Seven or eight pages that went along with that ease and fluency (of vocabulary) that generally means nothing much need be changed later. Naturally, I am very happy today. The happiest since leaving Kathryn.
October 5, 1949
Page 28 of “Tantalus.” I have no clear detail of what happens once Therese meets Carol. But it goes romping along, much as I do. All is my own reaction to things—with only, at the extremes, some extensions to follow more closely the attitudes of my main character. The sea is rolling rather heavily tonight. Could not sleep until 2 a.m.
October 9, 1949
Have never felt such outpouring of myself—in all forms of writing. A great gush. I want to get this book out of me in the shortest possible time, not even stopping to earn a bit of money.
A Portrait of the Writer as a Young Woman
Casa de citas / Patricia Highsmith / Un diario
Patricia Highsmith
UN DIARIO
Ahora sé por qué llevo un diario. No estoy en paz hasta que continúo el hilo en el presente. Me interesa analizarme a mí misma, tratar de descubrir las razones por las que hago tal y tal cosa. No puedo hacerlo sin dejar caer detrás de mí unos guisantes secos que me ayuden a a desandar el camino y señalen una línea recta en la oscuridad.
21 de septiembre de 1949
A DIARY
by Patricia Highsmith
Now I know why I keep a diary. I am not at peace until I continue the thread into the present. I am interested in analyzing myself, in trying to discover the reasons why I do such & such. I cannot do this without dropping dried peas behind me to help me retrace my course, to point a straight line in the darkness.
September 21, 1949
A Portrait of the Writer as a Young Woman
jueves, 25 de noviembre de 2021
Casa de citas / Patricia Highsmith / Kathryn
Patricia Highsmith |
8 de septiembre de 1949
Quería abrazar y besar a Kathryn. ¿Depresión? ¿Por qué? No estoy enamorada de ella, sólo asustada de mostrar la menor espontaneidad de mis emociones. ¿Siempre con miedo? Siempre temerosa, no realmente de ofender sino de ser ofendida por el rechazo de otra persona. Con ella sólo puedo pensar en mis puntos bajos: mi pelo desordenado, mis dientes feos, mis zapatos astrosos, quizás. Esta noche salimos hacia Palermo. El barco es precioso. De repente las dos ronroneamos como gatitas, respondiendo a la limpieza, el buen servicio, sobre todo a la salida de Nápoles, al cambio que se avecina. K. se quedará conmigo hasta que me vaya, luego regresará a Rotterdam, finalmente a Londres, donde le espera todo un infierno.
23 de noviembre de 1949
Mañana de Acción de Gracias: 2:45 a.m. No hay carta de Kathryn. Ella no me quiere. Tuve mi oportunidad y la desaproveché. (¿Quedará eso grabado en mi lápida?) No hay nada en el mundo que desee tanto en este momento como una palabra de ella. Una palabra nueva. No se puede estar siempre releyendo la misma carta. Estoy enferma, y hambrienta, de vivir de lo que una siempre vive. De la esperanza. El futuro que nunca llega, porque una nunca lo hace. Es decir, yo no lo hago. Debo decirle que la quiero. Que la quiero. Soy de ella. Sólo quiero estar con ella. Debo preguntarle si ella también lo quiere.
26 de noviembre de 1949
Otra carta de Kathryn. La primera en dos semanas, pero bien vale la pena esperarla. Lo transforma todo. Me echa de menos. Era una carta muy íntima. Nunca he sido tan feliz en mi vida. Tengo que descansar literalmente un rato cada día, no sea que caiga muerta con la absurda dolencia de la Euforia. No es que esté excitada. Estoy tranquila, serena, mi concentración es incluso buena. Pero estoy bendecida, y lo sé. Todos estos años de represión, de sacrificio, de desilusión, de frustración, han cobrado valor, pues me ayudan a medir mi extrema felicidad ahora.
Patricia Highsmith |
KATHRYN
I wanted to embrace and kiss Kathryn. Depression—for what? I am not in love with her, only afraid to show the least spontaneity in my emotions. Always afraid? Always afraid—not really of offending—but of being offended by someone else’s rejection. With her, I can only think of my bad points, my untidy hair, bad teeth, my untidy shoes, perhaps. We leave tonight for Palermo. The boat is beautiful. Suddenly we both purr like kittens, responding to the cleanliness, the good service, above all the leaving of Naples, the change ahead. K. will stay with me until I go, then return to Rotterdam, finally to London where—everything hellish awaits her—
November 23, 1949
Thanksgiving morn: 2:45 a.m. No letter from Kathryn. She doesn’t love me. I had my chance, and I muffed it. (Will that be engraved upon my tombstone?) There is nothing in the world I want so much at this moment as a word from her. A new word. One cannot go on forever rereading the same letter. I am sick, and starving, from living on what one always lives on. Hope. The future that never comes, because one never makes it. That is, I don’t. I must tell her that I love her. I want her. I am hers. I want only to be with her. I must ask her, does she want it, too.
November 26, 1949
Another letter from Kathryn. The first in two weeks, but well [worth] waiting for. It transforms everything. She misses me. It was a very intimate letter. I have never been so happy in my life. I must literally rest a while each day, lest I drop dead with the absurd ailment of Euphoria. Not that I am excited. I am calm, serene, my concentration is even good. But I am blessed, and I know it. All these years of repression, sacrifice, disillusionment, frustration have come to be of value, for they help me to measure my extreme happiness now.
A Portrait of the Writer as a Young Woman
Casa de citas / Patricia Highsmith / La adivina
Patricia Highsmith |
El comentario de la adivina a mi madre en N.O. [Nueva Orleans] me persigue: "Tienes un hijo. No, una hija. Debería haber sido un niño, pero es una niña".
Patricia Highsmith |
THE FORTUNE -TELLER
by Patricia Highsmith
The fortune-teller’s remark to my mother in N.O. [New Orleans] haunts me: “You have one child—a son. No, a daughter. It should have been a boy, but it’s a girl.
April 3, 1948
Casa de citas / Patricia Highsmith / Matar es como hacer el amor
Patricia Highsmith
Cómo acaso hasta el amor, de tanto sufrir magullones en su cabeza, puede convertirse en odio. Pues lo curioso es que ayer también me sentí muy cerca del asesinato, también, cuando fui a ver la casa de la mujer que casi me hizo amarla cuando la vi apenas en diciembre de 1948. Matar es como hacer el amor, una forma de posesión. (¿No es la atención, durante un momento, de nuestro objeto de afecto?) Sujetarla de pronto, mis manos en su garganta (que en realidad me gustaría besar) como si tomara una foto, volverla fría, rígida como una estatua en un instante.
miércoles, 24 de noviembre de 2021
Un personaje / Tom Ripley, seductor, solitario y canalla
UN PERSONAJETOM RIPLEY
Seductor, solitario y canalla
El escenario del crimen
La creadora de Ripley desvela el origen y los primeros pasos de su enigmático personaje
En mi primer libro sobre Tom Ripley, éste es un joven de 25 años, inquieto y sin trabajo en Nueva York, que temporalmente vive en el apartamento de un amigo. Se había quedado huérfano a una edad temprana y fue criado en Boston por una tía bastante tacaña. Tiene un cierto talento para las matemáticas y la mímica, y estas dos habilidades lo capacitan para llevar adelante, por carta y teléfono, un pequeño juego de intimidación a los contribuyentes estadounidenses: les pide un nuevo pago a una oficina del Servicio Interno de Recaudación cuya sucursal, según dice, se encuentra en una determinada dirección: la del amigo en cuya casa está viviendo, y Ripley recoge las cartas cuando llegan, aunque no puede hacer nada con los cheques que éstas contienen excepto reírse con una extraña satisfacción.
Cuando Ripley se da cuenta una noche de que es seguido en las calles de Manhattan por un hombre de mediana edad, su primer pensamiento es que el hombre es, o podría ser, un agente de la policía enviado para detenerle por su fraudulento juego tributario. El seguidor resulta ser el padre de un conocido de Ripley al que a éste, de entrada, le resulta difícil recordar: Dickie Greenleaf, que ahora vive en Europa. Herbert Greenleaf invita a Tom a cenar al día siguiente, y en la cena Tom conoce a la madre de Dickie y tiene una visión momentánea de las más refinadas cosas de la vida: buen mobiliario, servicio de plata en la mesa, orden y buenas maneras. Estas cosas —se da cuenta Tom, y no por vez primera— constituyen sus aspiraciones. Además, los Greenleaf le ofrecen costearle un viaje de ida y vuelta a Italia. Tom acepta ir.
Es la primera vez que viaja a Europa. Llega al pueblecito donde vive Dickie Greenleaf y va a visitarle. Cuanto más tiempo está con Dickie más envidia el modesto pero regular sueldo que a éste le paga un grupo de empresas de Estados Unidos; le envidia su independencia y lo que a Tom le parece su educación en las costumbres de los europeos. Pero cuando Dickie sorprende a Tom probándose uno de sus trajes, se enfada muchísimo y llega al punto de pedirle que salga de la casa. No obstante, se van juntos a San Remo, y Tom mata a Dickie cuando están solos en una lancha motora a cierta distancia de la playa. Tom hunde el cuerpo en el agua con ayuda de unas piedras y se deshace de la motora de la misma manera. Al día siguiente vuelve a la casa de Dickie, donde empieza a inventar historias sobre la desaparición de éste.
A Tom se le interroga sobre el asesinato de Dickie, pero nunca se le acusa del mismo. Es el único asesinato que Tom lamenta profundamente y del que se siente avergonzado, porque es consciente de que lo llevó a cabo por egoísmo, codicia, envidia, cólera. Durante un cierto tiempo asume la identidad de Dickie, se hace con su pasaporte y lo utiliza, redacta un testamento a su favor y lo firma con el nombre de Dickie. El padre de éste, Herbert Greenleaf, se lo cree todo. Tom Ripley está en su camino, independiente y determinado a ascender, a mejorar de posición, según él lo ve.
Recuerdo el lugar donde nació Ripley, en el sentido de ser una imagen de poca importancia en mi memoria. En Positano, en mi primer viaje allí, en 1951, a finales de verano o principios de otoño. Yo estaba en un hotel con un amigo, y nuestra habitación o habitaciones tenían una terraza con vistas al mar y a la playa. La costa forma allí una acogedora curva con unas cuantas barcas de pesca amarradas o ancladas. Sin embargo, la playa está llena de guijarros y resulta desagradable andar por ella. Una mañana, alrededor de las seis, me desperté y salí a la terraza. Todo estaba sereno y tranquilo. Los acantilados se alzaban a gran altura a mi espalda y estaban fuera de mi vista en ese momento, pero sí eran visibles a la derecha y a la izquierda. No había un alma en los alrededores, nada se movía excepto una o dos gaviotas; luego me di cuenta de que un joven solitario, en pantalón corto y sandalias, con una toalla echada sobre el hombro, paseaba por la playa de derecha a izquierda. Miraba hacia abajo —quién no lo haría así, a causa de las piedras y guijarros—. Sólo podía ver que su pelo era lacio y oscuro. Tenía un aire meditabundo, tal vez preocupado.
Y ¿por qué estaba solo? No parecía el tipo atlético que se daría un baño frío a solas y a una hora tan temprana. ¿Se había peleado con alguien? ¿Qué era lo que bullía en su mente? Nunca más le volví a ver. Ni siquiera escribí algo sobre él en mi cahier. ¿Qué habría podido decir? Su apariencia era la de otros mil turistas estadounidenses en Europa ese verano.
Una figura solitaria
Meses después, la escena de la playa volvió a mi mente. Mientras tanto, yo había escrito algunos relatos cortos y un par de artículos, por supuesto. Estaba familiarizándome cada vez más con Europa y con la forma de vida de la gente en Francia, Alemania e Italia. Era mi segundo viaje a Europa, iba a durar dos años y tres meses, e incluía Trieste y Múnich. Empezaba a notar no tanto la atracción de Europa, sino la posibilidad de una afinidad con ella, tan profunda e importante que podía no desear ni necesitar discutirla con mis amigos o mi familia. Me vino la idea de un joven vagabundo estadounidense enviado a Europa para, si era posible, hacer regresar a casa a otro estadounidense. Debí haberme dado cuenta entonces de que la idea se parecía a la de The ambassadors, de Henry James. No obstante, la mía iba a tener más de una desviación del tema de James.
Y luego, cuando pensaba en el primer libro sobre Ripley, cuando escribía las primeras páginas, no estoy segura de que me viniera a la mente la imagen de la playa de Positano con la figura solitaria. La imagen no estaba sobre el papel. Nunca la utilicé en una escena en Positano (di otro nombre a la ciudad). Era algo en mi mente parecido a una fotografía descolorida aunque indeleble, casi olvidada, hasta que años más tarde los periodistas me preguntaron: "¿De dónde sacó usted la idea para Ripley?", y cuando me devanaba los sesos para contestarle, para recordar exactamente dónde, volvió a mí la figura solitaria, y describí su apariencia como la había visto desde una distancia de doscientos o más metros. "¿Conoció usted alguna vez a ese hombre?", sería la siguiente pregunta. No, no estoy segura de que le haya visto nunca de nuevo en un restaurante o un bar de Positano. Permanecí en Positano unos cuantos días más en ese primer viaje, pero no se me ocurrió echar una mirada alrededor buscando al tipo estadounidense que había visto esa mañana temprano. ¿Qué bien me hubiera venido verlo? Detalles más precisos podrían incluso haber estropeado todo. En cualquier caso, cuando tuve una oportunidad de ver de nuevo a ese joven, es decir, cuando estuve en el sur de Italia, la idea del primer libro sobre Ripley no estaba en mi mente.
La playa de Positano
Puedo imaginar dos motivos para que los criminales vuelvan al escenario de su crimen: ver si han dejado alguna prueba incriminatoria, o hacer revivir la emoción o el placer que les proporcionó la realización del hecho —tal vez—. Un tercer motivo, supongo que creíble en algunos casos, es el deseo de ser reconocido, acusado y apresado. Los anales del crimen están llenos de ejemplos de retornos, y los asesinos admiten a menudo un deseo de regresar al lugar y errar por él simplemente para que se les detenga y se les preste atención.
El trozo de la playa de Positano, que no ha cambiado mucho si se exceptúa que ahora puede albergar algunas barcas y algunas personas más, no ejerce en mí una particular fascinación. Ripley no nació realmente allí, y necesitó de otro elemento para saltar la vida: la imaginación, que llegó muchos meses más tarde.
LAS INQUIETANTES ANDANZAS DE UN CANALLA SEDUCTOR
R.D.E.
Con el personaje de Tom Ripley, Patricia Highsmith ha conseguido algo que no está al alcance de cualquier narrador: que el lector se intereses por las andanzas de un sujeto amoral y dañino que, curiosamente, siempre acaba cayendo más simpático que los individuos, no menos turbios que él, con los que se cruza y a los que se ve forzado a eliminar. Han pasado 35 años desde que la señor Highsmith nos presentara al extraño Tom en A pleno sol; 35 años en los que hemos podido seguir la evolución del personaje, desde la más absoluta miseria hasta una cómoda vida burguesa, a través de cinco novelas. Durante todo ese tiempo, Ripley ha dejado de ser un adolescente temeroso y confundido, hijo de unos padres prematuramente desaparecidos que le confiaron a una tía que rea una auténtica arpía, para convertirse en un pilar de la provinciana sociedad francesa que le acogió desde su matrimonio con una rica heredera.
Al principio las cosas no le fueron tan bien. Recordémosle en A pleno sol, pasando hambre en las calles de Nueva York y aceptando un trabajo alimenticio de manos del millonario señor Greenleaf, preocupado porque su retoño, el infeliz de Dickie, anda holgazaneando por Italia en vez de cumplir con sus obligaciones en Nortamérica. Nada tenía que ver aquel Ripley inseguro, que tenía que llevarse a Dickie a casa sin saber muy cómo, con este gentleman farmer que protagoniza Ripley en peligro. Ahora Tom puede eliminar a quien le molesta sin arquear ni una ceja, pero hace años asesinar a Dickie Greenleaf le costó Dios y ayuda. Y es que, a su turbia y ambigua manera, le apreciaba. La ambigüedad sexual de Ripley estaba presente a lo largo de A pleno sol. Por eso nos sorprendimos al encontrarle, 15 años después, felizmente casado una dulce tontita francesa en La máscara de Ripley. Nunca nos hemos acabado de creer que la ame (un cierto cariño y basta), aunque Highsmith intercale a menudo comentarios al respecto. La hipótesis del braguetazo nos parece mucho más convincente. A fin de cuentas, Tom no sólo no quiere tener hijos con Heloise, sino que ni siquiera comparte su dormitorio. Da la impresión de que se ha buscado una cómoda tapadera que le permita seguir con sus trapicheos, en este caso un asunto de falsificación de cuadros que se salda, una vez más, con sangre: la del falsario Bernard Tufts y la del entrometido Murchison.
Gwyneth Paltrow, Jude Law (Dicki Greenleaf) y Matt Damon (Tom Ripley) |
Matt Damon (Tom Ripley), Jude Law (Dickie Greenleaf) y Gwyneth Paltrow |
Este es el caso de Frank Pierson, el extraño adolescente con un horrible secreto a la espalda que se pega a él como una lapa en Tras los pasos de Ripley (1980). Con Frank, al que Tom ve, en cierta medida, como alguien muy parecido a Dickie Greenleaf, se repite la ambigua relación mantenida hace años en Italia. Juntos atraviesan varios países mientras la adorable Heloise, como de costumbre, se las apaña muy bien para hacer ver que no se entera de nada.
Ripley en peligro es, hasta el momento, la última aparición pública del extraño Tom. A pesar de su título español, el peligro es aquí menos evidente que en las anteriores entregas de la saga.
Aunque la vida de Ripley es precaria y se basa en una utilización constante de la astucia para hurtar el cuerpo a un pasado de crímenes, timos y asuntos sucios, nuestro hombre, en el fondo, ha vencido al a sociedad y ha sabido utilizarla perfectamente en su beneficio. Su peripecia vital nos recuerda que no es necesario ser bueno para triunfar, sino que una mezcla de maldad e inteligencia da mejores resultados.
Ahí le tenemos, con varios crímenes a la espalda, cultivando sus dalias en el jardín y comiendo langostas a cuya agonía se niega a asistir: nada hiere más la sensibilidad de Tom Ripley que el ruido de las patas de un crustáceo contra el cristal del microondas.