lunes, 31 de enero de 2022

Casa de citas / Somerset Maugham / Perdido en la selva

 


William Somerset Maugham

PERDIDO EN LA SELVA

Hace algunos años salí una vez con mi cazamariposas. Tuve mucha suerte, porque encontré varias especies raras que buscaba hacía tiempo. Pero después comencé a sentir hambre y di media vuelta. Anduve un rato, y entonces comprendí que me había alejado del terreno que conocía. De pronto vi una caja de fósforos vacía. Proferí un juramento. Inmediatamente me di cuenta de lo que pasaba. La había tirado al emprender el camino de regreso. Así, pues, había estado dando vueltas, de modo que me encontraba hacía una hora exactamente en el mismo sitio. Esto no me gustó. Pero examiné los alrededores y eché a andar de nuevo. Hacía un calor terrible y estaba bañado en sudor. Sabía poco más o menos la dirección del campo, y busqué las huellas de mis pasos para ver si había seguido aquel camino. Creí encontrar dos o tres y continué esperanzado. Tenía una sed espantosa. Seguí andando, andando, abriéndome paso a través de los obstáculos y enredaderas, hasta que de pronto comprendí que me había extraviado. Era imposible que hubiese recorrido tanta distancia en línea recta sin encontrar el campamento. Le confieso que me asusté. Me di cuenta de que tenía que conservar la serenidad, y me senté para reflexionar. La sed eme torturaba. Era ya bastante más de medio día, y tres o cuatro horas después todo estaría oscuro. No me hacía gracia pasar la noche en la jungla. Lo único que se me ocurrió fue tratar de encontrar un arroyo. Su curso me llevaría, en todo caso, a otro más importante, y éste, más tarde o más temprano, al río. Pero, naturalmente, podía tardar un par de días. Lamenté haber sido tan loco, pero no me quedaba otro recurso y eché a andar. De todas formas, si encontraba un arroyo podría beber. Pero no pude hallar el menor rastro de agua ni el más pequeño regato que pudiera llevarme a un arroyo. Empecé a sentirme alarmado. Me veía vagando por la jungla hasta caer exhausto. No ignoraba que en ella había muchas fieras, y si me encontraba con un rinoceronte todo habría terminado. Lo que más me desesperaba era la seguridad que tenía de no encontrarme a más de diez millas del campamento. Hice un esfuerzo para no perder la cabeza. El sol se ponía, y en el corazón de la jungla reinaba ya la oscuridad. Si hubiera llevado una escopeta podría haberla disparado. En el campamento se habrían dado cuenta de que me había perdido y me estarían buscando. La maleza era tan densa que no veía a un metro más allá de donde me hallaba. De pronto (no sé si fueron mis nervios o no) tuve la sensación de que un animal me seguía cautelosamente. Me detuve, y él se detuvo también. Eché a andar, y él me imitó. No podía verlo ni percibía el menor movimiento en la maleza. Ni siquiera oí el ruido de una rama al romperse, ni el roce de un cuerpo entre las hojas, pero sabía cuán silenciosamente podían moverse los animales, y estaba seguro de que alguien me acechaba. Mi corazón latía tan violentamente que creía que me iba a saltar del pecho. Estaba aterrorizado. Tuve que hacer un terrible esfuerzo de voluntad para no echar a correr. No ignoraba que si lo hacía estaba perdido. Me hubiera caído al tropezar con alguna raíz antes de recorrer veinte yardas, y cuando estuviera en el suelo se lanzaría sobre mí. Además, si empezaba a correr, Dios sabe dónde hubiera ido a parar. Por otra parte, tenía que conservar mis fuerzas. Estaba a punto de echarme a llorar. ¡Y aquella sed intolerable! En mi vida había estado tan aterrorizado. Créame, si hubiese tenido un revólver me parece que me habría pegado un tiro. Aquello era tan terrible que me hubiera parecido mejor terminar cuanto antes. Me sentía tan agotado que apenas podía andar. Si acaso tuviera un enemigo que me hubiese inferido una ofensa imperdonable, no le desearía la agonía que sufrí. De pronto escuché dos tiros. Mi corazón cesó de latir. Me estaban buscando. Entonces perdí la cabeza. Eché a correr en la dirección en que había oído los disparos, gritando con todas mis fuerzas. Me caí, volví a levantarme, seguí corriendo y gritando hasta desgañitarme. Oí otro tiro más cerca y grité de nuevo, oyendo que otros gritos me contestaban. Un tropel de hombres agitaron la maleza. Al cabo de un minuto me vi rodeado de cazadores dayacos. Me abrazaron y me besaron las manos, riendo y llorando. Yo también estaba a punto de llorar. Me sentía extenuado, pero me dieron algo de beber. Estábamos sólo a tres millas del campamento. Cuando llegamos a él era de noche. ¡Dios mío! Escapé de milagro. 


Somerset Maugham / Neil MacAdam





LOST
by William Somerset Maugham

It was some years ago, I'd gone out with my butterfly net and I'd been very lucky, I'd got several rare specimens that I'd been looking for a long time. After a while I thought I was getting hungry so I turned back. I walked for some time and it struck me I'd come a good deal farther than I knew. Suddenly I caught sight of an empty match-box. I'd thrown it away when I started to come back; I'd been walking in a circle and was exactly where I was an hour before. I was not pleased. But I had a look round and set off again. It was fearfully hot and I was simply dripping with sweat. I knew more or less the direction the camp was in and I looked about for traces of my passage to see if I had come that way. I thought I found one or two and went on hopefully. I was frightfully thirsty. I walked on and on, picking my way over snags and trailing plants, and suddenly I knew I was lost. I couldn't have gone so far in the right direction without hitting the camp. I can tell you I was startled. I knew I must keep my head, so I sat down and thought the situation over. I was tortured by thirst. It was long past midday and in three or four hours it would be dark. I didn't like the idea of spending a night in the jungle at all. The only thing I could think of was to try and find a stream; if I followed its course, it would eventually bring me to a larger stream and sooner or later to the river. But of course it might take a couple of days. I cursed myself for being such a fool, but there was nothing better to do and I began walking. At all events if I found a stream I should be able to get a drink. I couldn't find a trickle of water anywhere, not the smallest brook that might lead to something like a stream. I began to be alarmed. I saw myself wandering on till at last I fell exhausted. I knew there was a lot of game in the forest and if I came upon a rhino I was done for. The maddening thing was I knew I couldn't be more than ten miles from my camp. I forced myself to keep my head. The day was waning and in the depths of the jungle it was growing dark already. If I'd brought a gun I could have fired it. In the camp they must have realised I was lost and would be looking for me. The undergrowth was so thick that I couldn't see six feet into it and presently, I don't know if it was nerves or not, I had the sensation that some animal was walking stealthily beside me. I stopped and it stopped too. I went on and it went on. I couldn't see it. I could see no movement in the undergrowth. I didn't even hear the breaking of a twig or the brushing of a body through leaves, but I knew how silently those beasts could move, and I was positive something was stalking me. My heart beat so violently against my ribs that I thought it would break. I was scared out of my wits. It was only by the exercise of all the self-control I had that I prevented myself from breaking into a run. I knew if I did that I was lost. I should be tripped up before I had gone twenty yards by a tangled root and when I was down it would spring on me. And if I started to run God knew where I should get to. And I had to husband my strength. I felt very like crying. And that intolerable thirst. I've never been so frightened in my life. Believe me, if I'd had a revolver I think I'd have blown my brains out. It was so awful I just wanted to finish with it. I was so exhausted I could hardly stagger. If I had an enemy who'd done me a deadly injury I wouldn't wish him the agony I endured then. Suddenly I heard two shots. My heart stood still. They were looking for me. Then I did lose my head. I ran in the direction of the sound, screaming at the top of my voice, I fell, I picked myself up again, I ran on, I shouted till I thought my lungs would burst, there was another shot, nearer, I shouted again, I heard answering shouts; there was a scramble of men in the undergrowth. In a minute I was surrounded by Dyak hunters. They wrung and kissed my hands. They laughed and cried. I very nearly cried too. I was down and out, but they gave me a drink. We were only three miles from the camp. It was pitch dark when we got back. By God, it was a near thing.


Casa de citas / Somerset Maugham / Conrad

 

Joseph Conrad



William Somerset Maugham
CONRAD

—Leí mucho a Conrad. 

—¿Por placer, o para instruirse? 

—Por ambos motivos. Siento una gran admiración por ese novelista. 

Darya levantó los brazos, haciendo un extravagante ademán de protesta. 

—¡Ese polaco! —exclamó—. No sé cómo ustedes, los ingleses, se han dejado seducir por ese charlatán. Tiene la intrascendencia característica de sus compatriotas. Todo se reduce a un mar de palabras, frases retorcidas, retórica de relumbrón y a una afectada profundidad. Cuando a través de todo eso se llega al meollo de su pensamiento, sólo se encuentran trivialidades y lugares comunes. Conrad es como un actor de segundo orden que se pone un traje romántico y declama una obra de Víctor Hugo. Durante cinco minutos al espectador le parece sublime, pero después toda su alma se subleva y grita: «¡No, eso es falso, falso, falso!».

Dijo esto con un apasionamiento que Neil desconocía en las personas que hablaban de arte o literatura. Sus mejillas, pálidas de ordinario, se encendieron y sus ojos claros brillaron. 

—No hay nadie que describa el ambiente mejor que Conrad —dijo Neil—. Cuando leo un libro suyo me parece que aspiro, veo y siento el Este. 

—¡Tonterías! ¿Qué sabe usted del Este? Todo el mundo le diría que cometió errores mayúsculos. Pregúnteselo a Angus. 

—Desde luego, no siempre estuvo acertado —dijo Munro con su calma acostumbrada—. El Borneo que él describe no es el que nosotros conocemos. Lo vio desde la cubierta de un barco mercante, y no fue un observador muy sagaz ni siquiera en eso. Pero, ¿qué importa? Yo no sé por qué la fantasía ha de verse constreñida por la realidad. No creo que sea escaso el mérito de haber creado un país, un sombrío, siniestro, romántico y heroico país. 

—Mi pobre Angus, eres un sentimental. —Y añadió, dirigiéndose a Neil—: Usted tiene que leer a Turgueniev, tiene que leer a Tolstoi, tiene que leer a Dostoievski. 


Somerset Maugham / Neil MacAdam





CONRAD
by William Somerset Maugham

"I read a lot of Conrad."

"For pleasure or to improve your mind?"

"Both. I admire him awfully."

Darya threw up her arms in an extravagant gesture of protest.

"That Pole," she cried. "How can you English ever have let yourselves be taken in by that wordy mountebank? He has all the superficiality of his countrymen. That stream of words, those involved sentences, the showy rhetoric, that affectation of profundity: when you get through all that to the thought at the bottom, what do you find but a trivial commonplace? He was like a second-rate actor who puts on a romantic dress and declaims a play by Victor Hugo. For five minutes you say this is heroic, and then your whole soul revolts and you cry, no, this is false, false, false."

She spoke with a passion that Neil had never known anyone show when speaking of art or literature. Her cheeks, usually colourless, flushed and her pale eyes glowed.

"There's no one who got atmosphere like Conrad," said Neil. "I can smell and see and feel the East when I read him."

"Nonsense. What do you know about the East? Everyone will tell you that he made the grossest blunders. Ask Angus."

"Of course he was not always accurate," said Munro, in his measured, reflective way. "The Borneo he described is not the Borneo we know. He saw it from the deck of a merchant-vessel and he was not an acute observer even of what he saw. But does it matter? I don't know why fiction should be hampered by fact. I don't think it's a mean achievement to have created a country, a dark, sinister, romantic and heroic country of the soul."

"You're a sentimentalist, my poor Angus." And then again to Neil: "You must read Turgeniev, you must read Tolstoi, you must read Dostoevsky."

Neil MacAdam by Somerset Maugham


Casa de citas / Somerset Maugham / Escritores




William Somerset Maugham
ESCRITORES


I

Una buena regla para los escritores: no explicamos mucho.


II

La vida del escritor está llena de tribulaciones. Ante todo ha de soportar la pobreza y la indiferencia del mundo; luego, una vez alcanzado cierto éxito, se habrá de someter de buena gana a todas las eventualidades. Depende de un público inconstante. Está a merced de los periodistas que quieren celebrar entrevistas con él y de los fotógrafos deseosos de retratarle.



domingo, 30 de enero de 2022

Casa de citas / Somerset Maugham / La hipocresía

 

William Somerset Maugham
LA HIPOCRESÍA

La hipocresía es el vicio más difícil y agotador que pueda tener un hombre. Necesita una vigilancia constante y una atención ininterrumpida de la mente. A diferencia del adulterio o la glotonería, no se puede practicar sólo en determinados momentos sino que es un trabajo permanente.



Casa de citas / Somerset Maugham / El final de una vida

 


William Somerset Maugham
EL FINAL DE UNA VIDA

Es como leer un libro a la caída de la tarde: se sigue leyendo sin ver que la luz va bajando y, súbitamente, al detenerse un momento, nos damos cuenta de que la luz se ha acabado. Es totalmente oscuro y al volver a mirar el libro no vemos ya, y la página no tiene sentido.

1901. 

W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 61

sábado, 29 de enero de 2022

Casa de citas / Somerset Maugham / En una taberna


En la taberna, 1660
Jan Steen

William Somerset Maugham
EN UNA TABERNA

Estábamos sentados en una taberna de Capri cuando entró Norman y nos dijo que T. estaba a punto de suicidarse. Quedamos impresionados. Norman manifestó que cuando T. le dijo lo que iba a hacer no vio razón para disudirlo. "¿Vas a hacer algo?", le pregunté. "No", contestó, y encargó una botella de vino y esperó a oír la detonación.

1915. 

W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 97

viernes, 28 de enero de 2022

Casa de citas / Somerset Maugham / El amor más duradero



William Somerset Maugham
EL AMOR MÁS DURADERO


En el amor es necesario hacer economías de relaciones. Ninguno de nosotros puede amar eternamente. El amor será mucho más fuerte y durará si tiene que luchar con ciertos impedimentos. Si un enamorado se encuentra imposibilitado de gozar de su amor por ausencia, dificultad de acceso, o capricho y frialdad de la amada, puede elegir el consuelo en la idea de que una vez consiga sus deseos su delicia será intensa. Pero siendo el amor lo que es, de no existir estos impedimentos, no tendrá en consideración la necesidad de la prudencia y su castigo será la saciedad. El amor más duradero es el amor no correspondido.

W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 27

Casa de citas / Somerset Maugham / Una mujer desgraciada



William Somerset Maugham
UNA MUJER DESGRACIADA


Era rica, admirada, tenía éxito y muchos amigos. Hubiera podido ser una mujer feliz, pero no lo era; era desgraciada, nerviosa, descontenta. Los sicoanalistas no podían hacer nada por ella. No podía decirles lo que tenía porque ella mismo lo ignoraba. Iba en busca de su tragedia. Entonces se enamoró de un aviador, mucho más joven que ella, y fue su amante. Era piloto de pruebas y un día, mientras ensayaba un motor, éste sufrió una avería y el avión se estrelló. Murió ante sus ojos. Sus amigos temieron que se suicidase. Pero nada de esto. Fue feliz, engordó y estuvo contenta. Ya tenía su tragedia.

W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 291

Casa de citas / Somerset Maugham / Hombres



William Somerset Maugham

HOMBRES

No hay ningún punto en que los hombres mientan tanto como en sus facultades sexuales. En este terreno todo hombre es lo que en el fondo de su alma querría ser, un Casanova.


W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 291

miércoles, 26 de enero de 2022

Casa de citas / Somerset Maughman / Proverbios y máximas

William Somerset Maugham

William Somerset Maugham
PROVERBIOS Y MÁXIMAS
Los proverbios y las máximas son el último refugio de los desamparados.


Casa de citas / Somerset Maugham / Infortunios

 

Somerset Maugham a los 88 años (1962)
Fotografía de Cecil Beaton


William Somerset Maugham
INFORTUNIOS
Uno de los infortunios del ser humano es que sigue teniendo deseos sexuales mucho después de que ha dejado de ser sexualmente deseable. Es perfectamente natural satisfacer tales deseos; pero es ciertamente mejor no hablar de ellos.


1941.

W. Somerset Maugham
Carnet de un escritor
Plaza & Janes, Barcelona, 1961, p. 306



Casa de citas / Somerset Maugham / Secretos

Somerset Maugham
Graham Sutherland,1949


William Somerset Maugham
SECRETOS

Cada hombre tiene secretos que él mismo ignora.




martes, 25 de enero de 2022

Casa de citas / García Márquez / Escritores

 



Gabriel García Márquez
ESCRITORES

Una de las injusticias de la literatura es que no existe una clasificación escalonada de los escritores de acuerdo con su calidad. En música se sabe que hay un paraíso más alto, donde están sentados para siempre Juan Sebastián Bach, Mozart, Beethoven, Bartok -y tal vez los Beatles-, pero hay todo un olimpo de compositores de segunda, y aun de tercera categoría, que escuchamos y admiramos a pesar de la certidumbre de que no son eternos. Ocurre lo mismo con los pintores. No hay más que pasearse por los museos del- mundo para darse cuenta de que junto a Goya y Velázquez, junto a Leonardo y Botticelli, junto a Rembrandt y Picasso, hay muchos colgados en la antesala de la eternidad que sin duda merecen estar donde están, pero en niveles distintos. En literatura no: o se es un escritor de primera línea o uno no encuentra donde ponerlo, y no sólo en los innumerables compartimentos del corazón, sino ni siquiera en los estantes de la biblioteca. En ese. sentido, el criterio más justo es el del mundo del boxeo: hay pesos pesados, pesos welter, pesos medios, pelos mosca, y cada, cual, disfruta de una gloria universal dentro de sus límites respectivos. En literatura, en cambio, sólo los pesos pesados van al cielo.Hablábamos de esta injusticia la otra noche con el escritor Pedro Gómez Valderrama, a propósito de un escritor que ambos admiramos sin ningún pudor, a pesar de ser conscientes de que no es uno de los más grandes: Somerset Maugham. El problema es dónde ponerlo. Sus novelas, que le hicieron famoso, sobre todo por sus adaptaciones al cine, no merecen ni un recuerdo piadoso. En cambio, hay un mundo de tesoros ocultos en sus casi 300 cuentos, muchos de los cuales no son más que obras maestras. Curioso: igual cosa ocurre con Hemingway, y sin embargo no nos cabe ninguna duda de que es y tal vez seguirá siendo para siempre una estrella de la primera división. Maugham, al contrario, es un autor que se olvida, aunque se sabe de la existencia de grandes lectores, críticos respetables y escritores consagrados que quisieran subirlo a un piso más alto, pero no se atreven. Así como hay muchos que lo siguen leyendo en secreto, y hasta algunos escritores que siguen nutriendo con la lectura la propia obra, y sin embargo lo niegan en público más de tres veces y mucho después de que ha cantado el gallo.

 García Márquez / Las glorias del olvido


 





lunes, 24 de enero de 2022

Casa de citas / García Márquez / Anatole France


 
Anatole France

Gabriel García Márquez
ANATOLE FRANCE
Queda todavía por establecer si estos autores borrados de la memoria merecían de veras su suerte. Pero hay otros de los cuales se puede y se debe decir sin vacilación que no la merecían. Es el caso de Anatole France, premio Nobel de 1921, que ejerció una fascinación, justa no sólo en Francia sino en todo el ámbito latino, y del cual son muy pocos los que hoy pueden hablar sin conocimiento de causa.


García Márquez / Las glorias del olvido





Casa de citas / Anatole France / Sobre la felicidad

Anatole France


Anatole France
SOBRE LA FELICIDAD

Nunca un hombre hace feliz a otro. La felicidad es un manantial interior. Los hombres que se han ocupado de la felicidad de los otros han hecho desgraciados a los que han tenido al alcance. Lo mejor que podemos esperar de un apóstol o de un héroe es que no se dé cuenta de nosotros y nos pase por alto.



Casa de citas / Anatole France / Mentiras

Anatole France

Anatole France
MENTIRAS

Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento.


domingo, 23 de enero de 2022

Casa de citas / Jo Nesbø / Harry y el asesino

 



Jo Nesbø
HARRY Y EL ASESINO

A Harry y el asesino les mueve un mismo deseo, una misma sed. Los asesinos en serie se sienten obligados a cometer otro crimen y después de ese otro, porque creen que el primero, o el anterior, no fue perfecto, que podría ser mejor. Y eso es lo que hacen cuando cometen otro crimen, intentar mejorarlo. En el caso de Harry lo que pasa que cuando encierra a un asesino, no se siente del todo satisfecho. Quiere más, siempre quiere más. Es un poco lo que les pasa a los soldados que han servido en Afganistán o en Irak y que, cuando regresan a casa, se sienten vacíos, quieren volver al frente, y no saben exactamente por qué.


Jo Nesbo / "El crimen es el medio para hablar de la condición humana"



sábado, 22 de enero de 2022

Casa de citas / Jo Nesbø / Harry Hole





Jo Nesbø
HARRY HOLE

Siempre acabo volviendo a Harry, es mi personaje favorito. Es como cuando te haces mayor y te interesa pasar más tiempo con tus viejos amigos que hacer algunos nuevos, y prefieres profundizar que empezar una amistad más superficial.

Jo Nesbø / "La era de los 'likes' supone dar rienda suelta a la estupidez"





jueves, 20 de enero de 2022

Casa de citas / Borges / Adiós, pelota

 


Casa de citas
Borges / Bioy Casares
ADIÓS, PELOTA

Sábado, 2 de noviembre de 1957

Vamos a tomar el té a casa. Un chico que juega al fútbol en la calle, al ver que su pelota corre debajo de mi automóvil, grita: "Adiós, pelota'. Borges comenta: "Adiós, pelota. Toda la ternura y la poesía que hay en esa frase". BIOY: "Así es fácil hacer poesía. La palabra pelota es irrefutable".

Adolfo Bioy Casares
Borges
Ediciones Destino, Barcelona, 2006, p. 386



miércoles, 19 de enero de 2022

Casa de citas / Cervantes según Lope de Vega

Miguel de Cervantes Saavedra



CERVANTES SEGÚN LOPE DE VEGA

"De poetas no digo buen siglo es éste. Muchos están [en] cierne para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote."

Lope de Vega (en una carta a un médico)
4 de agosto de 1604







martes, 18 de enero de 2022

Casa de citas / Gerald Martin / Gabo y su hija

 

Gabriel García Márquez


Gerald Martin
GABO Y SU HIJA
17 de enero de 2022

Queridos amigos/Dear friends

Estoy recibiendo muchos mensajes sobre esta noticia y diferentes personas me están haciendo muchas preguntas. Respondí a la primera pregunta que recibí, anoche, con las siguientes palabras: "Lo sospeché hace 30 años y me convencí (casi) definitivamente hace casi 10 años. Es una regla de conducta mía no hablar públicamente de "amantes" y/o sus hijos sin antes conversar personalmente con las personas en cuestion y en este caso -muy significativo, obviamente- no he logrado visitar Mexico (país donde viví un año y a donde he regresado mas de 20 veces) en los últimos 10 años. Por otra parte, ser biógrafo no es lo mismo que ser periodista!" Se ve "de lejos" que Susana y Indira son mujeres muy interesantes y muy estimables y espero conocerlas algún día. Les deseo todo lo mejor. Por ahora no quiero hacer mas comentarios.


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lunes, 17 de enero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Escritores

 

Jorge Luis Borges

Triunfo Arciniegas
ESCRITORES
17 de enero de 2022

¿Qué tipo de escritor le gustaría ser? ¿Un Borges o un Bioy Casares? Borges era pobre, genial y absolutamente torpe y tímido con las mujeres. Vivía con su madre. En medio de una cita, en un café o donde fuera, ya cuarentón y muchos años después, se levantaba a llamar por teléfono a casa porque tenía la obligación de reportarse. Bioy Casares, talentoso, rico y apuesto, era un consumado mujeriego. Borges se enamoraba perdidamente de una sola mujer, con quien nunca le iba bien. Bioy Casares las enamoraba. Solía dedicar las tardes a estos asuntos. Porque las mañanas eran para el deporte. Y en las noches, en casa, religiosamente, con su mujer, Silvina Ocampo. Borges los visitaba a la hora de la cena y luego trabajaban en algún proyecto pendiente. Fueron grandísimos amigos, sin envidia alguna, y disfrutaron del humor negro y perverso que Bioy Casares registró en sus diarios. No dejaban escritor con cabeza. La obra de uno es muy diferente de la obra del otro. La vida, mucho mas.



¿Qué escritor le hubiera gustado ser? ¿Un escritor genial sin amores felices o un escritor afortunado en el amor pero con una obra de menos peso? ¿Qué importa más, la obra o la vida misma? ¿Una vida plena o perdurar en la memoria de la gente? ¿Los tibios lechos o los empolvados anaqueles? ¿Qué le pediría a los dioses? Talento o placeres?





domingo, 16 de enero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Equivocaciones

Pablo Neruda

Triunfo Arciniegas
EQUIVOCACIONES
16 de enero de 2022

Hay tres grandes escritores que admiro profundamente: Pablo Neruda, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Los he leído durante toda mi vida y los seguiré leyendo. Ante la obra de cada uno de los tres me quito el sombrero. Y los tres cometieron equivocaciones políticas. Neruda le escribió poemas a Stalin y, como un gato, tapó las cagadas de Fidel Castro. Cortázar, tan sabio y luminoso en su obra, fue un ingenuo en política, por no decir un pendejo. Además de su ciega entrega al sandinismo nicaragüense, que derivó en esta aberración de la naturaleza llamada Daniel Ortega, fue otro gato con la revolución cubana. A García Márquez, ciego ante la miseria y la injusticia en Cuba, se le escurría la baba por Fidel Castro. Cómo es posible que un escritor tan genial se excitara de esta manera con tanto político de porquería? Cómo es posible que Oliver Stone, Chomsky y otros intelectuales de primera fila se hayan rendido ante ese chafarote que fue Hugo Chavez? Y en nuestra parroquia, en este triste país del desangrado Corazón de Jesús, cómo es posible que intelectuales de cierto prestigio no vean la egolatría, el odio y la desmedida ambición por el poder de Petro? O carecen de visión de futuro o se niega a ver por dónde va el agua al molino. No vislumbran la catástrofe que se avecina.