Tanto tiempo disfrutamos de este amor Nuestras almas se acercaron tanto así Que yo guardo tu sabor Pero tú llevas también sabor a mí.
Si negaras mi presencia en tu vivir Bastaría con abrazarte y conversar Tanta vida yo te di Que por fuerza tienes ya sabor a mí.
No pretendo ser tu dueño No soy nada yo, no tengo vanidad De mi vida, doy lo bueno Soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar.
Pasarán más de mil años, muchos más Yo no sé si tenga amor la eternidad Pero allá tal como aquí En la boca llevarás sabor a mí.
Trío Los Panchos
Sabor a mi
Monsieur Periné
Sabor a mí
La historia detrás de la canción
“Sabor a Mí”, de Álvaro Carrillo
15/agosto/2014
Álvaro Carrillo es un hombre que no necesita presentación. Y en caso de requerirla, su carta fuerte es sin duda la canción “Sabor a mí”. El tema fue registrado el 11 de julio de 1958 ante la Promotora Hispano Americana de Música (PHAM) y grabada a mediados de 1959. Desde entonces, “Sabor a mí” no solo es un referente de la música de Carrillo, es un ícono cultural universal que ha sido cantado en español, inglés, francés, japonés, alemán, mandarín, portugués, ruso, italiano, zapoteco. Lo mismo por el Maestro Álvaro Carrillo evidentemente, pasando por Bebo Valdés, Pérez Prado, Isabel Pantoja, Lilla Downs e incluso existe una versión de Charles Manson, sí el asesino serial. Por esto y más, sus grabaciones y copias vendidas, deben ser contadas en millones.
Es el propio Mario Carrillo, hijo del compositor oaxaqueño, quien nos comparte la historia del tema, gracias al recuerdo de su tía Guadalupe Incháustegui Guzmán, hermana de su madre:
“Fue en diciembre de ese año, 1957, cuando en la cena de Navidad, ya estando comprometidos, mi padre tomaba whisky y entre trago y trago le depositaba un beso a mi mamá. Mi madre, como casi toda mujer, le empezó a reclamar que estaba tomando mucho, sugiriendo que dejara de hacerlo. Pero mi padre hacía “mutis” para servirse otro whisky y así, sorbo tras sorbo y beso tras beso, los reclamos se hicieron rutina. En una de esas, cuenta mi tía, que mi mamá le dijo a Álvaro Carrillo que de tanto beso ya la estaba emborrachando, que ella sin tomar nada ya tenía en la boca el sabor a whisky. Mi padre, tras una breve pausa, reviró y le dijo: “lo que tienes en la boca no es sabor a whisky es… sabor a mí”. Ambos, cómplices de la poesía, entendieron en ese momento que la frase suscitada de ese reclamo era una sentencia poética que debería convertirse en canción. Mi madre la anotó como tarea para mi padre y, rompiendo su sobriedad, tomó un trago del vaso de mi papá y brindaron por el que sería, probablemente, el éxito más grande que Álvaro Carrillo haya compuesto”.