lunes, 28 de febrero de 2022

Casa de citas / Anne Applabaum / Hambruna Roja

 

EL CAMARADA STALIN, EL MAYOR GENOCIDA DE LA HISTORIA,

 Y EL HAMBRE EN UCRANIA


I

“¡Querido tío! No tenemos pan ni nada para comer. Mis padres están exhaustos por el hambre, se han tumbado y ya no se levantan. A mi madre, el hambre la ha dejado ciega y no puede ver. La he sacado a la calle. Tengo muchas ganas de comer pan, Tío, llévame a Járkov contigo porque voy a morir de hambre. Lévame contigo, soy pequeña y quiero vivir, y aquí me moriré, porque todo el mundo se muere...”

II

“La hermana de Volodímir Slípchenko trabajaba en una escuela en la que vio morir de hambre a chicos durante las clases. Un chico está sentado en su pupitre, se desmaya, o cae, o mientras jugaba fuera, en el patio. Muchas personas fallecieron mientras intentaban huir a pie. Otro superviviente recordaba que los caminos que llevaban al Donbás estaban cubiertos de cadáveres. Había aldeanos muertos en las carreteras, en las cunetas y en los caminos. Había más cadáveres que personas para moverlos..."

III

“La gente comía cualquier cosa para no morir. Comían alimentos podridos o sobras de comida que las brigadas hubiesen pasado por alto. Comían caballos, perros, gatos, ratas, hormigas, tortugas. Hervían ranas y sapos. Comían ardillas. Cocinaban erizos en hogueras y freían huevos de pájaros. Comían la corteza de los robles, musgo, bellotas. Comían hojas y dientes de león, caléndulas y un tipo de espinaca silvestre. Mataban cuervos, palomas y gorriones. Nadía Lutsíshina recordaba que las ranas no duraron muchos: las cazaron a todas (…). Ser propietario de una vaca separaba a la vida de la muerte. ¿Qué podían comer las vacas? La paja de los techos de las cabañas campesinas”.


Anne Applebaum
Hambruna roja

La guerra de Stalin contra Ucrania

domingo, 27 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / He decidido dedicarme a las drogas




Triunfo Arciniegas
HE DECIDIDO DEDICARME A LAS DROGAS
27 de febrero de 2022

Les sorprenderá la noticia, pero así es. He decidido dedicarme a las drogas. Pero primero lo primero y antes de que se me olvide: quiero dar las gracias a las personas que ayer tuvieron la amabilidad de recordar mi cumpleaños.

Lo uno viene con lo otro. Son muchos los años. Demasiados. Los años han llegado como caballos briosos, uno tras otro, y todos me han pateado. A estas alturas de la vida uno no sale de la casa a comprar ron sino ibuprofeno. El pasado 14 de febrero la única cita que tuve fue con el médico. Lo digo en serio y no vayan a pensar que andamos enamorados.

Se dice que si alguien despierta después de los cuarenta y no le duele nada, es que está muerto. Más adelante ya uno no se pregunta qué le duele sino qué no le duele todavía. "Hoy no me duele la pierna" o "Al fin se me quitó la tos".

Cuando viajo, mi urgencia no es localizar los bares sino las farmacias. No se sabe a qué hora se presente la emergencia. Yo no era así.

Otra confesión: ya no tengo cuenta abierta en las cantinas. Me borraron. Mis penas se las cuento al farmaceuta. Ya uno no busca con quién salir a bailar sino quién le traiga un remedio que no se consigue por ninguna parte.

En mi cabeza el sitio reservado a las bellas actrices y modelos fue invadido por nombres de medicinas y tratamientos. Por ejemplo, al ibuprofeno 800, que no es caro, sólo le falta acabar con los dolores de conciencia, pero se recomienda el uso prudente porque hay que cuidar el riñón.

En estos días descubrí el neurobión. No me alivia pero me acelera. Me ha permitido escribir poemas. Ojalá resulten medicinales. Sueño con el día que el farmaceuta me diga: "Sus poemas se están vendiendo bien". Que espanten las penas, vaya y venga, pero que combatan un dolor de muelas, qué maravilla.

Finalmente, vuelvo al asunto del cumpleaños. No quiero dejar pasar la fecha sin la debida celebración. Voy a organizar una parranda de tres días consecutivos: 29, 30 y 31 de febrero. Espero que las fechas les convengan. Confirmen antes de que Facebook sospeche de la naturaleza del mensaje y, en su miopía, me restringa la cuenta, como cuando reenvié la broma de un Pablo Escobar diciendo por teléfono que le busquen a Cupido y le den plomo. Cupido no existe y acá a duras penas nos mantenemos con vida.

En cuanto a la parranda, no hay mayores exigencias. Se visten como quieran. Llegan y se van cuando se les da la gana. Pero, por favor, traigan drogas. Podemos compartir. Tengo suficiente flouxetina pero ando escaso de dicoflenaco y ditopax.

Gracias.



sábado, 26 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Pastillas




Triunfo Arciniegas
PASTILLAS
26 de febrero de 2022

Soñé que en la taberna de Lucy, rodeado de otros pistoleros, me retaba Jaime Echeverri: "Te apuesto dos pastillas de flouxetina contra una de neurobión".

viernes, 25 de febrero de 2022

Sobre la intensidad y las otras miradas




Triunfo Arciniegas
SOBRE LA INTENSIDAD Y OTRAS MIRADAS
24 de febrero de 2022

Me perdonan pero no entiendo la intensidad de la exaltación. Tanta gente brincando y abrazándose, como si fuera una fiesta. ¿Festejo de la vida o de la muerte? La línea es sutil y frágil. Debería tomarse la victoria con serenidad, enfrentando otras miradas. Por una parte se gana un derecho y por otra se suspende una vida, se le cierra el camino a alguien que por unas cuantas semanas más ya no va a contar su propio cuento. Finalmente, hay que señalar que ese derecho no es un fin, es una opción, apenas una opción.


jueves, 24 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Sobre la estupidez y la crueldad

Metro de Kiev


Triunfo Arciniegas
SOBRE LA ESTUPIDEZ Y LA CRUELDAD
24 de febrero de 2022

Hay que ser muy estúpido para hacer bromas con la terrible situación de Ucrania. Se burlan en las redes de unos políticos de mierda mientras expresan, en cierto modo, admiración por el déspota. No saben lo que dicen. Parecen fascinados por los tiranos y se les notan las ganas de tener uno en casa. Asquerosa y repugnante esta fascinación por el poder. Ojalá se detengan a pensar un momento y se declaren en contra de los tiranos y los aprendices de tiranos, lejanos y domésticos, declarados o sabiamente disfrazados, en campaña o en ejercicio.
Porque lo cierto es que 137 muertos y cien mil desplazados en el primer día de la invasión rusa no dan ganas de reír.
Esta noche siniestra el asesino tiene nombre y no le importa el abismo. Su egocentrismo, su altanería, es tal que debe de sentirse el amo del Universo.
Ninguno de estos infelices bromistas sabe que hace casi cien años, Stalin, el mismo al que el poeta comunista Pablo Neruda le escribió poemas, mató de hambre a cinco millones de ucranianos. Se le denominó "la hambruna roja". Ojalá lean el estremecedor libro de Anna Applebaum, "La guerra de Stalin contra Ucrania".
Y luego veremos si se les ocurre alguna broma.







miércoles, 23 de febrero de 2022

Poemas como heridas / Charles Simic / Último picnic



Charles Simic

Último picnic

 

Antes de que lleguen las lluvias de otoño

Vayámonos de picnic una vez más

Ahora que las hojas cambian su color

Y la hierba sigue verde en algunos lugares

 

Pan, queso y algunas uvas negras

Deben ser suficientes,

Y una botella de vino tinto para brindar por los cuervos

Intrigados de encontrarnos ahí sentados.

 

Si hace frío –y lo hará– voy a estrecharte.

La noche llegará temprano.

Miraremos al cielo, esperando encontrar una luna llena

Para iluminar nuestro camino a casa.

 

Y si no hay ninguna, pondremos toda nuestra fe

En tu caja de cerillos

Y mi sentido de la orientación

Mientras nos vamos a tientas por la oscuridad.




The Picnic Party
Jack Vettriano


Last Picnic

by Charles Simic

Before the fall rains come,
Let’s have one more picnic,
Now that the leaves are turning color
And the grass is still green in places.

Bread, cheese and some black grapes
Ought to be enough,
And a bottle of red wine to toast the crows
Puzzled to find us sitting here.

If it gets cold—and it will—I’ll hold you close.
Night will come early.
We’ll watch the sky, hoping for a full moon
To light our way home.

And if there isn’t one, we’ll put all our trust
In your book of matches
And my sense of direction
As we grope our way in the dark.

 

martes, 22 de febrero de 2022

Casa de citas / Ehrenburg / Isaak Bábel

Isaak Bábel


Iliá Ehrenburg
ISAAK BÁBEL

BIOGRAFÍA

Por su aspecto externo era lo menos parecido a un escritor. En su artículo «El principio», cuenta que al llegar por primera vez a Petersburgo (tenía entonces veintidós años) alquiló una habitación en el piso de un ingeniero. Después de contemplar atentamente al nuevo inquilino, el ingeniero ordenó cerrar con llave la puerta de la habitación de Bábel, que daba al comedor, y sacar del vestíbulo los abrigos y chanclos. Veinte años más tarde, Bábel se instaló en el piso de una francesa anciana en el arrabal parisino de Neuilly; la casera le encerraba por la noche, temerosa de que la degollara. Y no había nada terrible en la figura de Isaak Emmanuilovich. Sencillamente, intrigaba a muchas personas: sabe Dios qué hombre será éste y cuáles deben ser sus ocupaciones…

Iliá Ehrenburg
Gentes, años vida

lunes, 21 de febrero de 2022

Casa de citas / Vitali Shentalinski / La palabra arrestada

 




Vitali Shentalinski
LAS SANGRIENTAS PÁGINAS DEL SOCIALISMO

Durante los años de poder soviético se detuvo a unos 2.000 escritores y cerca de 1.500 murieron en cárceles y campos de concentración, mientras esperaban que les pusieran en libertad. Por supuesto, estas cifras son inexactas, pero por ahora es imposible precisarlas más. "Desearía nombrarlos a todos, pero se han llevado la lista y no se sabe dónde buscar información...", escribió Anna Ajmátova.

Las circunstancias y las fechas de las muertes de estos escritores se silencian o se falsifican, sus biografías están llenas de lagunas, y cuando se los cita en las enciclopedias y obras de consulta se aportan datos que no corresponden a la realidad.

Hay algo más importante. A saber, que durante las detenciones, a estos escritores se les confiscaban sus manuscritos y sus archivos, que eran smontonados en depósito secretos.


Vitali Shentalinski
La palabra arrestada
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018, p.12



domingo, 20 de febrero de 2022

Casa de citas / Gustavo Arango / García Márquez y Somerset Maugham

William Somerset Maugham

Gustavo Arango
GARCÍA MÁRQUEZ Y SOMERSET MAUGHAM

El taller fue en Barranquilla, en diciembre de 1997, y García Márquez no paró de hablar día y noche sobre el oficio, sobre su vida y sobre sus relaciones con gentes principales. En medio de todo aquello dijo sin mucho énfasis que el cuento que más le gustaba era uno de W. Somerset Maugham, titulado P.O. Explicó que el título eran las iniciales de una compañía de navegación que hacía grandes cruceros al Oriente. Contó que era la historia de un magnate inglés que se fue a alguna de esas islas remotas, Sumatra, o algo así, y que el magnate había vivido durante treinta años con una especie de plan para el futuro en el que cada detalle estaba cuidadosamente calculado: “En tal momento hago esto, en tal otro momento debo tener tanto dinero y no trabajo más y me voy a vivir a una isla”. Cuando el magnate se retiró, se embarcó, tomó el mejor camarote de la P.O., se vistió, fue al bar, pidió un whisky, y al beber el primer trago le empezó un ahogo. Al tercer día el barco estaba comunicándose con todo el mundo, pidiendo remedios para el viejo. “Para mí, ese cuento es un peso pesado”, concluyó García Márquez aquella vez en Barranquilla.

No diré que pasé casi veinte años buscando ese cuento, pero decirlo no estaría lejos de la verdad. Desde aquella mención de García Márquez, presté atención a Maugham. Me hice amigo de su estilo elegante y lleno de sutilezas. Leí biografías y entrevistas. Supe de las intrigas que le escamotearon el Premio Nobel. Me familiaricé con la vida y la obra de ese autor brillante al que el tiempo no le está haciendo justicia. Pero, aunque no perdí ocasión de hojear los índices de sus libros, nunca había podido encontrarme con P.O.

Lo irónico del caso es que siempre estuvo cerca de mí, aquí mismo en mi casa, en una maravillosa colección titulada Los mejores cien cuentos del mundo, publicada en Nueva York, en 1927, por la editorial Funk and Wagnalls. Como decía el difunto Eco, la biblioteca personal debe estar llena de libros por leer. Aquella colección la había comprado en un mercado de las pulgas por menos de lo que cuesta un almuerzo. La tenía en reserva para que me sorprendiera alguna tarde en que estuviera abierto a las sorpresas. El sábado pasado andaba desempolvando los lomos de mis queridos libros viejos, cuando me dio por abrir y mirar el índice de uno de los volúmenes de la colección. Ahí encontré a “P. & O.”. Hablaré de sus virtudes dentro de dos semanas. Por lo pronto les diré que lo curioso era que estaba en un volumen dedicado a cuentos sobre mujeres.

VIVIR EN EL POBLADO

viernes, 18 de febrero de 2022

Casa de citas / Juan Manuel Roca / Poemas que García Márquez no escribió

Gabriel García Márquez

Juan Manuel Roca
POEMAS QUE GARCÍA MÁRQUEZ NO ESCRIBIÓ
17 de febrero de 2022


Conservo con afecto un libro del colombiano Eduardo Palacios titulado "La imagen poética en Juan Rulfo". Entre otras cosas porque no creo que haya una poética de mayor rango en la narrativa de América Latina. Cooptando el método que en un capítulo de la obra de Palacios articula poemas de Rulfo a partir de imágenes de los dos libros más relevantes suyos, "Pedro Páramo" y "El llano en llamas" y sin contar con lo que el mexicano llamó "Poema cinematográfico" hice algo similar durante un taller de creación en la Casa Silva, cuando no estaba esta tan desierta como Comala.

Encabalgando imágenes tomadas de las cabeceras de dos textos de Gabriel García Márquez: "El coronel no tiene quien le escriba", su libro que más leo y aprecio, y de uno de sus cuentos, "Un señor muy viejo con unas alas enormes" me di a servir de amanuense de dos poemas suyos que nunca escribió, pero en los que no hay una sola palabra que no sea suya.

Son dos poéticas de muy distinto cuño las de Rulfo y García Márquez. La del primero quizás venga en buena parte de su conocimiento de la serie de epitafios de Edgar Lee Masters y su "Antología de Spoon River" y también del habla del pueblo mexicano; la del colombiano está más ligada a la esfera de un realismo mágico: sucesos con mujeres que ascienden al cielo, un alud de mariposas amarillas -un tanto piedracelistas- y dos que recuerdo como poderosas imágenes: el hilo de sangre que recorre el pueblo y ese tren de muertos que cruza partiendo en dos tajos el silencio. 

Juan Manuel Roca

Estos son los dos poemas que García escribió sin escribirlos:


SILENCIO DEL CORONEL


Se desprendieron las últimas raspaduras

del polvo de café revueltas con óxido de lata.

Era octubre. Octubre era una de las pocas

cosas que llegaban. Octubre se había instalado

en el patio. Un grupo de niños penetró la cerca

desportillada. Se sentaron en torno al gallo.

Los gallos se gastan de tanto mirarlos. Mira

en qué ha quedado nuestro viejo paraguas de circo,

dijo el coronel. Abrió sobre su cabeza

un misterioso sistema de varillas metálicas.

Ahora sólo sirve para contar las estrellas.

Casi siempre sueño que me enredo con telarañas.


LA TRISTEZA DEL MUNDO

El mundo estaba triste desde el martes.

Ya ves, Úrsula. Lo que andan diciendo las gentes.

Las calles estaban desiertas bajo la lluvia

y las casas cerradas, sin vestigios de vida interior.

Debieron de haber pasado varias horas

después de la masacre,

porque los cadáveres tenían la misma temperatura

del yeso en otoño. El mundo estaba

triste desde el martes. El ángel andaba

arrastrándose por acá y por allá

como un moribundo sin dueño. Y ni siquiera

la vecina sabía qué hacer con los ángeles muertos.

La vida es dura, camarada.



jueves, 17 de febrero de 2022

Casa de citas / Joaquín Sabina / Los libros



Joaquín Sabina
LOS LIBROS
A mí lo que me ha salvado son los libros que he leído, de todo, pero principalmente de la soledad. Por ejemplo, ocurre mucho en las giras, cuando a un avión le pasa algo y nos quedamos todos tirados en un aeropuerto, que los músicos se desesperan, no saben qué hacer. Pero yo, si tengo un buen libro, ¡estoy feliz! Los libros me acompañan, me ayudan a pensar, a vivir un montón de vidas distintas a la mía. En lugar de estar como un animal enjaulado mirando a un avión que va a salir en seis horas, puedo estar en la antigua Roma viviendo las vidas de otros. Creo que ese es el único consejo que me he atrevido a dar en la vida: si tienes un libro, nunca vas a estar solo.



 

miércoles, 16 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Opiniones

No words
Maja Vasovic



Triunfo Arciniegas
OPINIONES
16 de febrero de 2022

Leen mal y escriben peor.

Se vuelve uno loco con las opiniones de la gente en las redes. De lejos se advierte que no saben leer. Si no saben leer, si no captan la complejidad y la sutileza del texto, sus opiniones no serán atinadas. Se van por el lado que les conviene o reflexionan con el deseo y no a partir de los hechos. Se casan con un principio y pretenden encajar el mundo en dicho principio. La prisa no les permite abarcar la totalidad de los hechos. Nunca se dan el lujo de investigar. 

Y se expresan peor. Como ignoran las lecciones más elementales de ortografía, sintaxis y puntuación, su pensamiento se oscurece. El sentido se pierde. Los textos adquieren la insensatez de los autores. Piensan una cosa y expresan otra. Sospechan y dan por hecho las sospechas. Confunden sentimiento y pensamiento y carecen de la armazón verbal para expresar los sentimientos. Como hinchas en un partido de fútbol, repiten las frases de los otros y las palabras de moda. A menudo funcionan en gavilla, en manada. Son el fuego de la muchedumbre enardecida.

Algunos, amparados por seudónimos, resultan atrevidos. Pregonan barbaridades que no se atreverían a expresar frente a frente. Hacen leña del árbol caído.

Y lo peor de todo: no se dan cuentan.


lunes, 14 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Palabras del sediento

Ilustración de David Ladmore



Triunfo Arciniegas
PALABRAS DEL SEDIENTO
14 de febrero de 2022

Hoy es un día para comer pan delante de los pobres. Van a ver un montón de enamorados restregándonos su felicidad. Los verán felices, dándose besos o enviándose apasionadas frases de amor y declarándose amor eterno. ¿A quién carajos le importa?

Y uno ahí parado, sin tarjeta, junto a un cajero del que todo mundo saca plata. Y uno ahí, muerto de sed, a la orilla de un río que no deja de correr.

De niño, en Málaga, pasaba la tarde del domingo frente al cine, esperando que el portero abriera las puertas antes del final de la función para ver gratis una escena. Me acuerdo de algunos besos. De unas cuantas lágrimas. Pero, por supuesto, no los puedo explicar. Creo que por eso me he pasado la vida inventando historias.

Soy el que ve la fiesta a través de la ventana.

Tengo la perversión de inventar. Entro a los recintos más diversos, recorro calles y parques, mirando gente e imaginando vidas. Y a menudo pienso mal. Soy experto en desgracias.

En oscuros callejones duermen los puñales.

No creo que la gente sea tan feliz como parece, no creo en las dichosas situaciones de las fotos. Creo que la gente está empeñada en mantener las apariencias, que le horroriza admitir el fracaso, el sinsentido de la vida, el implacable imperio de la estupidez colectiva y, sobre todo, que tiene de sí misma una opinión demasiado generosa.

Es decir, siempre los otros son los malos. Siempre los otros son los mediocres. Siempre los otros son los desafortunados.

"El infierno son los otros", dice Sartre.

Dicen.

Pero a menudo somos los otros.





miércoles, 9 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Adiós, Cata

 

Triunfo y Cata


Triunfo Arciniegas
ADIÓS, CATA
9 de febrero de 2022

He tratado de escribir unas palabras de despedida pero no he podido. Tengo el dolor, como un animalito encima de la mano, pero no encuentro la forma.

Es preciso desembolatar el tormento. Escribirlo, pintarlo, bailarlo. O arrojarlo como una bola de fuego en la mesa de un bar. O gritarlo en la calle como un borracho aunque no haya puertas ni ventanas abiertas. Herida que no cierra se encona, envenena y mata.

He tratado de contar nuestra historia y todas las páginas se han ido a la basura. Fue amor a primera vista. Esta era la primera frase. Durante días pensé que esta primera frase me garantizaba el texto. La vi acomodada en el sofá de la sala de una casa ajena, en Cuatrovientos, y caí rendido.

Qué animal más bello.

Compré la casa y me quedé con la gata. El cuento no es tan simple. La gata se fue con el trasteo y se les escapó. Apareció dos meses después al fondo del solar. Nos miramos sorprendidos y desapareció de inmediato. Le dejé comida y volvió cuando no había nadie. Día tras día fui acercando el plato mientras se acostumbraba a mi presencia, hasta que llegamos a la cocina. Cuando por fin entró a la casa, salté regocijado.

Hice como si no estuviera, dejando que recuperara su espacio. Los gatos son profundamente territoriales. Son los dueños. Uno apenas es el pinche inquilino. Las puertas permanecieron abiertas. Jamás pretendí encerrarla. Algunas veces despertaba y la veía espiarme, sin atreverse a entrar al dormitorio. Creo que se necesitaron dos meses más para que saltara a la cama.

Vinieron a preguntarla. "A veces viene", mentí. "Se volvió una salvaje." Llegaron de sorpresa alguna vez, pero Cata no se dejó atrapar. Al fin se cansaron, se resignaron.

Al principio la dejaba sola cuando regresaba a Pamplona y René se encargaba de llevarle comida. Luego decidí viajar con ella, sobre todo porque los gatos del vecindario le robaban la comida y porque no soportaba su cantaleta de protesta por los abandonos, y así estuvimos, para arriba y para abajo, ella en el huacal y yo frente al volante, hasta que llegó Mío, hijo de una gata que René y la Negra recogieron de la calle. Y así resultamos los tres. Los tres en la camioneta y, como dicen en México, pelo suelto y carretera. Y ahora Mío y yo extrañamos a Cata por igual. Mío, que había sido tan independiente, ahora no se me despega.

Me asombran y me reconfortan los mensajes de la gente. Uno cree que le cayó la desgracia y lo cierto es que nos pasa a todos. Nos encariñamos con los animales y después no están. Su vida es incluso más corta que la nuestra.

Todavía me domina la incredulidad. Pienso que Cata va a aparecer de un momento a otro, hambrienta y ruidosa, y entonces tendré que disculparme con toda esa gente tan generosa que me escribió para acompañarme en la pena.

Pero no. Debo acostumbrarse a que el breve paso de Cata por esta tierra de nadie ha terminado. Queda su memoria. Las numerosas fotos que le hice.

La vida no es justa. Es salvaje, despiadada, nos trata como se le da la gana. Una criatura tan bella, tan amorosa, no merecía terminar así, despedazada por los perros en la calle.

Al principio, cuando Cata desapareció y aún no había recibido el siniestro video de su muerte, pensé en los secuestrados y la terrible incertidumbre de las familias. ¿Habrá comido? ¿Cómo pasará la noche? ¿Que dolores lastimarán su cuerpo y su alma? Mi situación resulta ridícula ante diez o más años de cautiverio. Porque no sólo han encerrado al secuestrado sino a toda la familia. Diez o más años en un corral en plena selva no tienen perdón. Algunos nunca volvieron a casa.

Luego pensé en los secuestradores y los crímenes que quedan impunes. Unos pasaron al Congreso, sin un día de cárcel, y desde entonces disfrutan de más de treinta millones de pesos mensuales y de las riquezas que acumularon durante el tiempo de la infamia, mientras sus víctimas murieron o se arruinaron o todavía despiertan en medio de la noche con un alarido porque sienten que siguen encadenados en la selva.

Y así es la vida, una cosa feroz.

Alguna vez leí sobre un hombre que estaba emocionado porque la guerrilla le había dicho por fin dónde estaban enterrados los huesos de un familiar secuestrado. La incertidumbre había terminado.

Así es la vida, en una casa intentan cerrar un duelo, y en otra los asesinos festejan.

Dolor y rabia anidan en mi corazón.

La verdad, estamos tan solos. Nos inventamos juegos y espejos, nos ilusionamos con el amor, pero luego todo acaba. Llega la oscuridad y encendemos unas luces que el viento, a través de las rendijas, se empeña en apagar.

Adiós, Cata, mi cielo.

Adiós, mi amor.



viernes, 4 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / La muerte de Cata

 

Cata
Fotografía de Triunfo Arciniegas


LA MUERTE DE CATA
3 de febrero de 2022

Al parecer, los perros mataron a Cata y el suceso quedó grabado. Me enviaron el video. Se ven seis o siete perros persiguiendo a otro animal, frente a mi casa, rumbo al parque del barrio, la misma noche que desapareció mi gata, y se oyen unos chillidos. La mala iluminación y la pésima calidad de la grabación no permiten afirmar con certeza que se trata de Cata en ninguno de los 28 salvajes segundos, pero René aisló una imagen donde se aprecian sus paticas blancas en el aire cuando ya ha sido derribada por la jauría. No voy a compartir el espantoso video, que ya circula en las redes.

jueves, 3 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Cata

El sol de las mañanas
Cata, 2022
Fotografía de Triunfo Arciniegsa

 


Triunfo Arciniegas
CATA
2 de febrero de 2022

Cata, otro animal que me abandona.

Y en el mes del amor precisamente.

Desapareció anoche. Fui a ver Spencer, la conmovedora película de Pablo Larraín sobre Diana de Gales, tan sabiamente interpretada por Kristen Stewart, y cuando volví, como a las nueve, ahí estaba, con Mío. Pero esta madrugada, antes de las cuatro, cuando entré al estudio, no la vi. A veces pasa la noche en la silla o junto al computador. A veces duerme conmigo.

Si no aparece de inmediato, lo hace cinco o diez minutos después, y permanece conmigo mientras trabajo, mientras amanece, y luego bajamos a desayunar.

Me pregunto qué le habrá pasado. No es su costumbre desaparecer tanto tiempo. Es un animal muy casero, me sigue por la casa como una sombra. Si voy a leer a la azotea, ahí está. Lo mismo cuando estoy en el estudio o en la cocina.

No hemos tenido problemas. La consiento todos los días. Le hablo, le comento cosas, mientras le rasco la cabeza. Ayer mismo pensaba, en un ataque de ternura, que Cata y Mío dependen totalmente de mí. Que soy todo cuanto tienen. Y que son mi responsabilidad.

¿Qué hará Mío sin los baños de lengua de Cata? Algo así es difícil de olvidar. Lenguas no se encuentran todos los días. Mío es tan solitario como yo y, para colmo de desdichas, no tiene Facebook.

Elegí para iniciar el texto una frase ambigua, para atrapar al lector, y me desvié a la soportable levedad del ser en el párrafo anterior, pero la situación en realidad no resulta nada graciosa. La verdad sea dicha.
Ya recorrí el barrio y los parques del vecindario. Se la pregunté al vigilante. Grité su nombre como borracho enamorado.

Cata, mi amor. Cata, mi cielo.

Ya hace más de dos horas que oscureció.

Me pregunto qué comería hoy, dónde pasará la noche, tan llena de fantasmas y demonios, le dolerá algo.

Me pregunto si volverá.

Qué vacío tan horrible.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Triunfo Arciniegas / Diario / Somerset Maugham, escritor olvidado





Triunfo Arciniegas
SOMERSET MAUGHAM, ESCRITOR OLVIDADO
1 de febrero de 2022

William Somerset Maugham, tartamudo, pequeño y huérfano, fue uno de los escritores más populares de su época. El narrador, dramaturgo y ensayista inglés fue un hombre rico desde el comienzo de su carrera. Su primer libro se agotó en unas semanas. Su vida fue larga y prolífica.

En Maugham, los ambientes recuerdan a Stevenson y Conrad, y el estilo a Chejov y Maupassant, pero debe agregarse que ejerció influencia en Graham Green y John le Carré, Ian Fleming y George Orwell, entre otros. Maugham inaguró una prodigiosa veta en la literatura con Ashenden o el agente secreto.

Fue obscenamente rico y descaramente famoso, pero conocía su lugar: “En la primera fila de los escritores de segunda clase”. En su momento de mayor gloria, se estaban presentando en Londres cuatro obras de teatro suyas al mismo tiempo. Según un caricaturista, Shakespeare se mordía las uñas.

Pero ya todo pasó. García Márquez lo incluye en la galería de “las glorias del olvido”. Y tal vez las novelas y las obras de teatro hayan caído en un merecido olvido, pero sus cuentos aún brillan con luz propia. No son simples o elementales como algunos podrían juzgarlos en una lectura ligera. García Márquez, declarado admirador, considera que “no son más obras maestras”. Con un lenguaje preciso y directo, con la paciencia del animal que acecha en la espesura, sin prisa alguna, amparado por una sólida estructura, Maugham conduce al lector párrafo tras párrafo hasta el golpe final.

Para decirlo en pocas palabras, Somerset Maugham es uno de los maestros del cuento del siglo XX. Uno de sus temas predilectos, según señalan los críticos, “es el costo emocional que soportan los colonos por su aislamiento: descubrió los vicios, las miserias, las insatisfacciones y las cobardías del poderoso imperio británico”. Así que en sus historias agonizan tanto alcohólicos y suicidas como mujeres infieles y asesinas.

Igual que un novio intenso que llama cada rato para amenazar que dejará de llamar, se habla con demasiada insistencia de Maugham como un escritor olvidado. Y mientras no se nos olvide este olvido, todo está bien.



martes, 1 de febrero de 2022

Casa de citas / Somerset Maugham / Periódicos



William Somerset Maugham
PERIÓDICOS


El trabajo los obligaba a verse varias veces al día, y a las seis tomaban juntos unas copas en la veranda de Mr. Warbuton. Era ésta una antigua costumbre de Mr. Warbuton que por nada del mundo hubiera alterado. Pero comían y cenaban separados. Cooper en su bungalow y Mr. Warbuton en el Fuerte. Después de terminar el trabajo, daban, cada uno por su lado, un paseo hasta que se hacía de noche. En aquella comarca habla pocos senderos; la selva llegaba casi hasta las plantaciones del poblado indígena. Cuando Mr. Warbuton veía a su subordinado caminar a grandes zancadas, daba un rodeo con el fin de no toparse con él. Cooper, con sus bruscos modales, con su intolerancia, con el orgullo con que sustentaba sus estúpidas opiniones, le sublevaba los nervios. Sin embargo, hasta pasados unos meses de la llegada de Cooper no sucedió un incidente que convirtió la antipatía del Residente en un odio profundo.
       Mr. Warbuton hubo de recorrer la comarca en viaje de inspección, dejando el puesto en manos de Cooper con entera confianza, pues había llegado a la conclusión de que era un funcionario capacitado y diligente. La única cosa que le disgustaba de él, en este aspecto, era su intolerancia. Honrado, justo y meticuloso, no experimentaba por los indígenas la menor simpatía. Mr. Warbuton observó con amarga ironía cómo aquel hombre, que se consideraba igual al resto de los mortales, trataba a tantos otros hombres como seres inferiores. Era duro y no tenía la menor paciencia con los indígenas, con los cuales adoptaba una actitud de matón. Mr. Warbuton no tardó en darse cuenta de que los malayos le odiaban y le temían, aunque el hecho no le disgustó del todo. Hubiera sido muy desagradable para él que su auxiliar rivalizase con él en popularidad.
       Mr. Warbuton hizo sus preparativos de marcha; poco después se puso en camino y regresó al cabo de tres semanas. Durante su ausencia llegó el correo. Y la primera cosa que atrajo la mirada de Mr. Warbuton cuando entró en el salón fué una gran cantidad de periódicos abiertos. Cooper había salido a recibirle y en aquel momento se hallaba presente. Mr. Warbuton se volvió hacia uno de los criados y le preguntó con rudeza qué significaba aquello. Cooper se apresuró a explicarlo.
       —Fui yo, que quería enterarme del crimen de Wolverhampton y por eso cogí sus Tintes. Ya se los he vuelto a traer. Supuse que a usted no le importaría.
       Mr. Warbuton se volvió hacia él, blanco de ira.
       —Pues me importa mucho, muchísimo.
       —Lo siento —repuso Cooper tranquilamente—. Pero yo no podía esperarme hasta su regreso.
       —¿No habrá usted abierto mis cartas, por casualidad?
       Cooper, sin alterarse, sonrió ante el exasperado tono de su jefe.
       —Eso ya es otra cosa, Mr. Warbuton. Yo no podía imaginarme que usted diera tanta importancia a sus periódicos. Después de todo, no tiene nada de particular lo que he hecho.
       —Pues me molesta extraordinariamente que alguien lea los periódicos antes que yo. —Se acercó a donde estaban. Había por lo menos treinta números—. Me parece que ha sido una impertinencia por parte de usted. Además, están todos mezclados.
       —Eso tiene fácil arreglo —replicó Cooper acercándose a la mesa.
       —¡No los toque! —gritó Mr. Warbuton.
       —Vamos, me parece que es infantil ponerse de ese modo por una cosa que no tiene importancia.
       —¿Cómo se atreve a hablarme así?
       —¡Váyase al diablo!… —exclamó Cooper saliendo de la habitación.
       Mr. Warbuton, temblando de ira, contempló sus periódicos. Aquellas manos callosas y brutales habían destrozado el mayor placer de su vida. Casi todas las personas que viven en tierras lejanas, cuando llega el correo, abren con impaciencia los periódicos y, cogiendo el más reciente, se enteran de las últimas noticias de su patria. Pero aquélla no era la costumbre de Mr. Warbuton. El agente que le remitía la prensa tenía instrucciones de poner en la cubierta de cada periódico la fecha; así, cuando llegaba a su poder una nueva remesa, Mr. Warbuton, mirando las fechas que constaban en las cubiertas, las iba numerando correlativamente, desde el más antiguo al más reciente. Su criado tenía la orden de colocar uno de ellos en la mesa de la veranda cada mañana, cuando tomaba el té. Era uno de sus mayores placeres el romper, mientras se desayunaba, la faja de papel que envolvía el periódico y leérselo después de punta a cabo. Experimentaba la sensación de que se encontraba en su patria. Cada lunes por la mañana leía el Times de seis lunes atrás, y así hacía respecto a los diarios de todos los demás días de la semana. Los domingos leía el Observer. Igual que su costumbre de vestirse para cenar, era aquél un lazo que le unía con la civilización. Y era uno de sus mayores orgullos el que, por muy interesantes que fueran las noticias que esperaba, nunca había cedido a la tentación de abrir un periódico antes de su debido tiempo. Durante la guerra la tortura fue en algunas ocasiones casi insoportable. Si leía en el periódico el comienzo de una ofensiva, su angustia y su inquietud, mientras esperaba el resultado de la misma, no son para descritas. Claro que todo aquello podía habérselo evitado leyendo el último número recibido. Pero él jamás hizo tal cosa. Fue una dura prueba de la que supo salir victorioso. ¡Y aquel loco de Cooper los había abierto todos para saber si una horrible mujer había asesinado a su odioso marido!
       Mr. Warbuton llamó al boy y le dijo que le llevase unas hojas de papel. Dobló los periódicos lo mejor que pudo, les puso nuevas cubiertas y los enumeró. Fue un trabajo melancólico.
       —Nunca se lo perdonaré —murmuró—. ¡Nunca!


William Somerset Maugham, "El puesto avanzado"



NEWSPAPERS
by William Somerset Maugham

Their work forced them to see one another for a few minutes now and then during the day, and they met at six to have a drink on Mr. Warburton's verandah. This was an old-established custom of the country which Mr. Warburton would not for the world have broken. But they ate their meals separately, Cooper in his bungalow and Mr. Warburton at the Fort. After the office work was over they walked till dusk fell, but they walked apart. There were but few paths in this country where the jungle pressed close upon the plantations of the village, and when Mr. Warburton caught sight of his assistant passing along with his loose stride, he would make a circuit in order to avoid him. Cooper with his bad manners, his conceit in his own judgment and his intolerance had already got on his nerves; but it was not till Cooper had been on the station for a couple of months that an incident happened which turned the Resident's dislike into bitter hatred.

Mr. Warburton was obliged to go up-country on a tour of inspection, and he left the station in Cooper's charge with more confidence, since he had definitely come to the conclusion that he was a capable fellow. The only thing he did not like was that he had no indulgence. He was honest, just and painstaking, but he had no sympathy for the natives. It bitterly amused Mr. Warburton to observe that this man who looked upon himself as every man's equal should look upon so many men as his own inferiors. He was hard, he had no patience with the native mind, and he was a bully. Mr. Warburton very quickly realised that the Malays disliked and feared him. He was not altogether displeased. He would not have liked it very much if his assistant had enjoyed a popularity which might rival his own. Mr. Warburton made his elaborate preparations, set out on his expedition, and in three weeks returned. Meanwhile the mail had arrived. The first thing that struck his eyes when he entered his sitting-room was a great pile of open newspapers. Cooper had met him, and they went into the room together. Mr. Warburton turned to one of the servants who had been left behind, and sternly asked him what was the meaning of those open papers. Cooper hastened to explain.

"I wanted to read all about the Wolverhampton murder, and so I borrowed your Times. I brought them back again. I knew you wouldn't mind."

Mr. Warburton turned on him, white with anger.

"But I do mind. I mind very much."

"I'm sorry," said Cooper, with composure. "The fact is, I simply couldn't wait till you came back."

"I wonder you didn't open my letters as well."

Cooper, unmoved, smiled at his chief's exasperation.

"Oh, that's not quite the same thing. After all, I couldn't imagine you'd mind my looking at your newspapers. There's nothing private in them."

"I very much object to anyone reading my paper before me." He went up to the pile. There were nearly thirty numbers there. "I think it extremely impertinent of you. They're all mixed up."

"We can easily put them in order," said Cooper, joining him at the table.

"Don't touch them," cried Mr. Warburton.

"I say, it's childish to make a scene about a little thing like that."

"How dare you speak to me like that?"

"Oh, go to hell," said Cooper, and he flung out of the room.

Mr. Warburton, trembling with passion, was left contemplating his papers. His greatest pleasure in life had been destroyed by those callous, brutal hands. Most people living in out-of-the-way places when the mail comes tear open impatiently their papers and taking the last ones first glance at the latest news from home. Not so Mr. Warburton. His newsagent had instructions to write on the outside of the wrapper the date of each paper he despatched, and when the great bundle arrived Mr. Warburton looked at these dates and with his blue pencil numbered them. His head-boy's orders were to place one on the table every morning in the verandah with the early cup of tea and it was Mr. Warburton's especial delight to break the wrapper as he sipped his tea, and read the morning paper. It gave him the illusion of living at home. Every Monday morning he read the Monday Times of six weeks back, and so went through the week. On Sunday he read the Observer. Like his habit of dressing for dinner it was a tie to civilisation. And it was his pride that no matter how exciting the news was he had never yielded to the temptation of opening a paper before its allotted time. During the war the suspense sometimes had been intolerable, and when he read one day that a push was begun he had undergone agonies of suspense which he might have saved himself by the simple expedient of opening a later paper which lay waiting for him on a shelf. It had been the severest trial to which he had ever exposed himself, but he victoriously surmounted it. And that clumsy fool had broken open those neat tight packages because he wanted to know whether some horrid woman had murdered her odious husband.

Mr. Warburton sent for his boy and told him to bring wrappers. He folded up the papers as neatly as he could, placed a wrapper round each and numbered it. But it was a melancholy task.

"I shall never forgive him," he said. "Never."


The Outstation by William Somerset Maugham