sábado, 13 de noviembre de 2021

Casa de citas / Cristina Peri Rossi / Barcelona

 

Cristina Peri Rossi

Cristina Peri Rossi
BARCELONA

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Yo tengo la facilidad de que puedo escribir en cualquier lugar donde me sienta cómoda. Lo que sí es cierto es que las veces que he intentado escribir fuera de Barcelona me ha sido más difícil. Viví un tiempo en Sevilla y me costó bastante escribir ahí porque la luz es distinta, el entorno es distinto. Y el problema es que, después de haber añorado tanto Montevideo, no tengo ganas de irme a otro lugar a añorar a Barcelona... Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales de costumbres. Y Barcelona tiene para mí un encanto particular, que es que tiene un puerto y para mí es muy difícil... Estuve presentando el libro en Madrid, y Madrid está bellísima, hermosa, elegantísima; es una gran ciudad, mucho más cosmopolita que Barcelona, por cierto, y tiene una luz maravillosa, una luz casi montevideana. Y, sin embargo, le falta el mar. 

Barcelona ahora se ha abierto al mar; porque estaba de espaldas; y era una cosa que a los uruguayos nos volvía locos, y decíamos: "¿Cómo es posible tener el mar y construir de espaldas al mar?" Lo que está frente al mar en Barcelona es el cementerio judío, que se llama Montjuic ("monte de los judíos"), que sería el equivalente a nuestro Cerro. Pero vivían de espaldas al mar, mucho más vinculados con la tierra. Casi todos los barceloneses tienen un abuelo rural, del campo, de la Cataluña profunda. Y están mucho más relacionados con la cultura rural que con la cultura portuaria, que es una cultura de tránsito, de novedades, un poco más de mundo que se mueve. 

A partir de las Olimpíadas, Barcelona se abrió al mar. Yo le he dedicado varios poemas, en mi último libro, que se llama "Inmovilidad de los barcos", a esta apertura al mar que era tan necesaria para la ciudad. 

Yo soy muy "barriera", me gustan mucho los barrios. Lo que pasa es que en estas ciudades grandes el barrio existe poco. Aunque Barcelona los conserva. En la parte en que estoy viviendo ahora, no es tanto el barrio, sino que un edificio enorme de unos 600 o 700 departamentos. No se puede hacer vida de barrio, pero en los otros lugares en que he vivido en Barcelona he tenido, por ejemplo, la cafetería, donde voy de mañana a desayunarme y donde la gente del barrio me reconoce y a veces va la televisión a filmarme. 

Entonces, la he tenido que sustituir por otras cafeterías que me gustan mucho. Costumbre montevideana y que en Barcelona se tiene poco porque la gente vive de manera muy acelerada, realmente con falta de tiempo para conversar con los amigos. Hay ciertos lugares que para mí son emblemáticos, que son como fetiches, y lamentablemente veo que a veces los destruyen con mucha rapidez. Aquí todo se construye muy rápidamente. Pero como soy muy sentimental y muy tanguera, hay lugares... 

El otro día estaba en la consulta del médico, porque quería algo para la gripe, y una señora de unos 70 años, me dice: "Hola, Cristina". Yo no la reconozco. "Cristina Peri Rossi", dice. "¿Usted no se acuerda de mí?" "No", le respondo. Y me dice: "Soy la cajera de...", y me nombra una confitería a la que yo iba muy a menudo. Y dice: "¡Las veces que la vi escribir en esa confitería! Yo era la cajera. Pero me jubilé". Esas cosas son tiernas y a mí me emocionan. Yo creo que son las cosas por las que vale la pena vivir. Pero en las grandes ciudades se pierden estas cosas. 

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Tengo una relación ambivalente, como se tiene con todas las ciudades donde uno se exilió y que no eligió por motivos turísticos. Barcelona, además, ha cambiado mucho. Y la Barcelona que más me gusta es la de estos últimos años. A partir de las Olimpíadas la ciudad ha cambiado mucho. No solamente se embelleció, porque la verdad es que la gestión del Ayuntamiento socialista ha sido espléndida: limpiaron todos los edificios, convirtieron en peatonales muchas calles; sobre todo, se preocuparon por que este problema de la contaminación, de la falta de espacios verdes, e intentaron un "pacto" entre la necesidad de expansión de los automóviles y la construcción de edificios, y, digamos, el aspecto humano de la ciudad. 

En estos últimos años, de 1992 hasta ahora, la ciudad ha pegado un gran cambio, y yo creo que también los catalanes, que es una gente muy discreta, muy respetuosa de la vida privada, pero que a veces parecían un poco fríos. Ahora, sobre todo porque se ha convertido en un gran escaparate de compra y venta y de negocios, son más simpáticos.  


Cristina Peri Rossi / El amor es una droga


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