martes, 30 de junio de 2020

Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Sobre la escritura


Carlos Ruiz Zafón

Carlos Ruiz Zafón
SOBRE LA ESCRITURA


Mi método de trabajo está dividido por capas. Escribo como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás; pero cuando te pones a hacerlo ya te das cuenta de que vas a cambiarlo todo. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película; pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. Entonces, a medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y empiezas a cambiar cosas.

En esa fase es cuando empiezo a preguntarme: "¿Y si cambiase los cables, o el lenguaje, o el estilo?". Ahí creo la tramoya, que para el lector ha de ser invisible: el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil. Pero para que sea así hay que trabajar mucho.

Carlos Ruiz Zafón / "Aquí la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión"



Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Narrativa actual

Carlos Ruiz Zafón


Carlos Ruiz Zafón
NARRATIVA ACTUAL


El 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, de la gente profesional sin pretensiones ni pedantería ni pose, de la que de verdad sabe construir personajes e historias, o sea, de los que de verdad saben escribir, está en la televisión o en el cine, pero sobre todo en la primera. Gente con ambición, oficio y talento ya prácticamente no está trabajando en literatura. Ésta se ha convertido en un gueto de mediocridad, de aburrimiento, de pretensión y de pose.


Carlos Ruiz Zafón / "Aquí la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión"


Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Lo que fuimos

Carlos Ruiz Zafón

Carlos Ruiz Zafón
LO QUE FUIMOS


Siempre he pensado que cada uno de nosotros acaba siendo una versión de lo que hubiéramos podido ser. En otras circunstancias hubiéramos sido personas similares; y en circunstancias extremas, personas radicalmente distintas.
No somos conscientes, pero creo que es así. Es muy interesante explorar por qué la gente ha acabado siendo como es. Y eso me intriga tanto en la literatura como en la vida real. ¿Por qué es así, por qué cree y actúa así? Narrativamente es fascinante jugar con personajes que tienen dobles y reflejos. Stephen King habla de la metáfora del filtro en el cerebro: en él se nos atascan cosas a unos o a otros y por eso escribimos de ellas.


Carlos Ruiz Zafón / "Aquí la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión"

lunes, 29 de junio de 2020

Cristóbal Colón / Diario del primer viaje / 11 de octubre de 1492

La verdadera historia: Cristobal Colon, el judío Sefaradí que ...

Cristóbal Colón
DIARIO DEL PRIMER VIAJE
Jueves, 11 de Otubre de 1942


Navegó al Güesudueste. Tuvieron mucha mar, más que en todo el viaje avían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la caravela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedaço de caña y otra yerva que nace en tierra y una tablilla. Los de la caravela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado d'escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, 27 leguas. Después del sol puesto, navegó a su primer camino al Güeste. Andarían doze millas cada ora, y hasta dos oras después de media noche andarían 90 millas, que son 22 leguas y media. Y porque la caravela Pinta era más velera e iva delante del Almirante, halló tierra y hizo las señas qu'el Almirante avía mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se dezía Rodrigo de Triana puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vid lumbre; aunque fue cosa tan çerrada que no quiso affirmar que fuese tierra, pero llamó a Pero Gutiérrez repostero d'estrados del Rey e díxole que pareçía lumbre, que mirasse él, y así lo hizo, y vídola. Díxolo también a Rodrigo Sánchez de Segovia, qu'el Rey y la Reina embiavan en el armada por veedor, el cual no vido nada porque no estava en lugar do la pudiese ver. Después qu'el Almirante lo dixo, se vido una vez una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alçava y levantava, lo cual a pocos pareçiera ser indiçio de tierra; pero el Almirante tuvo por çierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dixeron la Salve, que la acostumbran dezir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiziesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dixese primero que vía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes avían prometido, que eran diez mill maravedís de juro a quien primero le viese. A las dos oras después de media noche pareçió la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los lucayos, que se llamava en lengua de indios Guanahaní.
Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinçón y Viceinte Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la vandera real y los capitanes con dos vanderas de la Cruz Verde, que llevava el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una I, ençima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo d'Escobedo, escrivano de toda el armada, y a Rodrigo Sánches de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomava, como de hecho tomó, possessión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haziendo las protestaçiones que se requirían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegaçión y descubrimiento d'estas Indias. «Yo», dize él, «porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognosçí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d'ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço, y otras cosas muchas de poco valor, con que ovieron mucho plazer y quedaron tant nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estávamos, nadando, y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocavan por otras cosas que nos les dávamos, como cuentezillas de vidrio y cascaveles. En fin, todo tomavan y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mugeres, aunque no vide más de una farto moça, y todos los que yo vi eran todos mançebos, que ninguno vide de edad de más de XXX años, muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruessos cuasi como sedas de cola de cavallo e cortos. Los cabellos traen por ençima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. d'ellos se pintan de prieto, y [d']ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y d'ellos se pintan de blanco y d'ellos de colorado y d'ellos de lo que fallan; y d'ellos se pintan las caras, y d'ellos todo el cuerpo, y d'ellos solos los ojos, y d'ellos solo el nariz. Ellos no traen armas ni las cognosçen, porque les amostré espadas y las tomavan por el filo y se cortavan con ignorançia. No tienen algún fierro; sus azagayas son unas varas sin fierro y algunas d'ellas tienen al cabo un diente de peçe, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hize señas qué era aquello, y ellos me amostraron cómo allí venían gente de otras islas que estavan açerca y les querían tomar y se defendían. Y yo creí e creo que aquí vienen de tierra firme a tomados por captivos. Ellos deven ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dizen todo lo que les dezía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareçió que ninguna secta tenían. Yo plaziendo a Nuestro Señor llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que deprendan fablar. Ninguna bestia de ninguna manera vide, salvo papagayos en esta isla.
Todas son palabras del Almirante.


FUENTE

Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, edición de Consuelo Varela, Madrid, Alianza, 1992.



domingo, 28 de junio de 2020

Casa de citas / Gustavo Petro / El socialismo del siglo XXI

Caricaturas - ELTIEMPO.COM


Nosotros somos el socialismo del siglo 21 y lo de chavez es el socialismo del siglo 20 yo no expropio la propiedad de los trabajadores

No importa el siglo: los resultados del socialismo serán los mismos. Miseria y hambre. Ya lo demostró Cuba en el siglo XX y lo demuestra Venezuela en el siglo XXI.

¿Expropiar a los pobres trabajadores? ¿Cómo va a expropiar al que no tiene nada? ¿Cómo le expropia la casa al obrero que no la tiene?  Profundo filósofo este señor. Expropiará la fábrica a su dueño, por supuesto, y la llevará a la quiebra. Y por este camino ahuyentará la inversión extranjera y el país se irá a la quiebra.










sábado, 27 de junio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / Coronavirus mata hombre de 965 años


Triunfo Arciniegas
CORONAVIRUS MATA HOMBRE DE 965 AÑOS 
26 de junio de 2020

Según la revista Semana, un hombre de 965 años falleció a causa del coronavirus en La Playa, Norte de Santander. Padecía hipertensión y enfermedad cardiovascular, pero a semejante edad todo es posible.

Este hombre “bastante mayor” es parte de la cifra récord de muertos  por coronavirus de las 24 horas de ayer en Colombia: 165.

Necesitamos más días sin IVA, definitivamente, para superar la cifra. No hay que desanimarse. El gobierno nacional manifiesta su total apoyo y, como bien se sabe, los imbéciles abundan. Nadie los obliga a salir corriendo a comprar, pero se mueren por un pinche electrodoméstico. Corren hasta por un ataúd si hay descuento. Hacen bien, por supuesto: lo van a necesitar más temprano que tarde. Viajarán felices al más allá con la certeza de que hicieron el negocio de su vida.

Colabore con una fiesta o métase de contrabando a una chiquiteca,  la calle está para parrandear, haga patria, participe con entusiasmo o al menos mande un amigo. No sea renuente, no se ponga orgulloso, que se ve feo. Me muero de la vergüenza pero debo comunicarles que el País del Desangrado Corazón apenas cuenta con 2654 muertos por coronavirus. A bala o de hambre y otras cositas así son muchos más. No he terminado de hacer la suma porque a cada rato llegan nuevas cifras. De todos modos, señoras y señores, qué lejos estamos de los cincuenta y cinco mil angelitos de Brasil. Qué lejos estamos de Dios y los Estados Unidos.

Pero no nos vayamos por las ramas. Vamos al árbol. Este hombre de La Playa prácticamente era un inmortal, tal vez prófugo del cuento de Borges. Era soltero.

El coronavirus, aunque algunos no lo crean o lo nieguen, es poderoso. Contra este visitante invisible no valen las estampitas religiosas que enseña el pendejo que tienen como presidente los mexicanos ni la vulgar prepotencia del que tienen los gringos o la estupidez de ese otro que eligieron en Brasil y que se cuelga el tapabocas de la oreja. El bobo que elegimos en Colombia para librarnos del ególatra que es capaz de inventarse un cáncer, no más por el día sin IVA, merece sitio en la nefasta lista. 

El coronavirus llegó y tumbó al Matusalén en una playa sin mar. Lo tomó por descuido, seguramente, porque para llegar a tal edad se requiere astucia, no muchos pueden, lo agarró con los pantalones abajo, condenado coronavirus hijo de la chingada, traicionero, pérfido, mala gente. Llegó, en todo caso, y le arrebató la dicha de cumplir su primer milenio.

Hubiera sido una fiesta muy bonita. Todo mundo sabe que estas fiestas milenarias, tan escasas, valen la pena. No me la habría perdido por nada del mundo porque me queda cerca. Pero, en fin, qué pesar. Mis condolencias a los padres y abuelos del humilde Matusalén nortesantandereano. 

Que en paz descanse.

Amén.

Triunfo Arciniegas
26 de junio de 2020




viernes, 26 de junio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / Dolor

Autorretrato con Marilyn
(y pómulo inflamado)
2020


Triunfo Arciniegas
DOLOR
25 de junio de 2020

Nunca antes había experimentado tal dolor, tanto en el consultorio como en casa, cuando se acabó el efecto de la anestesia. Peor que cuando a finales de 2018 me cayó una pared encima y me partió la pierna. Este año de la pandemia es para mí el año de las muelas. Devastador. He perdido cinco. Sé que sobra decirlo pero ha sido desolador, doloroso, horrible. Después de la quinta pérdida, el pasado fin de semana se me inflamó la cara y empecé a verme como un boxeador cuando queda de segundo. Me consolaba saber que tenía cita odontológica el lunes. Y la experiencia fue horrible. La aguja en las profundidades de la cara, rasgando la carne y regando el líquido de la anestsia, es como para morirse. O como para deseársela al peor enemigo. Luego la cara queda absolutamente dormida y no importa lo que haga el odontólogo. Viene entonces ese momento en casa, cuando pasa el efecto de la anestesia. El lunes fue memorable. Me tomé una doble dosis de las pastillas formuladas y al fin.

Se suponía que acudiría al consultorio el viernes pero no aguanté. La cosa no pintaba bien. Y el absceso no fluía. Acudí el miércoles aunque no tenía cita y el doctor Yáñez ordenó una radiografía. Llamé a Alejandra para que me acompañara y, de paso, para entregarle un dinero. Ella se encarga de las transacciones con René y de todas las cuentas. Fuimos al centro comercial El Recreo. La pandemia entorpece los trámites y la gente es aun peor que los trámites. Su lenguaje, tan torpe, resulta desesperante. La mujer del laboratorio me dice que me quite todo del cuello para arriba, y cuando me saco el tapabocas se altera. "El tapabocas lo tengo del cuello para arriba", preciso. Y ella dice que se refiere a los collares. Jamás en la puta vida he usado collares. ¿Entonces qué? Se supone que debemos ser amables. Que la pandemia no es culpa de los pacientes. Y que si no quieren padecer estos engorros, simplemente deben quedarse en casa.

Una hora después volví con la radiografía al consultorio y empezó la cosa. El absceso se encuentra muy arriba, cerca del ojo: tengo esa bolsa de la vejez inflamada. "Hace tiempos no tenía un caso así", dijo el doctor Yáñez. La experiencia con la aguja fue aterradora. La inflamación, la materia y su lejanía. Había que hacer un camino. Se me salieron las lágrimas del ojo derecho y solté unas cuantas obscenidades. "Puede decir lo que quiera", precisó el doctor. Me recomendó los paños calientes de agua sal, pero luego, cuando le conté del doloroso despertar del lunes, prefirió que solo me aplicara hielo y que me tomara Nimesulida a las doce y media. El efecto pasó antes y el dolor fue intenso, peor que cuando la pared me fracturó la tibia o cuando me destripé un dedo en la finca. Me tomé dos Nimesulida y un Acetaminofén. Gritaba de dolor. Lloraba del dolor. Maldecía del dolor. Me quise morir. No había tenido en mi vida una experiencia de tal intensidad. Empapado de sudor y lágrimas, llamé a Alejandra para que me trajera de inmediato la bendita xilocaína y un sobre de Dolex. Llegó con dos tubitos de xilocaíca líquida, la aguja y algodón. "No me voy a puyar, dije. Me explicó que con la aguja debía empapar de xilocaína un poco de algodón y que luego me lo acomodara en la encía. "Qué invento tan guevón", dije. Ni Alejandra misma acertaba con el manejo de la aguja, ahora qué puede hacer un hombre atormentado por el dolor. Además, el líquido se escapa del algodón hacia la garganta. Alejandra tuvo que volver a buscar otra presentación de la xilocaína, la que me ha servido siempre, el gel. Seguía con dolor cuando volvió a pesar de los putos algodones empapados. Me apliqué con el dedo la xilocaía en la encía y en la cara. El dolor bajó en unos minutos y me sentí como quien vuelve a nacer, como recién salido de un temazcal.  Al fin pudimos hablar de pintura y hacer cuentas.

Cinco o siete años de experimentación con la pintura se concretaron ayer. Logré hacer dos pinturas que valen la pena y que me hicieron sentir orgulloso. Soy un pintor frustrado. Una, es un árbol. El tronco. La piel del árbol. Por fin tengo cierto dominio con la fluidez de la pintura, mediante el movimiento de la cartulina o el lienzo. La otra es un autorretrato casi de cuerpo entero. Vertical, un autorretrato, un hombre en una esquina. Acostado, una cucaracha, un insecto extraterreste o algo así. Vertical o acostado, la misma vaina: soy un extraterrestre. En fin, aprendí a mover la pintura: he perfeccionado el chorro. Ya viejo, cuando se pierde el dominio del chorro, adquiero el mío. Aprendí que necesito una base para mover el lienzo sin mancharlo. Le encargué a Alejandra una tabla de MDF de quince líneas, dividida en tres. Como la tabla es de 240 por 120, ahora tengo tres de ochenta por ciento veinte. A las cinco de la tarde, como en el poema de Lorca, Alejandra volvió en taxi con las tres tablas. La vi contenta. O, más que contenta, aliviada. Pagamos los impuestos: de su apartamento y de mi casa. Y de la finca. Vero pagó el resto.

No sólo ha sido un día doloroso. Ha sido un día caro. Pagué los impuestos, le mandé un regalito a René y le adelanté medio millón de pesos a Verónica para el arreglo de la casa de San Pedro. Más de cinco millones, por todo, y eso que tuvimos el descuento de un millón de pesos por motivo de pandemia. Este ha sido el patético destino de las pinches cesantías. Duele pensar que ese dinero que no me robé y que me costó treinta años de magisterio va a terminar en los bolsillos de los políticos, de semejantes desgraciados, de semejantes hijos de puta.





jueves, 25 de junio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / Los políticos son como los gatos

Iván y Samuel Moreno



Triunfo Arciniegas
LOS POLÍTICOS SON COMO LOS GATOS
24 de junio de 2020

Si usted repasa la vida de Samuel e Iván Moreno, los nietos del dictador, dos grandes ladrones, dos reconocidos políticos ladrones, perdón por el eufemismo, si se fija en las astronómicas sumas de sus robos, no le extrañará que Colombia sea el país más corrupto del mundo. Asombroso: dejamos atrás a Venezuela y México. 

Esos son los políticos, los que gobiernan nuestras vidas. Así son los políticos. Los que elegimos en las pasadas elecciones y los que elegiremos en las próximas, los bendecidos de la fiesta de la democracia. Y no me vengan con excepciones, de izquierda o de derecha: o transan o roban. O participan o se hacen los pendejos. Todos reciben fajos de billetes. O beneficios disimulados con diversas artes. A unos los filman con estos fajos y a otros no. Unos pocos caen, pero los demás siguen campantes y se mueren de viejos y podridos de plata sin pagar un solo día de cárcel. Se defienden unos a otros, se tapan con la misma cobija. Uno todavía se pregunta todavía cómo fue posible que un presidente elegido con el dinero del narcotráfico nunca pagara un día de cárcel. Porque los políticos son como los gatos, cagan y tapan. Se ven bonitos, se ven acicalados, pero tienen la mierda escondida.

Perdieron la vergüenza y no hay en ellos ni rastro de eso tan noble que se llama dignidad. Tienen el cuero duro. Usted puede decirles en su propia cara las verdades que quiera, y siguen sonriendo. Se abrazan unos a otros mientras nosotros, tan imbéciles, nos peleamos por ellos y hasta nos matamos. Son cínicos. "El escándalo pasa y la platica queda", dicen, cuando se descuidan. Porque en la mayoría de los casos no hay escándalo. Todo pasa como si nada. Roban todos los días y los días pasan como si nada.

No he podido dejar de pensar en eso hoy que pagué el impuesto predial. El caro y jodido impuesto predial. Porque tengo que pagarle al gobierno para tener una casa. Y no he podido dejar de pensar que ese dinero que tanto sudor me cuesta, ese dinero que no le robé a nadie, va a terminar en los bolsillos de estos políticos desgraciados.


Casa de citas / Alberto Manguel / Sobre el oficio de escribir II

The drawings of Franz Kafka: The graphic mind of a writer ...
Ilustración de Franz Kafka

Alberto Manguel
SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR III


Son poquísimos los escritores que se ganan la vida sólo con sus libros. La mayor parte sobrevive haciendo otras cosas: trabajando como recaudador de impuestos (Shakespeare), de soldado (Cervantes), de empleado en una oficina de seguros (Kafka) o en un banco (T. S. Eliot), haciendo de maestra (Emily Brontë), de impresor (Balzac), de médico (Chéjov), de minero (Jack London), de guionista (Faulkner), de enfermera (Agatha Christie), de reportero (García Márquez). Los ejemplos son incontables.

 Rcihard Ford, visto por Sciammarella.
Richard Ford
Ilustración de Sciammarella
Nos resulta inconcebible que un oculista o un abogado se gane la vida no con los talentos de su profesión, sino trabajando de verdulero o lavaplatos (inconcebible, pero ocurre, como lo saben cientos de inmigrantes que no pueden ejercer sus verdaderas profesiones en el país que los acoge). Pero que un escritor deba buscar el pan de cada día dando clases o haciendo traducciones (en los mejores casos) o (en los peores) sirviendo mesas o tipiando documentos en alguna oficina anónima nos parece normal. Una amable señora, al enterarse de que su vecino, Richard Ford, era escritor, le preguntó interesada: “Sí, pero ¿de qué trabaja?”.





Casa de citas / Alberto Manguel / Sobre el oficio de escribir I


In the name of Jorge Luis Borges Painting by Massimo Damico ...
In the name of Jorge Luis Borges
Massimo Damico

Alberto Manguel
SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR I

Fue quizás en la Edad Media que la imagen del escritor indigente cobró vida: tieso de frío, acurrucado en su silla, inclinado sobre su pergamino, los ojos esforzándose en la débil luz de una candela. No sabemos cuándo surgió la imagen, pero lo cierto es que se arraigó en nuestra imaginación. La pobreza como condición de la inspiración artística, el sufrimiento de la carne para permitir o justificar la comunión con la musa o el Espíritu Santo. Tal vez sea este penoso estereotipo el que ha dado razones a la industria editorial de nuestros días para considerar el pago de regalías como una limosna. El pequeño porcentaje que un autor debe recibir por la venta de cada ejemplar de su libro es retenido durante meses en las oficinas contables de las editoriales y (sin intereses, por supuesto) es vertido en los bolsillos del autor solamente una o dos veces por año, y frecuentemente con varios meses de burocrática demora. Imaginemos a un ministro o a un corredor de Bolsa esperando meses para cobrar su sueldo. Algo en el sistema debe cambiar.

Alberto Manguel / Ganarse la vida como escritor ( o no)


Casa de citas / Alberto Manguel / Dos sonetos de Borges

Jorge Luis Borges | Ilustración animal, Bocetos de personajes ...
Jorge Luis Borges
Alberto Manguel
DOS SONETOS DE BORGES

A finales de los años sesenta, me encontraba yo trabajando en la pequeña editorial Galerna de Buenos Aires, fundada por Guillermo Schavelzon. Estábamos preparando una antología alrededor del grabado de Durero El Caballero, la Muerte y el Diablo, y le habíamos pedido a varios escritores que colaborasen con un texto. Uno de los primeros a plegarse al proyecto fue Jorge Luis Borges, quien nos ofreció dos magníficos sonetos sobre el tema. Cuando fui a verlo con la modesta suma que podíamos ofrecerle, se sorprendió: “¡Cómo! ¡Me van a pagar por unos pocos versos!”. No era falsa modestia. Borges no vivía (nunca vivió) de sus regalías, sino, después de la muerte de su padre, de conferencias que, a causa de su timidez ante el público, hacía que otros leyeran y de su miserable sueldo como empleado en una biblioteca municipal. Más tarde dio clases en la universidad y después de la caída de Perón aceptó el cargo de director de la Biblioteca Nacional. Durante los años setenta, el editor Franco Maria Ricci de Milán fue su mecenas, pagándole generosamente por pequeños proyectos editoriales. Pero durante casi toda su vida, Borges fue un escritor pobre.

Alberto Manguel / Ganarse la vida como escritor ( o no)





miércoles, 24 de junio de 2020

Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Sobre el cuarteto

Tetralogía El cementerio de los libros olvidados, Carlos Ruiz ...


Carlos Ruiz Zafón
SOBRE EL CUARTETO

1

En el origen de este proyecto había la intención por mi parte de hacerles un gran homenaje a la literatura, a la tradición narrativa clásica y a todos los géneros. Y algo que yo quería trasmitir era el placer de la belleza del lenguaje, de la palabra escrita, del estilo, de la atmósfera y de los personajes. La tradición narrativa forma parte de la naturaleza humana desde siempre. Desde siempre nos comunicamos a través de historias, pero en el caso de la literatura, tomamos todos esos elementos e intentamos elevarlos a una forma de expresión artística y de creación.

2

Yo tenía un plan inicial bastante trazado, una arquitectura de todo el proyecto. Algo así como un itinerario de viaje, en el cuál sabes de qué estación sales, a cuál llegarás y en cuáles vas parando. Pero también era consciente de que como esto me iba a llevar años de trabajo, lo interesante de un proyecto de este tipo, aunque uno lo tenga muy diseñado desde el principio, es saber que hay que ser muy flexible. Lo más interesante del proyecto es cómo evoluciona de un modo orgánico. Así se van descubriendo nuevos relieves, nuevos ángulos, nuevas intersecciones.

3

Mi ambición no era tanto crear esa saga lineal de cuatro libros que continúan uno detrás de otro, sino crear un laberinto de historias, de personajes y tramas, que una vez estuviera completo con los cuatro libros, el lector pudiera reordenar a su voluntad. Entonces, mientras unos lectores entraron en la lógica como fueron publicados, otros lectores entraron a través de otro de los libros, que les permitía tener una experiencia diferente, una perspectiva diferente sobre los personajes y sobre la historia. Mi ambición era ofrecer una experiencia caleidoscópica.

4

Esta historia lo que intenta, sobre todo, era recuperar la esencia y la memoria de un tiempo y una época, que es ese período que va desde finales del siglo XIX hasta quizás un poco pasado mediados del siglo XX. Y que particularmente en el caso de Barcelona, de España y de Europa occidental estuvo marcado por las dos grandes guerras, por el mundo que emerge de la Revolución industrial, que en ese momento era un mundo de gran promesa. Y la gran tragedia de este tiempo es que cuando se cuenta con más medios y cuando se piensa que las cosas pueden ir mejor, ese mundo se sumerge en el siglo más sangriento de guerras, de destrucción.



Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Barcelona

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Ojo de luz I
Paseo de Gracia, Barcelona, 13 de marzo de 2017
Foto de Triunfo Arciniegas


Carlos Ruiz Zafón
BARCELONA

Yo me centré en Barcelona porque es donde nací y crecí. Creo que en algún momento de su carrera, todos los escritores sienten la necesidad de volver a casa de un modo metafórico. Uno quiere volver al origen y explicarse a sí mismo cuál es la relación con el lugar del que salió e intentar reconstruir esa memoria propia para compartirla con los lectores. Y yo quise explicar ese momento: la Guerra Civil española empieza en 1936 y termina en el año 39, justo cuando empieza la Segunda Guerra Mundial en el resto de Europa. España está sumida en un momento terrible de represión, de venganza del lado ganador. Todo eso crea unas condiciones sociales e históricas de extraordinaria penuria, de revanchas políticas, de presos. Yo intenté situar la saga de una serie de personajes que tienen que convivir con ese momento histórico y cómo evoluciona. Y también retratar el alma de lo que para mí es la esencia, el alma de Barcelona a lo largo de su evolución y conectar todos estos elementos para hacer una reflexión sobre el destino de las personas. Ver cómo las personas evolucionamos por las circunstancias y por nuestra propia naturaleza, y cómo a lo largo de nuestras vidas acabamos siendo una versión u otra de quienes hubiéramos podido ser.

Carlos Ruiz Zafón / Cuanto menos recordamos, menos somos





Casa de citas / Carlos Ruiz Zafón / Sobre el olvido


Carlos Ruiz Zafón
Iustración de T.A.

Carlos Ruiz Zafón
SOBRE EL OLVIDO

Yo comprendí que ‘El cementerio de los libros olvidados’ no solo era una metáfora, digamos, a todo lo que perdemos en la literatura, sino que era algo más amplio: una metáfora sobre las ideas perdidas, sobre las personas olvidadas y sobre la destrucción de la memoria, de la identidad. Era un tema que me preocupaba y que me llevó a construir una historia que tuviera como centro de gravedad esta idea. Porque creo que somos lo que pensamos. Y cuanto menos recordamos, menos somos y menos capaces somos de entender a dónde vamos y de dónde venimos.

Carlos Ruiz Zafón / Cuanto menos recordamos, menos somos




lunes, 22 de junio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / La sombra del boxeador



Autorreto como boxeador
21 de junio de 2020


Triunfo Arciniegas
21de junio de 2020
La sombra del boxeador

Otra jornada intensa: desde las seis de la mañana de ayer a las seis de la mañana de hoy. Terminé de preparar las entradas de El duro adiós de Frank Miller. Pero, sobre todo, me dediqué a la vida y la obra de Carlos Ruiz Zafón. Da gusto investigar sobre un escritor cuando hay tanto material disponible, en español, en inglés sobre todo, en francés, portugués e italiano. Si tuviese un blog en alemán, si supiese algo de alemán, me hubiera dado un banquete. Carlos Ruiz Zafón, según entiendo, es un ídolo en Alemania. Leído en todo el mundo: sus traducciones abarcan cuarenta idiomas. Leído casi tanto como Cervantes. La vida le alcanzó para redondear su obra. Terminó El Cementerio de los Libros Olvidados, un cuarteto de más de dos mil quinientas páginas, nada más ni nada menos, y La trilogía de la niebla, para lectores jóvenes. Ruiz Zafón empezó como escritor para adolescentes precisamente. Se ganó el Premio Edebé con El príncipe de la niebla (El palacio de la medianoche y las Luces de septiembre completan la saga) y con ese dinero y a los treinta años se fue con su mujer a vivir a Los Angeles en 1994. Marina (1999), otra novela de corte juvenil, fue la semilla del cuarteto, conformado por La sombra del viento (2001), El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016). Será recordado por siempre como el autor de La sombra del viento, que ha vendido más de quince millones de ejemplares y se considera uno de los veinticinco mejores libros del siglo XXI.

Y allí se quedó, en Los Angeles. Estaba viendo la manera de trasladarse a Londres cuando aparecieron los primeros síntomas del cáncer. La enfermedad y el Brexit lo mantuvieron en Los Angeles hasta sus últimos días.

El asunto es que rompí otro record diario, reciente, que estaba en quince entradas: Charles Dickens. Hice diecinueve entradas de Carlos Ruiz Zafón desde el 2000 hasta la fecha. Ya tenía dos de ayer y para mañana reservé tres más. Es decir, mañana Ruiz Zafón tendrá 24 entradas en español, tres en inglésdos en italiano, dos en francés y una en portugués. Más adelante quiero escribir unas líneas sobre su vida y sus milagros y la malparidez del mundo literario español.

Y mientras tanto, en el salón de la justicia, se me hinchaba la parte derecha de la cara. He estado haciendo fotos del proceso. Parezco un boxeador cuando queda de segundo. Hacer sombra se dice cuando un boxeador entrena solo. ¿Será cierto o me lo estoy inventando? Peleo con mi sombra. Recorto mi sombra en tiras, las sumerjo en el café y me las bebo.

Por suerte, tengo cita odontológica mañana, aunque sea lunes festivo. Algo sospechó el doctor Yañez si lo decidió así el viernes. Me han dado duro las muelas. He perdido cinco este año. Estoy como los perros viejos. Estoy viejo, entre otras cosas. Este es el año de las muelas. El pasado fue el año del ojo. Y el 2018, el año de Cata y la pata partida.

Aparte de boxeador noqueado, el tratamiento odontológico cuesta un ojo de la cara. El miércoles, cuando reiniciamos después de tres meses de confinamiento, le adelanté otro millón de pesos al doctor. Van tres y medio hasta el momento.

Dormí esta mañana, cuando ya había aclarado, y a mediodía me levanté a hacer almuerzo. Entonces vi un paquete en la ventana. Alejandra había venido de sorpresa a festejarme el día del padre. Una delicia: ensalada con camarones, arroz, cerdo y postre. No sabía que vendría y  la puerta seguía con todos los seguros. No oí cuando vino a tocar. La llamé pero tenía el celular desconectado. La pude localizar dos horas después, por el celular de su madre. Le agradecí el gesto. Estaban en la casa de San Pedro viendo en Netflix la tercera temporada de Dark. Ayer acabé en el celular la tercera temporada de Ozark y estoy por empezar la tercera de The Sinner. Sigo sin televisor: lo enciendo y se va la imagen en cuestión de segundos. Sigo sin licuadora. Extraño los jugos de mora y maracuyá. Sigo sin lavadora. La ropa se acumula. Esta tarde lavé cinco camisas y barrí la azotea. Luego me puse a pintar. Hice Días como serpientes, que también podría llamarse Serpientes eléctricas.

La casa es un caos. Siempre ha sido así. Dicen que uno tiene una vida o la casa arreglada. Estoy sin gas pero me da pena con la persona que traiga la bombona. Así que el viernes compré una cocina eléctrica, porque la otra la llevé a Cuatrovientos. Cuando haga un poco de orden y aseo compraré el gas.

Y estoy leyendo, deslumbrado, La sombra del viento. Entiendo por qué lo detestaban tanto. Carlos Ruiz Zafón sabía su oficio y le iba muy bien. Era dueño de una casa de trece millones en Los Angeles, con seis habitaciones y vista al mar. Tiene que irle a uno muy bien en la vida para hacerse a una casa así.  Y semejante dicha da rabia.


domingo, 21 de junio de 2020

Casa de citas / Anne Carson / La poesía II

Illustration by Courtney Wotherspoon
Anne Carson
Ilustración de Courtney Wotherspoon

Anne Carson
LA POESÍA II

Si la prosa es una casa, la poesía es alguien en llamas corriendo a través de ella.




Casa de citas / Anne Carson / Mi profesora de griego

keménykötés — Anne Carson 🖤🤘🏻 avagy pontosan így fogok kinézni...
Anne Carson
Anne Carson
MI PROFESORA DE GRIEGO

1

Yo era una adolescente desafecta necesitada de estímulos. La visión de las dos páginas yuxtapuestas, una de ellas un texto impenetrable pero de gran belleza visual, me cautivó (una edición bilingüe de los poemas de Safo) y me compré el libro. Al año siguiente destinaron a mi padre a otra ciudad igual de aburrida, pero lo que me salvó fue que en el instituto había una profesora de latín, una mujer excéntrica, que cuando supo de mi interés por aprender griego se ofreció a darme clases a la hora del almuerzo. Se llamaba Alice Cowan y le debo mi carrera y mi felicidad.

2

Me mantuve en contacto con ella de manera asidua durante años hasta que un día desapareció sin dejar rastro. Según los rumores, se había ido a vivir a África, pero nadie sabía exactamente adónde. Durante mucho tiempo no supe absolutamente nada de ella. Un día, al final de una lectura de poemas, una mujer que se identificó como hija suya me dijo que su madre había regresado de África y vivía recluida en un bosque al norte de Ontario. No quería que nadie la importunara, pero su hija me sugirió que le escribiera, porque tenía la certeza de que a su madre le agradaría saber de mí, aunque lo más probable es que no me respondiera, y efectivamente así fue. Le escribí una carta que no contestó. Nunca más he vuelto a saber de ella.

El indescriptible placer de leer a Anne Carson