jueves, 28 de noviembre de 2013

Invitaciones del Triunfo / Letras Libres / La infancia reinventada



Letras Libres
LA INFANCIA REINVENTADA

Invitación para hoy jueves 
28 de noviembre
17:00 horas
La infancia reinventada / Letras Libres
Museo El Papalote
Av. Constituyentes 268
Col. Daniel Garza  
2da. Sección del Bosque  
México D.F.

Con la participación de Triunfo Arciniegas, Vivian Mansour, Eduardo Huchín, Fernando Villar y María Baranda.

Valentina Barrios contará "Caperucita Roja", de Triunfo Arciniegas.





"Caperucita Roja",
de Triunfo Arciniegas,
según Valentina Barrios



sábado, 23 de noviembre de 2013

Triunfo Arciniegas / Filósofo de semáforo / Lecciones de vuelo

Marilyn
Hollywood Walk of Fame, Los Angeles, 19 de noviembre de 2013
Fotografía de Triunfo Arciniegas
Triunfo Arciniegas
Filósofo de semáforo
LECCIONES DE VUELO

Maldita sea. A las mujeres les enseño a volar y se me vuelan.


viernes, 22 de noviembre de 2013

Invitaciones / Triunfo Arciniegas en Salgari



Triunfo Arciniegas
FIRMA DE LIBROS EN SALGARI

Valentina Barrios
CIERTO DÍA DE MUERTOS
Espectáculo para niños 
con textos de Triunfo Arciniegas

6:30
Viernes 22 de noviembre de 2013
Salgari Libros y café
Calle Papalotl No. 34
Colonia Santo Domingo, Coyoacán.
Tel. 444-44 239



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Diario / El día del fotógrafo

Last stop
Santa Monica, LA, 18 de noviembre de 2013
Fotografía de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
El día del fotógrafo
Los Ángeles, California, 20 de noviembre de 2013

Después de una larga semana de búsqueda en Los Angeles, compré mi supercámara. No sobra añadir que me costó un ojo de la cara. Para llegar a la tienda en Santa Mónica, necesité dos trenes y dos autobuses. Y de regreso, nada más dos autobuses. Sin contar el primer viaje.

Resulta que en internet encontré la dirección de una tienda: 2250 West Pico Boulevard. Averigüé la manera de llegar y me puse en marcha. Tomé el metro en Highland Station hasta 7th St., y desde allí continué en el metro que va a Long Beach, la línea azul. Me bajé en Pico Station y pregunté a una pareja dónde quedaba la bendita Pico Boulevard. Estaba apenas a unos pasos, pero la dirección que necesitaba si estaba muy lejos. Me encontraba a la altura de 600 y debía llegar a 2250. Tomé un autobús con la misma tarjeta del metro y me bajé casi al frente de la tienda. Pero no era una tienda de cámaras sino de comida, maldita sea. Para corroborar le enseñé la dirección al mismo hombre de la tienda y dijo que eso era antes. No lo vi muy seguro. Le pregunté dónde podía comprar una cámara y me aconsejó que fuera a Santa Mónica. No me precisó una dirección. Suele suceder. Caminé por Pico Boulevard mientras pensaba. Entonces llegué a Vermont Avenue (o era Belmont) y seguí caminando. Llegué a la Korean Downtown, cuyos restaurantes debería probar uno por uno, tomé algunas fotos y seguí caminando. En Wilshire, que conocí el otro día y no me gustó, tomé el metro hasta Highland Station. 

Volví al hotel y consulté en internet por otras tiendas. Vi dos direcciones: 10865 Pico Boulevard y 11301 West Pico Boulevard. Había una ruta menos larga pero muy complicada, y estaba la que acababa de hacer. Eso hice: volví a Higland Station, 7th Street y Pico. Otra vez el burro al trigo. Volví a tomar el autobus en Pico Boulevard hasta que se acabó el recorrido. Seguí a pie mientras me alcanzaba otro autobús: quedaba mucho trecho. Pagué un dolar porque ya no admitían mi tarjeta y decidí probar suerte en la dirección más lejana. Si no encontraba la cámara, de regreso probaría en 10865. Tuve suerte. Compré la cámara, con dos lentes (18/135 y 55/250), tarjeta de 32 GB, dos baterías y un morral absolutamente precioso. Todo por un ojo de la cara. Por ambos, digamos.

Ya era de noche cuando salí de la tienda. Corrección: era de noche cuando llegué a la tienda. Tenía que caminar hasta un paradero, y ahora con dos cámara, mi antigua Canon Rebel T3 y mi nueva Canon. En vez de regresar al último paradero porque había un terreno muy despoblado que no quise repetir, seguí hacia el norte en busca de otro. Los paraderos están muy separados en Los Angeles y los autobuses se demoran una eternidad. Las distancias son una barbaridad. Un auto propio se vuelve imprescindible para no perder tanto tiempo. Empiezo a entender ese cuento de que el tiempo es oro. En Los Angeles no me acuesto una hora a hacer mi terapia, con hielo a la mano. Prescindo del hielo y hago mis ejercicios mientras camino o en el autobus o en el metro. La gente que me ve hacer tantos gestos creerá que estoy loco, pero se trata de gente que no me volveré a cruzar en la vida. Ya no me veo tan torcido en las fotos.

Un siglo después llegué a un paradero y tomé un autobús hasta La Brea, donde tuve que esperar casi una hora. Pensé que se trataba de un paradero fuera de servicio. Ya estaba dispuesto a caminar hasta Hollywood (imaginó que un par de horas), cuando apareció el bienaventurado autobús que me dejó en Highland. Comí unas pastas con pollo antes de venir al hotel. Un hombre que me estaba mirando se admiró de mi manera de comer. Siempre lo hago así, a toda velocidad, como un arriero, antes de que se vayan las bestias. "Incredible", exclamó. Su mujer añadió algo que no entendí. Les di las buenas noches y salí del restaurante.  

martes, 19 de noviembre de 2013

Diario / Hoteles de Hollywood

Las manos de Marilyn Monroe
Chinese Theatre, Hollywood, LA
18 de noviembre de 2013
Fotografía de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
Hoteles de Hollywood
Los Ángeles, California, 19 de noviembre de 2013

Desde Hace dos días estoy en mi tercer hotel, que es una maravilla, el mejor de todos, en Orchid Avenue, entre Hollywood Blvd y Franklin Ave, detrás del Chinese Theatre, “in the heart of Hollywood”. La habitación es inmensa, con sala de recibo, lámparas, closet, televisor gigante, espejos, teléfono, aire acondicionado. Y un cuarto de cocina con microondas y nevera y platos y tazas y cubiertos y lavaplatos, ¡y comedor! Y otra salita (salita por cariño pero no por tamaño) para el equipaje y la tina y el baño, además de jabones, shampoo, toallas y toallitas y hasta una secadora de cabello. Y plancha y mesa. La cama es para cuatro, así que se requieren tres mujeres con urgencia. Nunca había estado en una habitación de hotel con tanto espacio. Hasta se podría organizar un baile. Además, el desayuno es espectacular. En mi próximo viaje volveré a este hotel. Porque voy a volver pronto. Ya le agarré el tiro.

El primero, The Hollywood Hotel, no estaba nada mal. Muy bien ubicado: 7364 Yucca St. Muy elegante. Con el encanto y la leyenda de sus huéspedes, James Dean y Marilyn Monroe. Me fui porque cuando iba a pagar la tercera noche ya le habían reservado la habitación a otra persona. Además, venía con la intención de probar varios hoteles. Una intención que ya no me tienta tanto porque casi se pierde un día en cada cambio: búsqueda, reserva, traslado. El segundo hotel fue una emergencia: 6700 Boulevard St. Envidiable ubicación: farmacias, tiendas y restaurantes a la mano, y a dos cuadras de Hollywood Boulevard. El recepcionista, un árabe joven y amable, resolvió todas mis inquietudes. La habitación, muy cómoda e independiente, con vista a la calle y doble acceso y una máquina de Coca-Cola a cinco pasos. 

Este tercer hotel ya estaba escrito en mi vida. Lo encontré por internet pero no pude concretar la reserva. Así que vine a pie y resulta que me ganaron por unos minutos: acababa de entregar la última habitación disponible a una pareja. Eso fue hace unos cinco días. Volví el sábado y reservé para el domingo en adelante. Aquí me quedo. Y como dijo el insigne filósofo austriaco Arnold Schwarzenegger, "volveré".

La oferta de hoteles es infinita en Los Angeles y van desde unos cien dólares hasta tres mil o más dólares por noche. No tengo a la mano el dato de cuantos millones de turistas llegan cada año, pero en Hollywood Boulevard es fácil reconocerlos porque van mirando el piso, como si hubieran extraviado una moneda, y casi siempre fotografiando las estrellas. Imagino que cada uno busca los nombres más cercanos a sus sueños y afectos. En Nueva York, concretamente en Times Square, uno reconoce a los turistas porque van con el pescuezo estirado, fascinados por el espectáculo de las luces y los avisos. Así uno reconoce a los recién llegados, porque días después ya se mueven como todos los otros, sin deslumbrarse por los avisos del cielo en Times Square o las estrellas en el piso en el Paseo de la Fama.







domingo, 17 de noviembre de 2013

Diario / Sin mar y con tos

Boca fantasma
Redondo Beach, LA
16 de noviembre de 2013
Foto de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
Sin mar y con tos
Los Ángeles, California, 16 de noviembre de 2013

No fue un gran día. Me fui a buscar el mar en Redondo Beach y no lo encontré. Tal vez lo movieron en estos días. Con los gringos nunca se sabe.
No fue un viaje sencillo. Tomé la línea roja del metro en Higland Station hasta 7th Street, donde me pasé a la línea azul, que va para Long Beach, y me bajé en Willowbrook. Allí esperé la línea verde, que va hasta Redondo Beach. Hice una parada en LAX para aprender como llegar al aeropuerto en metro y nada más que en metro. Si se tiene la tarjeta cuando se llega a Los Ángeles no hay problema, y si se olvida en casa, se puede comprar una nueva en el cajero automático de LAX Station. 
De LAX Station al aeropuerto hay un autobús gratuito. Fui y volví y continué mi camino hasta Redondo Beach. Ya era el único pasajero del vagón cuando me bajé y otra vez me encontré en esta soledad de grandes espacios. Caminé largo rato, caminé más de hora, y no encontré el mar. Siempre me muevo en línea recta o en ángulo recto si el territorio es nuevo, para no extraviarme. Bellas y lujosas casas, limpias, con jardines impecables y el periódico sin abrir todavía tirado en la entrada. Muchos autos estacionados y ni una sola persona. Encontré por fin una pizzería y alivié el clamor de las tripas. Luego decidí regresar.
Un largo viaje para nada. En el metro de regreso le pregunté a un pasajero donde estaba el mar y no supo responderme. Le preguntó a otro y nos señaló el sentido que yo había explorado sin éxito un rato antes.  Ya será en otra ocasión.
El clima cambió de repente y ahora estoy resfriado y con tos. Bate un viento helado en casi toda la ciudad y estoy en camisa. Me desenvolví en la farmacia gringa mejor de lo que pensaba. Ahora tengo unas pastillas y un jarabe. Qué horrible es enfermarse lejos de casa.
No fue un día grandioso, es cierto, pero lo salvé con las fotos que tomé esta mañana frente al Teatro Chino, en Hollywood Boulevard, un espacio que suele permanecer cerrado a los extraños porque siempre hay actividades cinematográficas: estrenos y demás. Allí están las huellas de las manos y los zapatos de Michael Jakson, Jack Nickolson, Susan Sarandon, Natalie Wood, Michael Douglas y su padre, Marcello Mastroianni, Frank Sinatra... Además, empecé un registro de mujeres bellas. Es difícil porque olvidé en casa el lente 75/300. He tenido que defenderme con un 18/135, que para un fotógrafo callejero es un riesgo.


Lea, además
Biografía de Triunfo Arciniegas




sábado, 16 de noviembre de 2013

Diario / De Yucca Street a Sunset Boulevard

Los colores del agua
Long Beach, LA, 2013
Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
De Yucca Street a Sunset Boulevard
Los Ángeles, California, 15 de noviembre de 2013

Caminé como loco hasta el final de Sunset Boulevard, me desvié a la derecha y tomé Hollywood Boulevard justamente donde se transforma en Laurel Canyon. En algunas esquinas me detenía a observar y era el único peatón entre centenares de autos. Me sentí como un extraterrestre. Nadie hace estos recorridos a pie. Un hombre así en este paisaje resulta sosprechoso. En Ciudad de México los espacios son grandes, la plaza de la Basílica o las terminales de transporte, por ejemplo, pero llenos de gente. Aquí los espacios son grandes, pero vacíos. Estoy exagerando, por supuesto. Leí que en Los Angeles hay 1.8 autos por persona.

Ya muy cansado y después de beberme un litro de agua, me senté en una acera a esperar el autobús. Un señora me advirtió que me orillara un poco más porque podían llevarme. Me preguntó si hace mucho trabajaba por acá y le dije que estaba de paseo. Gorda, muy gorda, testigo de Johová, con cincuenta años en Los Ángeles. Me explicó que nadie siente el paso del tiempo, que los años corren, que uno se va quedando. Al fin llegó el autobús y fui hasta Vine Station. La tarjeta me sirve durante una semana para el metro y los autobuses. Ya era muy tarde para visitar Redondo Beach 0 Malibu, cuyas playas me recomendaron. Para no regresar tan pronto al hotel, fui primero hasta Wilshire Station, que no me pareció gran cosa, y después hasta la 7th Street. Volví pronto, en el metro, y me bajé en Highland Station, a dos cuadras de mi nuevo hotel. Al salir a Boulevard vi que se estaban llevando la estatua de Marilyn Monroe: arrodillada y feliz, la divina rubia estampa su firma en el cemento.

Es la primera noche de luna llena.

Sigo en Hollywood. De Yucca Street me cambié a Sunset Boulevard, donde hay más movimiento, cosa que me encanta. En The Hollywood Hotel, donde durmieron, por aparte, James Dean y Marilyn Monroe, cuando fui a pagar la tercera noche (por adelantado y dos horas de la salida) ya le tenía la habitación reservada a otra persona. Estos gringos no pierden nada.

Perdí casi cinco horas buscando hotel. Encontré uno por internet pero no logré terminar la transacción. No estaba lejos y decidí caminar. Pero acababan de tomar la última habitación cuando llegué. Por el camino, vi un hotel de cuento de hadas encima de una colina: debe costar unos quinientos dólares la noche. ¿Seré alguna vez lo suficiente rico como para hospedarme allí alguna noche con alguien que tengo en mente? Ah, Los Ángeles, territorio de sueños y desdichas. Como ya había entregado la llave en The Hotel Hollywood, no tenía acceso a internet y tuve que vagabundear calle tras calle hasta que al fin, sudoroso y cansado, encontré en Sunset Boulevard un refugio sin tantas estrellas. 

De todas maneras, sigo en Hollywood, una parte muy bella y glamourosa de la ciudad, y ahora más cerca de Highland Station que de Vine Station. Ya me muevo en el metro con cierta propiedad. Fui a ver el mar en Long Beach hace dos días y tomé unas fotos preciosas. Como viaje de exploración, ha sido una maravilla. Ya tengo ganas de volver.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

Diario / Llegar a Los Angeles

Piernas
Hollywood Bl, LA, 2013
Fotografia de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
Llegar a Los Angeles
Los Ángeles, California, 12 de noviembre de 2013


Me encanta recorrer las ciudades despacio, como piel de mujer. Me encanta saborear el paisaje. Beberme los colores. Y extasiarme en sus aromas. Me encanta aprenderme la ciudad de esta manera para recorrerla luego con los ojos cerrados. Como si fuese una mujer precisamente.

Llegué al aeropuerto de los Ángeles casi a las cuatro de la tarde. LAX, así se le conoce. Y no quise tomar un taxi al hotel. Es la manera fácil. Y la manera cara, por supuesto: supongo que entre ochenta y cien dólares, porque en esta ciudad tan desparramada las distancias son una barbaridad. Tomé un autobús que me dejó en Union Station. Averiguar cuál autobús debía tomar (es más, averiguar si existía este autobus) me costó una noche de investigación en el ciberespacio. Me habían dicho que el viaje costaba tres dólares pero son siete y se pagan con tarjeta. El conductor no recibe dinero: señala una taquilla al final del viaje. Y en Union Station compré una tarjeta (veintidós dólares) que me permitirá viajar todas las veces que quiera durante una semana.

Ya sabía que debía tomar la línea roja y bajarme en Vine Station. Así lo hice. Ya sabía que en caso de extravío debía preguntar por Capital Records, pero apenas subí a la calle en Hollywood vi el edificio y casi salto de alegría. El mapa estaba en mi cabeza. No necesité preguntarle a nadie para llegar a la puerta del hotel. En el camino vi algunas de las estrellas del paseo de la fama. 

Me registré y dejé tirado todo en la habitación para salir a recorrer Hollywood Boulevard. Localicé este hotel por internet. Lo busqué en el mapa y supe que era el lugar preciso donde quería pasar unos cuantos días y unas cuantas noches. Aquí durmieron alguna vez James Dean (room 102) y Marilyn Monroe (room 302).

Estaba atardeciendo cuando salí a caminar. Un sol delicioso ya se iba a la cama. El clima de los Ángeles es un absoluto privilegio. Imaginé que por esta época hacía frío y no es así. Es como Medellín, Cuernavaca o Caracas. Trajé una gruesa chaqueta (o chamarra, como dicen en México) que ahora me estorba. Se hizo de noche mientras recorría Hollywood Boulevard, el pedacito de piel de una mujer que todos confundimos con la mujer de los sueños.


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Biografía de Triunfo Arciniegas





lunes, 11 de noviembre de 2013

Diario / Las noches que una tras otra son la vida


Sueño
Paul Delvaux

Triunfo Arciniegas

Las noches que una tras otra son la vida
Ciudad de México, 11 de noviembre de 2013


Anoche dormí en Ciudad de México. Esta noche duermo en Cuernavaca y mañana en Los Ángeles. Tres camas distintas y solo pobre cuerpo verdadero. Así las noches, así los días. "Los días que uno tras otro son la vida", dice Aurelio Arturo.


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Biografía de Triunfo Arciniegas





sábado, 9 de noviembre de 2013

Diario / Los Ángeles



Triunfo Arciniegas
Los Ángeles
Cuernavaca, México,  9 de noviembre de 2013

Otra ciudad me espera.
Como una ilusión, como un cambio de casa o de mujer. Parece que todo volviera a empezar. Y uno tuviera la dicha de ser otro. 
Recorreré sus calles, veré rostros que nunca he visto y seguramente nunca volveré a ver.
Será mi primer viaje a Los Ángeles, una ciudad que el cine y la literatura han introducido en la sangre misma de nuestros sueños. Voy tras las huellas de Bukowski y Marilyn Monroe. Los Ángeles fue apenas un rancho mexicano, fundado por cuarenta y cuatro personas en 1781, con el nombre de El Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles del Río de Porciúncula, y se mantuvo como un rancho durante décadas. Hoy es la segunda ciudad más grande de Estados Unidos y una de las más famosas del mundo. 
Es precisamente la ciudad de los sueños. Millones de personas llegan con la ilusión de forjarse una carrera cinematográfica y alcanzar la gloria, y muy pocos lo consiguen. Se dice que la entrada y la salida del aeropuerto de Los Ángeles están debidamente separadas para que los que llegan, ilusionados y felices, no vean las lágrimas de los que se van, derrotados, perdidos.
Voy de paso, por suerte, voy y vuelvo. Voy a tomar fotos. Voy a dejar una flor en la tumba de Marilyn Monroe. Voy a la Biblioteca Pública de los Ángeles, donde tantas veces estuvo Bukowski. Voy con un secreto propósito que a nadie puedo revelar. Voy a los museos de la ciudad, voy a sus playas, donde las mujeres más bellas lastiman los ojos de los infelices como yo.


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Biografía de Triunfo Arciniegas



viernes, 8 de noviembre de 2013

Diario / Tratado del café


Triunfo Arciniegas
Tratado del café
Ciudad de México, 7 de noviembre de 2013


Qué café tan amargo. 
El viaje es otra dimensión. La vida cotidiana, la rutina y sus deberes desgastantes quedan atrás. Todo se aplaza y de pronto algo se resuelve por su propia fuerza. Mientras se viaja parece que esa miserable vida de todos los días no existiera, aunque nos espera agazapada detrás de la puerta.
Me siento leve, fugaz, ligero, mientras viajo.
Pero el alma nos sigue, lastimada, herida, como una leprosa, y tarde o temprano nos sorprende al voltear una esquina.
Quiere entrar al cuerpo, como una mujer que no se deja olvidar.
Mi alma es un café amargo.


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Biografía de Triunfo Arciniegas





jueves, 7 de noviembre de 2013

Diario / Entre el ojo y el alma

Muchacha en Día de Muertos
Jardín Borda, Cuernavaca, México
1 de noviembre de 2013
Fotografía de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
Entre el ojo y el alma
Ciudad de México, 6 de noviembre de 2013


martes, 5 de noviembre de 2013

Diario / El ojo


Triunfo Arciniegas
El ojo
Ciudad de México, 5 de noviembre de 2013


Estoy en el centro de Ciudad de México y con el ojo lastimado. A tres o cuatro cuadras de la Plaza Garibaldi y a tres del zócalo, en la calle república de Cuba. Hace dos noches fui a Mi Tenampa a saborear un tequila reposado. La mano del azar me llevó al zócalo esa misma noche y "me bebí" gozoso un concierto de jazz. Seis viejos queridos, seis músicos maravillosos. Entendí que era otro regalo de los dioses.

He tomado tantas fotos que tengo el ojo lastimado. No me recupero del todo de la parálisis facial que me sorprendió en Bogotá hace unos tres meses. El asunto iba bien, gracias a la terapia y los remedios, pero estos días han sido muy duros para el fotógrafo. El escritor duerme por el momento mientras el fotógrafo se ve a gatas para registrar el espectáculo del mundo.

Vengo de pasar Día de Muertos en Ocotepec y Cuernavaca. También estuve en Tepoztlán. En Ocotepec, muy cerca de Cuerna, las casas donde hay muerto reciente se abren para todo el mundo. Guiándose por el florido sendero del zempasuchitl y las velas, el extraño se acerca a la ofrenda que la familia le levanta a su muertito, presenta sus respetos y recibe una bebida caliente y un pan. También hay tequila, por supuesto. Me dicen que luego reparten todo: vajilla, botellas, recuerdos. La hospitalidad y la generosidad del mexicano no tienen comparación.

Me encanta venir a México por estas fechas, desde finales de octubre para aprovechar Día de Muertos, hasta mediados de diciembre para no perderme el Día de la Virgen. Así será este año, así fue el año pasado, así han sido otros que los dioses me han concedido. Toco madera para que la dicha continúe.



Detalles sobre el ojo en estos enlaces:
Triunfo Arciniegas / Hospital de caridad

Diario / Ojo por ojo
Diario / Pirata 1
Diario / Pirata 2
Diario / Pirata 3

Lea, además
Biografía de Triunfo Arciniegas