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viernes, 31 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / El periodismo

José Emilio Pacheco
Enrique Krauze
EL PERIODISMO

En un Diálogo de los muertos que José Emilio Pacheco imaginó hace dos décadas, José Vasconcelos reclamaba a Alfonso Reyes haber sido “un especialista en generalidades, alguien que mariposea sobre todos los temas y no se compromete con ninguno. Tu obra entera es periodismo —le dice— sin duda magistral y de suprema calidad literaria, pero al fin y al cabo periodismo”. Reyes le respondía: “¿Por qué te parece mal el periodismo? Democraticé hasta donde pude el saber de los pocos... Además, Pepe, casi toda la literatura española de nuestra época es periodismo: Ortega. Unamuno, Azorín... Tú también fuiste un gran periodista”. El Reyes de Pacheco tenía razón. Muchos buenos escritores se malograron en México en espera de que los dioses los inspiraran para hacer la novela inmortal o el poema homérico, mientras desdeñaban las otras ramas del trabajo literario. No fue, por fortuna, el caso de José Emilio. Compilar antologías equiparables a las que se hacen en Oxford o Harvard, reseñar libros a conciencia, trazar rigurosas cronologías, escribir con claridad, trabajar el estilo, vigilar hasta los mínimos detalles de una edición (la tipografía, el diseño, las notas pertinentes al pie de página) eran para él empeños que hallaban satisfacción en sí mismos, obras de la pasión y del amor.





jueves, 30 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / Dos novelas cortas

Gustave Flaubert
José Emilio Pacheco
DOS NOVELAS CORTAS

Lo más importante es que nunca hay que ver la lectura como una obligación, sino como un placer. Si un libro no te gusta, déjalo, y a lo mejor retómalo en 10 años. Hay dos ejemplos brillantes de novela corta: los relatos "Bola de sebo" de Guy de Maupassant y "Corazón sencillo" de Gustave Flaubert. Tienen una forma excelente, son completas, y además son dos grandes novelas con protagonistas femeninas, que defienden la figura de la mujer en un siglo, el XIX, que la ataca constantemente.



miércoles, 29 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / El desierto más solo

José Emilio Pacheco
Foto de Gorka Lejarceg
Poster de Triunfo Arciniegas
Juan Cruz 
EL DESIERTO MÁS SOLO

Fue una sensación extraña, como si la noticia hubiera sido escrita por una mano equivocada y estuviera llena de letras equivocadas y fuera, además, una equivocación alevosa, dura, hecha simplemente para dañar la vida. La noticia de que José Emilio Pacheco había tenido un accidente doméstico, que estaba grave. De pronto, la medianoche sin sustancia de los domingos perdidos irrumpió como un telón, hasta que la madrugada aviesa hizo comprobar que aquella falacia nebulosa de la noche se rasgaba con la contundencia sangrienta de un vidrio. Había sucedido que el gran poeta de los desiertos humanos, el hombre que parecía haber nacido de la voluntad de un libro, y de vivir entre ellos para evitar el desastre de las calles sucias, había muerto en México de aquella casualidad tremenda que le hizo una mueca rara nada más el día anterior. Fue una sensación como de desvarío, y en ella estuve todo el día, recordando su voz, sus ojos aniñados, su risa, y sus anécdotas. Al final del día, ayer mismo, pude escribir un tributo personal, la crónica de la muerte de uno de los escritores más sencillos, y más puros, entre los que he tenido la oportunidad de conocer. Un ser como de otro tiempo, que siempre esperaba que el otro dijera algo para activar desde dentro un sentido poco común de la alegría de escuchar. José Emilio Pacheco, no hay tantos como él. Eso decía yo en mi in memoriam.



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Biografía de José Emilio Pacheco







martes, 28 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / Juan Gelman

Juan Gelman
José Emilio Pacheco 
JUAN GELMAN


Gelman nunca creyó que la poesía fuera capaz de frenar los tanques, silenciar las ametralladoras o de romper la picana. No le bastó con exponer en verso la materia sangrienta y trágica de sus textos. Si son tan eficaces se debe a la maestría absoluta sobre todas las formas: del epigrama clásico al versículo, del poema en prosa a la experimentación léxica y rítmica. Fue el adelantado de su generación en hacer obras intertextuales en que ya no se sabe quién es el autor: el que escribió el original o quien lo deja intacto y abierto a otras interpretaciones para hacer su lectura irremplazable y apropiarse de él a fin de convertir un texto árabe o judío en un poema de Gelman y anexarlo a la poesía argentina en particular y española en general.

lunes, 27 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / Poeta al nacer



Carlos Fuentes
POETA AL NACER

José Emilio Pacheco merecía el premio Cervantes desde que nació. Quiero decir que es un poeta nato. Lo conocí cuando era un joven de diecisiete años, y viendo su obra retrospectivamente creo que desde su primer poema es un gran poeta y que su último poema es el primero que escribió. Quiero decir que José Emilio Pacheco representa una asombrosa continuidad de la obra. Esta obra está escrita en nuestra lengua, el castellano, y añade a su gloria. Pero la obra de Pacheco es una obra universal, y participa de la gloria de las letras de todos los tiempos.

El País, 1 de diciembre de 2009

domingo, 26 de enero de 2014

Casa de citas / José Emilio Pacheco / Pinche

Fodo de Daido Moriyama
José Emilio Pacheco
PINCHE


En México, “pinche” canceló su acepción normal para adquirir, no se sabe cuándo, las características de un epíteto derogatorio que sorprende por su omnipresencia y durabilidad.

El más amplio catálogo de acepciones lo consigna el excelente Diccionario del español usual en México de Luis Fernando Lara en su segunda edición de 2009. Lara advierte que se trata de una grosería: "Pinche” 1. Que es despreciable o muy mezquino. 2. Que es de baja calidad, de bajo costo o muy pobre.

“Pinche” puede ser un empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una casa, una persona, el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo o bien lo que a usted se le ocurra. Se trata, pues, de un epíteto que degrada todo lo que toca. Normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla pero no podemos cambiar.

Admite grados y amplificaciones: “Esa novela me pareció un poco pinche”. “El racismo es una actitud pinchísima”. A veces puede ser un sustantivo inapelable: “No te lleves con él: es un tipo de lo más pinche.” Puede adquirir el rango de injuria máxima: “No me vuelvas a hablar, hijo de tu pinche madre.”

No sé cuándo empezó a emplearse y nunca he leído nada sobre su origen. Ya que “pinche” en español común es “el ayudante de cocina”, sin ninguna pretensión ni autoridad, se me ocurre que el término se originó en tiempos de la hacienda y el latifundio. Nació entre los peones obligados a trabajar la tierra para beneficio de los amos y que veían con explicable resentimiento a quienes laboraban en ocupaciones serviles dentro de la casa grande.

Si el uso está restringido a México, resulta algo anecdótico e insignificante frente al hecho de que, a diferencia de tantos otros idiomas, quinientos millones de personas podamos entendernos en nuestra lengua materna. Es una “pinche” desgracia que muy pocas veces tengamos conciencia de este prodigio.

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