viernes, 31 de agosto de 2018

Casa de citas / Proust / Almas perdidas

Marcel Proust



Marcel Proust
ALMAS PERDIDAS
Traducción de Mauro Armiño

Me parece muy razonable la creencia céltica de que las almas de los que hemos perdido están cautivas en algún ser inferior, en un animal, en un vegetal, en un objeto inanimado, perdidas realmente para nosotros hasta el día, que para muchos nunca llega, en que resulta que pasamos junto al árbol o entramos en posesión del objeto que constituye su cárcel. Entonces se estremecen, nos llaman, y tan pronto como las hemos reconocido, el encantamiento queda roto. Liberadas por nosotros, han vencido a la muerte y vuelven a vivir en nuestra compañía.

Marcel Proust
Por la parte de Swan / A la busca del tiempo perdido I
Valdemar, Madrid, 2007, p. 42


jueves, 30 de agosto de 2018

Little Richard / Lucille




https://www.youtube.com/watch?v=K4fNqoHzeO4


Little Richard

Lucille


Lucille, won't you do your sisters will? Lucille, you won't do your sister's will? You ran off and married, but I love you still Lucille, please, come back where you belong Lucille, please, come back where you belong I been good to you, baby, please, don't leave me alone I woke up this morning, Lucille was not in sight I asked my friends about her but all their lips were tight Lucille, please, come back where you belong I been good to you, baby, please, don't leave me alone, whoa I woke up this morning, Lucille was not in sight I asked my friends about her but all their lips were tight Lucille, please, come back where you belong I been good to you, baby, please, don't leave me alone Lucille, baby, satisfy my heart Lucille, baby, satisfy my heart I played for it, baby, and gave you such a wonderful start



miércoles, 29 de agosto de 2018

Casa de citas / Proust / Pierrefonds




Marcel Proust
PIERREFONDS


Pero cuando Odette se marchaba a Dreux o a Pierrefonds -sin permitirle que él fuera por otro lado, porque eso haría "muy mal efecto", según decía Odette, se hundía Swann en la más embriagadora novela de amores, la guía de ferrocarriles, que le enseñaba los medios de que disponía para correr a su lado, por la tarde, por la noche, hasta aquella misma mañana, y de la que sacaba algo más que los medios disponibles para ir hasta Odette: la autorización de hacerlo. Porque, al fin y al cabo, ni la guía ni los trenes se habían hecho para los perros. Si se ponía en conocimiento del público por medio de impresos que a las ocho salía un tren que llegaba a Pierrefonds a las diez, es porque el acto de ir a Pierrefonds era perfectamente lícito, y no requería el permiso de Odette; y era también un acto que podía tener otro objeto distinto del deseo de encontrar a Odette, puesto que muchas personas, que no conocían a Odette, lo hacían a diario, y en número bastante para que valiera la pena encender las calderas de la máquina.
De modo que, en fin de cuentas, si a él le daba la gana de ir a Pierrefonds, no iba a ser Odette quien se lo impidiera. Y, justamente, aquel día tenía ganas de ir, y habría ido de seguro, aunque Odette no existiera. Hacía mucho tiempo que deseaba formarse una idea concreta de los trabajos de restauración de Viollet le Duc. Y con aquel tiempo tan hermoso, sentía un imperioso deseo de pasearse por el bosque de Compiègne.
Y era tener mala suerte el que Odette le hubiera vedado precisamente el sitio que lo tentaba hoy. ¡Hoy! Si se decidía a ir, a pesar de su prohibición, la verla hoy mismo. Pero mientras que si se hubiera encontrado en Pierrefonds con un extraño, Odette le habría dicho alegremente: "Ah, conque usted por aquí", invitándolo a ir a verla al hotel en donde se alojaba con los Verdurin; en cambio, si lo veía a él, a Swann, se molestaría, creyendo que la había seguido, lo amaría menos, quién sabe si no volvería la cabeza al verlo. "De modo que ni viajar puedo", le diría a la vuelta, cuando, en realidad, él era el que ni siquiera podía viajar.
Para poder ir a Compiègne y a Pierrefonds, sin que pareciera que iba en busca de Odette, se le ocurrió por un momento hacer que lo llevara un amigo suyo que tenía un castillo allí cerca, el marqués de Forestelle. Se lo dijo, sin contarle el motivo, y el amigo no cabía en su pellejo de alegría, porque al cabo de quince años había Swann consentido, por fin, en ir a su posesión; y aunque le dijo Swann no quería detenerse mucho, por lo menos le prometió que harían excursiones y darían paseos juntos durante unos días. Swann ya se veía allí con su amigo. Y antes de ver a Odette, hasta si no lograba verla, con sólo pisar aquella tierra lo inundaría una gran felicidad, porque, aunque no supiera, en un momento dado, cual era el lugar exacto que disfrutaba de la presencia de Odette, sin embargo, sentiría palpitar en torno la posibilidad de su súbita aparición: en el patio del castillo, que ahora se le representaba hermoseado porque iría a verlo a causa de Odette; en todas las calles del pueblo, que se le aparecían llenas de poesía; en todos los senderos del bosque, bañado por la luz profunda y tierna del Poniente -asilos innumerables y alternativos donde iba a refugiarse simultáneamente, en la indecisa ubicuidad de sus esperanzas, el corazón de Swann, vagabundo, dichoso y múltiple. "Sobre todo diría a su amigo Forestelle hay que tener cuidado en no tropezarnos con Odette y con los Verdurin; me acaban de decir que hoy precisamente están en Pierrefonds. Ya sobra tiempo para verlos en París, y parece que no podemos dar un paso los unos sin los otros." Y su amigo no comprendería por qué cambiaba Swann veinte veces de proyectos, por qué recorría todos los comedores de los hoteles de Compiègne sin decidirse a quedarse en ninguno, aunque los Verdurin no asomaban por ninguna parte, como buscando aquello de que decía huir; y, en realidad, para huirles en cuanto los encontrara, porque si hubiera dado con el grupito de seguro se habría ido ostensiblemente por otro lado, satisfecho de haber visto a Odette y de que ella lo hubiera visto, sobre todo de que hubiera visto de que no le hacía caso. Pero ya adivinaría que había ido allí detrás de ella. Y cuando el marqués de Forestelle iba a buscarlo para que se marcharan, Swann le respondía: "No, no puedo ir hoy a Pierrefonds; Odette está allí pasando el día". Y Swann se daba por feliz, a pesar de todo, al sentir que si entre todos los mortales él era el único que no tenía derecho a ir ese día a Pierrefonds, aquello se debía a que él era para Odette distinto de los demás, su amante, y esa restricción que él sufría del derecho de libre circulación era una forma más de la esclavitud y de ese amor que tanto gozaba. Realmente, más valía no correr el riesgo de enfadarse con ella, tener paciencia y esperar que volviera. Y pasaba los días inclinado sobre un mapa del bosque de Compiègne, como si fuera el famoso mapa del Tendre, rodeado de fotografías del castillo de Pierrefonds. En cuanto llegaba el día de su posible retorno, volvía a coger la guía, calculaba el tren que debía de tomar, y si perdía ese, los que le quedaban luego. No salía por miedo a que llegara un telegrama mientras estaba fuera de casa, no se acostaba por si acaso Odette volvía tarde y se le ocurría sorprenderlo yendo a visitarlo a medianoche. Precisamente, oía que llamaban a la puerta de la calle, le parecía que tardaban mucho en abrir, iba ya a despertar al portero, se asomaba a la ventana para llamar a Odette, si es que era ella, porque tenía miedo, a pesar de que había bajado diez veces en persona a decirlo, que le contestaran que no estaba el señor en casa. Resultaba ser un criado que llegaba a acostarse. Se fijaba en el incesante rodar de los coches que pasaban, y que antes no le llamaban la atención. Los oía a lo lejos, sentía cómo se iban acercando, cómo pasaban luego delante de la puerta sin detenerse, portadores de un mensaje que no estaba destinado a él. Y esperaba toda la noche, inútilmente, porque los Verdurin habían adelantado su viaje y Odette estaba en París desde el mediodía; no se le había ocurrido avisar a Swann, sin saber qué hacer se había ido ella sola a un teatro, se había vuelto a casa temprano y ahora estaba durmiendo.
Y es que ni siquiera se había acordado de Swann. Y esos momentos, en que se olvidaba hasta de la existencia de su querido, hacían más servicio a Odette, y eran de mayor eficacia para asegurarle el amor de Swann, que todas las artes de su coquetería. Porque así, Swann vivía en esa dolorosa excitación que tuvo fuerza bastante para hacer estallar su amor aquella noche que no encontró a Odette en casa de los Verdurin y se pasó horas buscándola. Y Swann no pasaba días felices, como yo en Combray, durante los cuales se olvidan las penas que revivirían a la noche. Swann no veía a Odette de día, y a ratos pensaba que dejar a una mujer tan bonita salir tan sola por París era imprudente demencia, como colocar un estuche repleto de alhajas en medio del arroyo. Se indignaba entonces contra todos los viandantes, como si fuesen otros tantos ladrones. Pero como su rostro colectivo e informe escapaba a las garras de su imaginación, no servía para alimentar sus celos. Y cansaba el cerebro a Swann, que pasándose la mano por los ojos, exclamaba: "¡Sea lo que Dios quiera!", al modo de esas personas que, después de encarnizarse en abarcar el problema de la realidad del mundo exterior o de la inmortalidad del alma, conceden a su fatigado cerebro el respiro de un acto de fe. Pero el recuerdo de la ausente estaba siempre indisolublemente unido hasta a los actos más fútiles de la vida de Swann almorzar, recibir sus cartas, salir, acostarse, precisamente por el lazo de la tristeza que sentÌa al tener que ejecutarlos sin Odette, lo mismo que esas iniciales de Filiberto el Hermoso, que Margarita de Austria, para expresar su melancolía mandó entretejer con las iniciales suyas en todos los rincones de la iglesia de Brou. Muchos días, en lugar de comer en casa, se iba a almorzar a un restaurante de allí cerca, que antes apreciaba mucho por su buena cocina, y al que ahora iba únicamente por una de esas razones, místicas y ridículas a la vez, que suelen denominarse románticas; y era que ese restaurante (que aún existe) se llamaba lo mismo que la calle donde vivía Odette: Laperousse. Algunas veces, cuando hacía una excursión corta, no se preocupaba de comunicarle que había vuelto a París hasta unos días después. Y decía sencillamente, sin la precaución de resguardarse, por si acaso, tras un trocito de verdad, que acababa de llegar en el tren de aquella mañana. Las palabras aquellas no eran verdad; al menos, para Odette eran embustes sin consistencia, sin punto de apoyo, como lo habrían tenido a ser verdaderas, en el recuerdo de su llegada a la estación; hasta era incapaz de representárselas en el momento de pronunciarlas, porque lo impedía la imagen contradictoria de la cosa enteramente distinta que estuvo haciendo en el mismo momento en que ella decía que estaba bajando del tren. Pero, por el contrario, en el ánimo de Swann se incrustaban aquellas palabras sin encontrar obstáculo alguno y adquirían la inmovilidad de una verdad tan indudable, que si un amigo le decía que él llegó también en ese tren y que no había visto a Odette, se quedaba Swann tan convencido de que su amigo se equivocaba de día o de hora, porque sus palabras no coincidían con las de Odette. Estas sólo le habrían parecido falsas en el caso de haber desconfiado anticipadamente de que eran verdad. Para que Swann creyera que su querida mentía, se requería como condición necesaria la sospecha previa. Entonces, todo lo que decía Odette le parecía sospechoso. Si le oía citar un nombre, es que era seguramente el de uno de sus amantes; y, forjada esta suposición, pasaba semanas enteras desesperado, y una vez hasta anduvo en tratos con una agencia policíaca para enterarse de las señas, idas y venidas de aquel desconocido que no le dejaría respirar tranquilo hasta que se marchara de París, y que resultó ser un tío de Odette muerto hacía veinte años.


Marcel Proust
Un amor de Swann
En busca del tiempo perdido




martes, 28 de agosto de 2018

Casa de citas / Proust / Odette


Odette de Crécy 

Marcel Proust
Odette

Ahora, todas las noches, cuando Swann la llevaba hasta su casa, Odette le hacía entrar, y muchas veces salía luego en bata a acompañarle hasta el coche y le besaba delante del cochero, diciendo: "¿Y a mí qué? ¿Qué me importa la gente?"


Marcel Proust
Un amor de Swann
En busca del tiempo perdido

lunes, 27 de agosto de 2018

Casa de citas / Proust / Catleyas





Marcel Proust

CATLEYAS
Traducción de Pedro Salinas



No estaba en casa de Prévost; Swann quiso buscar en los demás restaurantes de los bulevares. Y para ganar tiempo, mientras él recorría unos cuantos, mandó a otros a su cochero Rémi (el dux Loredano de Rizzo); no encontró Swann nada y fue a esperar a su cochero en el lugar que le había indicado. El coche no volvía y Swann se representaba el momento en que iba a llegar, ya como aquel en el que el cochero le diría: "Aquí está la señora", o ya como otro en el que oiría decir a Rémi: "No he encontrado a esa señora en ningún café". Y así, veía delante de él el final de su noche, uno y doble a la vez, precedido ya por el encuentro de Odette, ya por la obligada renuncia a encontrarla y la conformidad con volverse a casa sin haberla visto.

Volvió el cochero, pero en el momento de parar delante de Swann no le preguntó: "¿Has encontrado a esa señora?", sino que le dijo: "No se te olvide recordarme mañana que tengo que encargar leña, porque me parece que ya queda poca". Acaso se decía que si Rémi había encontrado a Odette en algún café donde estaba esperándole, el fin de la noche nefasta quedaba ya borrado, porque empezaba la realización del fin de la noche feliz, y que, por consiguiente, no tenía prisa por llegar a una felicidad capturada ya y a buen recaudo, que no se había de escapar. Pero también lo hizo por fuerza de inercia; su alma tenía esa falta de agilidad que se da en muchos cuerpos de esas que gentes que para evitar un golpe, para quitarse una llama de encima o para hacer un movimiento urgente necesitan tomarse tiempo y quedarse un segundo en la posición en que que estaban antes del acontecimiento, como para encontrar un punto de apoyo y poder tomar impulso. E indudablemente si el cochero le hubiera interrumpido diciéndole que la señora estaba allí, él habría contestado: "Ah, sí, el encargo ese que te había dado; pues me extraña", para seguir luego hablando de la leña, porque de ese modo ocultaba la emoción que sentía y se daba a sí mismo tiempo para romper con la inquietud y sonreír a la felicidad.

Pero el cochero le dijo que no la había encontrado en ninguna parte y añadió a modo de consejo y en su calidad de criado antiguo:

-Lo mejor es que el señor se vaya a casa.

Pero la indiferencia que Swann fingía fácilmente cuando Rémi no podía alterar en nada el tenor de la respuesta que le traía decayó ahora al ver cómo intentaba hacerle renunciar a su esperanza y a su rebusca.

-No, no es posible -exclamó-, tenemos que encontrar a esa señora, no hay más remedio. Hay un asunto que lo requiere, y si no, podría ofenderse. 

-No sé cómo se va a dar por ofendida -respondió Rémi-, porque ella es la que se ha marchado sin esperar al señor diciendo que iba a casa de Prévost, y luego se ha ido.




Ya empezaban a apagar en todas partes. Por debajo de los árboles del bulevar, en una misteriosa oscuridad, erraban los pocos transeúntes, apenas discernibles. De cuando en cuando, una sombra femenina se acercaba a Swann, le decía unas palabras al oído, y le pedía que la acompañara a su casa; Swann se estremecía. Iba rozando al pasar todos aquellos cuerpos oscuros como si por el reino de las sombras, entre mortuorios fantasmas, fuera buscando a Eurídice.

De todas las maneras de producirse el amor y de todos los agentes de diseminación de ese mal sagrado, uno de los más eficaces es el torbellino de agitación que nos arrastra en ciertas ocasiones. La suerte está echada, y el ser que por entonces goza de nuestra simpatía se convertirá en el ser amado. Ni siquiera es menester que nos guste tanto o más que otros. Lo que se necesitaba es que nuestra inclinación hacia él se transformara en exclusiva. Y esa condición se realiza cuando -al echarle de menos- en nosotros sentimos, no ya el deseo de buscar los placeres, sino la necesidad ansiosa que tiene por objeto el ser mismo, una necesidad absurda que por las leyes de este mundo es imposible de satisfacer y difícil de curar: la necesidad insensata y dolorosa de poseer a esa persona. 

Swann llegó hasta los últimos restaurantes; no había tenido calma más que para afrontar la hipótesis de la felicidad; pero ahora ya no calculaba su agitación ni el valor que concedía al encuentro de Odette, y ofreció a su cochero una recompensa si la encontraba, como así, inspirándole el deseo de dar con ella, que vendría acumularse al suyo propio, fuera posible que Odette, aunque se hubiera recogido ya, siguiera estando en un café del bulevar. Fue hasta la Maison Dorée, entró dos veces en Tortoni, y salía, sin haberla encontrado, del café Inglés, con aire huraño y a grandes zancadas en busca del coche que le esperaba en la esquina de los bulevar de los Italianos, cuando de repente tropezó con una persona que venía en dirección contraria a la suya: Odette; más tarde le explicó que ella que, no habiendo encontrado sitio en Prévost, se fue a cenar a la Maison Dorée, en un rincón donde Swann no supo encontrarla, y ahora se dirigía a tomar su coche.

Tan inesperado fue para Odette el encuentro con Swann, que se asustó. El había estado corriendo medio París, más que porque creyera posible encontrarla, porque le parecía durísimo tener que renunciar. Y por eso aquella alegría que su razón estimaba irrealizable por aquella noche le pareció aún mucho mayor; porque no había colaborado en ella con la previsión de creerla verosímil, porque era ajena a él; y porque no se sacaba él del espíritu para dársela a Odette -sino que emanaba de ella misma, ella misma la proyectaba hacia él- aquella verdad tan radiante que disipaba como un sueño el temido aislamiento y en la que se apoyaba y descansaba, sin pensar, su sueño de felicidad. Lo mismo un viajero que llega un día de buen tiempo a orilla del Mediterráneo se olvida de que existen los países que acaba de atravesar, y más que mirar al mar, deja que le cieguen la vista los rayos que hacia él lanza el azul luminoso y resistente de las aguas.

Subió con Odette en el coche de ella y mandó a su cochero que fuera detrás.



Odette tenía en la mano un ramo de catleyas, y Swann vio, debajo del pañuelo de encaje que le cubría la cabeza, que llevaba en el pelo flores de la misma variedad de orquídea atadas al airón de plumas de cisne. Tocada de mantilla, llevaba un traje de terciopelo negro, que se recogía oblicuamente en la parte inferior para dejar asomar un trozo de falda de faya blanca; también por debajo del terciopelo asomaba otro paño de faya blanca en el corpiño, donde se abría el escote, en el cual se hundían otras cuantas catleyas. Apenas se había repuesto del susto que tuvo al toparse con Swann, cuando el caballo se encontró con un obstáculo y dio una huida. Llevaron una gran sacudida, y Odette lanzó un grito y se quedó sin aliento, toda palpitante. 

-No es nada -dijo él-, no se asuste.

Y la cogió por el hombro, apoyándola contra su cuerpo para sostenerla; luego dijo:

-No hable usted, no se canse más, contésteme por señas. ¿Me permite usted que le vuelva a poner bien las flores esas del escote que casi se caen con la sacudida? Tengo miedo de que las pierda usted, voy a meterlas un poco más.

Odette, que no estaba acostumbrada a que los hombres usaran tantos rodeos con ella, le dijo:

-Sí, sí, hágalo.

Pero Swann, azorado por la contestación y quizá también porque había hecho creer a Odette que el pretexto de las flores era sincero, y acaso porque él también empezaba a creer que lo había sido, exclamó:

-Pero no hable, va usted a cansarse, contésteme por señas que yo la entiendo. ¿De veras me deja usted…? Mire, aquí hay un poco de…, creo que es polen que se ha desprendido de las flores; si me permite se lo voy a quitar con la mano. ¿No le hago daño? ¡No! Quizá cosquillas, ¿eh? Pero es que no quiero tocar el terciopelo para no chafarle. ¿Ve usted?, no había más remedio que sujetarlas, si no se caen; las voy a hundir un poco más… ¿De veras que no la molesto? ¿Me deja usted que las huela, a ver si no tienen perfume? Nunca he olido estas flores ¿Me deja?, dígamelo de veras. 

Ella, sonriente, se encogió de hombres como diciendo: ¡Qué tonto es usted, pues no ve que me gusta!

Swann alzó la otra mano, acariciando la mejilla de Odette; ella lo miró fijamente, con ese mirar desfalleciente y grave de las mujeres del maestro florentino que, según Swann, se le parecían los ojos rasgados, finos, brillantes, como los de las figuras botticelescas, se asomaban al borde de los párpados, como dos lágrimas que se iban a desprender. Doblaba el cuello como las mujeres de Sandro lo doblan, tanto en sus cuadros paganos como en los profanos. Y con ademán que, sin duda, era habitual en ella, y que se cuidaba mucho de no olvidar en aquellos momentos porque sabía que le sentaba bien, parecía como que necesitaba un gran esfuerzo para retener su rostro, igual que si una fuerza invisible lo atrajera hacia Swann. Y Swann fue el que lo retuvo un momento con las dos manos, a cierta distancia de su cara, antes de que cayera en sus labios. Y es que quiso dejar a su pensamiento tiempo para que acudiera, para que reconociera el ensueño que tanto tiempo acarició, para que asistiera a su realización, lo mismo que se llama a un pariente que quiere mucho a un hijo nuestro para que presencie sus triunfos. Quizá Swann posaba en aquel rostro de Odette, aun no poseído ni siquiera besado, y que veía por última vez esa mirada de los días de marcha con que queremos llevarnos un paisaje que nunca se volverá a ver. 

Pero era tan tímido con ella, que aunque aquella noche se le entregó, como la cosa había empezado por arreglar las catleyas, ya fuera por temor a ofenderla, ya por miedo a que pareciera que mintió la primera vez, ya porque le faltara audacia para pedir algo más que poner bien las flores (cosa que podía repetir, porque no ofendió a Odette aquella primera noche), ello es que los demás días siguió usando el mismo pretexto. Si llevaba catleyas prendidas en el pecho, decía:n¡Qué lástima! Esta noche las catleyas están bien, no hay que tocarlas, no están caídas como la otra noche; aquí veo una que no está muy bien, sin embargo. ¿Me deja usted que vea a ver si huelen más que las del otro día?. Y si no llevaba: ¡Ah! Esta noche no hay catleyas: no puedo dedicarme a mis mañas.. De modo que durante algún tiempo no se alteró aquel orden de la primera noche, cuando comenzó con roces de dedos y labios en el pecho de Odette, y así empezaban siempre a acariciarse; y más tarde, cuando aquella convención (o simulacro ritual de convención) de las catleyas cayó en desuso, sin embargo, la metáfora .hacer catleya, convertida en sencilla frase, que empleaban inconscientemente para significar la posesión física .en la cual posesión, por cierto, no se posee nada, sobrevivió en su lenguaje, como en conmemoración de aquella costumbre perdida.


Marcel Proust
Un amor de Swann
En busca del tiempo perdido

FICCIONES
Casa de citas / Antonio Muñoz Molina / La prisionera

DE OTROS MUNDOS



domingo, 26 de agosto de 2018

Las cinco canciones más tristes de la historia, según Spotify




Las cinco canciones más tristes de la historia, según Spotify

¿Puede un algoritmo cuantificar la tristeza en la música? La plataforma digital de música lo ha intentado y ha seleccionado las sintonías desde 1958 hasta hoy







EL PAÍS


Madrid 22 AGO 2018 - 08:18 COT

Aunque suene contradictorio, oír música triste puede ser placentero. Y aún más: la sicología dice que si prefieres este tipo de sintonías, quiere decir que eres una persona empática. Entonces, ¿es una buena señal emocionarse hasta las lágrimas con algunas canciones? La plataforma digital de música Spotify ha realizado recientemente un estudio para revelar cuáles han sido las canciones más tristes de la historia. A cada una de las 35 millones de pistas que posee en su plataforma, le ha añadido metadatos que incluye un puntaje de valencia para cada melodía de 0 a 1: "Las pistas con alta valencia suenan más positivas, alegres y eufóricas; mientras que las con baja suenan de manera negativa, triste, deprimidas y a veces incluso enojadas", explicó Spotify a la BBC.


De acuerdo a este criterio, las canciones más tristes desde 1958 hasta hoy son:

1. The First Time Ever I Saw Your Face – Roberta Flack (1972)

2. Three Times a Lady – Commodores (1978)


4. Mr. Custer – Larry Verne (1960)

5. Still – Commodores (1979)

Al analizar estos resultados, se llega a una confusa conclusión. La canción de Roberta Flack que encabeza la lista (la que, por cierto, figuró como número 1 durante seis semanas en 1972) no es una melodía triste propiamente tal; sino más bien es romántica. Lo mismo sucede con Three Times a Lady. Mr. Custer, por su parte, es una comedia que habla sobre un soldado que no quiere pelear. Quizás las canciones de Elvis Presley y Still de Commodores podrían calificarse como tristes.

Entonces, ¿pueden las máquinas detectar algo tan subjetivo y personal como lo es la tristeza en una canción? Charlie Thompson, experto en Big Data, realizó un estudio similar al de Spotify para medir la tristeza de las canciones de la banda británica Radiohead: "Es difícil para una máquina saber cuanta nostalgia poseen las canciones porque no tiene las mismas habilidades humanas con las que se conoce el contexto que rodea a la persona y sus recuerdos. Por eso, siempre es bueno complementar estos estudios con análisis sicológicos y así obtener resultados más precisos", explica a este periódico. A pesar de ello, Thompson aclara que el análisis de data como el que ha realizado Spotify es muy útil para diferenciar los tipos de ondas y según ello ordenar la información.

EL PAÍS



sábado, 25 de agosto de 2018

Triunfo Arciniegas / Diario / Sueños y noticias



Foto ajena en blanco y negro
Ilustración de Triunfo Arciniegas


Triunfo Arciniegas
Sueños y noticias
24 de agosto de 2018


Es un día muy especial. Alfaguara aprobó mi novela. Llamo a Mafe para darle la noticia y me dice que ya sabe cómo haremos La gallina y el monstruo, nuestro nuevo libro. Precisa medidas y papel. Y de inmediato, sin que haya terminado la llamada, llega Alejandra con el contrato de un nuevo libro, uno que ilustrará Alekos, y la solicitud para reeditar otro. ¿Qué más se puede pedir? Soñar que hago una película con Robin Williams. 

Revisaré la novela una vez más, por supuesto. Después del almuerzo, leí la primera de las seis partes e hice la siesta. Soñé que habíamos ido a la casa de Robin Williams, una especie de finca, porque hacíamos o íbamos a hacer una película, y lo vimos en su entorno familiar. Estaba loco. Todos en su casa estaban locos y hacían lo que les daba la gana, sin lógica alguna. Parecían actores en un solo escenario pero cada uno con una obra distinta.  Williams jugaba con una cinta infinita y hablaba con un caballo. No sé si los demás fingían la locura, y no sé si fingían, para congeniar con él.

Sabía que Williams hacía el papel de asesino porque lo vi en una secuencia, dirigiendo la pandilla, con una especie de hacha en la mano, ensangrentado, corriendo. Tenía la edad de cuando hizo Jumanji y se parecía bastante al personaje. ¿Si hasta ahora íbamos a hacer la película porque vi una secuencia? ¿Y por qué luego Robin Williams mencionó una secuela?

Cuando se nos acercó nos preguntó si su médico estaba de acuerdo y si le habíamos pedido permiso para que pudiera participar en la película. Entonces nos preguntó por la secuela. Temía que no estuviera en condiciones de hacerla.

Ayer soñé que jugábamos fútbol con pájaros. No contra los pájaros. Ellos eran la pelota. Estallaban en el aire.



viernes, 24 de agosto de 2018

Casa de citas / Josef Koudelka / Una buena foto


Irlanda
Fotografía de Josef Koudela

Josef Koudelka 
Una buena foto

Me gustan muy pocas. Para mí se trata de una imagen que cuando la ves no la puedes olvidar, que permite que quienes la miren inventen diferentes historias, que los espectadores proyecten. No se trata de reportajes, sino de una única imagen que se te queda dentro. Tampoco creo que haya grandes fotógrafos sino grandes fotografías, que son un tipo de milagro, algo que ocurre muy pocas veces.



Casa de citas / Josef Koudelka / El exilio

Irlanda, 1976
Fotografía de Josef Koudelka


Josef Koudela
EL EXILIO

El exilio te destruye, pero si no es así te hace más fuerte. Te llevas dos regalos. El primero es que debes construir tu vida completamente de nuevo, y el segundo es que si tienes oportunidad de regresar a tu país lo ve con ojos distintos.








jueves, 23 de agosto de 2018

Elvis Presley / Are You Lonesome Tonight




https://www.youtube.com/watch?v=27nPJ0_Xs-g

"Are You Lonesome Tonight?" 

by Elvis Presley 

(Lyric Video)

Elvis Presley

Are You Lonesome Tonight


Are you lonesome tonight? Do you miss me tonight? Are you sorry we drifted apart? Does your memory stray to a brighter sunny day When I kissed you and called you sweetheart? Do the chairs in your parlor seem empty and bare? Do you gaze at your doorstep and picture me there? Is your heart filled with pain, shall I come back again? Tell me dear, are you lonesome tonight? I wonder if you're lonesome tonight You know someone said that the worlds a stage And each must play a part. Fate had me playing in love you as my sweet heart. Act one was when we met, I loved you at first glance You read your line so cleverly and never missed a cue Then came act two, you seemed to change and you acted strange And why I'll never know. Honey, you lied when you said you loved me And I had no cause to doubt you. But Id rather go on hearing your lies Than go on living without you. Now the stage is bare and I'm standing there With emptiness all around And if you wont come back to me Then make them bring the curtain down. Is your heart filled with pain, shall I come back again? Tell me dear, are you lonesome tonight?


https://www.youtube.com/watch?v=U1z3UJTZndQ

ELVIS PRESLEY 

Are you lonesome tonight? 

Subtítulos en español



https://www.youtube.com/watch?v=rlPazQMcNW8

Elvis Presley 

Are You Lonesome Tonight





miércoles, 22 de agosto de 2018

Triunfo Arciniegas / Diario / Asia Argento en el ojo del huracán


Asia Argento



Triunfo Arciniegas

ASIA ARGENTO EN EL OJO DEL HURACÁN

19 de agosto de 2018
Las vueltas que da la vida: la actriz y directora italiana Asia Argento, pionera del MeToo y última pareja del chef Anthony Bourdain, ha pasado al banco de los acusados. La mujer que inició la ola de acusaciones contra ese personaje nefasto de Hollywood, Harvey Weinstein, fue acusada por el joven actor Jimmy Bennett. El abogado de Bennet, en la carta de intención de demanda, pidió 3,5 millones de dólares que terminaron en un acuerdo de 380.000 dólares.

Se conocieron en 2003, cuando la directora eligió para el papel de Jeremith en su película El corazón es un mentiroso a Jimmy Bennet, que entonces sólo tenía siete años. Argento fue la madre, una prostituta toxicómana.

Jimmy Bennet y Asia Argento
El corazón es un mentiroso, 2004


Según The New York Times, la agresión ocurrió diez años después, en una habitación de hotel en Marina del Rey, California. Ella tenía 37 años y él acababa de cumplir 17. En California, la edad legal para el consentimiento sexual es 18 años. 

Una cita, para abreviar el cuento: "El día de los hechos, según el relato de ese documento citado por el Times, Argento fue a verle a una habitación del hotel Ritz-Carlton en Marina del Rey, en la costa de Los Ángeles. Allí le dio de beber y le enseñó unas notas que le había escrito en papel del hotel. Entonces le besó, le empujó sobre la cama, le bajó los pantalones y realizó sexo oral. Después se puso encima de él y tuvieron sexo."

Según el testimonio de Argento en Instagram, donde posa junto al joven actor, fue el día más lindo de su vida. Por desgracia, Jimmy Bennet no opina lo mismo.



Casa de citas / Asia Argento / Sobre Harvey Weinstein


Asia Argento

Asia Argento
Biografía
Sobre Harvey Weinstein

Dije: 'No, no, no' ... Es retorcido. Un enorme hombre gordo que quiere comerte. Es un cuento de hadas aterrador.





I said, ‘No, no, no' ... It’s twisted. A big fat man wanting to eat you. It’s a scary fairy tale. 

Age 21 
Year: 1997 
Location: Miramax party at unspecified hotel in France


The Weinstein allegations


martes, 21 de agosto de 2018

Aretha Franklin / Otis Redding / Respect




https://www.youtube.com/watch?v=6FOUqQt3Kg0

Aretha Franklin

Respect [1967] 

(Original Version)


Aretha Franklin - Respect
Song written by Otis Redding
Album: I Never Loved A Man The Way I Love You [1967]
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RESPECT

(oo) What you want
(oo) Baby, I got
(oo) What you need
(oo) Do you know I got it?
(oo) All I'm askin'
(oo) Is for a little respect when you come home (just a little bit)
Hey baby (just a little bit) when you get home
(just a little bit) mister (just a little bit)

I ain't gonna do you wrong while you're gone
Ain't gonna do you wrong (oo) 'cause I don't wanna (oo)
All I'm askin' (oo)
Is for a little respect when you come home (just a little bit)
Baby (just a little bit) when you get home (just a little bit)
Yeah (just a little bit)

I'm about to give you all of my money
And all I'm askin' in return, honey
Is to give me my propers
When you get home (just a, just a, just a, just a)
Yeah baby (just a, just a, just a, just a)
When you get home (just a little bit)
Yeah (just a little bit)

------ instrumental break ------

Ooo, your kisses (oo)
Sweeter than honey (oo)
And guess what? (oo)
So is my money (oo)
All I want you to do (oo) for me
Is give it to me when you get home (re, re, re ,re)
Yeah baby (re, re, re ,re)
Whip it to me (respect, just a little bit)
When you get home, now (just a little bit)

R-E-S-P-E-C-T
Find out what it means to me
R-E-S-P-E-C-T
Take care, TCB

Oh (sock it to me, sock it to me,
sock it to me, sock it to me)
A little respect (sock it to me, sock it to me,
sock it to me, sock it to me)
Whoa, babe (just a little bit)
A little respect (just a little bit)
I get tired (just a little bit)
Keep on tryin' (just a little bit)
You're runnin' out of foolin' (just a little bit)
And I ain't lyin' (just a little bit)
(re, re, re, re) 'spect
When you come home (re, re, re ,re)
Or you might walk in (respect, just a little bit)
And find out I'm gone (just a little bit)
I got to have (just a little bit)
A little respect (just a little bit)



https://www.youtube.com/watch?v=OD3WOKLTRyQ

Respect 

Blues Brothers featuring Aretha Franklin