jueves, 25 de noviembre de 2021

Casa de citas / Patricia Highsmith / Kathryn

Patricia Highsmith
 

Patricia Highsmith
KATHRYN

8 de septiembre de 1949 

 

Quería abrazar y besar a Kathryn. ¿Depresión? ¿Por qué? No estoy enamorada de ella, sólo asustada de mostrar la menor espontaneidad de mis emociones. ¿Siempre con miedo? Siempre temerosa, no realmente de ofender sino de ser ofendida por el rechazo de otra persona. Con ella sólo puedo pensar en mis puntos bajos: mi pelo desordenado, mis dientes feos, mis zapatos astrosos, quizás. Esta noche salimos hacia Palermo. El barco es precioso. De repente las dos ronroneamos como gatitas, respondiendo a la limpieza, el buen servicio, sobre todo a la salida de Nápoles, al cambio que se avecina. K. se quedará conmigo hasta que me vaya, luego regresará a Rotterdam, finalmente a Londres, donde le espera todo un infierno.


23 de noviembre de 1949

Mañana de Acción de Gracias: 2:45 a.m. No hay carta de Kathryn. Ella no me quiere. Tuve mi oportunidad y la desaproveché. (¿Quedará eso grabado en mi lápida?) No hay nada en el mundo que desee tanto en este momento como una palabra de ella. Una palabra nueva. No se puede estar siempre releyendo la misma carta. Estoy enferma, y hambrienta, de vivir de lo que una siempre vive. De la esperanza. El futuro que nunca llega, porque una nunca lo hace. Es decir, yo no lo hago. Debo decirle que la quiero. Que la quiero. Soy de ella. Sólo quiero estar con ella. Debo preguntarle si ella también lo quiere.


 26 de noviembre de 1949

Otra carta de Kathryn. La primera en dos semanas, pero bien vale la pena esperarla. Lo transforma todo. Me echa de menos. Era una carta muy íntima. Nunca he sido tan feliz en mi vida. Tengo que descansar literalmente un rato cada día, no sea que caiga muerta con la absurda dolencia de la Euforia. No es que esté excitada. Estoy tranquila, serena, mi concentración es incluso buena. Pero estoy bendecida, y lo sé. Todos estos años de represión, de sacrificio, de desilusión, de frustración, han cobrado valor, pues me ayudan a medir mi extrema felicidad ahora.


Patricia Highsmith


KATHRYN
by Patricia Highsmith

September 8, 1949
I wanted to embrace and kiss Kathryn. Depression—for what? I am not in love with her, only afraid to show the least spontaneity in my emotions. Always afraid? Always afraid—not really of offending—but of being offended by someone else’s rejection. With her, I can only think of my bad points, my untidy hair, bad teeth, my untidy shoes, perhaps. We leave tonight for Palermo. The boat is beautiful. Suddenly we both purr like kittens, responding to the cleanliness, the good service, above all the leaving of Naples, the change ahead. K. will stay with me until I go, then return to Rotterdam, finally to London where—everything hellish awaits her—

November 23, 1949

Thanksgiving morn: 2:45 a.m. No letter from Kathryn. She doesn’t love me. I had my chance, and I muffed it. (Will that be engraved upon my tombstone?) There is nothing in the world I want so much at this moment as a word from her. A new word. One cannot go on forever rereading the same letter. I am sick, and starving, from living on what one always lives on. Hope. The future that never comes, because one never makes it. That is, I don’t. I must tell her that I love her. I want her. I am hers. I want only to be with her. I must ask her, does she want it, too.

November 26, 1949 

Another letter from Kathryn. The first in two weeks, but well [worth] waiting for. It transforms everything. She misses me. It was a very intimate letter. I have never been so happy in my life. I must literally rest a while each day, lest I drop dead with the absurd ailment of Euphoria. Not that I am excited. I am calm, serene, my concentration is even good. But I am blessed, and I know it. All these years of repression, sacrifice, disillusionment, frustration have come to be of value, for they help me to measure my extreme happiness now. 

A Portrait of the Writer as a Young Woman


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