domingo, 31 de mayo de 2020

Casa de citas / Elvira Lindo / No hay mayor felicidad


Oleos y acrílicos

Elvira Lindo
NO HAY MAYOR FELICIDAD

... recuerdo a un personaje de Saul Bellow que decía que no hay mayor felicidad que la de dormirse por las noches con la mano en el pecho de la mujer que se quiere.


sábado, 30 de mayo de 2020

Casa de citas / Elvira Lindo / Penas

De otros mundos: Elvira Lindo / Desnudo de invierno
Autorretrato
Elvira Lindo en Nueva York

Elvira Lindo
PENAS

No sé contar mis penas, prefiero rumiarlas con la mujer que siempre va conmigo.


Elvira Lindo
Noches sin dormir / Último invierno en Nueva York


Casa de citas / Elvira Lindo / Amigos

Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo - Buscar con Google | Lindo ...
Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindp
Elvira Lindo
AMIGOS
1

Creo que éste va a ser el último invierno que pasemos en Nueva York. Antonio va a dejar las clases de la universidad. Ya no tiene ganas de dedicar tanto tiempo a enseñar y, además, no ha hecho amigos aquí, no ha sentido la Universidad de Nueva York (NYU) como un lugar cálido. No alcanzo a comprender esa aspereza universitaria. Si yo fuera profesora en un departamento de literatura y llegara a dar clase un escritor como él, al día siguiente le invitaría a tomar un café o le daría mi teléfono por si necesitaba algo. Claro que yo le doy mi teléfono a todo el mundo, y así me va. Ésa es otra.

2

Volviendo al gélido ambiente de la universidad americana, parecerá que hablo de un tópico. Lo es, pero después de once años puedo asegurar que responde a una verdad. Antonio se va sin haber hecho un amigo verdadero entre sus colegas. A mí me parece frustrante. No ha sido así con los alumnos, que lo adoran, cierto que proceden todos ellos de países latinoamericanos y aún no tienen el cuerpo acostumbrado a pasear por la vida protegidos por esa burbuja que ampara y aísla a cada uno de los ciudadanos neoyorquinos. Es tanta mi extrañeza por esa frialdad en las relaciones con los colegas de trabajo que se lo comenté al profesor Maurer, el hispanista que tanto ha trabajado sobre Lorca y que es sin discusión un hombre adorable. Le pregunté, frente a una limonada el verano pasado en el Café Gijón, si era habitual que de estas experiencias académicas se saliera con tan pocos amigos (o si era cosa del carácter tímido de Antonio, me faltó añadir). Me contestó muy expresivamente con una frase: «Yo ahora me he venido a España y no tenía con quién dejar a mi perro. Las relaciones son cordiales en torno a la máquina del café —añadió—, se puede mantener una conversación agradable».
Milagrosamente, porque no hay otra manera de explicarlo, en todos estos años yo he hecho algunos amigos. He favorecido cada oportunidad que se me ha presentado, teniendo en cuenta que no he trabajado ni he estudiado aquí, pero tenía a mi favor uno de esos entrenamientos severos a los que te somete la vida y que no aparecen jamás en los currículum, aunque debieran considerarse: una niñez errante que me obligó a desplegar todos mis encantos para hacer amigos a los pocos días de llegar a un colegio, mudar enseguida el acento, y actuar con astucia para que al poco tiempo nadie se acordara de que era la niña nueva.
Hace diez años, cuando llegué, todavía luchaba contra la soledad. Iba mendigando conversaciones por las tiendas y agradeciendo sonrisas con ese tipo de ligeras inclinaciones de cabeza del extranjero que tratan de sustituir un idioma que no se domina. Tuve momentos de mucho desamparo pero no lo compartí con nadie, salvo con Antonio y sólo de vez en cuando.

Elvira Lindo
Noches sin dormir / Último invierno en Nueva York


Casa de citas / Camilo José Cela / No es lo mismo

Camilo Jose Cela, Levine
Camilo José Cela
David Levine
Camilo José Cela
NO ES LO MISMO


No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.

Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen.

Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.

Lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.

Un carallo a tiempo es una victoria dialéctica.

La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir.

El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.

Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido.

La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos, meros catalizadores de la inercia.

En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano.

viernes, 29 de mayo de 2020

Casa de citas / Lily King / La mujer y la luna


Full Moon Painting by Dorina Costras

Lily King
LA MUJER Y LA LUNA
    Había una vez un hombre mumbanyo que quería matar a la luna. Había descubierto que su mujer sangraba cada mes y la acusó de tener otro marido. Ella se rio y le dijo que todas las mujeres están casadas con la luna. «Mataré a esa luna», decidió el hombre, y se subió en su canoa. Al cabo de muchos días llegó al árbol al que está atada la luna con una cuerda de rafia y desde el que salta cada noche al cielo. «Baja para que te pueda matar —le dijo el hombre a la luna—, que me has robado la esposa.» La luna se rio. «Todas las mujeres son primero esposas mías —dijo la luna—. Así que eres tú quien me ha robado la esposa.» Eso hizo enfurecer aún más al hombre, que trepó hasta la rama más alta del árbol y tiró de la cuerda de rafia. Ésta no se movió, así que se puso a trepar por ella hacia la luna. Muy pronto empezaron a pesarle los brazos y, aunque se había alejado del árbol, seguía sin estar cerca de la luna. «Suéltate», le dijo la luna. Y el hombre, que ya no tenía fuerzas, se soltó y cayó directamente en su canoa, y remó de vuelta a casa, para compartir a su mujer con la luna, como hacían todos los hombres.

Lily King
Euforia, capítulo 30
Ediciones Malpaso, 2016







Casa de citas / Lily King / Gemelos

Géminis Painting by Raúl Lara | Saatchi Art

Lily King
GEMELOS


    —Los mumbanyo matan a sus gemelos —me dijo al acercarse la mañana— porque dos bebés significan dos amantes.


Lily King
Euforia, capítulo 25
Ediciones Malpaso, 2016


Casa de citas / Lily King / Te llevo en el estómago

Pin en I L L U S T R A T I O N S

Lily King
TE LLEVO EN EL ESTÓMAGO

    Aquella noche no dormimos. Nos trasladamos a mi esterilla, hablamos y juntamos nuestros cuerpos. Me dijo que los tam creían que el amor crece en el estómago y que iban por ahí con el vientre encogido cuando sufrían de desamor. «Te llevo en el estómago» era su expresión de amor más íntima.
    Sabíamos que Fen podría volver en cualquier momento, pero no lo mencionamos.
Lily King
Euforia, capítulo 25
Ediciones Malpaso, 2016



Casa de citas / Lily King / Geografía



Lily King
GEOGRAFÍA


Yo también me moría por dormir, pero quería evitar mientras pudiera que Fen se metiera en la cama junto a ella. Serví un par de copas y me senté en el sofá, que estaba encarado hacia su dormitorio. Nell se llevó una lámpara a la cama, tomó unas breves notas y apagó la luz. Fen se quedó mirándome, viendo cómo yo la miraba. Estaba demasiado oscuro como para ver nada, pero ya la conocía, conocía sus pechos y la hendidura de su espalda, la curva de sus nalgas y la forma de sus pantorrillas. Conocía el esguince de su tobillo, las cicatrices de su piel y los dedos de sus pies, cortos y redondeados.
Lily King
Euforia, capítulo 21
Ediciones Malpaso, 2016



Casa de citas / Lily King / Catedral


Libros para aprender a escribir como un profesional de la literatura

Lily King
CATEDRAL


    Mientras yo iba recogiendo piedrecitas, ella ha construido toda una catedral.

Lily King
Euforia, capítulo 21
Ediciones Malpaso, 2016


Casa de citas / Lily King / Noticias de Bankson

Dairy Cow Art Print by Alex Williams - Fy


Lily King
NOTICIAS DE BANKSON

    Me mantuve apartado del lago Tam varias semanas, tiempo en el que mi trabajo fue bien. Empecé a invitar a gente a mi casa, no en grandes cantidades, como hacía Nell cada mañana, sino en grupos pequeños. Invité a cenar a toda la familia de Teket, y nos comimos un jabalí que habíamos cazado y peras en conserva, aunque Teket tuvo que convencerlos de que eran seguras y no tenían ninguna maldición. A su abuela le gustaron mucho las peras y su almíbar, y se llevaron las latas vacías a casa, como si les hubiera dado cien libras a cada uno. Invité a tomar el té a Kaishu—Mwampa, la anciana que no me hablaba, y a su nieta. No les gustó, y les dije que estaba más bueno con leche, pero se rieron cuando intenté describirles lo que era la leche porque no habían visto una vaca en su vida. Unos días más tarde, Tiwantu anunció que celebrarían un Wai tradicional completo para festejar los logros de su hijo pasada la siguiente luna llena. Iba a tener mi pequeño momento de euforia.
    Podría haber seguido así —mi trabajo en Nengai, unas cuantas escapadas al lago Tam— hasta julio, cuando tenía pensado marcharme. Pero el día después del anuncio de Tiwantu, Teket regresó del mercado con una nota escrita con la caligrafía de Nell.




Lily King
Euforia, capítulo 16
Ediciones Malpaso, 2016

jueves, 28 de mayo de 2020

Un libro / Natalia Ginzburg / Querido Miguel

El confinamiento de la escritora Natalia Ginzburg : "Fue la mejor ...
Natalia Ginzburg

Querido Miguel

de Natalia Ginzburg

Javier Rodríguez Marcos
21 de marzo de 2020


Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 7)


“Respecto a la educación de los hijos, pienso que se les debería enseñar no las pequeñas virtudes sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia ante el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber". Este es el célebre comienzo del ensayo que cierra Las pequeñas virtudes, un libro que Natalia Ginzburg (1916-1991) abrió con una evocación de los tres años de confinamiento que pasó entre 1940 y 1943 en Pizzoli, un pueblecito de L’Aquila junto a sus tres hijos y su marido, desterrado allí por Mussolini. Leone terminó incorporándose a la Resistencia y, tras ser detenido y torturado por la Gestapo, murió la cárcel romana de Regina Coeli, en el Trastevere.
En cierto sentido, lo que era teoría pedagógica en ese librito de 1962 Ginzburg lo llevó a la práctica en 1973 con una sus mejores obras de ficción: Querido Miguel. Traducida al español por Carmen Martín Gaite, se trata de una novela epistolar perfecta que narra la historia del muchacho que le da título, su relación con sus hermanas y su madre –Adriana, recluida en una casa a las afueras de Roma–, su digamos novia y su mejor amigo. Ninguno de ellos alcanza a descifrar la vida, entre esquiva y clandestina, de un joven que huye a Londres –se va sin despedirse– cuando se descubre su militancia en la extrema izquierda durante los años 60. El resultado es un diamante pulido que transpira nostalgia y realismo. Nostalgia: “No se apega uno solamente a los recuerdos felices. Al llegar a cierta edad, nos damos cuenta de que a lo que se siente apego es simplemente a los recuerdos”. Realismo: “Se acostumbra uno a todo cuando ya nos hemos quedado sin nada”. 
EL PAÍS

Un libro / Nona Fernández / La dimensión desconocida

Nona Fernández

La dimensión desconocida

de Nona Fernández

Javier Rodríguez Marcos
7 de abril de 2020


Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 25)


La mejor demostración de que la literatura se escribe con palabras y no con buenas intenciones es La dimensión desconocida, distinguido en 2017 con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, de la FIL de Guadalajara a la mejor novela del año escrita por una mujer. En el caso de la chilena Nona Fernández, el galardón y el motivo se quedan cortos porque su libro es uno de los grandes de la literatura reciente en español. La potencia de su escritura es tal que por momentos da la impresión de que ni Truman Capote, John Le Carré y Emmanuel Carrère, a seis manos, podrían haber escrito algo así. ¿Por qué? Porque ninguno fue niña durante una dictadura militar. Basada en un caso real, La dimensión desconocida empieza en pleno régimen de Pinochet, el día de 1984 en que Andrés Antonio Valenzuela Morales, miembro del servicio secreto del ejército, acude a la redacción de una revista para confesar su oficio: torturador.
Lo que sigue es una mezcla de relato de espías y reflexión desde el presente sobre la memoria de unos años infames. Es imposible leer la historia del Quila Leo –un preso de mente indestructible capaz de imaginarse cuentos tocando las vetas de la madera del armario en el que está encerrado–  sin levantar con espanto la vista del libro. Y es imposible no plantearse las preguntas que la autora le plantea, retóricamente, a su protagonista, que aún vive en secreto en Francia: “¿Por qué escribir sobre usted? ¿Por qué resucitar una historia que empezó hace más de 40 años? ¿Por qué hablar otra vez de corvos, parrillas eléctricas y ratas? ¿Por qué hablar otra vez del desaparecimiento de personas? ¿Por qué hablar de un hombre que participó de todo eso y en un momento decidió que ya no podría hacerlo más? ¿Cómo se decide que ya no se puede más? ¿Qué habría hecho yo?”. 

Un libro / Cormac McCarthy / La carretera


Cormac McCarthy

LECTURAS DE CUARENTENA

La carretera

de Cormac McCarthy


Javier Rodríguez Marcos
19 de marzo de 2020




Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 5)


Si van a leer esta novela, mejor que lo hagan pronto, es decir, mientras parezca una distopía y no un informe de la Cumbre del Clima. Cormac McCarthy se la dedicó a su hijo John Francis —al que tuvo a los 65 años— y con ella se llevó el Pulitzer de 2007 después de que se convirtiera en un raro best seller. En 2009 John Hillcoat la llevó al cine con Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee como protagonistas.
Sorprende tanta popularidad porque hasta el Apocalipsis de san Juan sería más comercial que esta historia sin grasa narrativa en la que un padre (llamado El hombre) y un hijo (llamado El chico) caminan hacia el mar atravesando un paisaje calcinado que parece fruto de un holocausto nuclear. Viven en un “tiempo prestado” y todo lo que tienen lo llevan en un carrito del súper. Una de las pocas cosas que conserva su nombre —la desmemoria gobierna— es un barco llamado, con ironía, Pájaro de esperanza y matriculado en… Tenerife. Pese a lo extremo de las circunstancias, o acaso por ellas, el libro destila amor entre ese muchacho que pregunta “¿todavía somos los buenos?” y el tipo duro que lo mira dormir para no olvidar la bondad de las cosas.
De todas las historias de hombre con niño que siguieron a la de McCarthy —hasta el gran J. M. Coetzee intentó la suya en La infancia de Jesús y le salió de cartón piedra—, La carretera es la más descarnada y la más emotiva. Nada en ella se dice en vano y el silencio entre los supervivientes recuerda que las “horas perfectas” de cualquier infancia son, pese a todo, “el molde para los días futuros”. Hasta el mero hecho de secarle el pelo al muchacho se convierte en un rito sagrado. “Cuando no tengas nada más”, apunta el narrador, “inventa ceremonias e infúndeles vida”. Feliz día del padre. 
La carretera, de Cormac McCarthy. Traducción de Luis Murillo Fort. Debolsillo, 2007. 216 páginas. El libro está disponible en formato impreso y electrónico en portales como Todos tus libros, Fnac o Amazon, y en préstamo gratuito en las webs eBiblio de las bibliotecas públicas.

Un libro / Joan Didion / El año del pensamiento mágico



Joan Didion 

EL AÑO DEL PENSAMIENTO MÁGICO


Lecciones del mejor libro de amor

Saber consiste en resolver dudas con método, un estadio superior al de los que opinan sin dudas ni método

Berna González Harbour
14 de mayo de 2020



La escritora Joan Didion, en su apartamento de Nueva York. APLa escritora Joan Didion, en su apartamento de Nueva York. AP

El mejor libro de amor que ha caído en mis manos en mucho tiempo no estaría nunca en los estantes de novela romántica, aunque el que profesa pueda pesarse en toneladas. Es El año del pensamiento mágico (Literatura Random House), que Joan Didion escribió tras la muerte inesperada de su marido y la crítica enfermedad de su hija en una dramática coincidencia en el tiempo. Lo hace Didion -ese entretejido de hechos y emociones duras- sin soltar jamás las riendas, ni literarias ni sentimentales, en una austeridad de estilo que contagia positivamente el ánimo. Créanme, no es deprimente.


Buena lectura para estos días de pérdidas, cuando el dolor nos fatiga y enseña dimensiones de nosotros mismos para las que no nos sabíamos capacitados.


Joan Didion
Tiene momentos chisposos, incluso, cuando por ejemplo describe cómo ella misma se compró y estudió libros sobre cuidados en las UCIS –donde su hija libraba una larguísima batalla parecida a la que tantos enfermos están librando estos días- hasta sugerir sin reparo a los médicos la forma de hidratar y no sobrehidratar, la conveniencia de intubar o extubar y cuestionar los protocolos para despertar del coma. Era tal su inmersión en el campo de batalla que, llegada desde un Nueva York frío a un Los Ángeles cálido para acompañar a su hija, tuvo que comprarse ropa más desabrigada y no se le ocurrió otra mejor que varias batas hospitalarias de algodón azul. “Era tan profundo el aislamiento en que me movía que no se me ocurrió que el hecho de que la madre de una paciente se presentara en el hospital con ropa hospitalaria solo podía ser considerado una sospechosa extralimitación de mis funciones”, escribe.

Juan José Millás suele decir que, cuando sus alumnos o lectores le sueltan la tan habitual proclama de “yo también quisiera ser escritor, si tuviera tiempo escribiría una novela”, se pregunta por qué nadie dice “yo también quiero ser cirujano, si tuviera tiempo haría una operación”.

Joan Didion
David Levine


Estos días, todos queremos desembarcar en el hospital de Los Ángeles y vestir bata hospitalaria como Didion, ser expertos, saber más que los médicos y arrojar discursos sobre mascarillas, seroprevalencia, inmunidad de rebaño, fases, desescaladas y confinamientos.

Pero ser científico consiste en ir resolviendo dudas con método, un estadio superior al de los que opinan (o actúan) sin dudas ni método. No en ponerse la bata.

Ser escritor, como demuestra Didion (Sacramento, 1934) en este libro, también consiste en ir resolviendo y digiriendo dudas y nudos vitales con método literario, sostener las riendas de un artefacto para darle vida como tal más allá de lo que narra.

Ser político debería consistir en resolver dudas (problemas, pandemias, despidos, crisis) con método (diálogo, acuerdos, respeto, medidas). Nadie espera que se pongan la bata hospitalaria para opinar de extubaciones, de la desescalada del vecino frente a la propia, del orgullo de cargamento chino propio frente al ajeno y, menos aún, de buscar votos entre las entrañas abiertas de las víctimas. Tengan dudas. Y tengan método.


Un libro / Liliana Colanzi / Vacaciones permanentes


Lilliana Colanzi


UN LIBRO

Vacaciones permanentes

de Liliana Colanzi


Javier Rodríguez Marcos
27 de abril de 2020


Kit de supervivencia cultural para el encierro (día 45)


En 2010 una escritora boliviana de 29 años publicó su primer libro de cuentos. En uno de ellos, titulado ‘1997’, la narradora recuerda la apertura del primer McDonald’s de su país y cómo la gente acampó a la puerta del local desde las dos de la mañana para ser los primeros clientes. Aunque consciente de que la comida era “una porquería”, su madre decretó: “Si ellos han venido significa que por fin llegó la civilización”. El libro se titulaba Vacaciones permanentes y su autora, Liliana Colanzi, nacida en Santa Cruz, no tardó en convertirse en una referencia para la generación de narradores latinoamericanos que, como ella, terminarían engrosando antologías clave como Ochenteros, de la FIL de Guadalajara o Bogotá 39, del Festival Hay.
Aunque su segundo libro, Nuestro mundo muerto (2016), supuso un giro hacia lo sobrenatural, los siete relatos de Vacaciones permanentes, de un realismo asombrosamente maduro, despliegan un universo despiadado marcado por dos fracturas: la brecha entre ricos y pobres y la brecha entre padres e hijos. Y es despiadado no porque contenga un gramo de tremendismo sino porque plantea todos los conflictos pero escatima cualquier solución. “Lo nuestro no es el futuro”, leemos. Bajo una capa de ligereza a la que el título alude irónicamente, asistimos al desmoronamiento de un mundo de adolescentes de la alta burguesía latinoamericana que terminan abortando clandestinamente, viendo cómo se suicidan sus hermanos o trabajando de camareras en Inglaterra. En sus páginas -cada cuento es un relato de formación- se desarrolla narrativamente algo que otra de las protagonistas expresa de esta manera: existen vínculos de amor, cierto, pero también existen vínculos de odio. Y la palabra clave es vínculos.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Casa de citas / Lily King / Bankson ha vuelto

Jeffrey R Badger | Costa Rica | Night Sky over Jungle & Ocean, Uvita

Lily King
BANKSON HA VUELTO

Bankson ha vuelto hoy, así que hemos pasado dos días con él en un estado de salud decente. Le hemos llevado a las otras aldeas tam (o más bien nos ha llevado él en su barca, que surca las aguas a toda velocidad para asombro de todos los que pescan con el agua hasta las rodillas). En las aldeas hemos podido cubrir mucho terreno. Muchos le entienden cuando habla en kiona. Él intenta adoptar nuestros métodos etnográficos, pero no le salen de forma natural. Te imaginas las dificultades que tendría para pedir fuego en un pub. Pero es un teórico excelente con el que se puede hablar sin parar. Temas que sin duda provocarían tensiones con Fen, con B. se convierten en discusiones productivas. Fen se muestra más razonable cuando habla con él, y yo también. Bankson está de acuerdo con mi conclusión sobre dónde se concentra el poder —en las mujeres tam— y podemos tener conversaciones útiles los tres. B. se ha dado cuenta por sí solo de la naturaleza posesiva de F., así que no he tenido que decir una palabra, como anoche, cuando hablamos de los roles sexuales en Occidente y B. y yo nos entendimos perfectamente. Notaba que podíamos llevar nuestros planteamientos mucho más lejos, pero B. redirigió la conversación a los dobu de Fen en el momento justo. Gestiona cada situación como si le hubiera dado un mapa de bambú y conchas para situarse y ocupar exactamente el lugar que esperamos.
    Anoche nos sacó de casa para dar un paseo. La luna estaba casi llena y lo iluminaba todo con un brillo plateado. Las estrellas en los extremos del cielo giraban y caían a tal velocidad que incluso los insectos parecían esquirlas de meteorito cayéndonos encima desde lo alto. Había unas cuantas personas fuera y nos siguieron por el camino, pero cuando giramos para tomar un sendero hacia las colinas nos susurraron una advertencia y se volvieron atrás. A los kirakira no les daba miedo la noche, pero los anapa, los mumb y los tam desconfían mucho de los espíritus de la jungla, que te roban el alma a la mínima ocasión. Bankson recogió unas cuantas ramas podridas cubiertas de algo que llamó hiri, un hongo fluorescente que emitía una pálida luz con que iluminaba el terreno mientras ascendíamos. F. y B. se hicieron los gallitos y fuimos ascendiendo cada vez más hasta que encontramos un pequeño lago casi perfectamente redondo, con el reflejo de la luna justo en el centro. F. y B. se lanzaron al agua. Yo no quería mostrarle a Bankson que no sabía nadar (se asombraría y querría enseñarme allí mismo, y F. podría tomárselo a la vez como una crítica y como una amenaza), así que chapoteé un poco cerca de la orilla, contemplamos las estrellas, hablamos de la muerte, nombramos a todos nuestros muertos e intentamos hacer una canción con todos sus nombres.
    Bankson nos contó lo que había aprendido de los ataques de los kiona: que el vencedor, al final de la batalla, se ponía de pie en su canoa con la cabeza de su enemigo en la mano y decía: «Me voy con mis bellas danzas, con mis bellas ceremonias. Decid su nombre». Y los derrotados, en la playa, decían el nombre del muerto, y luego les gritaban a los vencedores mientras éstos partían: «Marchaos. Marchaos con vuestras bellas danzas, con vuestras bellas ceremonias». Bankson dijo que una vez intentó explicarles la guerra y los dieciocho millones de muertos a los teket, que no podían comprenderlo. Ni el número en sí mismo ni que pudiera morir tanta gente en un único conflicto. B. dijo que no habían llegado a encontrar el cuerpo entero de su hermano en Bélgica. Dijo que sin duda era más civilizado matar a un hombre cada pocos meses, levantar su cabeza para que todos la viesen, decir su nombre y regresar a casa para celebrarlo que masacrar a millones de personas anónimas. Estábamos en el agua, muy quietos, y en ese momento me habría gustado abrazarlo.
    Estamos los tres en una especie de danza. Pero el equilibrio es mayor cuando B. está con nosotros. El carácter exigente, rígido y decidido de Fen pesa mucho en un plato de la balanza, y la naturaleza más flexible y adaptable que tenemos Bankson y yo, en el otro, iguala las cosas. No puedo evitar pensar que puedo usar esta teoría incipiente en mi obra, que encontrar el equilibrio de la propia naturaleza puede ser importante, que quizá una cultura que prospera es una cultura que ha encontrado un equilibrio parecido a éste entre sus miembros. No lo sé. Estoy demasiado cansada para seguir pensando. Quizá sea que estamos ambos un poco enamorados de Andrew Bankson.



Lily King
Euforia, capítulo 14
Ediciones Malpaso, 2016

Casa de citas / Lily King / Los niños kirakira

Community Eye Health Journal » How to check eye alignment and movement

Lily King
LOS NIÑOS DE KIRAKIRA
    
    En Los niños de Kirakira describía a un público occidental el modo en que una tribu de Makira, una de las Islas Salomón, criaba a sus hijos. En el último capítulo comparaba brevemente la educación de los hijos entre los kirakira y los estadounidenses. El manuscrito no lo presentó a una editorial universitaria, sino a William Morrow, donde lo aceptaron de inmediato. El señor Morrow le sugirió que ampliara aquellas comparaciones en un par de capítulos al final. Ella lo hizo con mucho gusto, puesto que aquello era lo que más le interesaba, aunque incluía un elemento de opinión que nunca antes había tenido lugar en las publicaciones etnográficas. Tal como descubrió tras su publicación, los americanos nunca habían considerado la posibilidad de que hubiera otro modo de criar a los niños. Se quedaron estupefactos al saber que los niños kirakira remaban solos en botes a los tres años de edad, que aún mamaban a los cinco y sí, que desaparecían por el bosque o por la playa con algún amante de uno u otro sexo a los trece años de edad. Su investigación había resultado quizá demasiado gráfica para el lector general, y su teoría de que la adolescencia no tenía por qué estar tan llena de miserias y rebeldía como en Estados Unidos quedó eclipsada por el clamor generalizado. A Fen le gustaba que el libro hubiera producido tantos ingresos, pero él había planeado que fuera su nombre el que se hiciera famoso, no el de ella, pese a que hasta el momento no había escrito nada más que una corta monografía sobre sus dobu.


Lily King
Euforia, capítulo 10
Ediciones Malpaso, 2016