sábado, 30 de enero de 2021

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Triunfo Arciniegas
SUEÑOS
29 de enero de 2021

Con tres sueños Tolstói arma un capítulo de la Sexta parte de Guerra y paz, tres sueños que seguramente el mismo escritor tuvo alguna vez y que decidió atribuír a Pierre. O Përt. O Pedro. Depende de la edición. Del tercer sueño no estoy seguro, pero los dos primeros retratan a Tolstói de pies a cabeza. Tormentos así fueron su pan de cada día. De la edición también dependen los detalles de los sueños, pues los traductores de Tolstói hacen lo que les da la gana. La Virgen de uno se convierte en apenas en una doncella en manos de otro, por ejemplo. Un caballo cambia de categoría según el traductor que se le atraviesa. O un oso desparece como por arte de magia. 

El primer sueño trata de unos perros que atacan a Pierre hasta que logra treparse a una valla, donde sus piernas cuelgan de un lado y el resto del cuerpo del otro, y entonces alguien le señala un sendero y un jardín con un hermoso edificio.  Los perros no son otra cosa que las pasiones, que le impiden alcanzan el templo de la virtud. 

El segundo sueño trata del sexo como deber conyugal. Un amigo le dice a Pierre que a la esposa no debe privársele de caricias. Pero no hay que olvidar que la esposa es Elen Kuragina, uno de los personajes más perversos de toda la novela y a quien precisamente no le faltan las caricias.

El tercer sueño sucede en Moscú. Pierre advierte que Osip Alekseevich ha sufrido una transformación. Va a su encuentro, lo abraza y le besa las manos. Los rusos son muy dados a estas manifestaciones. Al menos en su literatura. "¿No has notado que tengo otra cara?", pregunta el mismo Osip. Pierre, por su parte, restándole importancia al asunto, dice que si lo hubiera encontrado al azar lo habría reconocido. El amigo adquiere un aspecto cadavérico. Luego sucede una especie de resurrección y entran al despacho, donde observan un libro con ilustraciones de enamorados y una virgen con ropas transparente que ascendía al cielo y que Pierre considera una figura del Cantar de los Cantares. Siente que comete una mala acción al contemplarla pero no puede evitarlo. Pide ayuda a Dios, porque teme desfallecer: "Si me abandonáis totalmente sucumbiré por mi depravación". Y con estas palabras tan intensas concluye el capítulo. 

De alguna manera mi sueño de anoche tiene que ver con el capítulo de Tolstói. La pasión y la culpa van juntas en la concepción cristiana. La lujuria es pecado. La religión prepara a la gente de tal manera para la otra vida que termina desbaratando la breve dicha de la existencia. 

No quiero ahondar en mi propio sueño. Tal vez temo que aparezca una Elen en mi vida. Tal vez temo reconocer que la he tenido. La he tenido. Tal vez la lujuria ha sido el más grande de mis pecados.

Íbamos a casarnos, pero no estaba convencido. Miraba sus piernas, espléndidas y apetitosas, pero me preocupaba la duración del contrato. Nos casábamos para siempre. El asunto no se acabaría nunca. Sabía que no siempre estaríamos tan compenetrados como ahora. Aunque no necesitaba la respuesta, pregunté cuántas horas faltaban para el momento de la boda. "Tres horas", me dijeron, y entonces desperté y me dije, aliviado: "Menos mal que faltaban tres horas".


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