Maggie O'Farrell
La extraña desaparición de Esme Lennox
VIII
Iris llega tarde. Se ha quedado dormida, se entretuvo demasiado en desayunar y en decidir qué ponerse. Y ahora llega tarde. Tiene que entrevistar a una mujer para que la ayude los sábados en la tienda, y tendrá que llevarse al perro. Espera que a la mujer no le importe.
Lleva el abrigo en el brazo, el bolso al hombro, al perro de la correa y ya está a punto de salir cuando suena el teléfono. Vacila un momento antes de cerrar de golpe la puerta y volver corriendo a la cocina. El perro piensa que está jugando y salta entusiasmado; Iris tropieza con la correa y se cae contra la puerta de la cocina.
Suelta una maldición, frotándose el hombro. Se lanza hacia el teléfono.
—Sí, diga —resuella, con el auricular y la correa del perro en una mano, el bolso y el abrigo en la otra.
—¿Hablo con la señorita Lockhart?
—Sí.
—Me llamo Peter Lasdun. La llamo de...
Iris no entiende el nombre, pero sí capta la palabra «hospital». Aferra el auricular. La mente le hace cabriolas mientras piensa: mi hermano, mi madre, Luke.
—No, no. —El hombre emite una irritante risita—. No hay motivo de alarma, señorita Lockhart. Nos ha costado bastante localizarla. La llamo por Euphemia Lennox.
Iris siente una oleada de alivio y rabia.
—Oiga —le espeta—, no tengo ni idea de quiénes son ustedes ni qué quieren, pero jamás he oído hablar de Euphemia Lennox. Estoy muy ocupada y...
—Usted es su pariente más próximo —declara el hombre con voz muy queda.
—¿Qué? —Iris está tan irritada que tira el bolso, el abrigo y la correa del perro—. ¿De qué me está hablando?
—¿No es usted pariente de la señora Kathleen Elizabeth Lockhart, nombre de soltera Lennox, de Lauder Road, Edimburgo?
—Sí. —Iris mira al perro—. Es mi abuela.
—Y usted ha sido su representante legal desde... —se oye ruido de papeles— desde que ingresó como interna en la residencia. —Más papeles—. Tengo aquí un documento que nos entregó su abogado, firmado por la señora Lockhart, que la nombra el familiar con quien contactar para los asuntos pertinentes a una tal Euphemia Esme Lennox. La hermana de su abuela.
Iris está ahora furiosa.
—Mi abuela no tiene hermanas.
Se produce una pausa en la que Iris oye al hombre hacer ruiditos inarticulados.
—Me veo obligado a llevarle la contraria —dice por fin.
—No tiene ninguna hermana. Estoy segura. Es hija única, como yo. ¿Me está diciendo que no conozco mi propio árbol genealógico?
—El consejo de administración de Cauldstone ha estado intentando localizar...
—¿Cauldstone? ¿No es ése el... el... —busca una palabra que no sea «manicomio» El hombre tose.
—Es una unidad especializada en psiquiatría. Bueno, lo era.
—¿Era?
—Lo van a cerrar. Es la razón por la que la llamo.
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