miércoles, 23 de diciembre de 2020

Maggie O'Farrell / La extraña desaparición de Esme Lennox IX

 


Maggie O'Farrell

La extraña desaparición de Esme Lennox 

IX

Mientras conduce por Cowgate, suena el móvil. Lo saca como puede del bolsillo del abrigo.
    —¿Sí?
    —Iris, ¿sabías que cada año mueren dos mil quinientos zurdos utilizando cosas hechas para diestros? —Es Alex.
    —No lo sabía, no.
    —Pues es verdad. Lo tengo aquí delante. Estoy trabajando en un sitio web de seguridad doméstica. Así es mi vida. Se me ha ocurrido llamarte para avisarte. No sabía que tu existencia fuera tan precaria.
    Iris se mira la mano izquierda, aferrada al volante.
    —Ni yo.
    —Lo más peligroso son los abrelatas, por lo visto. Aunque no dice exactamente cómo puedes llegar a morir usando un abrelatas. ¿Dónde te has metido toda la mañana? Llevo horas intentando dar contigo para contártelo. Pensé que habías emigrado sin decirme nada.
    —Por desgracia sigo aquí. —Iris ve un semáforo en ámbar, pisa el acelerador y el coche sale disparado—. De momento ha sido un día normal. He desayunado, he entrevistado a una persona para que me ayude en la tienda y he averiguado que soy la responsable de una loca cuya existencia ni siquiera conocía.
    Iris oye en la oficina de Alex el ruidito de una impresora.
    —¿Qué?
    —Mi tía abuela. Está en Cauldstone.
    —¿Cauldstone? ¿El manicomio?
    —Esta mañana me han llamado de... —De pronto una furgoneta sale justo delante de ella. Iris toca la bocina de un puñetazo y exclama—: ¡Hijo de puta!
    —¿Estás conduciendo?
    —No.
    —¿Entonces es que tienes el síndrome de Tourette? Estás conduciendo, que te oigo.
    —Ay, no me des la lata. —Iris se echa a reír—. No pasa nada.
    —Ya sabes que no me gusta. Un día te voy a oír morir en un accidente de coche. Cuelgo. Adiós.
    —Espera, Alex...
    —Me voy. Y no contestes al teléfono cuando vayas conduciendo. Hablamos luego. ¿Dónde vas a estar?
    —En Cauldstone.
    —¿Piensas ir hoy? —pregunta Alex, serio de pronto.
    —De hecho, estoy yendo ahora mismo.
    Oye que Alex martillea con el bolígrafo en la mesa y se agita en la silla.
    —No firmes nada —dice por fin.


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