Thomas Pynchon |
Mark Z. Danielewski
THOMAS PYNCHON
Pynchon ha sido una gran influencia, no hay duda. Es un escritor formidable, una gran mente, un gran refugio de pensamientos complejos. Viene de una tradición que siempre he amado, que es la de Cervantes y Borges, cuyas referencias están presentes en «La casa de hojas», al igual que Cortázar. El propio Pynchon está en esa tradición, conoce a Borges, la Historia universal de la infamia, la maravillosa fecundidad de la imaginación. Probablemente ese sea uno de los problemas que tengo con los llamados «realistas» de la literatura contemporánea: con todo lo espléndida que es gran parte de esa prosa, se queda tan atrapada en lo que se denomina «la realidad» que no permite que la imaginación vuele. La mente necesita entrenarse a sí misma en lo absurdo de manera que pueda dar la bienvenida a un mundo que no ha categorizado y clasificado. Porque, esta pequeña cabeza nuestra, entre el perímetro de tus gafas y bajo mi sombrero, nunca jamás podrá asimilar la enormidad que nos rodea. Nunca. Y la literatura debe incluir esos puntos en los que el lector no solo puede pensar, sino imaginar.
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