Edgardo Cozarinsky
Blues
(fragmento)
Fue precisamente en 1992 (...) que decidí visitar Salónica. (...) En el primer piso de la librería Molho pasé largas tardes gozando de la hospitalidad de sus dueños, estudiando libros y documentos sobre el pasado sefaradí de la ciudad. Con ellos no necesité hablar en mi francés adoptado no en mi inglés de lector; hablé en mi español de argentino y ellos me hablaban en su castellano de sefaradíes. Curioso, pensé, que yo, bisnieto de askenazis instalados en el campo argentino a finales del siglo XIX, lo que se dio en llamar los "gauchos judíos", nieto de una generación de "integrados", hijo de ateos ajenos a toda tradición siquiera gastronómica, circunciso para complacer a una abuela casi senil; yo, que nunca hice ese bar mitzvah que me interesaba tan poco como a mis padres, empezara a sentirme judío cuando entendí que mi idioma me vinculaba con una tradición que había desconocido.
Creo que fue en ese momento cuando entendí que diáspora no hay una sola. Que mi pequeña experiencia, casi indolora, de una diáspora argentina, en mi caso cultural más que política, me hizo sensible a la de un pueblo que había vivido otra diáspora, impuesta cinco siglos atrás por un estado triunfante, y que a través de esa sensibilidad recién adquirida empecé a entender la diáspora que yo había heredado, la de Europa del Este, que hasta ese momento me había dejado más bien indiferente. Empecé a leer a Joseph Roth, que muy pronto se convertiría en el fantasma asiduo de mis propios cuentos y novelas... Roth, que se sabía súbdito del Imperio Austro-Húngaro sin por ello dejar de reivindicar su condición de judío, así como yo me siento ante todo argentino...
¿Por qué aquella indiferencia? Creo que, en primer lugar, porque en mi casa se hablaba solamente castellano. Cuando en una de mis visitas a la Argentina a partir de 1985 intenté averiguar cuándo se había perdido el ruso y el idish entre mis antepasados sólo hallé el recuerdo de una tía ya anciana: le parecía que cuando visitaba de niña la chacra de la provincia de Entre Ríos donde se habían establecido mis antepasados había oído a algunos paisanos hablar en una lengua que no comprendía...
Sí, el castellano, mi idioma, acaso sea el lazo mayor que tengo con una tradición judía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario