James Joyce
ULISES SE CONVIERTE EN LEYENDA
Durante siete años -Trieste, París y Zúrich-, Joyce se dedicó a Ulises, un libro en el que no
pasa nada, así en general, y que es como una caminata campo a través, con
abruptas subidas, recodos polvorientos y zonas pedregosas -muchas sin puntos,
ni comas, ni indicaciones, nada-, tan difícil que había mecanógrafas que se negaban
a transcribir el manuscrito, porque les daba el flato.
Tuvo, sí, una accidentada relación, que se hizo familiar, con el fuego.
La primera edición de Dublineses,
impresa y encuadernada, fue quemada por el editor. Años después, algunos de los
capítulos de Ulises, publicados en una revista, fueron también pasto del fuego
censor y vergonzante, y cuando se imprimió la segunda edición del libro, las
autoridades enviaron una parte a la hoguera. Hubo un momento en que, resignado,
dijo que esperaba que tal persistencia de fuego redentor le fuera, allí en el
purgatorio, descontada.
Ulises se convirtió en una leyenda. Había gente que vendía
el abrigo para procurarse un ejemplar, y estudiantes que se encerraban una
semana, sin comer, con llave, para poder comprarlo.
JESÚS
MARCHAMALO / DAMIÁN FLORES
44
escritores de la literatura universal
Siruela,
Madrid, 2009, págs. 87 y 88
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