miércoles, 3 de julio de 2024

Casa de citas / Charles / Cuatro bodas y un funeral



CHARLES

Charles: How do you do, my name is Charles.

Old man: Don’t be ridiculous, Charles died 20 years ago!

Charles: Must be a different Charles, I think.

Old man: Are you telling me I don’t know my own brother!

‘Four Weddings and a Funeral’




CHARLES

Charles: ¿Cómo estás? Mi nombre es Charles.

Viejo: No seas ridículo, ¡Charles murió hace 20 años!

Charles: Creo que debe ser otro Charles.

Viejo: ¿Me estás diciendo que no conozco a mi propio hermano?

‘Cuatro bodas y un funeral’



Casa de citas / Juan José Contreras Lara / Envejecer

 




Juan José Contreras Lara
ENVEJECER

Joaquín Sabina lo dijo hace unos años con toda claridad: "Cuando les cuenten que envejecer es una cosa fantástica, porque la experiencia y la sabiduría... Mienten como bellacos. Envejecer es una puta mierda". Coincido con el célebre cantautor originario de Jaén totalmente. Romantizar la vejez, eufemísticamente llamada ahora "tercera edad", responde más a motivos mercadotécnicos que humanos. Perder habilidades intelectuales y motoras, ser presa de dolorosas e incapacitantes enfermedades crónico degenerativas, ser víctima de desprecio y segregación laboral, pasar a retiro con una pensión de miseria, ser fácil carnada de enfermedades oportunistas, convertirse en una carga para la familia y la sociedad, transformarse en suculento platillo para los familiares carroñeros que ya te zopilotean si es que dejas herencia y finalmente apoltronarse en el sillón para esperar a la muerte viendo la televisión, si bien te va, y no acabas conectado a un respirador, yo no sé qué tenga de hermoso, estimulante y atractivo. No me vengan con choros mareadores, la vejez es en efecto, una puta mierda.










martes, 2 de julio de 2024

Triunfo Arciniegas / Diario / La cita

Ilustración de Triunfo Arciniegas 


Triunfo Arciniegas
LA CITA
28 de junio de 2024

Ayer en la tarde estuve enfermo, con fiebre y dolores y solo. Con el único consuelo del gato. No pude escribir. En la mañana fui al médico pero me sentí mal precisamente después, tal vez por el impacto de las noticias. Es tan complejo el organismo. Al fin me dormí, bastante tarde, y caí en el tormento de las pesadillas.

Es demasiado confuso. Tenía una cita a las dos de la tarde y estaba sobre el tiempo. El sueño empieza en un teatro, donde la muchacha de la silla adjunta me acusa de escupir su brazo. Se levantó para retirarse y empezó a tirar un carrusel, una especie de dragón chino. Todos nos levantamos para darle espacio

Estoy retrasado y tengo a una niña en brazos, una bebé, mi hija. Necesito ducharme y vestir algo decente. No llegaré a tiempo. En alguna parte del sueño una de mis hermanas me ayuda a sacarme un saco. Pero ahora estoy con la niña y necesitamos un baño con urgencia. Entró a una tienda y pido permiso. Sostengo a la niña mientras orina y luego lo hago yo. Abro una llave para lavarla un poco.

El sueño acaba y nunca llego a la cita. El alivio, al despertar, es enorme.



lunes, 1 de julio de 2024

Casa de citas / Ismaíl Kadaré / El Palacio de los sueños



Ismaíl Kadaré

Ismaíl Kadaré
El palacio de los sueños
(fragmento)

Todas estas especulaciones extenuaban el cerebro de Mark-Alem. Más obsesionantes, sin embargo, eran aquellos días interminables y carentes de color en que no se hablaba de nada ni sucedía nada, y él se veía obligado a trabajar inclinado sobre el expediente, pasando de un sueño a otro sueño, como a través de la bruma, que en ocasiones parecía disiparse, pero que en general era opaca y cargada de tristeza. 


Era viernes. Los encargados del Sueño Maestro debían desempeñar aquel día una actividad febril. Sin lugar a dudas, el Sueño Maestro habría sido escogido ya y se dispondrían a llevarlo al Palacio del Soberano. 


Afuera, la carroza con el emblema imperial esperaba hacía tiempo, rodeada de guardias. El Suprasueño partiría, pero incluso después de su marcha el departamento continuaría presa de la ansiedad, o al menos de la curiosidad por saber cómo sería acogido el sueño en el Palacio del Sultán. Habitualmente el eco les llegaba al día siguiente: el Badijá había quedado satisfecho, o bien el Badijá no había dicho nada y, en ocasiones incluso el Badijá se mostraba descontento. Pero esto último sucedía rara vez, muy rara vez. 


De cualquier manera, los días en ese departamento eran más animados y discurrían de modo distinto. La semana pasaba con rapidez cuando se esperaba la llegada del viernes. Pero el resto del tiempo era tedioso, monótono, gris. 


Y si embargo, pensó Mark-Alem, todos soñaban con ser transferidos a Interpretación. ¡Si supieran cómo se arrastran las horas aquí! Y para colmo, aquella angustia permanente flotando por doquier (desde que habían encendido las estufas, Mark-Alem tenía la sensación de que la angustia olía a carbón). 
Se inclinó sobre el cartapacio y prosiguió la lectura. Ya se había familiarizado en cierta medida con el trabajo y lograba encontrar con mayor facilidad una interpretación para los sueños. En pocos días daría fin a su primer expediente. No le quedaban más que unas cuantas hojas. Leyó algunos sueños fastidiosos que hablaban de agua sucia, negra, de un gallo enfermo que se había hundido en el cieno y de un reumatismo escapado del cuerpo de un asistente a una cena de infieles. Qué escoria, se dijo y soltó la pluma. Era como si el desperdicio hubiera quedado para el final. Su mente se trasladó de nuevo a las salas de los encargados del Sueño Maestro, tal como se evoca, en un ambiente en particular aburrido, la casa en que se llevan a cabo los preparativos para una boda. No había visto nunca aquellas salas, ni siquiera tenía idea de en qué ala del Palacio se encontraban aunque tuviera la convicción de que, contrariamente a las demás, dispondrían de grandes ventanales hasta el techo, por los que penetraría una iluminación solemne, ennobleciendo a las personas y a las cosas. 


Bueno, murmuró para sí Mark-Alem y volvió a alzar la pluma. Se propuso trabajar sin interrupción hasta que sonara la campanilla anunciadora del final de la jornada. Le habían quedado dos hojas para terminar la interpretación del contenido total del expediente. Lo mejor sería leerlas y desembarazarse de aquella entrega de una vez por todas. 


El ruido de los empleados abandonando las mesas y dirigiéndose a la salida lo rodeaba por todas partes. Poco después, cuando se restableció por fin la calma, sólo quedaban en la sala quienes habían decidido trabajar fuera de horario. Mark-Alem sintió que lo poseía el vacío dejado por los funcionarios al marcharse. Era el mismo vacío que había experimentado cuantas veces se quedaba después de finalizada la jornada normal, pero ¿qué iba a hacer para evitarlo? Era aconsejable hacer de vez en cuando horas extraordinarias por propia iniciativa, aparte de los casos de permanencia obligada. Se había resignado ya a perder aquella tarde. Hizo una profunda inspiración, un suspiro en realidad, y comenzó a leer una de las dos hojas. Vaya, se dijo cuando hubo leído el primer renglón. ¿Dónde había visto antes aquel sueño? Un terreno abandonado lleno de basuras junto a un puente y un instrumento musical… Estuvo a punto de lanzar un grito de sorpresa. Era la primera vez que se tropezaba con un sueño que hubiera pasado por sus manos cuando trabajaba en Selección. Se alegró como si encontrara a un viejo conocido, volvió la cabeza a ambos lados con el deseo de compartir con alguien aquella coincidencia, pero eran muy escasas las personas que quedaban en la sala y el más próximo se encontraba al menos a diez pasos. 




Un personaje / Nosferatu

 


¿Escuchaste alguna vez del vampiro Nosferatu?

Él es Friedrich Gustav Max Schreck, el actor que interpretó a Nosferatu.

Max Schreck nunca se desmaquillaba, no interactuaba con sus compañeros y pedía que lo llamaran todo el tiempo Orlock.

En 1922, la actuación del Conde Orlock en la película Nosferatu resultó tan convincente que al poco tiempo de estrenarse empezaron a circular rumores. Se argumentaba que el papel protagónico no fue interpretado por un actor humano, sino por un vampiro real. Su postura, apariencia e incluso la forma en que el actor eligió interpretar al monstruo resultaba muy extraño y demasiado convincente. En todo este tiempo la leyenda persistió dando origen a múltiples leyendas y teorías a través de ensayos, libros e incluso una película titulada La sombra del vampiro (2000), dirigida por E. Elias Merhige.

Antes de interpretar el papel el actor puso sus condiciones: "Si voy a realizar este papel, requiero libertad para actuar de la manera que considere más apropiada", el director aceptó los términos y tuvo a su protagonista. Schreck exigió inmersión total en el papel y estableció ciertas reglas que debían seguirse al pie de la letra. Dentro y fuera de escena se referirían a él como Orlock, siempre aparecería maquillado y no tendría ningún tipo de relación con sus compañeros actores.

Otra de sus condiciones fue que no se revelara su nombre real (ni siquiera en los créditos). Siempre que alguien lo cuestionaba sobre su identidad, aseguraba que era Orlock. "Me encontraron y trajeron aquí para contar mi historia", advertía con su extraño tono de voz. El método del actor para entrar en personaje terminó afectando a los otros actores, quienes ansiaban conocer la identidad de su colega. El director optó por seguirle la corriente, asegurando que Orlock era un vampiro de verdad, invitado a participar en la película para contar su propia historia. Le pagaba con sangre y requería total respeto a su privacidad.

Nosferatu terminó de producirse con un equipo reducido de profesionales. Varios actores confesaron sentirse aliviados de que las grabaciones concluyeran. Sobre todo, porque no tendrían que ver nuevamente al sujeto extraño de apariencia cadavérica.

Pese a su extensa y exitosa carrera, Schreck siempre será recordado por su interpretación del siniestro Conde Orlock, especialmente fuera de Alemania. Se volvió un icono para el cine de terror, algo totalmente merecido. Fue él quien dio vida a uno de los primeros monstruos en el cine y el responsable por las pesadillas de muchas personas, y todo a través de expresiones y miradas, sin decir una sola palabra.

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