viernes, 31 de mayo de 2013

Casa de citas / Francisco Toledo / Juchitán


Francisco Toledo
Juchitán

Fue muy sencillo, ya había estado cuatro años viviendo en los crudos inviernos; la soledad me empezó a pesar. Recuerdo algo que no sé ni cómo contar. Yo vivía en un sexto piso, sin luz, sin agua, sin baño, sin nada. A pesar de haber expuesto, vivía en un cuarto de servicio y era tal mi desorden y suciedad que yo creo que tardaba meses en cambiar las sábanas y la funda de la almohada de mi cama. Una noche, regresando en medio de todos esos pasillos oscuros, llegué a mi cuarto, me acosté, olí la ropa limpia y me acordé de las sábanas limpias que tenía en mi cama de niño. En ese momento pensé que esa no era la vida que yo quería, que quería un orden y curiosamente relacioné la casa de mi madre con el olor de las sábanas limpias. En ese momento decidí regresarme y dejar de seguir soportando el frío parisino, la comida de restaurantes y la soledad. Estaba harto de viajar y ver galerías.

Además, todo esto coincidió con que mi padre me fue a visitar. Me habían adelantado dinero antes de mi exposición, y como un gesto de generosidad se me ocurrió mandarle un boleto e invitarlo a venir. Él estaba muy orgulloso y conviví con él como nunca lo había hecho. Viajamos por España y París, y él me habló mucho de su infancia en Juchitán. Me ganó la nostalgia y como entonces no le tenía miedo a los aviones, de inmediato decidí regresar al lugar donde nací. Ahí, aunque no pinté tanto, me alimenté muchísimo. Conocí a familiares; conocí la historia de este pueblo de gente rebelde y brava que no se deja aplastar, conocí algo mucho más profundo.

Llegué a Juchitán, me casé; bueno, no: hice una familia con una mujer juchiteca, y nació mi primera hija, Natalia.


Silvia Cherem
Trazos y revelaciones / Entrevistas a diez artistas mexicanos
Fondo de Cultura Económica, México, 2004, p.347


No hay comentarios: