Henry Miller |
Anaïs Nin
HENRY MILLER
Diciembre de 1931
Traducción de María José Rodellar
He conocido a Henry Miller.
Vino a comer a casa con Richard Osborn,
un abogado a quien tuve que consultar sobre el contrato del libro de D. H.
Lawrence.
Al salir él del coche y dirigirse a la
puerta, donde yo esperaba, vi a un hombre que encontré agradable. En sus
escritos es ostentoso, viril, animal, magnífico. «Un hombre que se emborracha
de vida –pensé–. Como yo.»
En mitad de la comida, mientras
hablábamos seriamente de libros y Richard se había abandonado a una larga
perorata, Henry se echó a reír.
–No es de ti de quien me río, Richard –dijo–,
pero no puedo evitarlo. Me importa un comino, ni un comino siquiera, quién
tiene razón. Soy demasiado feliz. En este preciso instante me siento feliz con
todos los colores que me rodean, y el vino. Es un momento maravilloso, maravilloso.
–Poco faltó para que se le saltaran las lágrimas de la risa. Estaba borracho.
También yo lo estaba bastante. Tenía calor y me sentía mareada y contenta.
Charlamos durante horas. Henry dijo las
cosas más ciertas y profundas que he oído, y tiene una peculiar manera de decir
«hmmm» en tanto se adentra en su propio viaje introspectivo.
Anaïs Nin
Henry y June / Diario inédito
Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1987, p. 14
No hay comentarios:
Publicar un comentario