lunes, 27 de mayo de 2013

Casa de citas / Anaïs Nin / Henry Miller

Henry Miller

Anaïs Nin
HENRY MILLER

Diciembre de 1931
Traducción de María José Rodellar

He conocido a Henry Miller.
Vino a comer a casa con Richard Osborn, un abogado a quien tuve que consultar sobre el contrato del libro de D. H. Lawrence.
Al salir él del coche y dirigirse a la puerta, donde yo esperaba, vi a un hombre que encontré agradable. En sus escritos es osten­toso, viril, animal, magnífico. «Un hombre que se emborracha de vida –pensé–. Como yo.»
En mitad de la comida, mientras hablábamos seriamente de libros y Richard se había abandonado a una larga perorata, Henry se echó a reír.
–No es de ti de quien me río, Richard –dijo–, pero no puedo evitarlo. Me importa un comino, ni un comino siquiera, quién tiene razón. Soy demasiado feliz. En este preciso instante me siento feliz con todos los colores que me rodean, y el vino. Es un momento ma­ravilloso, maravilloso. –Poco faltó para que se le saltaran las lá­grimas de la risa. Estaba borracho. También yo lo estaba bastante. Tenía calor y me sentía mareada y contenta.
Charlamos durante horas. Henry dijo las cosas más ciertas y profundas que he oído, y tiene una peculiar manera de decir «hmmm» en tanto se adentra en su propio viaje introspectivo.


Anaïs Nin
Henry y June / Diario inédito
Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1987, p. 14


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