martes, 20 de octubre de 2020

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Mark Baker
EL RECUERDO DEL HORROR

Sin prisioneros: “Cuando oigo hablar de prisioneros y cosas así, no tengo ni idea de a qué se refieren. Nosotros no hacíamos esas tonterías. Les disparaba y listo. Los ponías de pie contra la pared, les apuntabas bien cerca de la cabeza y les decías: ‘Habla o aprieto el gatillo’. También podías agarrar a la mujer o a la hija del tío y follártela delante de él”.

Sobre el agotamiento: “Siempre estaba cansado. Matar es lo fácil, pero estás agotado, siempre, todo el puto tiempo. El calor te quita las fuerzas. Te sientes tan hecho polvo que cuando estás en la columna, bajando una colina, te apoyas en un árbol y te quedas dormido”.

Sobre las drogas: “Salvo algunas excepciones, todo el mundo fumaba marihuana. Y luego estaban los bebedores empedernidos. Si te gustaba beber, bebías mucho y, si fumabas, fumabas como una chimenea. Lo llevábamos todo al extremo para luego, al día siguiente, tener agallas”.

Tras un permiso: “Me arrepentí de haberme ido de permiso. Antes de Hong Kong, me había olvidado de que existían las servilletas. Me había olvidado de las camas y las sábanas. Me había olvidado de que por la noche, si necesitabas luz, encendías y punto (...) Y casi me había olvidado de las mujeres”.

Sobre la vuelta: “Regresé al mundo, pero aquel mundo no era el mismo que había dejado atrás. Había vuelto a nacer. Nacer de nuevo, como dice la Biblia. Ya no encajaba en el mundo real. Me había pasado 12 meses en Vietnam imaginando las cosas que haría cuando regresara (...) Pero entonces volví al mundo y estaba lleno de gente que se manifestaba contra Nam”.



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