Double Portrait," by Robertas Strazdas
Emmanuel Carrère
PELÍCULA
Me acordé de una película que había tenido un gran éxito en aquella época. Contaba la historia, una leyenda para tiempo de crisis, del ejecutivo despedido que no se atreve a confesárselo a su mujer y a sus hijos. Pensaba encontrar trabajo enseguida y he aquí que se halla privado de derechos.Cada mañana sale y cada tarde vuelve fingiendo que va a la oficina y que regresa de ella. Pasa los días callejeando lejos de su barrio. No habla con nadie, todas las caras le dan miedo porque podrían ser la de un antiguo colega, la de un amigo que se preguntará qué hace sentado en un banco a media tarde… Pero un día encuentra a personas en la misma situación que él, tipos duros que han salido del trullo y tribus de mendigos. Descubre con ellos un mundo más áspero, pero más efusivo y vital que el ambiente donde vegetaba muellemente antes de su caída. La experiencia le vuelve más maduro y humano. La película termina bien.
Romand me dijo que la había visto en la televisión con Florence, a quien le gustó sin que la turbara. Él sabía que su historia no podía tener un buen final. Nunca confió su secreto ni trató de hacerlo. Ni a su mujer ni a su mejor amigo ni a ninguna de las almas caritativas cuyo trabajo consiste en escuchar y comprender: un cura, un psicoterapeuta, un oído anónimo de SOS Amistad. En quince años de doble vida, no conoció a nadie, no habló con nadie, no se mezcló con ninguna de esas sociedades paralelas, como el mundo del juego, de la droga o de la noche, en que hubiera podido sentirse menos solo. Tampoco intentó dar gato por liebre en el exterior. Cuando hacía su entrada en el escenario doméstico de su vida, todos pensaban que venía de otro escenario donde interpretaba un papel distinto, el del hombre importante que recorre el mundo, frecuenta a ministros, cena bajo artesonados oficiales, y que volvería a adoptarlo al marcharse de casa. Pero no existía otro escenario, no existía otro público ante el cual interpretar el otro personaje. Fuera, se encontraba desnudo. Volvía a la ausencia, al vacío, al blanco, que no eran un percance de ruta sino la única experiencia de su vida. Creo que no conoció nunca otra, ni siquiera antes de la bifurcación.
Emmanuel Carrère
El adversario
Anagrama, Barcelona, 2000, pp. 77-78
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