Emmanuel Carrère |
Emmanuel Carrère
NOVELA
Empecé una novela que trataba de un hombre que cada mañana besaba a su mujer y a sus hijos, fingía que se iba a su trabajo y salía a caminar sin rumbo por los bosques nevados. Me atasqué al cabo de unas decenas de páginas. Desistí. Al invierno siguiente se apoderó de mí un libro, el que sin saberlo trataba en vano de escribir desde hacía siete años. Lo escribí muy rápido, de modo casi automático, y supe al instante que era, con mucho, lo mejor que había escrito. Se organizaba alrededor de la imagen de un padre asesino que vagaba solo por la nieve, y pensé que lo que me había imantado en la historia de Romand había, al igual que otros proyectos inconclusos, encontrado allí su sitio, el sitio justo, y que con aquel relato había puesto fin a aquella clase de obsesiones. Por fin podría emprender otra cosa. ¿Qué? No tenía la menor idea, pero no me preocupaba. Había escrito aquello por lo que me había convertido en escritor. Comenzaba a sentirme vivo.
Emmanuel Carrère
El adversario
Anagrama, Barcelona, 2000, p. 30
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