POEMAS QUE GARCÍA MÁRQUEZ NO ESCRIBIÓ
17 de febrero de 2022
Conservo con afecto un libro del colombiano Eduardo Palacios titulado "La imagen poética en Juan Rulfo". Entre otras cosas porque no creo que haya una poética de mayor rango en la narrativa de América Latina. Cooptando el método que en un capítulo de la obra de Palacios articula poemas de Rulfo a partir de imágenes de los dos libros más relevantes suyos, "Pedro Páramo" y "El llano en llamas" y sin contar con lo que el mexicano llamó "Poema cinematográfico" hice algo similar durante un taller de creación en la Casa Silva, cuando no estaba esta tan desierta como Comala.
Encabalgando imágenes tomadas de las cabeceras de dos textos de Gabriel García Márquez: "El coronel no tiene quien le escriba", su libro que más leo y aprecio, y de uno de sus cuentos, "Un señor muy viejo con unas alas enormes" me di a servir de amanuense de dos poemas suyos que nunca escribió, pero en los que no hay una sola palabra que no sea suya.
Son dos poéticas de muy distinto cuño las de Rulfo y García Márquez. La del primero quizás venga en buena parte de su conocimiento de la serie de epitafios de Edgar Lee Masters y su "Antología de Spoon River" y también del habla del pueblo mexicano; la del colombiano está más ligada a la esfera de un realismo mágico: sucesos con mujeres que ascienden al cielo, un alud de mariposas amarillas -un tanto piedracelistas- y dos que recuerdo como poderosas imágenes: el hilo de sangre que recorre el pueblo y ese tren de muertos que cruza partiendo en dos tajos el silencio.
Juan Manuel Roca
Estos son los dos poemas que García escribió sin escribirlos:
SILENCIO DEL CORONEL
Se desprendieron las últimas raspaduras
del polvo de café revueltas con óxido de lata.
Era octubre. Octubre era una de las pocas
cosas que llegaban. Octubre se había instalado
en el patio. Un grupo de niños penetró la cerca
desportillada. Se sentaron en torno al gallo.
Los gallos se gastan de tanto mirarlos. Mira
en qué ha quedado nuestro viejo paraguas de circo,
dijo el coronel. Abrió sobre su cabeza
un misterioso sistema de varillas metálicas.
Ahora sólo sirve para contar las estrellas.
Casi siempre sueño que me enredo con telarañas.
LA TRISTEZA DEL MUNDO
El mundo estaba triste desde el martes.
Ya ves, Úrsula. Lo que andan diciendo las gentes.
Las calles estaban desiertas bajo la lluvia
y las casas cerradas, sin vestigios de vida interior.
Debieron de haber pasado varias horas
después de la masacre,
porque los cadáveres tenían la misma temperatura
del yeso en otoño. El mundo estaba
triste desde el martes. El ángel andaba
arrastrándose por acá y por allá
como un moribundo sin dueño. Y ni siquiera
la vecina sabía qué hacer con los ángeles muertos.
La vida es dura, camarada.
Estos son los dos poemas que García escribió sin escribirlos:
SILENCIO DEL CORONEL
Se desprendieron las últimas raspaduras
del polvo de café revueltas con óxido de lata.
Era octubre. Octubre era una de las pocas
cosas que llegaban. Octubre se había instalado
en el patio. Un grupo de niños penetró la cerca
desportillada. Se sentaron en torno al gallo.
Los gallos se gastan de tanto mirarlos. Mira
en qué ha quedado nuestro viejo paraguas de circo,
dijo el coronel. Abrió sobre su cabeza
un misterioso sistema de varillas metálicas.
Ahora sólo sirve para contar las estrellas.
Casi siempre sueño que me enredo con telarañas.
LA TRISTEZA DEL MUNDO
El mundo estaba triste desde el martes.
Ya ves, Úrsula. Lo que andan diciendo las gentes.
Las calles estaban desiertas bajo la lluvia
y las casas cerradas, sin vestigios de vida interior.
Debieron de haber pasado varias horas
después de la masacre,
porque los cadáveres tenían la misma temperatura
del yeso en otoño. El mundo estaba
triste desde el martes. El ángel andaba
arrastrándose por acá y por allá
como un moribundo sin dueño. Y ni siquiera
la vecina sabía qué hacer con los ángeles muertos.
La vida es dura, camarada.
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