viernes, 22 de febrero de 2013

Diario / Intimidad

Besos bajo el sombrero
Santa Teresa, Rio de Janeiro, 2013
Foto de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
INTIMIDAD
Rio de Janeiro, 22 de febrero de 2013


Puedo exponer mi intimidad hasta donde se me antoje o hasta los límites de mis propios pudores, pero no puedo exponer la intimidad ajena. Soy cuidadoso al registrar experiencias que involucran a otras personas, personas de carne y hueso, con nombre propio: no tengo ningún derecho a exponerlas al ojo público. A veces prefiero pasar sin mencionarlas. Si visito o vivo en la casa de alguien no puedo precisar ni sus rasgos del dueño ni la geografía del barrio. Exagerando la nota nunca diría que tal casa se queda sola los fines de semana y que los ladrones no serán molestados durante el noble ejercicio de su profesión o que tal mujer vive desnuda y con las ventanas abiertas. O que mantiene amores con hombres ajenos. O que dio muerte a un marido que todo mundo supone en tierras ajenas y que lo riega en el jardín con el agua de sus propios remordimientos como si fuese a resucitar al final de los tiempos.

Ha sido difícil precisar los límites. ¿Hasta dónde debo contar? ¿Interesan mis miserias o solamente mis experiencias por este mundo de nadie? El diario crece cuando viajo porque pasan infinidad de cosas: contar un día con todos sus detalles requeriría una extensión de mil páginas, y se transformaría en un texto tedioso, por supuesto. No creo que alguien tuviese la la paciencia de acudir al día siguiente por otro paquete de mil páginas. Y tampoco existe una persona en este mundo que sea capaz de contar así un día de su propia vida durante el mismo día. Joyce lo hizo bajo la metáfora de Leopold Bloom y se gastó muchos años en una obra maestra que hasta el momento nadie ha desentrañado del todo.  Sándor Márai lo hizo en cada una de sus novelas y se gastó la vida entera: un día fue suficiente para desplegar la compleja y rica materia de cada una de sus historias. Y ambos genios lo hicieron acudiendo a la magia de la ficción, redondeando todo, atando los cabos. La realidad, en cambio, es una cosa caótica donde sucede de todo a cualquier hora. El ojo le da cierto orden, cierta precisión, pero nadie sabe qué seguirá, y a veces ni siquiera sabe de dónde viene tanta cosa. 

¿Qué tan interesante es mi propia filosofía de semáforo? Como filósofo me considero con méritos suficientes para ingresar a la antigua escuela cuyo principio básico expresa Oscar Wilde en una sola frase: "A veces soy tan lúcido que no entiendo una sola palabra de lo que estoy diciendo". Y cuya tesis de grado es la más breve del mundo: "Sólo sé que nada sé". Observo el mundo y me divierto. Con este hilo de mi propia mirada ensarto las cuentas o ,mejor dicho, encadeno los cuentos. Tengo mi propia música por dentro. Pero no soy un pensador, no soy un ensayista, no soy un teórico, nunca fui a una escuela de periodismo. "Y se nota", dirán las malas lenguas. Pero me he dedicado toda la vida a contar historias. Soy un imaginador, un bebedor de relámpagos, un animal atrapado en las rendijas del asombro. Las historias navegan en la sopa del día. Las veo o me suceden, y las atrapo con las antiguas palabras que mi madre me enseñó y otras que encontré por el camino.


Triunfo Arciniegas
Rio de Janeiro, 22 de febrero de 2013


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