Cabra triste Escultura de Getúlio Damado Rio de Janeiro, 2013 Fotografía de TriunfoArciniega |
Dicen
São Paulo, 24 de febrero de 2013
Eso han dicho y me resisto a creerlo: cumplo años en un par de días. Ya no quiero saber cuántos. Ni mucho menos que me pregunten. Son demasiados y el cuerpo acusa recibo. Los últimos diez años han sido un desastre. Digamos que hasta hace diez todo andaba bien. El amor, como diría la canción, dejó de alumbrar o al menos ya no alumbra como ayer. Todo estaba bien cuando el amor se mostraba generoso pero, la verdad sea dicha, se vuelve patético a estas alturas, patético y escaso, y uno como que se va acostumbrando a andar solo por estas tierras de nadie. "No es que no duela -me dijo la jarocha. Es que me acostumbré a su dolor."
Leí en alguna parte y estoy de acuerdo: "La vida sólo es soportable en estado de embriaguez, ya sea amorosa, etílica o religiosa". De niño viví la embriaguez religiosa a plenitud, y en seguida llegó la embriaguez amorosa, esa que se vuelve esquiva con los años. Les queda a todos, a los viejos, a los pobres y feos que todo se les fue en deseo, a quienes extraviaron los sueños por el camino, nos queda a todos, diría, la embriaguez alcohólica. Pero nunca he sido un borracho y hay días en que de verdad lo lamento. "Tiene que quitarse ese defecto", me decían en Bogotá. Pero no, no he podido.
Había preparado unos apuntes ácidos para esta entrada, pero no los encuentro, ni en los borradores del blog ni en los discos duros ni en los cuadernos de viaje. Tal vez solo rondaron en mi cabeza. Me quedaré hasta el 27 o 28 en São Paulo, que apenas empiezo a explorar, y volveré a Rio de Janeiro a rematar este viaje antes de volar a Caracas: me quedan unos tres o cuatro días de playa todavía. Nadie puede decir que sufro, pero tampoco nadie puede decir que soy feliz. No viene al caso pero acabo de acordarme de una frase demoledora de María Luisa Bombal: "A veces me parece que estoy muerta, pero si estoy muerta por qué sufro tanto". No estoy muerto porque me le escondo a la muerte, porque aprendí a entretener a la muerte para que espere detrás de puerta. Sufro a veces, como todo el mundo, pero no de la manera intensa y continua de María Luisa Bombal. Lloro a veces por las calles como lo hacía de niño, pero duermo y se me olvida. Como dicen en Facebook: "Es complicado".
Leí en alguna parte y estoy de acuerdo: "La vida sólo es soportable en estado de embriaguez, ya sea amorosa, etílica o religiosa". De niño viví la embriaguez religiosa a plenitud, y en seguida llegó la embriaguez amorosa, esa que se vuelve esquiva con los años. Les queda a todos, a los viejos, a los pobres y feos que todo se les fue en deseo, a quienes extraviaron los sueños por el camino, nos queda a todos, diría, la embriaguez alcohólica. Pero nunca he sido un borracho y hay días en que de verdad lo lamento. "Tiene que quitarse ese defecto", me decían en Bogotá. Pero no, no he podido.
Había preparado unos apuntes ácidos para esta entrada, pero no los encuentro, ni en los borradores del blog ni en los discos duros ni en los cuadernos de viaje. Tal vez solo rondaron en mi cabeza. Me quedaré hasta el 27 o 28 en São Paulo, que apenas empiezo a explorar, y volveré a Rio de Janeiro a rematar este viaje antes de volar a Caracas: me quedan unos tres o cuatro días de playa todavía. Nadie puede decir que sufro, pero tampoco nadie puede decir que soy feliz. No viene al caso pero acabo de acordarme de una frase demoledora de María Luisa Bombal: "A veces me parece que estoy muerta, pero si estoy muerta por qué sufro tanto". No estoy muerto porque me le escondo a la muerte, porque aprendí a entretener a la muerte para que espere detrás de puerta. Sufro a veces, como todo el mundo, pero no de la manera intensa y continua de María Luisa Bombal. Lloro a veces por las calles como lo hacía de niño, pero duermo y se me olvida. Como dicen en Facebook: "Es complicado".
Triunfo Arciniegas
São Paulo, 24 de febrero de 2013
São Paulo, 24 de febrero de 2013
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