lunes, 24 de julio de 2017

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Gabriel García Márquez
LA RELECTURA

El gran peligro de la relectura es la desilusión. Autores que nos deslumbraron en su momento podrían -y casi siempre pueden- resultar insoportables. Es algo como lo que sucede con la novia de colegio, siempre que uno no haya tenido la precaución de casarse con ella y envejecer con ella, intercambiando arrugas y virtudes. Como lector, en mi caso, hay pasiones juveniles que han sobrevivido a todo, y los tres más importantes son Herman Melville, Robert Luis Stevenson y Alejandro Dumas. En cambio, el maestro William Faulkner, sin cuyas lecciones escritas tal vez no hubiera aprendido los mejores recursos del oficio, no me parece fácil de leer en estos tiempos. En cierto modo, lo había previsto. Hacia 1949, le solté a don Ramón Vinyes mi temor de que Faulkner no fuera sino un retórico que años después resultara insoportable, y el viejo sabio contestó con una frase que hoy me parece mucho más enigmática que entonces: "No te preocupes, que si Faulkner estuviera aquí, estaría sentado en esta mesa".




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