jueves, 5 de junio de 2025

Un libro / Mientras agonizo, de Faulkner

 



'Mientras agonizo': la muerte y la vida en el profundo sur

Obra maestra del premio Nobel, esencial por su propia calidad y por el rastro que dejó, también en nuestra lengua


Tan sencillo y tan complicado es el argumento de Mientras agonizo una de las mejores novelas del norteamericano William Faulkner y una joya del gótico sureño que tendrá una influencia no solo en autores norteamericanos como Tennessee Williams, Truman Capote, Eudora Welty, Flannery O'Connor o Carson McCullers por citar a los más evidentes y notables, sino que, junto con ellos, contribuirá a la creación de un universo narrativo e icónico que ha trascendido el género y el tiempo, hasta el punto de que tenemos grabado en nuestro consciente colectivo la decrepitud de esas familias de pasado ilustre, mísero presente y ningún futuro que se mueven en los humedales y pantanos que riega el río Misisipi.




Faulkner podría regodearse en la decadencia física y moral de una sociedad anclada en el pasado y cargada de vicios increíbles, pero por la magia de la perspectiva narrativa logra considerarlos como iguales y entender sus vulnerabilidades y sus heridas con un afán de comprensión que para nada es aceptación. Todo gracias a un ejercicio de virtuosismo narrativo inédito hasta ese momento, pues el periplo fúnebre de los Bundren se contará a lo largo de más de cincuenta breves capítulos por hasta quince narradores diferentes. Todos ellos son protagonistas, jueces o testigos del conflicto y la suma de sus voces montará un punto de vista polifacético y global de la historia. Ese multiperspectivismo de Faulkner –culpable en parte de que muchos autores posteriores hayan caído en el vicio de la escritura imposible, del más difícil todavía–, tiene aquí todo el sentido y no confunde ni oscurece la narración sino que le da el carácter de un coro griego contemporáneo que nos hace entender la tragedia de la vida que, por no ser, ni siquiera goza de aquella grandeza antigua de Sófocles.



Tan sencillo y tan complicado es el argumento de Mientras agonizo una de las mejores novelas del norteamericano William Faulkner y una joya del gótico sureño que tendrá una influencia no solo en autores norteamericanos como Tennessee Williams, Truman Capote, Eudora Welty, Flannery O'Connor o Carson McCullers por citar a los más evidentes y notables, sino que, junto con ellos, contribuirá a la creación de un universo narrativo e icónico que ha trascendido el género y el tiempo, hasta el punto de que tenemos grabado en nuestro consciente colectivo la decrepitud de esas familias de pasado ilustre, mísero presente y ningún futuro que se mueven en los humedales y pantanos que riega el río Misisipi.

Faulkner podría regodearse en la decadencia física y moral de una sociedad anclada en el pasado y cargada de vicios increíbles, pero por la magia de la perspectiva narrativa logra considerarlos como iguales y entender sus vulnerabilidades y sus heridas con un afán de comprensión que para nada es aceptación. Todo gracias a un ejercicio de virtuosismo narrativo inédito hasta ese momento, pues el periplo fúnebre de los Bundren se contará a lo largo de más de cincuenta breves capítulos por hasta quince narradores diferentes. Todos ellos son protagonistas, jueces o testigos del conflicto y la suma de sus voces montará un punto de vista polifacético y global de la historia. Ese multiperspectivismo de Faulkner –culpable en parte de que muchos autores posteriores hayan caído en el vicio de la escritura imposible, del más difícil todavía–, tiene aquí todo el sentido y no confunde ni oscurece la narración sino que le da el carácter de un coro griego contemporáneo que nos hace entender la tragedia de la vida que, por no ser, ni siquiera goza de aquella grandeza antigua de Sófocles.

Mientas agonizo apareció en 1930 y su sombra se va a extender a lo largo del siglo, pues la imagen de la decrepitud social, labrada en el profundo sur americano y en la crisis del 29, sabrá adelantarse con visión profética a la herida de la segunda guerra mundial y su ardua posguerra. Entre sus muchas ramificaciones, el caudaloso río faulkneriano regará con profusión el sur más allá del sur: los países hispanohablantes americanos, y contribuirá como nadie a esa espectacular explosión de genios que supieron renovar nuestra narrativa. Sin él no hubiera escrito Rulfo su Pedro páramo, un libro con el que Mientras agonizo tiene tanto en común. Sin la obra del mexicano, García Márquez no hubiera escrito Cien años de soledad. Si cae Yoknapatawpha, cae Comala y cae Macondo y el juego de dominó seguiría eliminando piezas hasta dejarnos demasiado huérfanos.

Cuando me piden por qué libro habría que entrar al universo faulkneriano respondo, sin dudarlo, que este reúne toda su genialidad pero mantiene aún unos códigos comprensibles. Como umbral es perfecto, y a quien le guste la experiencia puede marchar alegre por las tierras de Jefferson para conocer al resto de sus habitantes.


EL DEBATE







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