sábado, 14 de junio de 2025

Casa de citas / Samantha Harvey / Las meninas

 


Samantha Harvey
LAS MENINAS

En la escuela les dieron una clase sobre Las meninas, cuando Shaun tenía quince años. Les contaron que el cuadro desorientaba al espectador y le dejaba con la sensación de no saber qué estaba mirando.

Es un cuadro dentro de otro cuadro, les dijo el profesor: Fijaos, fijaos en esto. Velázquez, el pintor, está en el cuadro, junto al caballete, y lo que pinta es el rey y la reina, pero ellos están fuera del cuadro, justo donde nos encontramos nosotros, mirando hacia la pintura, y el único detalle que nos dice que están ahí es que podemos verlos reflejados en un espejo que tenemos justo delante. Lo que el rey y la reina están viendo es precisamente lo que nosotros miramos: su hija y las damas que la acompañan, cuyo nombre es precisamente el título del cuadro, Las meninas, las damas de compañía. Así pues, ¿cuál es el tema del cuadro? ¿El rey y la reina (a los que Velázquez retrata y cuyos rostros blancos, reflejados, aun siendo pequeños, ocupan una posición central en el fondo de la pintura); su hija (que es la estrella en el centro de la escena, rutilante y rubia en la penumbra); las damas (y los enanos y los guardadamas y el perro) que acompañan a la princesa; el hombre sigiloso que aparece en la puerta entreabierta del fondo y parece llevar un mensaje; Velázquez (cuya presencia como pintor queda de manifiesto por hallarse en el cuadro, junto al caballete, pintando lo que es un retrato del rey y la reina pero también podrían ser las propias meninas); o nosotros, los espectadores, que ocupamos la misma posición que el rey y la reina, los cuales contemplan la escena y al mismo tiempo son observados tanto por Velázquez como por la infanta y por ellos mismos, desde el reflejo? O bien ¿es el arte –un conjunto de ilusiones, trucos y artificios dentro de la vida– o la vida misma –un conjunto de ilusiones, trucos y artificios dentro de una conciencia que trata de comprender la vida a través de las percepciones y los sueños del arte– el tema del cuadro?

O bien –dijo el profesor– ¿se trata de un cuadro sobre la nada, tan solo una sala con gente y un espejo?

Para Shaun, que a los quince años no tenía ganas de ir a clase de Historia del Arte y ya sabía que quería ser piloto de combate, aquella lección fue el culmen de la frivolidad. El cuadro no le gustó especialmente y le daban igual los ingredientes de los que estuviera hecho. Sí, lo más probable es que solo fuera una sala con gente y un espejo, pero ni siquiera eso lo motivó bastante como para levantar la mano y decirlo. Estaba dibujando garabatos geométricos en su cuaderno. Entonces dibujó a un ahorcado. La niña que se sentaba a su lado vio los garabatos, le tocó con el codo, levantó las cejas y sonrió, una sonrisa pequeña, discreta y fugaz, y cuando muchos años después se convirtió en su esposa ella le regaló una postal de Las meninas, porque veía en el cuadro un emblema de su primer intercambio de verdad. Y cuando, transcurridos unos años más, estaba en Rusia preparándose para ir al espacio, ella le escribió en el reverso de la postal, con una letrita apretujada, un resumen de todo lo que les había dicho el profesor, que él había olvidado por completo, pero que ella recordaba con una lucidez que a él no le sorprendió porque su mujer era la persona más brillante y lúcida que había conocido en toda su vida.

Tiene la postal en su cabina. Esta mañana, cuando se despierta, se descubre mirándola, barajando todas las posibilidades de tema y perspectiva que su mujer le escribió en el reverso. El rey, la reina, las doncellas, la niña, el espejo, el artista. Pierde la noción del tiempo mientras la mira. Tiene la sensación persistente de un sueño que no concluye, como si algo se hubiera desbocado en sus pensamientos. Cuando sale del saco de dormir, se pone la ropa de correr y va a la cocina a preparar café, divisa la punta inconfundible de Omán que se adentra en el golfo Pérsico, nubes de polvo sobre el intenso azul del mar Arábigo, el gran estuario del Indo, lo que sabe que es Karachi, ahora, de día, invisible, pero de noche una cuadrícula inmensa, compleja, que le recuerda a los garabatos que hacía de niño.

Según la medición arbitraria del tiempo que emplean aquí arriba, donde el tiempo estalla, son las seis de la mañana. Los otros están levantándose.


Samantha Harvey
Orbital
Anagrama, Barcelona, 2025, pp. 15-19

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