viernes, 1 de abril de 2022

Catalina Maldonado Acevedo / Corotos



Catalina Maldonado Acevedo
COROTOS

Los que crecimos con un pie en Venezuela y otro en Colombia sabemos que en la palabra 'coroto' cabe el universo entero:

"Ese coroto no funciona", "ese coroto todavía me sirve". 

En el coroto se almacenan corotos, el coroto algunas veces estorba, otras veces es útil. Hay corotos de todos los colores, sabores, olores, sonidos y texturas. En fin, hay corotos de corotos y en Cúcuta es una palabra muy común: "boté todo ese corotero que me ocupaba media casa".

Según Angel Rosenblat (Estudios sobre el habla de Venezuela, Buenas y malas palabras. Monte Avila Editores. Caracas, 1984), la versión etimológica de esta palabra tienen sus orígenes en Venezuela:

"Sobre el origen de coroto hay una hermosa anécdota. Se dice que Guzmán Blanco trajo de París un lienzo de Jean Baptiste Camille Corot, el famoso paisajista. El general solía recomendar machaconamente al servicio: ¡Cuidado con el Corot!. Las criadas empezaron a burlarse del ‘coroto’ del general, y la expresión se extendió a objetos más diversos.

Una variante de la anécdota atribuye dos cuadros de Corot al general José Tadeo Monagas. Al desplomarse la dictadura monaguista, el pueblo saqueó la residencia presidencial y arrastró por las calles los dos Corot, particularmente apreciados por el presidente. Uno de los excontertulios, al ver la suerte infortunada de los cuadros exclamó: ¡Adiós corotos!".







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