Tarde de toros Pamplona, 2012 Fotografía de Triunfo Arciniegas |
Triunfo Arciniegas
VARGAS LLOSA Y LOS TOROS
"Los toros son fuente de inspiración de artes y letras", dijo Vargas Llosa hace poco en Zamora, España, donde fue una vez más homenajeado. Y argumentó, sabio y poderoso, que sin la tauromaquia se empobrecerían la poesía, la pintura, la música o la filosofía. Tal vez sea cierto, pero hasta ahora no he visto un toro leyendo poesía ni contemplando una pintura en un museo. Los muertos los ponen los toros. De pronto alguno le clava sus cuernos al torero y lo envíe a la enfermería o el cementerio con las tripas fuera o el culo roto. Casi nunca sucede. El torero lleva toda la vida practicado los trucos del oficio pero el toro sale por primera y única vez al ruedo y será castigado con la muerte. Si tuviese una segunda o tercera oportunidad, sin duda se defendería mejor y no sería tan imbécil de atacar un trapo rojo sino al hombre del ceñido traje de luces y ridículas zapatillas. En todo caso, los animales sufren y la gente goza con el sufrimiento, el pavor y y la muerte del animal.
El homenajeado Vargas Llosa invitó a defender la tauromaquia con "claridad y sin complejos de inferioridad". Somos superiores al animal, por supuesto, pero confundimos superioridad con arrogancia y sobre todo nos olvidamos de algo que se llama compasión. La maldad es inherente al ser humano y la tauromaquia es una de las maneras más corrientes de canalizarla. Hay otras mucho más graves: la guerra, el narcotráfico, la corrupción, la política. Hablan de tradición y cultura (nos hemos matado unos a otros desde el principio de los tiempos, entre otras cosas), pero la tauromaquia no tiene defensa y tampoco es arte porque se trata apenas de un espectáculo salvaje, sangriento y denigrante.
Quiero delirar como en una plaza de toros, señores. Si la tauromaquia fuera arte, como dicen, la antropofagia sería gastronomía. Encerraríamos y cebaríamos determinados seres humanos (los más "bravos" o los más guerreros, tendríamos que ponernos de acuerdo) durante años y luego, una tarde de fiesta, haríamos un espectáculo para darles muerte y devorarlos. Música, vino, nuevos poemas y hasta una exposición de pintura engalanarían el programa. Algunos locos y desadaptados (una ridícula minoría) alegarían que se trataba de una salvajada y encolerizados responderíamos que la antropofagia hace parte de las tradiciones, que el ritual se ha "suavizado" porque las víctimas no padecen más de quince minutos y que no se les clavan en la espalda más de cuatro banderillas, que si acaso ignoran que se han escrito canciones, poemas y novelas sobre el tema y que en los museos se exhiben preciosísimas obras maestras, y cada temporada tenemos que señalarles a esos locos y desadaptados antiantropófagos que sin "la fiesta" desaparecerán las "hermosísimas víctimas" y que, sobre todo, señores, si eliminamos la antropofagia de nuestras costumbres y tradiciones se empobrecerán las artes, qué horror.
Triunfo Arciniegas
Pamplona, 14 de octubre de 2012
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