lunes, 22 de junio de 2020

Triunfo Arciniegas / Diario / La sombra del boxeador



Autorreto como boxeador
21 de junio de 2020


Triunfo Arciniegas
21de junio de 2020
La sombra del boxeador

Otra jornada intensa: desde las seis de la mañana de ayer a las seis de la mañana de hoy. Terminé de preparar las entradas de El duro adiós de Frank Miller. Pero, sobre todo, me dediqué a la vida y la obra de Carlos Ruiz Zafón. Da gusto investigar sobre un escritor cuando hay tanto material disponible, en español, en inglés sobre todo, en francés, portugués e italiano. Si tuviese un blog en alemán, si supiese algo de alemán, me hubiera dado un banquete. Carlos Ruiz Zafón, según entiendo, es un ídolo en Alemania. Leído en todo el mundo: sus traducciones abarcan cuarenta idiomas. Leído casi tanto como Cervantes. La vida le alcanzó para redondear su obra. Terminó El Cementerio de los Libros Olvidados, un cuarteto de más de dos mil quinientas páginas, nada más ni nada menos, y La trilogía de la niebla, para lectores jóvenes. Ruiz Zafón empezó como escritor para adolescentes precisamente. Se ganó el Premio Edebé con El príncipe de la niebla (El palacio de la medianoche y las Luces de septiembre completan la saga) y con ese dinero y a los treinta años se fue con su mujer a vivir a Los Angeles en 1994. Marina (1999), otra novela de corte juvenil, fue la semilla del cuarteto, conformado por La sombra del viento (2001), El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016). Será recordado por siempre como el autor de La sombra del viento, que ha vendido más de quince millones de ejemplares y se considera uno de los veinticinco mejores libros del siglo XXI.

Y allí se quedó, en Los Angeles. Estaba viendo la manera de trasladarse a Londres cuando aparecieron los primeros síntomas del cáncer. La enfermedad y el Brexit lo mantuvieron en Los Angeles hasta sus últimos días.

El asunto es que rompí otro record diario, reciente, que estaba en quince entradas: Charles Dickens. Hice diecinueve entradas de Carlos Ruiz Zafón desde el 2000 hasta la fecha. Ya tenía dos de ayer y para mañana reservé tres más. Es decir, mañana Ruiz Zafón tendrá 24 entradas en español, tres en inglésdos en italiano, dos en francés y una en portugués. Más adelante quiero escribir unas líneas sobre su vida y sus milagros y la malparidez del mundo literario español.

Y mientras tanto, en el salón de la justicia, se me hinchaba la parte derecha de la cara. He estado haciendo fotos del proceso. Parezco un boxeador cuando queda de segundo. Hacer sombra se dice cuando un boxeador entrena solo. ¿Será cierto o me lo estoy inventando? Peleo con mi sombra. Recorto mi sombra en tiras, las sumerjo en el café y me las bebo.

Por suerte, tengo cita odontológica mañana, aunque sea lunes festivo. Algo sospechó el doctor Yañez si lo decidió así el viernes. Me han dado duro las muelas. He perdido cinco este año. Estoy como los perros viejos. Estoy viejo, entre otras cosas. Este es el año de las muelas. El pasado fue el año del ojo. Y el 2018, el año de Cata y la pata partida.

Aparte de boxeador noqueado, el tratamiento odontológico cuesta un ojo de la cara. El miércoles, cuando reiniciamos después de tres meses de confinamiento, le adelanté otro millón de pesos al doctor. Van tres y medio hasta el momento.

Dormí esta mañana, cuando ya había aclarado, y a mediodía me levanté a hacer almuerzo. Entonces vi un paquete en la ventana. Alejandra había venido de sorpresa a festejarme el día del padre. Una delicia: ensalada con camarones, arroz, cerdo y postre. No sabía que vendría y  la puerta seguía con todos los seguros. No oí cuando vino a tocar. La llamé pero tenía el celular desconectado. La pude localizar dos horas después, por el celular de su madre. Le agradecí el gesto. Estaban en la casa de San Pedro viendo en Netflix la tercera temporada de Dark. Ayer acabé en el celular la tercera temporada de Ozark y estoy por empezar la tercera de The Sinner. Sigo sin televisor: lo enciendo y se va la imagen en cuestión de segundos. Sigo sin licuadora. Extraño los jugos de mora y maracuyá. Sigo sin lavadora. La ropa se acumula. Esta tarde lavé cinco camisas y barrí la azotea. Luego me puse a pintar. Hice Días como serpientes, que también podría llamarse Serpientes eléctricas.

La casa es un caos. Siempre ha sido así. Dicen que uno tiene una vida o la casa arreglada. Estoy sin gas pero me da pena con la persona que traiga la bombona. Así que el viernes compré una cocina eléctrica, porque la otra la llevé a Cuatrovientos. Cuando haga un poco de orden y aseo compraré el gas.

Y estoy leyendo, deslumbrado, La sombra del viento. Entiendo por qué lo detestaban tanto. Carlos Ruiz Zafón sabía su oficio y le iba muy bien. Era dueño de una casa de trece millones en Los Angeles, con seis habitaciones y vista al mar. Tiene que irle a uno muy bien en la vida para hacerse a una casa así.  Y semejante dicha da rabia.


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