Jorge Luis Borges |
DOS SONETOS DE BORGES
A finales de los años sesenta, me encontraba yo trabajando en la pequeña editorial Galerna de Buenos Aires, fundada por Guillermo Schavelzon. Estábamos preparando una antología alrededor del grabado de Durero El Caballero, la Muerte y el Diablo, y le habíamos pedido a varios escritores que colaborasen con un texto. Uno de los primeros a plegarse al proyecto fue Jorge Luis Borges, quien nos ofreció dos magníficos sonetos sobre el tema. Cuando fui a verlo con la modesta suma que podíamos ofrecerle, se sorprendió: “¡Cómo! ¡Me van a pagar por unos pocos versos!”. No era falsa modestia. Borges no vivía (nunca vivió) de sus regalías, sino, después de la muerte de su padre, de conferencias que, a causa de su timidez ante el público, hacía que otros leyeran y de su miserable sueldo como empleado en una biblioteca municipal. Más tarde dio clases en la universidad y después de la caída de Perón aceptó el cargo de director de la Biblioteca Nacional. Durante los años setenta, el editor Franco Maria Ricci de Milán fue su mecenas, pagándole generosamente por pequeños proyectos editoriales. Pero durante casi toda su vida, Borges fue un escritor pobre.
Alberto Manguel / Ganarse la vida como escritor ( o no)
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