Ilustración de Franz Kafka |
Alberto Manguel
SOBRE EL OFICIO DE ESCRIBIR III
Son poquísimos los escritores que se ganan la vida sólo con sus libros. La mayor parte sobrevive haciendo otras cosas: trabajando como recaudador de impuestos (Shakespeare), de soldado (Cervantes), de empleado en una oficina de seguros (Kafka) o en un banco (T. S. Eliot), haciendo de maestra (Emily Brontë), de impresor (Balzac), de médico (Chéjov), de minero (Jack London), de guionista (Faulkner), de enfermera (Agatha Christie), de reportero (García Márquez). Los ejemplos son incontables.
Richard Ford
Ilustración de Sciammarella
Nos resulta inconcebible que un oculista o un abogado se gane la vida no con los talentos de su profesión, sino trabajando de verdulero o lavaplatos (inconcebible, pero ocurre, como lo saben cientos de inmigrantes que no pueden ejercer sus verdaderas profesiones en el país que los acoge). Pero que un escritor deba buscar el pan de cada día dando clases o haciendo traducciones (en los mejores casos) o (en los peores) sirviendo mesas o tipiando documentos en alguna oficina anónima nos parece normal. Una amable señora, al enterarse de que su vecino, Richard Ford, era escritor, le preguntó interesada: “Sí, pero ¿de qué trabaja?”.
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