Marc Behm
DORIS FLEMING
Dorotea Bishop subió por el pasillo pasando junto su asiento. Una azafata la paró.
—Discúlpeme… —No estaba del todo segura, pero sus ojos eran duros como piedras—. ¿Por casualidad, no es usted de Cleveland?
—No.
—¿Su nombre no es Doris Fleming?
—Me temo que no.
—Lo siento… me… el… —La azafata tartamudeó, e intentó sonreír—. El parecido es… Un amigo mío salía con una chica… una chica que era idéntica a usted. En Cleveland. Hará unos años.
Dorotea alzó las manos hasta las caderas.
—Nunca he estado en Cleveland.
—Hubiera jurado que…
—Todo el mundo se parece a alguien. —Siguió caminando y entró en el lavabo.
Otra azafata pasó junto al asiento del Ojo.
—Es ella —cuchicheó la primera chica—. Estoy segura.
—¿Quién? —preguntó la otra.
—Me robó a un tipo hace tiempo.
—¡Que se vaya con viento fresco!
—Se marcharon a algún sitio juntos y eso fue lo último que se supo de él.
—Quizá se enroló en la Legión Extranjera.
Se fueron andando por el pasillo.
Marc Behm, La mirada del observador, cap.4
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