viernes, 5 de diciembre de 2014

Casa de citas / Anaïs Nin / De cómo en la vida encontré a Henry Miller

Anaïs Nin, 1934
Anaïs Nin
DE CÓMO EN LA VIDA 
ENCONTRÉ A HENRY MILLER

I

Me hace pequeñas bromas. Me mordisquea las orejas y me be­suquea; a mí me gusta su fiereza. Me empuja al sofá, pero consigo zafarme. Soy consciente de su deseo. Me gusta su boca y la fuerza experta de sus brazos, pero su deseo me espanta, me repele. Creo que es porque no lo amo. Me ha excitado pero no lo amo, no lo de­seo. En cuanto me doy cuenta de esto (su deseo apunta hacia mí y es como una espada entre nosotros), me libero y me marcho sin herirle en parte alguna.

II

Unos pocos días después me encontré con Henry. Estaba espe­rando que llegara el momento de encontrarme con él, como si tal cosa fuera a resolver algo, y así fue. Al verle, pensé: «He aquí un hombre a quien yo podría amar.» No tuve miedo.

III

Me siento absorbida por Henry, que es inseguro, crítico consigo mismo y sincero. Regalarle dinero me produce un placer enorme y egoísta. ¿En qué pienso cuando estoy sentada junto al fuego? En sacar un montón de billetes de tren para Henry; en comprarle Albertine disparue. ¿Que Henry quiere leer Albertine disparue? Rá­pido, no me sentiré feliz hasta que tenga el libro. Soy idiota. A nadie le gusta que le hagan estas cosas, a nadie más que a Eduardo, e in­cluso él, depende del humor de que esté, prefiere la indiferencia ab­soluta. Me gustaría darle a Henry un hogar, comida estupenda, una renta. Si fuera rica, no lo sería por mucho tiempo.






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