Triunfo
Arciniegas
TOROS
7
de septiembre de 2014
Qué
desgracia que un intelectual de la talla de Antonio Caballero defienda un
espectáculo sangriento. "Por los derechos de las minorías", titula en
Semana, la revista más importante de Colombia, su perorata en defensa de
la tauromaquia. ¿Pero cuáles derechos? ¿Derechos para torturar y matar? Los
sicarios también son minoría. Él, tan lúcido, con un chorro de razones,
contestaría que los sicarios también tienen derechos. "Y el sicariato en
Colombia es parte de la cultura", podría agregar, y no se podría negar que
los colombianos nos distinguimos por el oficio de matarnos unos a otros.
Caballero también se burlaría de otra frase, que es una verdad de a puño: Ni
la tauromaquia es arte ni la antropofagia gastronomía. Él, con su
inteligencia suprema, alegaría que si la cosa se prepara bien, si la sazón y
los condimentos están a la altura, hasta se pueden escribir libros
memorables.
Poderoso
y bello es el argumento de Julio Ortega contra la tauromaquia: “Cuando tú
respetes a los animales, yo dejaré de inmiscuirme en lo que haces. Mientras
tanto, me tendrás enfrente. No lo dudes. Sé que te resulto muy molesto y la
verdad, esa es una de mis pretensiones: entorpecer en lo posible tu repugnante
forma de entretenerte. Porque entre tu “diversión” y mi rechazo, no olvides que
hay un ser vivo al que no le has dicho como a mí: “Si no te gusta morir en la
plaza no te quedes en ella, vete”. Él no puede escoger, ¿verdad?, pues mientras
el toro no tenga la oportunidad de hacerlo, tú tampoco gozarás de la libertad
de matarlo sin que yo, y millones como yo, tratemos de evitarlo”.
En tiempos
de Hemingway todavía admiraban a los cazadores que derribaban por placer
animales majestuosos en las tierras sin dueño del continente africano y hoy ni
siquiera le toleran estos sanguinarios desmanes al mismísimo rey, que ahora
anda por ahí cojeando, viejo, sin trono y sin reina. Los tiempos cambian. Antes los toreros se
codeaban con poetas e intelectuales y eran objeto de alabanzas y poemas. Ahora
apestan. Para sentir la pestilencia, basta la frase que suelta César Rincón
cuando le preguntan cuántos toros ha matado en su vida: "Mi ejercicio no
es matar, sino torear y ejecutar la suerte suprema". Y agrega el insigne
filósofo colombiano, olvidando que en la "compenetración" el muerto
es el toro y no él: "Hacerlo es magia, sobre todo cuando toro y torero
logran compenetrarse".
En todo
caso, y para no extraviarme en ironías, el espectáculo del sufrimiento y la
muerte de un animal para la diversión y el placer del hombre me parece
absolutamente denigrante y cruel.
Triunfo Arciniegas
7 de septiembre de 2014
7 de septiembre de 2014
DE OTROS MUNDOS
Vargas Llosa / La barbarie taurina
Vargas Llosa y la tauromaquia / Justificando lo injustificable
Antonio Caballero / Por los derechos de las minorías
César Rincón: "Yo no mato, yo toreo"
Triunfo Arciniegas / Toros
FICCIONES
Casa de citas / Julio Ortega / Contra la tauromaquia
Vargas Llosa y la tauromaquia / Justificando lo injustificable
Antonio Caballero / Por los derechos de las minorías
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