EL ÁRBOL TRISTE
Preguntas de Lina Vargas
Revista Arcadia
El
árbol triste, publicado por Ediciones SM México, indica un punto de giro en la obra
de Arciniegas. Ya no hay humor sino una reflexión realista durísima sobre la
guerra, y en especial sobre la guerra en Colombia. ¿Cuál fue el origen de este libro?
Un árbol y tres pájaros.
Del grupo de
libros para niños que hablan sobre el conflicto, El árbol triste es uno de los
más sutiles y emotivos. ¿Qué tipo de lector tenía en mente cuando lo escribió?
Un lector inteligente, un altísimo lector, es decir, un niño.
¿Por qué la guerra?
Estoy
enfrentando otros temas. Quiero escribir sobre el dolor, la vejez, la soledad,
la muerte. Asuntos fundamentales, verdades ineludibles, preguntas eternas. Uno
de mis últimos libros, El rabo de Paco, publicado por Fondo de Cultura Económica, trata de la mutilación. Y el último, El
niño gato, publicado por SM hace dos días, enfrenta al problema de la identidad. Todo esto también es la
vida. No creo que debamos mantener a nuestros niños en un corralito de piedra,
con una literatura rosa, falsa y mentirosa. De todos modos, ellos no son para
nada inocentes, como suelen creer los adultos. Ellos saben, y a menudo más que
nosotros.
¿Por qué un libro para niños que desde la ficción
toque el tema de la guerra?
La
guerra es parte de nuestra miserable vida cotidiana. Es uno más de los asuntos
de la realidad del país del Sangrado
Corazón. Desde el principio de los tiempos el hombre se enfrenta a muerte con
el mismo hombre. Esa criatura tan maravillosa, tan llena de magia y poesía, es
también capaz de las cosas más horribles. Fíjese bien, Colombia es un país
católico, dedicado al Sagrado Corazón, y presenta al mundo semejante cosecha de
muertos. Aquí los asesinatos se dan al por mayor. Los sicarios invocan a la
Virgen para que les afine la puntería. Se sabe de personajes con cien,
doscientos o más muertos encima, que en el peor de los casos pagarán condenas
ridículas y seguirán tan campantes, disfrutando de los bienes ajenos, mientras
los pobres muertos siguen muertos y las viudas y los huérfanos se retuercen por
siempre en la casa del dolor. El historiador Jorge Orlando Melo calcula que en
los últimos cincuenta años han sido asesinadas en Colombia 709.000 personas. Y
no los contó a todos. El mismo historiador considera que en es probable que en
esas cuentas no figuren las víctimas enterradas en fosas comunes y las
arrojadas a los ríos. ¿Y si el cálculo arrancara desde el año sangriento de
1948? Nuestro Himno Nacional dice que cesó la horrible noche y el bien germina
ya, cuando en realidad el rancho sigue ardiendo. Nos ponemos la mano en el
pecho para cantar mentiras. No recuerdo a quién le oí esta frase: “Pobrecitas
las mujeres, nos estamos quedando sin hombres”. ¿De dónde sacan ese cuento de
que somos uno de los países más felices del mundo? Nadie es feliz en peligro de
muerte. ¿Quiénes hacen las encuestas y a quién demonios le preguntan? ¿Por qué
García Márquez, a quien admiro y respeto, dijo que Colombia es el mejor
vividero del mundo? Sin embargo, Gabito no vive en Colombia y cuando nos visitaba
requería de guardaespaldas. ¿Será que confundimos la parranda con la felicidad?
Somos parranderos, afectuosos, tercos. Nos mantenemos a pesar de las
adversidades. Falseamos la realidad con palabras. La falsea el gobierno, en
primer lugar. A la guerra le dicen “conflicto”, a los secuestrados los
confunden con “retenidos” y a los desplazados los denominan “migrantes”.
Terminarán por confundirlos con turistas. No se trata de un vicio exclusivo. En
otras partes hablan de “fuego amigo”, “misiles inteligentes” y “guerra
preventiva”. Desde hace unos veinte años, en Colombia, a los vagabundos, esos
pobres infelices que no tienen techo y que pasan el día buscando un pan para
saciar las tripas, los identifican con una palabra asquerosa: “desechables”. Es
decir, eliminables. Es decir, y se ha hecho, que cualquier hijo de perra puede
salir una noche de éstas a matarlos. La operación se denomina “limpieza
social”. La operación abarca otros “objetivos”, por supuesto, depende del hijo
de perra que la practique.
No hay comentarios:
Publicar un comentario