martes, 29 de agosto de 2017

Casa de citas / George R.R. Martin / El corazón del caballo



George R.R. Martin
BIOGRAFÍA
EL CORAZÓN DEL CABALLO



El corazón humeaba en el aire fresco de anochecer. Khal Drogo lo puso ante ella, crudo y sangriento. Tenía los brazos rojos hasta el codo. Tras él, sus jinetes de sangre estaban de rodillas en la arena ante el cadáver del caballo salvaje, con los cuchillos de piedra todavía en las manos. La sangre del animal parecía casi negra a la luz anaranjada de las antorchas que bordeaban las altas paredes calizas del pozo.


Daenerys se tocó la suave hinchazón del vientre. El sudor le perlaba la piel y le corría por la frente. Sentía las miradas de las ancianas, las viejas de Vaes Dothrak, de unos ojos que brillaban negros como el pedernal en los rostros arrugados. No debía titubear ni parecer asustada. "Soy de la sangre del dragón", se dijo al tiempo que cogía el corazón del caballo con las dos manos, se lo llevaba a la boca y clavaba los dientes en la carne dura y fibrosa.

Sus doncellas la habían ayudado a prepararse para la ceremonia. Pese a que durante las dos últimas lunas había tenido náuseas, Dany había comido cuencos de sangre medio cuajada para acostumbrarse al sabor, y además Irri le hizo masticar tiras de carne seca de caballo hasta que le dolieron las mandíbulas. Antes de la ceremonia se había pasado un día y una noche sin comer, con la esperanza de que el hambre le ayudara a retener la carne cruda.

El corazón del caballo salvaje era puro músculo, y Dany tuvo que arrancar cada bocado y masticarlo largo rato. En los confines sagrados de Vaes Dothrak, bajo la sombra de la Madre de las Montañas, no se permitía el acero. Tenía que desgarrar el corazón con los dientes y las uñas. El estómago se le revolvía, pero ella resistió y siguió adelante, con el rostro lleno de sangre que a ratos parecía estallarle en la boca.

Khal Drogo, con el rostro impenetrable como un escudo de bronce, permaneció a su lado mientras comía. La larga trenza negra le brillaba, aceitada. Llevaba anillos de oro en el bigote, campanillas de oro en las trenzas y un pesado cinturón, también de oro, en torno a la cintura, pero lucía el pecho desnudo. Lo miraba cada vez que sentía que las fuerzas le fallaban. Lo miraba, masticaba y tragaba, masticaba y tragaba. Casi al final, a Dany le pareció ver un fuego de orgullo en los ojos oscuros y almendrados, pero imposible saberlo a ciencia cierta. El rostro de khal rara vez traicionaba sus pensamientos.

Y, por último, lo logró. Consiguió tragar el último bocado, con las mejillas y los dedos pegajosos. Solamente volvió la vista hacia las ancianas, hacia las viejas del dosh khaleen.



-¡Khalakka dothrae mr'anha! -proclamó en su mejor dothraki. "¡En mis entrañas cabalga un príncipe!" También llevaba semanas ensayando la frase con su doncella Jhiqui.

La más vieja de las ancianas, una mujer encorvada y flaca que tenía solo un ojo, alzó los brazos hacia el cielo.

-¡Khalakka dothrae! -gritó. "¡El príncipe cabalga!"

-¡Cabalga! -respondieron las otras mujeres-. ¡Rakh! ¡Rakh! ¡Rahk haj! -proclamaron. "¡Un varón, varón, un varón fuerte!"


George R.R. Martin
Juego de tronos
Bogotá, Ramdom House, 2015, pp. 470 -471

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